Guardada en archivo desde hace dos años, volvemos a recuperar esta entrevista realizada con el vocalista de IRON MAIDEN, Bruce Dickinson, el 7 de noviembre del año 2001.
La mañana se presentaba animada. No todos los días te levantas con la ilusión
de entrevistar a Bruce Dickinson en un hotel de tu propia ciudad. Alrededor
de las diez y cuarto de la mañana cojo un autobus en el Prat de Llobregat
que me lleva a Barcelona, y de alli en metro a la parada de Liceo. El cercano
hotel Le Meridien, en plena Rambla de la Ciudad Condal es el lugar donde a
las 11 de la mañana deben estar Igone, la encargada de promo de Metal-Is en
España, y Bruce Dickinson. Llego a las 11 clavadas y ni rastro de Jordi Tàrrega.
Está a punto de caer. Tampoco ni rastro de Igone y Bruce. Para un dia que
llego pronto…
Entro a la recepción del hotel, y cuando volteo para ver por la amplia cristalera
si Tàrrega llega, me encuentro de cara con Dickinson, recién levantado y con
visible mal despertar. Solo fue una primera impresión. Nervios a flor de piel,
aun hay algo en este mundillo que te sigue excitando como cuando tienes 14
años y ves a AC/DC por primera vez.. Es un escalofrio que te recorre la espalda.
Si somos simples críticos adoptaremos la postura “Bruce tambiñen caga todos
los dias”, pero hay qye guardar siempre un poco de fanatismo para motivarse.
Entonces se adopta la postura “Bruce es la voz del Heavy Metal”. Y de repente
todo da un giro.
Subo con Jordi e Igone a la suite principal del Meridien. Llegamos y nos
encontramos a Dickinson en pleno deleite, botando por la amplia terraza que
acaba de descubrir y que será el lugar en el que se realizará la entrevista.
El “skyline” de Barcelona de fondo: la catedral, colon…cientos de bloques
de pisos nos rodean y el gentío de las Ramblas inunda acústicamente el ambiente.
Bruce está de buen humor, es la primera entrevista de la mañana, y su unico
compromiso fuerte del dia es una firma de discos de un par de horas en Revolver,
donde, casualidades de la vida, un servidor se gana la ídem. Cogemos asiento,
y nos avisan de que tenemos solo quince minutos. Al final todo se alarga a
una hora. Bruce esta sin afeitar, un poco cansado pero muy hablador, y su
habitual humor enfatiza esa impresión. Todo parece en su sitio.