No son Floor de un día: Nightwish celebran dos décadas en Barcelona
Tras esa fecha única en Madrid que parecía anunciar en tono apocalíptico que Nightwish podía llegar a pasar por otra crisis, y ese polémico show, exclusivo hasta que dejó de serlo, en el Leyendas de este verano, el grupo de metal finlandés por excelencia vuelve a la Península para regalarnos tres fechas más (Madrid, Barcelona y Bilbao) en motivo del lanzamiento de su remaster 'Decades'.
Sin contar su aparición en el Rock Fest de 2015, llevábamos ya 10 años sin ver a Nightwish en gira regular en la ciudad condal, hecho que convertía esta visita en todo un hito para los fans del grupo. La expectativa era suficientemente alta como para pasar a la liga de salas del nivel del Sant Jordi Club (a un pasito de ese esperado Palacio), pero no lo suficientemente disparada como para meter un llenazo descarado.
Ambiente familiar: pequeños retoños de ojos ilusionados en pleno viaje iniciático, viejas glorias rockeras dispuestas a quemar toda la gasolina lanzando muchos cuernos, y jóvenes parejitas góticas emocionadas con los temas más tragirománticos. Algunos asistentes se encontraron con la molesta sorpresa de verse obligados a tener que dar más vuelta de la cuenta para poder acceder al recinto ya que en el Palau se celebraba un evento infantil que bloqueaba el paso al Club, pero aparte de eso, tranquilidad en las puertas.
La bestia anda suelta
Nightwish iban respaldados por el power metal de sus compatriotas Beast in Black, nacidos de una escisión de Battle Beast en 2015. Su segundo álbum, ‘From Hell With Love’, saldrá a la venta en Febrero del año que viene, catapultándoles a su primera gira como cabezas de cartel.
Beast in Black saltaron a la palestra con toda la fuerza y la energía de su power metal. Aunque los finlandeses se encuentran a las puertas de la promoción de su próximo álbum, prefirieron arrancar con la canción que le da nombre a la banda y poblar el setlist de temas de su único álbum hasta la fecha. Cayeron piezas bailables, llenas de agudos y beats rápidos como “Blood Of A Lion”, “Born Again” y “Blind and Frozen”, pero Beast in Black demostró excelencia también en lo más delicado en baladas como “Ghost In The Rain”.
Durante todo el concierto, Anton Kabanen (guitarra solista), Kasperi Heikkinen (guitarra rítmica) y Mate Molnar (bajo) se movieron por el escenario perfectamente coordinados, regalando posados y coreografía al respetable. Atte Palokangas (batería), reciente incorporación de este año, marcaba el tempo con brío, malabares y una sonrisa en la cara, mientras el griego Yannis Papadopoulos (vocalista) desataba todo su chorro de voz sin dejar de moverse de un lado al otro, aprovechando las plataformas del escenario como si fueran trampolines.
El show fue excelente tanto por el talento de los músicos como por el sonido cristalino que les acompañó durante toda la interpretación, pero su frescura y desparpajo a la hora de interactuar con el público añadió un tono divertidísimo al espectáculo: desde su interpretación completamente robótica (gafas futuristas incluidas) del electro metal “Crazy, Mad, Insane”, al descojone incontrolable de Papadopoulos a una de las respuestas que el técnico de sonido le dio por el pinganillo a las preguntas que él lanzaba al público, pasando por su “momento madre” preocupado por el volumen de consumición alcohólica de Palokangas.
Los nombres que lideran Beast in Black no son desconocidos dentro del mundillo por lo que es perfectamente lógico que, a pesar de la corta trayectoria de la banda, estén tocando ya en los recintos que tocan. Es de esperar que Nuclear Blast les siga dando un buen empujón pero, independientemente de esto, Kabanen y los suyos tienen un derroche de talento incuestionable, y una visión muy clara y refrescante sobre cómo hacer un power metal actual, auto-consciente y divertido.
