Y LUEGO DIRÁN…
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No es un secreto que en España se trabaja, habitualmente, con desgana. Coges un taxi para ir a una calle determinada y el taxista te dice que si te puede dejar dos calles antes, que así no tiene que dar una gran vuelta para incorporarse al sentido contrario. Pides un café templado y te lo dan ardiendo, casi vaporizado. Pides una factura en un restaurante y te dicen que vengas otro día a por ella (en el 2009 nadie sabe hacer una factura sobre la marcha con unos simples datos fiscales?). No es un secreto, pues, que en la industria del disco y la música la desidia sea un fenómeno tan habitual como en cualquier otro sector.
En ocasiones, la gente se sorprende porque los discos se venden muy poco. Le dices a la gente que tal banda de reconocido prestigio internacional vende apenas 1500 copias en España y se llevan las manos a la cabeza en señal de sorpresa. Les dices que tal otra banda que está agotando entradas en toda Europa tiene que cancelar su concierto en España y abren los ojos como si fueran a salirse de sus respectivas órbitas. No es ninguna sorpresa. El negocio del disco está cayendo en picado y la coyuntura económica está afectando medianamente a la industria del directo. Pero estoy totalmente seguro de que con actitudes más entregadas, no costaría nada conseguir mejores resultados.
Desde mi posición como trabajador de la prensa rockera de nuestro país, he visto como las cosas han ido empeorando progresivamente hasta el punto en que en ocasiones somos los medios quienes actuamos por cuenta propia a la hora de traeros las entrevistas, exclusivas, reseñas y otros contenidos. Una tarea tan aparentemente simple como conseguir que un grupo te responda una entrevista por e-mail a través de su discográfica se vuelve una aventura propia de una odisea. ¿Ustedes creen que a nosotros nos interesa publicar según que entrevistas con grupos que – perdónenme la expresión- son una absoluta mierda de no ser porque se nos solicita desde la discográfica de turno? En absoluto. Preferiríamos irnos a la playa a bucear con medusas salvajes. Pero bueno, somos consciente de que la discográfica “x” apoya económicamente a nuestro medio y nos ha pedido que entrevistemos a la banda “y”, así que hacemos un hueco y perdemos media horita en preparar una entrevista por e-mail, que cuesta más por la búsqueda de información (al grupo no lo conoce ni su propio creador) que por la dificultad de la entrevista en sí. Enviamos la entrevista. El encargado de promoción la envía a las oficinas centrales de la discográfica. Éstos al management. El management al grupo. Una vez respondida, la entrevista debería volver a nuestras manos. En un mundo ideal, debería ser así.
Pues no. En los últimos seis o siete años, desde que las entrevistas por e-mail comenzaron a popularizarse para ganar tiempo –o perderlo- apenas de recibido una fracción de esas entrevistas debidamente respondidas por los interesados. En medio de esa cadena, alguien ha decidido que no hacía falta molestarse. Y luego dirán que si no se venden discos…
El miedo es una herramienta efectiva, no obstante. Cierta compañía discográfica es notoria por la completa falta de interés de quienes trabajan en ella. Lanzamientos potentes no llegaban a nuestra redacción. Campañas publicitarias que no se cerraban, pese a tratarse ésta web de uno de los medios punteros del país en materia rockera y metálica. Y ya no es una cuestión económica: una simple petición de entrevista era imposible. Salía más a cuenta perder diez minutos en localizar el correo de la agencia de management de la banda en cuestión y saltarse a unos cuantos intermediarios para conseguir hacer la faena. Hasta que alguien, desde las altas esferas, saco su martillo de la justicia y declaró “despedido” a algún que otro trabajador. Desde entonces, los correos son respondidos a la velocidad de la luz. Las propuestas son consideradas. El teléfono es atendido por alguien. ¿Realmente era tan imposible antes? ¿O es que queda mucho más profesional decir “es que estoy en una reunión”? Y luego dirán que si no se venden discos…
Los promotores se han vuelto, en ocasiones, encargados de promoción de rebote. Siendo ellos los primeros interesados en que se hable de las bandas que traen en concierto para que se active la venta de entradas, en ocasiones son ellos mismos quienes ofrecen entrevistas a los medios. En algunos casos, con bandas cuyas discográficas ni nos habían hecho el menor caso cuando hemos hecho peticiones previas. O que te encasquetaban la entrevista de turno sin haberte enviado siquiera el disco para que te lo escuches. Y luego dirán que si no se venden discos…
