David Gilmour evoca el legado de Pink Floyd en Florencia
Posiblemente nunca más le veamos rodeado de cerdos voladores pero ojalá que un día decida hacer una o dos fechas en España para que todo el que llegue a tiempo de comprar entradas pueda disfrutar de lo que significa pasar tres horas escuchando tocar a este genio.
David Gilmour es un alma libre. Edita discos cuando quiere, gira cuando le apetece y toca en los recintos que le gustan. El mismo motivo por el cual Pink Floyd no se reúnen -ni se reunirán- es el mismo que hace de Gilmour un artista único: no necesita el dinero y no necesita hacer cosas que no le apetece hacer. De natural algo holgazán, el que fuese guitarrista y vocalista de Pink Floyd solo sale a la carretera cuando tiene algo que decir asi que ha pasado la friolera de nueve años entre la edición y gira de «On an Island» y este nuevo tour que sirve para promocionar y presentar «Rattle That Lock», el nuevo trabajo del británico.
Italia es un lugar en el que tradicionalmente Gilmour se ha sentido muy cómodo. Desde los años 70, Pink Floyd siempre fueron tradicionalmente muy queridos en esta parte del mundo. Posteriormente, en 1989 confirmaron el idilio cuando la banda actuó en Venecia sobre una plataforma flotante frente a la plaza de San Marcos, en un evento gratuito y televisado mundialmente.
Posteriormente, en sus giras en solitario David nunca ha dejado fuera a Italia e incluso su directo «Live in Gdansk» incluye un disco extra con varios temas adicionales grabados en el país. Es por ello que, a la hora de preparar el tour europeo de su nuevo disco decidió incluir dos fechas en espacios con encanto: una de ellas en el anfiteatro de Verona y la otra en Florencia, en el teatro Le Mulina. Esta última agotó entradas a una velocidad endiablada y hubo que cambiar a otro recinto de mayor capacidad: el hipódromo del Visarno, situado a unos tres kilómetros del centro de la ciudad. Por suerte, el olor a caballo no fue la tónica general de la noche y la velada discurrió en un clima de total disfrute por parte de público y artista.
Es atrevido salir de gira tocando siete canciones de un disco que aún no se ha materializado en las tiendas, por mucho peso que mantenga el catálogo de Pink Floyd en tus conciertos. Pero David es David y hace lo que le place, como decíamos. ¿Qué mejor manera de presentar un disco que tocándolo en directo para que la gente vaya haciéndose a las canciones? Ni más ni menos que siete selecciones del nuevo trabajo, todas ellas recibidas con entusiasmo más o menos comedido del público italiano, aunque se nota que hay triunfadoras natas.
El concierto empezó con puntualidad extrema a las 21:00h ante un público que debía andar por las cinco o seis mil personas. Todos los asientos eran numerados y muy cotizados: las entradas habían llegado a venderse por 500 Euros en eBay, aunque algunos fans que intentaron entrar a última hora las consiguieron de reventa a 180 Euros, algo así como el triple del valor al que salieron a la venta, toda una ganga viendo como estaba el mercado secundario.
Lo primero en sonar fue la intro «5 A.M.» que enganchó directamente con el primer single «Rattle That Lock». Es un tema animado -para los estándares de Gilmour- y cayó bien entre un público que ya había podido familiarizarse con él en las últimas semanas. Desde el segundo número uno quedo claro que el sonido de Gilmour, sin entrar en los alardes cuadrafónicos de Pink Floyd o Roger Waters en solitario, era perfecto. Ecualizado con maestría y con un equipo que daba la talla, el show seguramente tuvo uno de los sonidos más buenos que recuerdo en varios lustros. No era para menos: el detalle y el matiz es tan importante en un show de Gilmour que no puede permitirse dejarlos escapar en una maraña de graves a lo Manowar.
El escenario era sencillo: una banda que toca en el centro y dos plataformas para dos teclistas. Pero coronándolo estaba un invitado inesperado: Mr. Screen. La mítica pantalla circular de Pink Floyd volvía a la vida para mostrar un original show de luces en los momentos adecuados y proyecciones clásicas en los momentos adecuados del set, la mayoría ya usadas por Pink Floyd en la gira de «The Division Bell».
