El secreto de Five Finger Death Punch
“Wrong Side Of Heaven” tiene 170 millones de streams en Spotify y 276 millones en YouTube. “Jekyll And Hyde” tiene 145 millones en la primera plataforma y 87 millones en la segunda. “Bad Company” bordea los 150 millones en una y 111 millones en otra. “Lift Me Up” pasa holgadamente los 100 y los 50 millones respectivamente.
La dimensión de Five Finger Death Punch como banda de rock contemporánea más grande es a menudo obviada. Los grandes nombres de antaño siguen copando el imaginario de la cultura popular y bandas como Five Finger Death Punch consiguen crecer orgánicamente gracias al espaldarazo de una de las legiones de fans más dedicadas que existen. Pero es un proceso que sigue siendo costoso. Para muestra un botón: en su última visita a España, incluso con In Flames como compañeros de cartel, los americanos apenas metieron a cuatro mil personas en cada una de sus fechas. Unos años atrás, junto a Avenged Sevenfold apenas lograron tres mil personas. En festivales como el Download Madrid tocaban a media tarde, algo lejos de las posiciones de cabeza de cartel que podrían sugerir los números que manejan. Más allá de que España es un microcosmos particular en lo que a grandes bandas americanas se refiere (ahí tenemos a Alter Bridge luchando por saltar a grandes recintos o Disturbed actuando en salas de 2.000 personas), lo cierto es que sigue habiendo un techo de cristal a nivel global en cuanto a lo que las bandas de rock pueden lograr actualmente. En su nuevo disco, ‘F8’, la banda hace mención al fenómeno en una canción titulada “Bottom Of The Top”, algo así como “La Base De La Cumbre”.
“El crecimiento sucederá naturalmente si la banda sigue con su camino y su identidad”, explica el guitarrista del grupo, Zoltan Bathory, en un momento de la entrevista. “Hubo una época en la que el rock era el centro de todo. En los años ‘80, el rock era la voz de la rebelión. Era un modo de vida. Nosotros, los tipos de pelo largo, éramos distintos, vestíamos distinto y éramos rebeldes. Íbamos contra lo corporativo. Los tatuajes no eran habituales, por ejemplo. Nosotros éramos la voz de una rebelión. Al final se volvió el centro del entretenimiento, del ocio, porque en aquella época no había redes sociales o videojuegos y tanto la música pop como el rock fueron equitativamente populares.
Si observas cuántos oyentes semanales tiene Metallica en Spotify y cuantos tiene Post Malone, este último cuadruplica a Metallica. Los cuadruplica! Es una locura! Y me encanta Post Malone. Pero es que Metallica es la banda de rock más grande que jamás ha existido y Post Malone tiene el cuádruple de escuchas semanales.
Hemos hecho siete shows en ésta gira europea: todos con entradas agotadas y llenos hasta arriba. Si esto hubiese pasado hace 25 años todo el mundo sabría quién somos. Pero hoy en día es como ‘¿Five Finger quién?’”.
Son las cinco de la tarde de un viernes de enero. En el exterior del Royal Arena de Copenhague no se acumula demasiada gente -no hay un ambiente de gran concierto como el que se podría dar en España. Y eso que las temperaturas acompañan, para ser Dinamarca en invierno. Pero en cuestión de tres horas, el recinto va a estar lleno hasta los bordes -salvo la grada superior, cerrada debido a la configuración de aforo del recinto. Con una capacidad en conciertos para 16.000 personas, el show de Five Finger Death Punch junto a Megadeth convocó alrededor de 13.000. Trece mil personas que, por cierto, apenas movieron una pestaña durante el show de los legendarios Megadeth y se entregaron a fondo durante el show de los de Ivan Moody y compañía. Un signo de los tiempos, que se suele decir.