Nightwish: su mejor momento
Tras el despido de Beast in Black, el telón cayó sin muchas ceremonias mientras los técnicos preparaban el escenario para los reyes de la noche. La sala se había ido llenando progresivamente hasta llegar tranquilamente a tres cuartas partes de su capacidad, incluyendo las gradas. Lo primero que apareció fue una imagen muy clara de un smartphone tachado y una voz en off que, con mucha ironía, instaba al respetable a disfrutar con sus propios ojos de lo que allí estaba a punto de pasar. Por supuesto, todo dios y su madre tenía las pantallas en alto para inmortalizar el momento y, fuera que no se entendió o fuera que a la gente le dio igual, nadie se dio por aludido.
Poco después, se abrió la cortina, dejando a la vista una cuenta atrás en una especie e maquina steampunk mientras Troy Donockley interpretaba a las flautas el “Swanheart” de ese lejano álbum ‘Oceanborn’ (1998). El motivo de esta gira es presentar el recopilatorio ‘Decades’, que cuenta con 22 temas destacados de la discografía de Nightwish (uno por cada año de existencia de la banda) por lo que los finlandeses nos invitaron a ponernos bien los cinturones y lanzarnos a este viaje en el tiempo.
Se dispararon los lanzallamas y el resto de miembros de la banda salieron al escenario, caldeando el ambiente de inmediato. Era el turno de “Dark Chest of Wonders”, original del ‘Once’ de 2004, y que ya abrió ese mítico ‘End Of An Era’ donde Tarja Turunen se despedía (sin saberlo aún) de los fans. Nightwish está de pleno en un momento de rememoración y legados, y es que, además del ‘Decades’, pronto van a re-editar también tanto el vídeo como el audio del ‘End Of An Era’ – ya disponible para pre-order.
En estos 12 años han pasado muchas cosas en la banda de Tuomas Holopainen (teclados), incluyendo pocos pero decisivos cambio de line-up. Con la interpretación de “Wish I Had An Angel”, también del ‘Once’, se pudo apreciar cómo estos nuevos miembros de la formación han ido haciendo suyas estas canciones aunque, originariamente, nunca estuvieron escritos para ellos: para muestra un botón, ese juguetón “oh” antes de la segunda estrofa que Floor Jansen (voz) ha hecho ya marca de la casa.
Tras el cálido recibimiento de ese clásico del estilo “bella y bestia”, se creó el momento ideal para dar cabida a temas menos populares y, quizá, hasta desconocidos para la mayoría: “10th Man Down”, del EP ‘Over The Hills And Far Away’ (2006) y “Come Cover Me”, del ‘Wishmaster’ (2000). Hablando de Nightwish es fácil escuchar la crítica de que todas sus canciones suenan igual, pero es tan fácil como salir un poco de los singles para ver cómo el sexteto finlandés se desenvuelve bien también en otros estilos. En este caso, convierten dos canciones difíciles de hacer que funcionen en algo muy interesante, con fuerte presencia escénica e impacto aún y el puntual problemilla de sonido en el bajo de Marco Hietala y la batería de Kai Hahto (que sigue sustituyendo a Jukka Nevalainen, quien nunca ha dejado la banda del todo aún y sus problemas para girar).
Dos décadas de éxitos de entre los que escoger
“Gethsemane”, momento de concentración barroca máxima, fue el primer tema del ‘Oceanborn’ (1998) que teníamos el placer de disfrutar. Ejecutado a la perfección y con todos los interpretes poniéndole los cinco sentidos, resultó refrescante escuchar la parte del solo interpretada por Troy. Sin embargo, pareció que la vieja joya no acababa de cuajar en el público, que se puso a aplaudir en la parte más delicada de la canción.
Muy diferente fue el recibimiento que se dio a Élan, single indiscutible de su último disco ‘Endless Forms Most Beautiful’ (2015): la sala entera se vino arriba, cantando y saltando al ritmo de la guitarra de Emppu Vuorinen. “Sacrament of Wilderness”, por primera vez escuchado en el ‘Oceanborn’, mantuvo el ritmo en lo más alto gracias a su rapídisimo bombo típicamente power.
Una ola de suspiros se levanta al anunciar la balada “Dead Boy’s Poem”, muy querida por el público desde que apareció en el álbum ‘Wishmaster’. La interpretación de Floor le dio un millar de matices, que se pudieron apreciar perfectamente gracias a que, a estas alturas, el sonido ya estaba completamente depurado. La vocalista superó con creces los distintos cambios de dinámica de la canción y soltó un par de notas largas que pusieron la piel de gallina a más de uno.