El nivel de inutilidad en algunos casos llega a límites que suponen severos riesgos para el encéfalo si uno intenta entender algo. Hace unos meses, proponía a cierta discográfica un par de entrevistas con un grupo de rock para ser incluidas en algunas de las revistas en las que trabajo regularmente. Se me indica que solo dispondré de quince minutos para entrevistar al grupo. Para un reportaje que debe tener seis u ocho páginas incluso. Paso. Es una absoluta perdida de tiempo. Y luego dirán que si no se venden discos…
Otro caso: hace unos meses se editaba el disco de un conocido grupo de power metal que en su mejor momento llegamos a entrevistas tres y cuatro veces en un año en ésta web. Al cambiar de manos a una discográfica distinta, cuyos encargados de promoción tiene mucha menos idea sobre el mercado heavy, me encuentro con que una entrevista con ésta web es denegada. Cuando hablo posteriormente con la banda, ésta accede a la entrevista al momento, sin problemas. El comentario del encargado de la promoción del disco fue “la banda ya no va a conceder más entrevistas”. ¿Perdón? Me estás diciendo que la banda que lleva meses grabando un disco y esforzándose para que llegue al mayor numero de compradores posible no quiere promocionar su propia obra? Claro, claro… Y luego dirán que si no se venden discos…
Lo mejor es salirse de los canales habituales. En tiempos recientes he podido entrevistar a Gene Simmons, John Sykes, Tommy Thayer, Nils Lofgren y una lista interminable de grandes artistas de este negocio. ¿Saben cuales han sido las mejores entrevistas? Las que no ha gestionado una discográfica. El artista llama a tu móvil una tarde cualquiera, sin limites de tiempo, sin compromisos publicitarios, sin ninguna clase de tontuna, y se abre en canal con declaraciones realmente interesantes. ¿Alguien piensa que esas tardes en las que el artista hace veinte entrevistas seguidas con distintos medios sirven de algo? No. Solo sirven para leer la misma entrevista en veinte medios distintos. Ni más ni menos.
Sigue habiendo gente válida en éste negocio, sin duda. Hay gente que hace su trabajo con increíble devoción y siempre buenos resultados. Tampoco es que quien suscribe estas líneas esté libre de culpa: he perdido la cuenta de las ocasiones en que he no he podido realizar una entrevista por múltiples motivos, por solaparse unas con otras en la agenda, por andar de viaje o simples motivos personales que a última hora han impedido que todo llegara a buen puerto. Nadie es perfecto. Pero creedme: al año quizá hago 300-400 entrevistas. Fallar 15 o 20 es más que excusable si tenemos en cuenta la cantidad de veces que las entrevistas que se nos confirman no han sido confirmadas con el artista, que el artista no llama sin motivo aparente o que nos llaman media hora más tarde de lo acordado. Pero hay casos que sencillamente son de vergüenza ajena. Como cuando alguien te encasqueta una entrevista que tu jamás habías confirmado, te chantajea emocionalmente para que la hagas y le cubras el expediente y así poder cubrirse de gloria con el sello al que representa, diciendo que ha conseguido un montón de entrevistas para el artista de turno durante la jornada de promoción en cuestión. Lo único que ha conseguido es hacerme perder media hora a mí y al artista. Ni el artista desea hacer entrevistas dos años después de que se haya editado su último disco ni yo deseo hacer la cuarta entrevista con dicho artista para promocionar el mismo disco. Tengo una carpeta en mi ordenador titulado “para no publicar jamás” donde almaceno dichas conversaciones absolutamente inútiles. El día que esté en mi lecho de muerte, con apenas tres o cuatro días de vida, estaré maldiciendo a los ineptos que me hicieron perder el tiempo con todas esas entrevistas inútiles: en total sumarán más o menos otros tres o cuatro días de vida.
Sigo pensando que el futuro es de los que trabajan de manera independiente, fuera de grandes estructuras corporativas, donde se cobra lo mismo se haga bien o mal el trabajo. No es una sorpresa que las entrevistas que los sellos que mejor funcionan, promocionalmente hablando, sean los que están gestionados por currantes independientes. Cuando hay que esforzarse por salir adelante, todo el mundo le pone un poco más de amor a su trabajo.
Si alguien se siente identificado, será pura coincidencia.
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