Jeff, el asistente personal de Zoltan, me escribe un mensaje. “¿Cuánto tardas? Puedo pasar al otro entrevistador si vas muy justo y así adelantamos”. El avión que me llevaba a Copenhague había aterrizado en suelo danés apenas media hora antes. El tiempo justo de salir de la aeropuerto de Kastrup, coger un taxi por 170 coronas danesas y llegar al recinto -no muy lejano. “Acabo de llegar”, le respondo. Jeff sale a buscarme a la puerta de backstage ante la mirada siempre desconfiada de los encargados de seguridad. “No lleva pase”, le dicen. “Viene conmigo a hacer una entrevista”, espeta sin detenerse.
“Espera aquí”, me dice. Al lado había otro periodista de algún medio esperando su turno. Unos minutos después, Jeff me conduce al camerino del guitarrista atravesando toda la zona de backstage. A la entrada, Zoltan se levanta rápidamente a saludar y prácticamente se excusa por el aspecto de club de yoga / chill out de su camerino. Luces rojas tenues, un rack de guitarra impresionante, una BC Rich con la que practicar, dos sofás de dos plazas y un reloj que pronto pasaría a ser ignorado de la manera más recalcitrante que recuerdo en ningún artista que he entrevistado. “Tengo que hacer que esto sea un lugar cómodo y familiar, porque me paso la vida de un camerino a otro”, explica Bathory. Lo que explica es algo común a muchos artistas: cuando solicitan telas negras en su camerino, unos sofás concretos o determinadas marcas de comida o complementos lo hacen por un motivo básico: crear una sensación de continuidad y familiaridad de un día para otro. La vida en la carretera, no importa el éxito que tengas, es psicológicamente extenuante.
Bathory nació en Hungría en una fecha no determinada -aunque nos la confesó tras la entrevista para nuestra sorpresa, pero nos pidió mantener el secreto-. Mucha de su adolescencia la pasó involucrado en el aprendizaje de las artes marciales, lo que le ha ayudado a tener una visión absolutamente “zen” de la vida. Un punto a favor en el caso de una banda que ha pasado por una época tan volátil como Five Finger Death Punch. Bathory tomó las riendas de su vida bien pronto, cuando nadie daba un duro por su carrera en la música.
“Yo crecí en Hungría cuando todavía había comunismo”, nos explica. “Durante una buena parte de mi vida no tenía pasaporte y no podía ir a otros países. La gente era negativa y todo era una mierda. Desde niño siempre tuve claro lo que quería hacer y nunca pude aceptar lo que el sistema me proponía, lo cual me condujo a muchas discusiones con mis padres. Solía decirle a todo el mundo, cuando tenía diez años, que iría a América, tendría una banda y giraría por el mundo.
Mi primera guitarra la hice con una mesa de café. Le puse un mástil, le puse unas cuerdas y apenas se podía tocar pero me permitió soñar con ser un guitarrista. La gente se reía de mí porque era una locura escucharme decir que iba a ir a América. Tienes que entender la circunstancia: no hablaba inglés y no tenía un pasaporte. Era un sueño imposible, tanto que hasta era divertido escucharme decir eso bajo las circunstancias en las que vivía.
Al final me planté en New York con una guitarra y una bolsa de ropa y sin hablar una palabra de inglés. Me llevó algo de tiempo aprender inglés y lo hice traduciendo un libro con un diccionario al lado, además de viendo películas en inglés. Así aprendí. Una vez supe inglés me dediqué a ir a la cadena de librerías Barnes & Noble y me dedicaba a leer un libro por día. No podía permitirme comprarlos, pero allí podía leerlos. Leía sobre filosofía oriental, budismo, filosofía inca, ciencia… No leía ficción porque me gusta aprender. Yo sé que he tenido que trabajar duro para llegar hasta aquí.
Hubo un momento en el que me dije: ‘si llegas a este punto, puedes decir que lo has conseguido, puedes estar feliz’. Al final explotamos y pasamos de largo ese punto sobradamente. Mi idea era tener una banda que me permitiese vivir y girar por el mundo. Ese era el nivel al que aspiraba. Pero ya hace cinco o diez años que la banda explotó mucho más allá de ese nivel. He pasado el sueño imposible, de lejos.
