Déjenme ante todo que me trague mis calumniosas y sucias palabras vertidas no hace mucho hacia JUDAS PRIEST con motivo de su anterior gira de reunión con el señor Rob Halford. Y es que como dice el viejo refrán, ¡Rectificar es de sabios!. Quizá en el pasado fuimos demasiado duros y severos con el hecho que suponía la reunión y reconciliación de ambas partes a tenor de los resultados, bastante cuestionables de JUDAS PRIEST sobre un escenario, sin embargo, tras lo que pudimos apreciar este pasado domingo en Barcelona, no cabe más que sacarse el sombrero ante tal ejercicio de maestría y soberbia musical.

Cuando una banda decide reunirse con alguno de los miembros más emblemáticos de su pasado se supone que es para alcanzar iguales o mayores metas que las logradas con anterioridad, de lo contrario, el mito se rompe, la trayectoria se ensucia, los fans salen decepcionados y todo acaba convirtiéndose en un simple y mero ejercicio económico capaz de transformar el arte de la música y de la representación sonora escénica en cuantiosos ceros y unos que se amontonan en alguna cuenta corriente de una entidad bancaria suiza.

En el caso de JUDAS PRIEST, seguramente los ceros y unos serán infinitamente superiores a los que ustedes o yo hayamos visto alguna vez en nuestras míseras vidas, pero a fin de cuentas, ¿Qué gran banda no actúa por dinero?, ¿Alguien puede recordarme cuál fue al última vez que alguno de los grandes actuó gratis por amor al arte? Me van a perdonar todos, pero dudo que den con la pertinente fecha.

Tratándose de la banda de Heavy Metal más grande y laureada de todos los tiempos, resultaba irrisorio ver como sus últimos discos apenas eran aceptados por una enésima parte de sus seguidores, la audiencia de sus giras disminuía empicada año tras año y su intachable curriculum se iba ennegreciendo a pasos agigantados. Todo ello tenía una simple solución y ésta pasaba por traer de nuevo al rebaño a la oveja descarrilada. Que nadie se equivoque, si esta reunión no se dio antes dudo mucho que fuese por motivos asociados a la voluntad de sus protagonistas, no lo creo. Sencillamente el mercado no estaba lo suficientemente preparado como para aceptar de nuevo a JUDAS PRIEST ensalzando a la banda en la cresta de la ola y situándola de nuevo en el primer plano de la escena musical. ¿Alguien puede imaginar que habría sido de la vuelta de Halford si ésta se hubiese dado por ejemplo en 1997? Déjenme que les anticipe el resultado; Un sonado fracaso. Sin embargo, en todos estos años las cosas en este mundillo han cambiado mucho, lo suficiente como para hacer ver a Tipton, Downing, Halford, Managment de JUDAS PRIEST y demás partes implicadas en el proceso que justamente ahora era el momento. Si cabía la posibilidad de devolver a JUDAS PRIEST su trono perdido, tenía que ser ahora o nunca, y obviamente, así ha sido. JUDAS PRIEST han entrado con su nuevo disco catapultados a las listas de éxitos de medio mundo, sus singles vuelven a sonar en las Fm’s afiliadas a la radio-fórmula, su presencia vuelve a cobrar vida en los medios televisivos, sus giras vuelven a llenar pabellones y la música, que a fin de cuentas es la que manda, vuelve a ser brillante, de nombre Heavy y de apellido Metal, sin más.

Todo estaba calculado, las sonrisas de Ian Hill ante la presencia de la Diva , el abrazo entre Glen Tipton y Rob Halford al finalizar creo recordar "Beyond the Realms of Death", todo absolutamente todo estaba planificado y premeditado, algo que seguramente al fan de a pié de JUDAS PRIEST le dará absolutamente igual. A lo que me vengo a referir es que todo el mundo tiene un precio, seguramente incluso yo, y si JUDAS PRIEST necesitan de Rob Halford para volver a ser tan o más grandes de lo que eran hace 15 años, bienvenido sea pues el señor Halford. Una vez aceptada esta premisa básica, todo llega rodado; Cómprate el disco, acude al show, disfruta como un mandril en celo y no te plantees si Rob Halford y Glen Tipton se van a pescar juntos o se odian a muerte, a fin de cuentas, qué más dará si sus shows son aplastantes y sus discos destilan Heavy Metal de calidad.

