Eulogía a Neil Peart
El pasado 11 de enero amanecía con una noticia destinada a oscurecer no solo el resto de mi día, sino las posteriores escuchas a una de mis bandas favoritas. Neil Peart, uno de mis héroes, el eterno modelo inalcanzable, el artífice de las palabras que sacudirían por siempre mi exigencia con las letras de las canciones, nos había dejado. La muerte se produjo el martes 7, pero, muy en la línea de un Peart siempre muy celoso de su privacidad, no fue hasta el día 10 por la tarde que los miembros de Rush hacían oficial su fallecimiento. Se apagaba así algo más que uno de los mejores baterías de la historia, que no es asunto baladí, sino algo más que una estrella de rock: un filósofo, un famoso solitario, un escritor, y por encima de todo, una actitud mordaz y combativa que nunca cayó en vulgaridades o mofas para hacerse valer.