Puedo analizar la vida que tuve y lo que he conseguido. No estaba en mi destino conseguir lo que he conseguido. He tenido que luchar por ello pese a los imposibles. Cuando era pequeño en Hungría entendí rápido que si quería una oportunidad en la vida tenía que ser más rápido, más fuerte y más listo que los demás. Solo de ese modo podría conseguir una oportunidad. Yo ya venía con 15 o 20 años de retraso por haber nacido en un país como el mío pero conseguí llegar a lo que yo quería.
El problema que tengo ahora es aprender a relajarme”, se ríe consciente de su incapacidad para reposar sobre sus laureles. “No sé lo que es irme de vacaciones, tirarme en una hamaca y beberme un margarita. Puedo hacerlo durante diez minutos y luego digo ‘oh Dios, no estoy trabajando, tengo que hacer algo’. Eso está metido en mi subconsciente y soy así”.
El producto que nunca fueron
Evidentemente, Five Finger Death Punch han excedido cualquier previsión sobre éxito y alcance que el guitarrista pudiese tener. La banda se formó en 2005 con Bathory y el batería Jeremy Spencer como principales locomotoras. Junto al bajista Matt Snell y al vocalista Ivan Moody terminaron de dar forma al grupo, que grabó por su cuenta el disco ‘The Way Of The Fist’ antes de entrar en contacto con la discográfica Prospect Park, con quien desarrollaron toda su carrera hasta la agria ruptura -con juicios de por medio- hace tres años. La retahíla de discos, singles, videoclips y giras que siguió a partir de entonces les ha llevado la mejor parte de los últimos trece años. Trabajos como ‘War Is The Answer’, ‘American Capitalist’ y el doble ‘The Wrong Side Of Heaven And The Righteous Side Of Hell’ les llevaron a lo más alto, aunque por el camino Snell fue sustituido por Chris Kael al bajo (2010) y Spencer ha sido sustituido recientemente por Charlie Engen a la batería. La formación está redondeada desde 2009 por espectacular guitarrista Jason Hook. Pero difícilmente la banda fue jamás un producto discográfico, como a sus detractores les encanta puntualizar.
“Hay mucha desinformación ahí fuera”, asegura el guitarrista cuando le preguntamos por lo más despreciable que ha llegado a leer en Internet sobre su banda. “Decir que algo es desagradable sería darle demasiada importancia y debido a mi mentalidad, las cosas me rebotan con facilidad. Veo la vida de una manera muy específica: es una competición. Hay una enorme presión social ahora para que todo el mundo tenga su premio”, asegura. Los míticos “trofeos de participación” para no herir los sentimientos de nadie (hay un capítulo entero de Los Simpson al respecto, infórmense).
“La realidad no puede basarse en fomentar la locura de la sociedad”, reflexiona. “Mira, eras uno de millones de espermatozoides y tuviste que ser el más rápido y el más listo para llegar al óvulo. Durante toda tu vida vas a tener que luchar. Siempre habrá un chico que tendrá a la reina del baile, siempre habrá alguien que tendrá la medalla de oro en los Juegos Olímpicos. La vida es así, es una competición.
Cuando leo las cosas desagradables que hay en internet simplemente pienso que esa persona no es competencia para mí. Si tienes el tiempo necesario para escribir todo eso, nunca podrás llegar a mi nivel. Yo no tengo tiempo de hacer eso. A duras penas tengo tiempo de leerlo. Si haces eso estás perdiendo el tiempo. Tío, tienes 80 veranos que vivir y estás perdiendo el tiempo escribiendo mierda sobre gente que ni conoces. Me parece una locura. Es la peor manera que puedo imaginar de perder el tiempo. El tío que practica cada día para ser un gran músico o para construir un negocio… Ese sí que lo veo como competidor. Debido a ese motivo, nada de lo que leo me parece despreciable. Lo veo como una muestra de que hay gente dispuesta a perder el tiempo.
