Descubriendo… el “Rock Català”: ¿Realmente fue un movimiento subvencionado?
No. Rotundamente, no. Como decía Gerard Quintana; el “Rock Català” surgió de manera espontánea. Lo que ocurre es que, luego, al ver la repercusión que el fenómeno tenía, los políticos acabaron por meter la zarpa para sacar tajada. Una pena. Cierto es que había subvenciones, pero no iban dirigidas a los grupos en sí, sino a las compañías de discos. Estamos hablando de hasta 500.000 pesetas, que las discográficas invertían, por ejemplo, en la creación de videoclips y promoción...
Con motivo del veinticinco aniversario del mítico concierto del Palau Sant Jordi de Barcelona, aquel 14 de junio de 1991, que reunió a los cuatro grandes grupos del “Rock Català” de la época: SANGTRAÏT, SOPA DE CABRA, ELS PETS y SAU, se inauguraba, en el Museu de la Música de Barcelona, la exposición “La Gran Nit Del Rock Català“. Allí estuvimos, para echarle un ojo, y, como era de esperar, despertó la nostalgia en más de uno.
A principios de los noventa, Barcelona, estaba plenamente inmersa en los preparativos de unas olimpiadas que iban a dar el espaldarazo definitivo a la ciudad. Los medios, hablaban a diario de Maragall, de Pujol, de Samaranch… pero también sonaba con fuerza el calificativo “Rock Català”; un fenómeno que se había cultivado fuera de la capital, pero que arrasaba en Barcelona. Un movimiento, según Gerard Quintana, cantante de SOPA DE CABRA, orgánico, espontaneo y popular. Otros, como Lluís Gavaldà, voz y guitarra de ELS PETS, hablaban de “La moda del ‘Rock Català’”, demandada por una generación que creció viendo la televisión en catalán, jugando en catalán… y que, por tanto, necesitaban una música cantada en catalán, de ahí el triunfo de la movida. Totalmente de acuerdo.
El número de ventas de discos como “L’Últim Segell” (1991), de SANGTRAÏT, o del doble directo “Ben Endins” (1991), de SOPA DE CABRA, que salió a la luz un mes antes del gran concierto y vendió más de 100.000 copias, es testigo fiel de la efervescencia de un movimiento que culminó con la gran noche del Palau Sant Jordi. Ahora bien, antes de que el “Rock Català” hiciera eclosión, en Catalunya, ya teníamos grupos haciendo rock en lengua catalana. No debemos olvidar festivales tan representativos como el “Canet Rock”, a finales de los setenta, con grupos y cantantes como Pau Riba, Jaume Sisa, ELÈCTRICA DHARMA, SECTA SÓNICA… Incluso, si retrocedemos más aún en el tiempo, a principios de los sesenta, se nos hace irremediable mencionar la llamada “Nova Cançó”, con Raimón, SETZE JUTGES, 4 GATS… Sin duda, podemos decir que todos ellos plantaron la semilla de lo que vendría después.
Como decíamos, fue en la primera mitad de los noventa cuando se montó el gran barullo, etiquetado con el sobrenombre de “Rock Català”. Ávidos y sagaces, los cuatro mánagers de los grupos más representativos: Manel Yniesta (SOPA DE CABRA), Michel González (SAU), Joan Carles Doval (SANGTRAÏT) y Jaume Martínez (ELS PETS), deciden organizar un macroconcierto en el pabellón diseñado por el arquitecto japonés Arata Isozaki. Jaume Martínez y Manel Yniesta, no lo veían claro del todo. Y es aquí cuando entra en juego La Generalitat: ¡Comienza el mito de las famosas subvenciones! Algunos detractores, incluso, tachaban a los grupos de “Funcionarios de La Generalitat”. El miedo a perder dinero de los dos mánagers, hace que aparezca en escena Ramón Muntaner, de Ressons (Centro de Promoción Musical de La Generalitat), como soporte del concierto. Muntaner, anunciaba aquel concierto con el pretexto de dar impulso a una programación estable de rock en catalán, pero se le echó en cara la omisión de grupos que también se consideraban parte de la movida, como por ejemplo LAX’N’BUSTO. Y es que siempre es complicado complacer a todo el mundo. Hasta los mismos SOPA DE CABRA consideraron que organizar un acto como aquél no era hacer política cultural, sino un montaje promocional de cara a la galería.