JUDAS PRIEST sonaron demoledores, compactos, soberbios, brillantes y mostraron unas aptitudes no propias de gente que supera los 50 años. El papel de Ian Hill y Scott Travis fue puramente testimonial, como siempre vamos, sin embargo K.K. Downing, Glen Tipton y Rob Halford, los pesos pesados del grupo, dejaron el listón bien alto durante las 2 horas que estuvieron sobre el escenario. La pareja de guitarristas clavó uno por uno todos sus mágicos solos de guitarra y el recuperado Metal God nos dejó a todos patidifusos con un chorro de voz que todos dábamos por muerto y lapidado. De acuerdo, "Painkiller" fue destrozada en un intento por emular a un cantante de Death Metal y los agudos finales de "Diamonds & Rust" Don Rob se los pasó por el forraje del ojete (Aquí Ripper es donde daba la talla), sin embargo, sus cuerdas vocales desplegaron su magia durante todo el resto de temas, alcanzando unas cotas de perfección y precisión en algunos momentos insultantes e inigualables. Para esta ocasión, el puñetero Delay infinito que solía llevar Rob Haford en su voz en su anterior gira fue reducido drásticamente para el gozo de sus detractores, logrando que sus gritos sonasen reales, concisos y profundos, alejados de aquel chorro de efecto que tantas críticas le generó el año pasado.

Es lamentable ver la cantidad de bandas que tiempo atrás lograron un mínimo de repercusión y 15 años después deciden reunirse anunciando por todo lo alto su retorno, ¡Como si éste fuese necesario!, las hay que al menos son sinceras y ofrecen exactamente lo que su público, el público que les encumbró hace 15 años quiere escuchar. Otras tantas sin embargo, optan por el timo más descarado; Aprovechar el nombre y lo que esto supone para muchos fans para intentar colar en el mercado un pastiches infumable.

En estos 15 años ha habido sed de JUDAS PRIEST, mientras que de muchas otras bandas no, y a pesar de que siempre puedan sonar las campanas del oportunismo, la suerte y el azar, el 80 % de las reuniones que estamos contemplando en los últimos años van a acabar de la misma forma que empezaron, de forma fugaz e inadvertida.

Muchos de los defensores a muerte de JUDAS PRIEST recurrieron al recurso típico en el pasado, "Es normal, debemos perdonarles, tienen 50 años y están viejos, lógicamente no lo van a hacer tan bien como en el 88", bueno, pues a esto yo respondo: Si ya no se aguantan en pie, que lo dejen, que se retiren y que no ensucien la leyenda. Ésta era mi forma de ver las cosas tras la actuación que pude contemplar de ellos en Bélgica el pasado verano, y como he admitido ya, borro lo dicho y doy mi voto de confianza a esta nueva etapa de JUDAS PRIEST. Pero no porque sean quienes son y porque alguien que se aburría mucho decidiese llamar a Rob Halford "The Metal God", NO, vuelvo a creer en ellos porque me han demostrado que sobre un escenario tienen tanto o más que decir que el 90 % de grupos la mitad de jóvenes que ellos que he visto en lo que llevamos de año (que no son pocos).

En resumidas cuentas; Lo que prima aquí son los resultados, y mientras estos sean aplastantes, bienvenido será Halford y JUDAS PRIEST. El día que estos decaigan de forma estrepitosa, ya se pueden ir a tomar por saco Glen, K.K., Ian, Scott y como no, el mismísimo Dios del Metal.