Una de las cosas que me molestan es cuando leo que esta banda es alguna clase de producto de una multinacional discográfica. Eso es ridículo”, afirma categórico. “El primer disco se grabó en mi comedor. Ahí estaba yo con mi guitarra y mi café y así grabé casi todo el álbum, en casa, con un equipo de mierda. Luego grabamos las voces y la batería en un estudio y un amigo, Logan Mader de Soulfly y Machine Head, lo mezcló. Luego nos fuimos a un sello independiente que no tenía ningún otro artista fichado con cuatro personas trabajando y nos ficharon. Ese fue nuestro sello discográfico hasta hace un año. Esos siete discos que hemos grabado los ha editado un pequeño sello con cuatro empleados como máximo. Lo que piensa la gente y lo que somos no tiene nada que ver. Éramos una banda pequeña en un sello independiente”.
Five Finger Death Punch, desde el principio, le dieron mucha importancia al merchandise conscientes de que es una de las principales fuentes de ingresos de cualquier grupo de música en los tiempos que corren. “Yo solía diseñar merchandise para Star Wars, WWE, Nascar y un montón de bandas. Entiendo ese mundo”, explica el guitarra. “Diseñar y gestionar nuestro propio merchandise nos permitió progresar, pagar las giras, los buses de gira y todo eso. Nosotros nunca tuvimos ayudas para las giras por parte de nuestra discográfica. Cuando hicimos el primer disco nos quisieron comprar los masters, ya que lo habíamos grabado nosotros con nuestro dinero, y cogimos ese dinero para pagar la gira, así que se podría decir que fue una especie de «apoyo» para la gira, pero fue a cambio de los masters. De cara a la segunda gira, lo pagamos todo gracias al merch y así fuimos creciendo. Si alguien ha hecho esto grande, ha sido la propia banda”.
Odiar a FFDP como hobby
Si bien hace unos años eran los canadienses Nickelback los poseedores del trono a “banda de rock más odiada del mundo”, ese trono está siendo disputado -si hacemos caso a las redes- por unos Five Finger Death Punch cuyo éxito planetario les está generando detractores -aunque a menor velocidad que seguidores-.
“Somos una banda polarizadora”, asegura el músico. “Eso significa que podemos ser odiados como Nickelback o Limp Bizkit lo fueron en su día. Pero fueron tan odiados como exitosos. De hecho, tuvieron más éxito que odio o no seguirían en el negocio ¿no? Es algo que va adscrito a la popularidad. Después del año 2004 o 2005 las bandas tienen que lidiar con esto. Limp Bizkit aparecieron cuando todo esto comenzó a desarrollarse así, cuando internet pasó a ser un canal de comunicación realmente potente. Hasta entonces, si te molestaba que Metallica se cortasen el pelo, no tenías donde escribirlo. Quizá el ‘Black Album’ fue su trabajo más polémico, pero ganaron veinte millones de fans y perdieron cinco millones. Esos cinco millones les odiaban a muerte pero no podías leerlo en ningún lugar”, explica.
“Los genios siempre encuentran una manera de impactar en la sociedad. Si eres un escritor estás dirigiéndote a mucha más gente de la que alcanzarías orgánicamente. Tienes una revista y una web con la que llegas a miles y miles de personas y lo has conseguido porque has divisado la manera de hacerlo. Lo mismo sucede con cualquier músico o con cualquier personaje de televisión. Han tenido que encontrar la manera de que su voz sea escuchada. El resto del mundo no tenía esa oportunidad, hasta que los genios de internet le dieron ese privilegio a todo el mundo, el privilegio de hacer que su voz sea escuchada. De ese modo todo el mundo puede participar en la conversación sin la necesidad de ser especialmente inteligente. Te dan un ordenador de bolsillo, otra gente construye unas plataformas en internet y lo único que tienes que hacer, el único requerimiento para participar en la conversación global, es hablar un lenguaje.
