EL TIMO DE LA VENTA DE ENTRADAS
Hubo una época en la que asistir a conciertos era algo habitual, como podría ser ir al cine o largarse a cenar fuera de casa por una noche. El precio, pese a ser sensiblemente más elevado que el de dichas actividades ociosas, seguía siendo asequible.
Hubo una época en la que asistir a conciertos era algo habitual, como podría ser ir al cine o largarse a cenar fuera de casa por una noche. El precio, pese a ser sensiblemente más elevado que el de dichas actividades ociosas, seguía siendo asequible. Podías pegarte una noche de rocanrol o de heavy metal – o del estilo que sea- por apenas 15 o 18 euros. Ibas al concierto, tomabas un par de cervezas a tres o cuatro euros cada una rodeado de tus colegas (porque todos asistían, claro), te comprabas la camiseta por 15 o 20 Euros y volvías a casa con una sonrisa de oreja a oreja. Las entradas eran a color, se vendían en talonarios disponibles en las tiendas de discos habituales a las que todos íbamos a comprar nuestra dosis habitual de música grabada en cualquier soporte físico y ya que íbamos a la tienda, hasta nos llevábamos un par de novedades que habíamos encontrado a un precio ligeramente interesante. Todos contentos: el promotor, la banda, el dueño de la tienda de discos y el propietario de la sala que veía su recinto lleno de gente consumiendo non-stop.
De eso no hace tanto, quizá seis o siete años. La economía ha cambiado en estos seis o siete años, especialmente en sectores productivos que inciden directamente sobre los costes de una gira (el transporte encarecido por el petróleo, los alquileres de las salas encarecidos por la abundante oferta y saturación de la escena, etc.) pero no tanto como para explicar el increíble ascenso que han sufrido los precios de las entradas en éstos últimos años. Y ese motivo, el definitivo, el real es solo uno: LA AVARICIA.
La avaricia de los grupos, exclusivamente. Ahora que los discos han bajado ventas estrepitosamente (por las descargas ilegales o porque de cada jodido disco no hay mas que media canción aprovechable, que también podría ser) las bandas intentan sacar unos ingresos igual de apetitosos a base de inflar sus caches, girar con más frecuencia y poner el merchandise a precios absolutamente prohibitivos. Recordemos la situación que exponíamos al principio del artículo. Vas a un concierto que te cuesta 35 euros. Tomas dos cervezas, a seis euros (alguien ha visto los precios de salas como Luz De Gas o Bikini en Barcelona? Marcianos, absolutamente marcianos. Me alegro de beber solo agua y te al limón…), y te planteas comprar la camiseta por 35 euros más. Resultado: te has gastado más de 80 Euros. Seguía saliéndote más a cuenta comprar el disco, ir al concierto y comprar la camiseta a los precios de antaño. O en otras palabras: si tenéis quejas sobre el precio de las entradas, miraos el ombligo. La situación está directamente provocada por haber dejado de comprar discos. Que hubiera otros motivos además de la gratuidad para dejar de comprar esos discos es otra historia distinta…
Pero no quiero entrar a hablar de HAMMERFALL, GAMMA RAY, HELLOWEEN, KREATOR o cualquiera de esas bandas europeas “currantes” que giran sin cesar y que se llevan un beneficio “normalito” a casa cuando descuentan los costes del tour. Hablo de las giras de gente como AC/DC o BRUCE SPRINGSTEEN, donde las entradas se agotan en minutos y se desata una histeria sin motivo por conseguir el tan preciado ticket (ticket que luego abunda en cualquier mercado secundario).
¿Durante cuanto tiempo hemos escuchado que las dos fechas de estadios de AC/DC en nuestro país tenían las entradas agotadas? Durante meses. Pero el día del concierto de Barcelona, cuando me acerqué a la taquilla a recoger mi invitación, vi una enorme cola de gente aún comprando entradas. Entradas que aún había a la venta. Entradas que se podían seguir consiguiendo por otros canales incluso cuando el cartel de “entradas agotadas” seguía colgando a través de canales de distribución primarios.
El interés primordial reside en que la entrada (que abunda, y mucho) sea percibida como un producto escaso, que se agota pronto y que luego tiene un valor tremendamente alto. No se pierde el tiempo en anunciar a través de todos los medios posibles que tal o cual artista ha agotado las entradas en minutos o, en su defecto, en pocas horas. La gente se siente privilegiada de haber podido conseguir una entrada y, de golpe, esos 60 o 70 euros pagados por un ticket que te da acceso a la grada más lejana respecto al escenario, ya no duelen tanto. Maniobra de despiste.