El show continuó con «Faces of Stone», tras la cual David saludó por primera vez al público y les dio las gracias por haber venido. «Habrá temas de mi nuevo disco y habrá temas más antiguos y más conocidos» explicó. Y de sopetón, suena la antigua radio, el fragmento de Beethoven y nos vemos inmersos en «Wish you Were Here» de Pink Floyd. Primera concesión de la noche a su brillante pasado y, por suerte, primera de muchas. En la banda de la gira se encuentra Phil Manzanera, de Roxy Music, y el grado de compenetración entre éste y David es enorme en todo el concierto, especialmente en momentos compartidos como la intro de «Wish you Were Here».
La nueva «The Boat Lies Waiting», una pieza muy vocal, conquistó a un público que estaba comiendo de la palma del guitarrista desde antes de empezar el concierto. Más conocida era la atmosférica «The Blue», de su anterior trabajo «On an Island». Pero el jolgorio llegó a partir del sonido de las cajas registradoras y la interpretación de «Money», el primer hit comercial real de Pink Floyd y primer guiño a «Dark Side of the Moon» de la noche. El break central nos mostró a un David improvisando con la guitarra como marca la tradición y el final de la canción, como en el disco, fue con un lento fade out que nos condujo al sonido del Hammond que ejecutaba Jon Carin, quien ya acompañase a Pink Floyd en las últimas giras así como a Gilmour y Waters en previas giras en solitario. En unos segundos se deslizaba por el sistema de sonido la gran «Us and Them», tan atemporal y apropiada para los tiempos que corren. El saxo del nuevo fichaje Theo Travis protagonizó la parte central del tema con mucho gusto y fidelidad al solo original de Dick Parry.
La también nueva «In Any Tongue» conmovió con su video de acompañamiento, de tinte belicoso y realizado con animación, pero más conmovedora fue la oda a la juventud perdida que se convirtió en el último gran clásico de los Floyd y que sirvió para cerrar el primer set: «High Hopes». El solo de slide de Gilmour fue de los que ponen la piel de gallina. Ver nuevamente las guitarras deslizándose en el agua del canal que aparecen en la proyección que acompaña al tema fue otro bonito guiño al pasado de Pink Floyd, una de esas imágenes icónicas que nos recuerdan que hace ya 21 años desde que aquel disco salió al mercado y 20 desde la última gira de la banda.
Gilmour anunció una pausa de veinte minutos y la gente aprovechó para aprovisionarse en las barras y echar una ojeada al merchandise de la gira. Era sorprendente poder acercarse como si nada a la valla frontal del escenario, donde todo el mundo se estaba haciendo selfies con la pantalla circular de fondo, como si ésta fuese un miembro más de Pink Floyd.
Tras el break, volvieron a apagarse las luces en el hipódromo y comenzó el segundo set de la noche: lo hizo con uno de los temas favoritos de Gilmour: la enfermiza y psicodélica «Astronomy Domine», la pura esencia maníaca de Syd Barrett condensada en cinco minutos. El show de luces pasó a otro nivel y, sin ser nada del otro mundo, era espectacular por su intensidad, una intensidad tal que en algunos momentos todos los miembros de la banda llevan gafas de sol mientras tocan.
El siguiente tema en sonar fue la versión clásica de «Shine on You Crazy Diamond Parts I-V», que sirvió nuevamente de recuerdo al fallecido y genial Barrett. Gilmour siempre había mantenido el contacto con la familia del músico al que sustituyó en Pink Floyd, incluso enviándole dinero a sus familiares con frecuencia para ayudar en sus gastos. Barrett ya no está con nosotros, pero su espíritu sigue transpirando en gran parte del catálogo de Floyd y Gilmour lo sabe y muestra su respeto por la figura del torturado genio. Cabe decir que, pese al rictus y las formas de los conciertos de asiento numerado, cuando sonaron las notas de Gilmour que inician la parte principal de la canción, el hipódromo entero no pudo contenerse.
Otro viejo tema de Floyd que a Gilmour le encanta es «Fat Old Sun», del siempre infravalorado «Atom Heart Mother». Hizo una gran versión, con la pantalla circular simulando ser un sol, y atacó el solo eléctrico con tremenda eficacia, no sin antes bromear con su banda durante algunos compases mientras cambiaba de guitarra.