Hace veinte años, la conversación global estaba abierta a personas que tenían un cierto nivel intelectual como para poder llegar a ese punto”, prosigue en su disertación. “Si haces un cálculo rápido, probablemente hay muchos más imbéciles que genios en la sociedad y normalmente van de la mano. Así que, de repente, tienes a hordas de imbéciles que no deberían tener ni un carnet de conducir a su nombre, hablando y fomentando odio desde las redes.
Estoy seguro de que tú no tienes tiempo de meterte en Internet a poner a parir a todo el mundo”, incide en un determinado momento. Le indico que no, que no suelo, aunque soy voraz devorador de las redes pasivamente. “Yo no tengo tiempo de hacerlo. La mayoría de gente que conozco no tiene tiempo, porque están ocupados haciendo cosas en la vida. Pero hay un montón de gente ahí fuera con muchísimo tiempo libre para escribir tonterías en las redes. ¿Que no te gusta Nickelback? Fantástico: no compres el disco. ¿No te gusta Five Finger Death Punch? Genial: no vengas a ningún concierto.
Todo esto viene de la mano de la fama y le pasa a cualquier banda después de 2003-2004. A medida que pasamos de los módems al ADSL, las comunicaciones se globalizaron mucho más y es algo con lo que la generación actual tiene que aprender a convivir y a lidiar. Te pongo un ejemplo con esta botella de agua. Si me preguntas qué opino del agua Fiji te diré ‘sí, está buena, es agua’. No he dicho nada, es una opinión gris, no ofende a nadie. Pero si te digo ‘yo solo bebo Fiji’ habrá un grupo de gente que dirá ‘si tío, yo también’ e inmediatamente aparecerá un grupo de gente opuesta a ello. En el momento en el que emites una opinión que no sea gris e inofensiva, divides a la gente. Lo mismo pasa en la política. Puedes ver como las celebrities intentan ir por la mitad del camino, intentando no ofender a un lado ni al otro cuando hacen cualquier comentario público, pero al final te ves forzado a tomar posiciones, a ser parte de la polarización. Todo es una gran locura.
Al final, creo firmemente que si no estuviésemos haciendo algo bien no generaríamos ese odio. Y tampoco tendríamos fans. Una vez tomas una posición con algo, una vez tienes una personalidad y unas ideas, tienes a gente que se une a tu causa y gente que se opone a ella. Siempre que veo a gente irritada con esta banda me alegro. Si nadie nos hiciese caso, me preocuparía. La gente a la que le gusta Five Finger Death Punch no se mete en internet a decir cuánto les gustamos, pero los que nos odian se emplean a fondo. Eso quiere decir que estás tocándole botones a la gente.
«Me gusta tocar los botones a la gente”, prosigue el guitarrista. “Cuando el conflicto de Oriente Medio aparecía a todas horas por la tele y la gente decía que la guerra no era la respuesta, dije ‘hmm… ¿Y si hacemos un disco que se titule ‘War Is The Answer’?'», se carcajea. “La gente perdió la puta cabeza al respecto y fue divertido. Entonces puedes decir que no estabas hablando de conflictos bélicos, sino de budismo y de la guerra interior del auto-descubrimiento. Entonces la gente se queda a cuadros.
Cuando hubo el movimiento de ‘Occupy Wall Street’ y el socialismo y comunismo volvieron a la conciencia pública estadounidense fue porque hace el suficiente tiempo como para que todo el mundo se olvidase de los efectos que tiene. La nueva generación nacida después de 1992 no vivió lo que provocó el comunismo y el socialismo del modo en que lo viví yo: quienes ahora tienen 30 años nunca experimentaron toda esa mierda. No tienen ni idea. Todo es porque las ideas les suenan bien. Bueno, esas ideas mataron a cien millones de personas e hicieron colapsar a 27 países”, ríe irónico. “Cuando eso estaba volviendo decidí que el disco se titulase ‘American Capitalist’, sólo por las risas. Como banda, no te vamos a decir lo que tienes que pensar, porque no predicamos, nuestro trabajo es ser artistas. Pero puedo tocar botones y presentar ideas y dejar que la gente saque sus propias conclusiones y se inflamen.