Hace unos meses salía de un concierto en la barcelonesa sala Bikini. No recuerdo ni el artista, pero recuerdo que a la salida del mismo me encontré una enorme cola frente a la entrada de la FNAC de la Illa Diagonal. Eran futuros engañados (o compradores de entradas) de U2. Pobres almas que, pensando que no podrían conseguir una entrada de otra manera, no solo pagan un auténtico dineral por sus tickets (aunque a favor de U2 hay que decir que sacaron una buena tirada de entradas a 35 Euros, un precio “atractivo” para un show de estadio en estos tiempos) sino que además piden fiesta en el trabajo para poder hacer cola y comprarlas. Y no solo eso, sino que atontados en tiempos de crisis, compran el máximo de entradas permitidas con la idea de luego revenderlas a través de portales como eBay, Loquo o Segundamano. Es tal la cantidad de entradas en circulación que los pobres engañados ven como esas entradas de 60 euros que ellos pretendían vender a 150, terminan vendiéndose al precio de coste o incluso por debajo. El año pasado, quien suscribe decidió pasarse por un show de Springsteen por simple curiosidad. Las entradas estaban agotadas durante meses para las dos noches triunfales de Springsteen en el Camp Nou. El mismo día del concierto conseguí una entrada por 60 Euros: 15 euros menos que el precio de venta habitual. ¿La vendedora? Una chica de una ciudad cercana a Barcelona que, tal y como suena, me afirmó haberlas comprado para reventa pero que temía comérselas dada la cantidad de ofertantes existente. Y como esta chica, mucha gente. Mientras, el dinero ya está en manos del artista, criando intereses y el trabajo sucio queda en manos de los fans. ¿Alguien cree que esa es manera de tratar a los seguidores? ¿Que clase de perverso licenciado en psicología divisó semejante estrategia? Porque, no se engañen, esto está tremendamente preparado para conseguir el resultado que todos sabemos.
Cuando ya se han agotado todas las entradas del primer show, la banda decide ampliar a un segundo show, poniendo más entradas a la venta, como dando a entender que lo hacen para satisfacer la demanda de sus seguidores. Lo cierto es que dicha demanda ya era conocida. Los huecos en la agenda del grupo así lo dejan claro. La banda sabe lo que va a pasar. Demonios, se realizan estudios de mercado antes de montar según que giras. Se lanzan globos sonda en la prensa. Se mete el pie en la piscina antes de lanzarse, especialmente si hay implicados cientos de millones de euros en el proceso.
Recuerdo la indignación cuando AC/DC agotaron las entradas para sus conciertos interiores del mes de marzo a finales del año pasado. Mi móvil no dejaba de sonar. Me llamaban colegas e incluso otros compañeros de prensa intentando saber si yo “tenía mano” para conseguir entradas. Ilusos. Lo que nadie sabe es que hasta un día o dos antes del show, ni yo mismo sabía si podría asistir o realizar fotografías. Si uno mira el itinerario de la anterior gira de AC/DC verá que la banda primero realizó una gira por recintos interiores y luego una por estadios de gran capacidad. Recalan en cada país en varias ocasiones y consiguen que la gente vaya no una, sino dos veces a verlos, multiplicando los ingresos. “No es lo mismo verlos en un pabellón que en un estadio” razonará alguien. No, no es lo mismo. Pero tampoco dista tanto. Esa es sencillamente la excusa para conseguir que pagues 65 euros. Dos veces. Cuando no sabes ni si vas a poder pagar la próxima mensualidad de tu coche o tu hipoteca. Brillante.
Por no hablar de las “nuevas entradas a la venta por ajustes en la producción”. O en otras palabras: entradas que se reservaban para ser vendidas a precios escandalosos en mercados secundarios (habitualmente controlados por las mismas corporaciones y conglomerados empresariales que promueven la mayoría de las giras) pero que no se han logrado vender, así que vuelven a los canales de venta primarios a los mismos precios originales. Y aun tendremos que dar las gracias…
Y eso que aquí aún no hemos llegado a situaciones como las de Estados Unidos. En concierto de este verano, como AC/DC o JUDAS PRIEST, se vendían entradas con impresionantes descuentos para otros shows que no llevaban muy buenas ventas. Por no hablar de la cantidad de entradas rebajadas de precio que se han vendido para la gira americana de estadios de AC/DC, lo que se conoce habitual como “papering” (rebajar de precio, ofrecer 2 x 1, entrada a gratis a cambio de pagar los 20 o 30 dólares del aparcamiento del recinto…). Es más, aquí aun no hemos visto los dientes de la bestia realmente. En Estados Unidos lo que aquí conocemos como “coste de gestión” del ticket puede llegar a ser una cantidad económica igual o superior al precio de la entrada. Así que, crucemos los dedos, y demos gracias (por lo bajini) de que en Europa la cosa no esté aun tan, tan, tan mal. Porque sino pasará lo obvio: anda que no deslucía el estadio olímpico cuando fui a ver a Madonna y solo estaba lleno al 60%… ¿Quien va a pagar semejantes cantidades obscenas por ver un videoclip de carne y hueso donde la protagonista apenas canta? ¿Por qué los que manejan la industria siguen pensando que la gente es absolutamente tonta?
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