Con Floor tras las bambalinas tomándose un merecido descanso, el resto de miembros de Nightwish interpretaron “Elvenjig”, una canción tradicional donde destacó la guitarra y las flautas celtas. Siguiendo con la temática élfica, llegó el turno de “Elvenpath”, del disco debut ‘Angels Falls First’ (1997).
Finalmente, en rápida succesión llegaron los dos primeros temas del Imaginarium (2011). El animado folk de “I Want My Tears Back” puso a todo el mundo a bailar… excepto a Emppu, de quien Floor confesó que era imposible hacerle mover el esqueleto. “Last Ride Of The Day”, por supuesto, trajo de vuelta el fuego, además de unas mareantes proyecciones de montaña rusa.
La enorme pantalla donde se proyectaron vídeos fue protagonista en varios momentos de la noche: a veces por el acierto de las imágenes, y a veces por la dudosa cualidad de las mismas. Durante la interpretación de The Carpenter (del Angels Fall First) se recuperaron fragmentos del videoclip original; eso sí, recortando acuradamente las partes donde aparecía Tarja.
We were here: un show para recordar
Se notaba que nos acercábamos al final del concierto por las enormes cantidades de fuego que se empezaban a gastar en cada tema. Durante “The Kinslayer” (‘Wishmaster’) saltaron hasta fuego artificiales, pero “Devil & The Deep Dark Ocean” (‘Oceanborn’) fue un paso más allá y alcanzó una atmósfera inigualable, escalofriante y terrorífica tanto gracias a los visuales de la pantalla como a la voz de Marco y los gritos de Floor.
Es difícil escoger cuál seria la canción más famosa y popular de Nightwish ya que, con más de dos décadas de trayectoria, han tenido tiempo para acumular muchos singles. Sin embargo, es probable que el título se lo llevase “Nemo”, del disco ‘Once’, cuyas primeras notas al piano de Tuomas son inconfundibles. Fue convenientemente coreada a lo largo y ancho de la platea, hasta provocando que algunos seguidores tuvieran que limpiarse furtivamente las lágrimas de emoción.
Poco antes de la locura de “The Greatest Show on Earth”, que interpretaron entero pero partido en dos por “Ghost Love Score”, fue el turno de la única canción de la era de ‘Century Child’ (2002): “Slaying the Dreamer”. Con cantidades exageradas de fuego y cargada de una nueva oscuridad, fue uno de los momentos más brutales del directo que demostró cómo de bien compenetrado está Nightwish en su formación actual. “Ghost Love Score”, del ‘Once’, fue un momento simplemente indescriptible: durante el estribillo, la voz de Floor quedó completamente eclipsada por los coros que se cantaban desde el público.
La noche se cerró con ese “The Greatest Show on Earth” en dos partes: una titánica obra de ingeniería musical y emocional que narra la creación y destrucción de nuestro planeta. Poco se habla de la locura de esta canción de casi 25 minutos, que pudimos disfrutar con una calidad de sonido indescriptible que hacia retumbar las paredes con los bajos. El momento álgido del tema fue ese “we were here”, incómodamente conmovedor, mientras en la pantalla pasaban imágenes de rostros y bailes de todas los rincones del mundo y que, por sí solo, ya hace que el concierto se merezca un punto más en la nota final.
Nightwish ofrecieron un show de gran calidad, con mucha energía y una producción a la altura. El setlist era la golosina más dulce de la noche: se notaba que ha sido escogido con amor, eligiendo en ocasiones, con sabiduría, cariño por encima de popularidad. De esta forma tuvimos la oportunidad de ver brillar temas poco habituales, como “Gethsemane”o “Devil & the Deep Down Ocean”: la música como verdadera protagonista del evento, por encima de personalidades virtuosas y millonarias producciones. Veremos qué nos depara el futuro de Nightwish en lo que este tema refiere.
Texto: Laura Cano | Fotos: Sergi Ramos
Promotor:RockNRock
Día:2018-12-01
Hora:18:00
Sala:Sant Jordi Club
Ciudad:Barcelona
Teloneros:Beast in Black
Puntuación:9
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