Encuentro hilarante que una de las cosas que más odia la gente es la manera en que nos vestimos. Me parece patético. Espera un minuto: ¿me estás diciendo que no formamos parte de tu idea de lo que debería ser inconformista? Hubo una época en la que tuvimos cuero y demás, pero hubo una época en la que eso significaba algo y hoy ya no quiere decir nada. Tu imagina que entras en un club de rebeldes y todos los rebeldes parecen iguales, ¿qué clase de rebeldía es esa?
Hace años la gente odiaba a Slipknot. Una banda que todo el mundo decía que era ridícula pero, como lo hicieron y se mantuvieron firmes, se convirtieron en una banda distintiva y exitosa. Luego llega la gente que dice ‘ah, yo podría haberlo hecho pero no quise’. Claro, porque implica esfuerzo y aguantar la burla de la gente. Hay que tener pelotas. Ahora que tienen éxito dices que podrías haberlo hecho tú también”.
El factor Moody
Comienzo a sufrir, sin demasiada intensidad, por el otro periodista que ha quedado fuera del camerino. Lo que iba a ser una entrevista de media hora, comienza a acercarse a la hora y Zoltan no tiene pinta de estar incómodo. La charla prosigue y es el momento de hablar de los problemas de la banda con Ivan Moody, su vocalista. La parte más emocional de toda la maquinaria. Moody, de 40 años, celebra ahora dos años de sobriedad, pero hasta 2018 las pasó canutas para aguantar en la carretera con el ritmo al que se movía la banda. No hace tanto tiempo, en junio de 2017, Moody decidió no salir al escenario con la banda, por lo que tuvo que ser sustituido por el vocalista Tommy Vext de Bad Wolves -y amigo de la banda-. Finalmente Moody salió a escena pero se largó más adelante y Vext tuvo que salir a salvar el papelón nuevamente. Con la banda en máxima tensión Moody anunció desde el escenario que era “su último show con Five Finger Death Punch”. Al día siguiente, la banda anunció una gira europea con In Flames mientras su vocalista se metía en un centro de rehabilitación para tratar sus adicciones. Vext sustituyó a Moody durante varios conciertos mientras la banda cumplía con sus compromisos en diferentes festivales europeos. La banda comunicó que las bandas que giran tanto como ellos “descarrilan a veces, pero el tren siempre sigue moviéndose”. Poco después, en Agosto de 2017, Moody volvió al escenario con la formación -aunque no sería el fin de sus adicciones-.
“Nuestros managers son los managers de Mötley Crüe y habían sido los managers de Aerosmith”, explica Bathory en referencia a Allen Kovac de 10th Street Management. “Se trata de bandas que han pasado por situaciones similares y ellos ya saben que sin el cantante la banda la cosa no va a funcionar del mismo modo. Rápidamente se pusieron en acción para buscar una solución. Nadie pensó en cambiar a Ivan por otro vocalista porque sabemos que no es posible”, revela. “Nosotros teníamos obligaciones y giras que finalizar. Por suerte, tenemos amigos de otras bandas en Europa y América que nos echaron una mano. Teníamos seis shows pendientes en Europa y seis en Estados Unidos. Tommy Vext nos echó una mano en Europa y Philip Labonte de All That Remains lo hizo en Estados Unidos”, explica.
“Phil y Ivan son amigos muy cercanos, así que cuando le llamé para decirle que teníamos un problema ya se imaginaba que íbamos a llamarle. El era la primera elección obvia y ya se había comenzado a aprender algunas de las canciones por si acaso. De este modo los fans no se quedaron sin los conciertos, los promotores no perdieron un montón de dinero y encontramos una situación viable para todos. Lo más alucinante de todo fue que incluso los fans lo vieron como una necesidad, sabían que Ivan tenía que entrar en tratamiento por sus adicciones. Podrían haberse vuelto en nuestra contra, pero nuestros fans son muy dedicados y la reacción fue abrumadora. La gente se alegró de que Ivan tomase medidas para ponerse bien. Ante todo eso, difícilmente podíamos plantear que Ivan se fuese de la banda”.