Sea como fuere, el macroconcierto resultó un éxito rotundo. 22.104 espectadores colmaron el pabellón: siendo récord europeo absoluto de asistencia en un recinto cerrado. Previamente, el 10 de junio, se anunciaba el sold-out de las 18.000 entradas anticipadas, vendidas a un precio de 1.600 pesetas. El festival, contó con un presupuesto de treinta millones de pesetas, y generó unos beneficios de casi cuatro millones. Efectivamente, como Muntaner esperaba, resultó el incentivo ideal para la escena. Tras el Sant Jordi, hubo un incremento de ventas de bandas que cantaban en catalán. Sin ir más lejos, el directo “Sangtraït Al Palau Sant Jordi”, que se editó para la festividad de Sant Jordi de 1992, fue el disco más vendido de SANGTRAÏT, con una tirada inicial de 50.000 copias. A pesar de todo, ese episodio destacable de la historia, según algunos, no hizo más que ensuciar el prestigio de los grupos que cantaban en catalán por aquel entonces. Y volvemos a lo de siempre; ¿Realmente eran funcionarios de La Generalitat?
No. Rotundamente, no. Como decía Gerard Quintana más arriba; el “Rock Català” surgió de manera espontánea. Lo que ocurre es que, luego, al ver la repercusión que el fenómeno tenía, los políticos acabaron por meter la zarpa para sacar tajada. Una pena. Cierto es que había subvenciones, pero no iban dirigidas a los grupos en sí, sino a las compañías de discos. Estamos hablando de hasta 500.000 pesetas, que las discográficas invertían, por ejemplo, en la creación de videoclips y promoción (gracias a ese dinero se pudieron rodar vídeos como el “És Inútil Continuar”, de SAU, grabado entre la República Dominicana y Nueva York). Todo empezó en 1991, a consecuencia de las protestas de algunos cantautores como Lluís Llach, Raimón, María del Mar Bonet, Marina Rossell, Héctor Vila o María José Villarroya, frente a la Conselleria de Cultura de La Generalitat. La solución adoptada por la institución no fue otra que aprobar una serie de ayudas, para financiar los vídeos promocionales de las bandas, e imponer que la cadena de radio, RAC105 (que formaba parte de Catalunya Ràdio por aquel entonces), programara una canción en catalán cada media hora.
En aquella época, además, grupos de rock catalanes, pero que cantaban en castellano, experimentarían un bajón considerable en la contratación. Los ayuntamientos eran quienes más contrataban, sobre todo en verano, cosa que preocupaba a los promotores, ya que les quitaban buena parte del “pastel”. Quizás, en un ataque de rabia o envidia, alguien se inventó la etiqueta de “Grupos subvencionados y funcionarios de La Generalitat”, pero nada más allá de la realidad. Ambos motivos: subvenciones para las discográficas y el elevado número de contrataciones hechas por ayuntamientos, favoreciendo a los grupos que cantaban en catalán, sumándole la intervención de La Generalitat en el concierto del Palau Sant Jordi, distorsionaron gravemente la realidad.
Con el tiempo, el fenómeno del “Rock Català” se fue apagando. Quedando por siempre en el recuerdo. El concierto del Palau Sant Jordi, para algunos, significaría el principio del final. El propio Martín Rodríguez, batería de SANGTRAÏT, afirmaba que se había exprimido tanto la teta, que se acabó secando. El pabellón, albergaría otros grandes acontecimientos, como el festival “Lluitem Tots Junts Contra La Sida”, celebrado el 05 de octubre de 1993, pero nada iba a ser ya lo mismo en adelante. Hoy, veinticinco años después, seguimos recordando aquella cita con añoranza, orgullosos de haber formado parte de una movida que, probablemente, pasó desapercibida en el resto del Estado Español. El concierto del Palau Sant Jordi, así como el “Rock Català”, son historia viva de la música cantada en catalán. Forman parte de algo que nadie esperaba, una especie de ente que se hizo inmenso en poco tiempo, y que algún iluminado etiquetó como “Rock Català”. La exposición, “La Gran Nit Del Rock Català“, que estará en el Museu de la Música de Barcelona hasta el 08 de enero del 2017, recoge un día en concreto, pero el fenómeno significó mucho más que eso.
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