Una sorpresa para todos los asistentes fue «Coming Back to Life», otra concesión a «The Division Bell» que debutaba en esta gira y que no supuso quitar ninguno de los temas que ya habían sonado en los conciertos de Croacia y en Verona. Luego fue el momento de «On an Island», también repleta de melancolía y muy aplaudida por todos los presentes. Volvían los guiños a su nuevo trabajo con «The Girl in the Yellow Dress», un lento número de jazz donde Guy Pratt tocó el contrabajo y el baterista Steve Distanislao usó las escobillas con suma suavidad. El último guiño al nuevo disco fue «Today», que también está en circulación hace unos días, y que tiene un toque más funky, aunque sin llegar al rollo exagerado con sección de viento de «Blue Light», del ya lejano «About Face» que editó en 1984 en plena crisis interna de Pink Floyd.
Lo que vino a partir de este momento se puede considerar absoluto éxtasis. Gilmour recuperó un tema de «A Momentary Lapse of Reason» de Pink Floyd. Uno que no tocó en la anterior gira y que es de lo mejor de la era neo-Floyd sin Waters. Ni más ni menos que «Sorrow». Ver a Gilmour en el centro del escenario, iluminado por dos cañones de luz, atacando la elegantemente violenta intro y outro es un espectáculo en si mismo. El final del tema, con Gilmour buscando el feedback antes de pillar la palanca y llevar sus cuerdas a la nota final fue escalofriante.
Cuando en el hipódromo aun colgaba del aire la última nota, un familiar rasgueo de cuerdas ponía en pie a todo el recinto. Se avecinaba «Run Like Hell» y aquello ya no lo paraba nadie. El escenario estalla en una nebulosa de luz y humo y, como si fuese verano de 1994 y estuviésemos en el Estadi Olímpic de Barcelona, Gilmour y Pratt se intercambian partes vocales en el himno de tinte fascistoide del «The Wall» de Pink Floyd. «You better RUN!» canta el público. Y de golpe te das cuenta de porqué Gilmour se niega a reunir a Pink Floyd. Puede hacer lo mismo por su cuenta y sin aguantar a Waters, a Mason, a los 40 trailers, a los cerdos voladores y a los displays de lasers y pirotecnia. Él, su banda y un escenario con un juego de luces resultón son más que suficientes.
El bis era de esperar y, cuando ya llevaba dos horas y cuarenta minutos de concierto, Gilmour salió de nuevo a escena para agradecer el aplauso al público. El repicar de un reloj impidió a la gente volver a tomar asiento: llegaba «Time» y Stanislao la introdujo con gran tino en la parte de rototoms inicial del tema. El tema acabó fundiéndose con «Breathe (reprise)» igual que en «Dark Side of the Moon», la coda necesaria e inevitable. Con el escenario aún terminando de oscurecerse, empieza «Comfortably Numb» y sabemos que va a ser la última de la noche. Ya no está Rick Wright para cantar «hello, is there anybody in there?» pero Jon Carin lo hace excelentemente. Todo el mundo espera una sola cosa. Tras el segundo estribillo, la mano de David se desliza por el mástil y arranca el solo más famoso de su carrera. Todas las luces de la pantalla circular le atrapan en el centro del escenario sin piedad y durante los siguientes cuatro minutos, Gilmour se pasea con dramatismo por todos los rincones de su guitarra hasta llegar al crescendo final. La banda reacciona y juntos ponen fin a un concierto tremendo que alcanza las tres horas de duración. Gilmour se despide, chapurreando unas palabras en italiano, y nos da la sensación de haber visto un acontecimiento musical único, sin parangón. Gilmour está musicalmente muy en forma, muy ensayado y con casi setenta años, sigue siendo muy capaz de defender el legado de Pink Floyd desde su guitarra. Posiblemente nunca más le veamos rodeado de cerdos voladores pero ojalá que un día decida hacer una o dos fechas en España para que todo el que llegue a tiempo de comprar entradas pueda disfrutar de lo que significa pasar tres horas escuchando tocar a este genio.
Promotor:Live Nation Italia
Día:2015-09-15
Hora:21:00
Sala:Ippodromo del Visarne
Ciudad:Florencia
Puntuación:10
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.