Para alguien que ha tratado con Mötley Crue, tratar con Five Finger Death Punch debe ser como un paseo por el parque, le indico al afable guitarrista.
«Imagino que debían pensar ‘he visto esta película antes'», se ríe. “Fue a rehabilitación varias veces pero, en la última ocasión, supimos que algo había cambiado. Acabamos una gira y él estaba bien, no bebía ni tomaba nada. Pero era diciembre y Ivan sabía que iba a volver a casa en medio de unas navidades, que la gente estaría de fiesta y bebiendo. Tomó la decisión de meterse él solo en rehabilitación otra vez. No se sentía seguro y prefirió adelantarse a la situación. Ahí fue donde nos dimos cuenta de que iba realmente en serio.
Le visitamos todas las veces que hicieron falta y se convirtió en una experiencia que nos unió mucho en lo personal”, explica. “Al final consiguió recuperar la sobriedad y ahora lleva dos años enteros sobrio. Una vez consiguió la sobriedad pudimos mirar hacia atrás y ver los tiempos locos con otro punto de vista. Eso es lo que hace hermanos a los hermanos: pasar por las cosas juntos y superarlas.
Hemos crecido juntos, hemos aprendido unos de otros”, valora el músico. “Llevamos trece años juntos. Empezamos tarde, porque esta banda no era una banda de instituto. Todos crecimos por nuestro lado, tocando en distintas bandas y al final pusimos Five Finger en marcha. No éramos amigos cercanos al principio. Nos llevó algún tiempo convertirnos en amigos.
Creo que todo el mundo ha entendido que la banda se ha hecho mucho más grande que la suma de las partes. Creo que es la única manera de hacer funcionar las cosas. Te pongo un ejemplo perfecto con la manera en que repartimos los ingresos de las composiciones. Normalmente, las bandas tienen grandes problemas en ese sentido. Una banda graba un disco ¿vale? Cuando llega el momento de hacer el segundo disco, los músicos se dan cuenta de que los que compusieron las canciones ha ganado el dinero, los demás no. Es habitual que, por ejemplo, el guitarrista y el cantante vivan cómodamente y el batería no tenga para pasar el mes. Es una situación muy habitual. Si alguien lee esto y tiene banda le diré que este es un problema que llega, que es algo habitual y es el motivo por el que las bandas tienen que cambiar de miembros.
Nosotros estuvimos de acuerdo desde el principio en que no importa quién componga una canción: los ingresos se dividen equitativamente entre todos. Si tenemos veinte canciones compuestas para un disco ya no hay intereses personales en editar una canción u otra dentro del disco, sino que escoges las mejores. De golpe ya no hay discusión. Todo el mundo mira el disco como un todo e intenta que sea lo mejor posible, porque el reparto es equitativo. Las bandas deberían mirar su negocio desde ese prisma, ya que es el problema más habitual y destructivo con el que se encuentran las bandas.
Siempre hemos tratado a la banda de este modo y eso nos ayudó a formar una unidad. Esto ya no va de un músico, sino del bien común de la banda. Ivan es la voz y si algo no está bien con él, se le ayuda. Es como la película ‘Algunos Hombres Buenos’. Si un marine va más lento, le ayudas. Esa mentalidad de equipo ha de prevalecer. Nuestro deber es ayudarle a mejorar».
La perspectiva más emocional de Moody transpira en varias de las composiciones de ‘F8’, un disco que viene ampliamente marcado por todo lo que ha vivido el vocalista a nivel personal en los últimos años. Canciones como “Darkness Settles In” revelan una lucha interior que el músico intenta relatar en los versos del tema. Otras como “Inside Out”, primer single del nuevo trabajo, son muy personales. ¿Es el toque emotivo de Moody el secreto que hace que Five Finger Death Punch conecten con vastas cantidades de público en todo el mundo?
“Hay inteligencia emocional e inteligencia lógica. El sexto sentido de las mujeres al que se suele hacer referencia es la inteligencia emocional. Ambos podemos mirar un mismo problema y yo te doy una respuesta lógica, calculada y racional. Él llega a la misma respuesta pero no tengo ni idea de cómo llega hasta ahí. Él es un tío que lleva el corazón en la mano, siempre”, responde el guitarrista sobre su compañero.
“Las cosas de las que canta Ivan son problemas y situaciones que ha vivido él o su entorno. Mucho de este disco viene moldeado por sus experiencias durante la recuperación. Puedes encontrar esperanza en algunas canciones y, cuando recaía en sus adicciones, absoluta desesperación y decepción consigo mismo. Compuso sobre todas esas emociones y son cosas que le pasan a todo el mundo. Si el disco tiene diez canciones y tratan sobre diez sentimientos distintos, alguno de ellos va a hacer que te sientas identificado.
El motivo por el que creo que funciona es porque sus letras son lo suficientemente ambiguas. Siempre puedes sacar una interpretación que te quede cerca. Si eres un soldado puedes pensar ‘hey, esta canción trata sobre mi’. Si eres una persona normal y corriente encontrarás algo que te hará sentirte identificado. Todo el mundo puede encontrar algo que le hace sentir cercano a la música y la letra. Ese es uno de los secretos de nuestro éxito.
Recientemente hizo una entrevista y lo dijo: que algunas de las canciones del disco las compuso cuando estaba en un momento muy oscuro y que hoy en día ni siquiera se siente cómodo cantándolas. Cuando sube al escenario y las canta tiene que revivir la experiencia. Cada canción te hace vivir de nuevo lo que te pasó cuando la compusiste. No es un tipo que cante mecánicamente los versos, como un actor, sino que se mete en el papel. Y, como dijo, hay algunas en las que no se siente cómodo volviendo al espacio mental que tenía cuando compuso la canción”.
A Moody no le vimos en los camerinos, pero le vimos sobre el escenario. Motivado, enérgico, comunicativo y lleno de vitalidad. En un momento determinado del concierto preguntó al público si alguien estaba luchando por recuperarse de sus adicciones. Alguien en las primeras filas levantó la mano. “¿Cuánto llevas? ¿Seis meses?”, le preguntó Moody al tipo del público. “Pues te deseo otros seis meses más, bro”, dijo el vocalista. “Yo hoy llevo dos años sobrio”.
Tras acabar la entrevista, seguimos departiendo con Zoltan sobre una variedad de temas privados durante otra hora larga más. Al salir del camerino me cruzo con el periodista que esperaba (dos horas después) y me siento ligeramente culpable.
“Estaba totalmente preparado para tener una entrevista de mierda”, le confieso al guitarrista en nuestra charla privada. Unos años atrás, en plena debacle personal de Moody por culpa de las acusaciones falsas de una chica que decía ser su esposa sin serlo, tuve una entrevista por teléfono con él. Diez minutos, con una lista de preguntas prohibidas y una persona de la discográfica escuchando en la línea. “Otro típico grupo americano pasado de vueltas”, pensé, lo cual me condicionó la visión sobre el grupo. Tras departir dos horas largas con uno de los fundadores del grupo y escuchar sus largas reflexiones entiendo el porqué del éxito planetario de la banda. Five Finger Death Punch sintonizan con los instintos y las emociones de una enorme cantidad de público y la energía y pasión de sus conciertos no tienen mucha competencia en el panorama actual -salvo Rammstein, Metallica e Iron Maiden-. Son una maquina perfectamente engrasada tras trece años de carretera sin parar y el público percibe que hay algo auténtico tras ellos. Quizá sea la banda que mola difamar, el grupo al que todos queremos odiar, pero Five Finger Death Punch son el futuro del metal -le pese a quien le pese-.
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