Otra versión más libre y desenfrenada de lo vivido el pasado fin de semana en Getafe.

Aunque el ser humano tenga una capacidad innata para acumular basura de forma gratuita, y le guste comprobar que la ley de la gravedad sigue intacta ejercitándose con objetos que van desde de la mano al suelo, es inexplicable que en un recinto tan amplio, no existiera un contenedor de basura. No es la forma más ortodoxa de iniciar una contra crónica, pero a servidor le llamó bastante la atención.  Pasadas las horas, sumado a la oscuridad absoluta reinante entre ambos escenarios, y al estado de ebriedad de la mayoría, se convertía  prácticamente en un juego de rol el esquivar a las peonzas humanas o las hordas de zombies con ese plus de pisar en terreno, digamos, montañoso. La idea de muchos festivales europeos (no sé si alguno español) de ofrecer vasos reciclables, con un depósito simbólico reembolsable, se debería extender de forma obligatoria. Y no vale la excusa de que los basureros también tienen que comer, porque de todas formas, nos gusta dejar basura en casa ajena, y su trabajo está más que justificado.  

Porque otra cosa no, pero el recinto era grande de cojones. Y es que era necesario para albergar a tal cantidad de personas que disfrutarían de grandes conciertos y momentos memorables en este fin de semana. De esos que quedan guardados de forma perpetúa en la memoria. Así que si la organización se propuso regalarnos con la entrada varias rutas de senderismo por derecho, bienvenido sea. Supongo que mis compañeros Varo y Sergi Ramos no opinan lo mismo, ya que los pobres descansaban bien poco y sus caminatas no estaban sujetas a su libre albedrío, sino al horario de las actuaciones. Sus caras en la zona de prensa así me lo daban a entender. Pero sus ganas de ofreceros lo mejor, no encuentra obstáculo alguno. A las fotos y crónicas ya publicadas me remito. Motivo por el que añadir referencias a los conciertos está de más aquí.

Eso sí, un par de barras más de tickets, de suministros de bebidas o algunos aseos extras, habrían venido de lujo. Ya sabemos que vamos a un festival, que no vamos a la pasarela Cibeles, que lo que importan son las bandas y las juergas con los colegas, pero hay cosas que se agradecen. Pero el patinazo más grande se concentraba en los puestos de comida. Además de ser escasos, que según qué horas, pasabas en la cola de la merienda a la cena sin darte cuenta, el polvo ausente en las zonas de los escenarios se acumuló todo allí. Gracias a Dios que no hubo ninguna inspección de Sanidad, sino, ríanse ustedes de los zocos de los países árabes.

Pero donde nos las dieron con queso fue en la acampada. Servidor fue testigo viviente de esta y de las anteriores, y la sombra del Cerro de los Ángeles poco tenía que ver con el bronceado obligatorio que nos llevamos a casa. Los pinos dan sombra. Ningún árbol no. Es así de fácil. En cuantos a los aseos y duchas de aquella zona, resumamos diciendo que era mejorable. Pero que conste que defiendo la esencia de la acampada. Es más, es parte complementaria del propio festival. Es la zona donde se hacen amistades, donde la convivencia y las risas son los protagonistas de las horas muertas. Cierto es que no se descansa nada, que llegas al último día buscando fuerzas de donde sea, pero al cabo del tiempo también lo recuerdas con añoranza. Y es que aquí, es donde los asistentes sacan a lucir su repertorio de bromas que bien vienen a compartir de forma pública en la búsqueda de sus quince segundos de gloria. Desde concursos de eructos, hasta interpretaciones guturales de temas de Rocío Jurado, pasando por algunas exhibiciones de dudoso sentido del buen gusto en sus vestimentas. O sin ellas, porque alguno que otro parecía que le regalaban cervezas cada vez que corría desnudo con cierto estilo a lo Forrest Gump. Y no nos dejemos atrás la noche, donde los rostros se ocultan en la oscuridad, y la vergüenza, que hace horas que se perdió fruto del alcohol ingerido, alcanza su clímax más infinito. El repertorio de voces, alaridos, rebuznos y graznidos es demasiado amplio para intentar resumirlo en unas pocas líneas. En esos momentos te acuerdas de sus familias, tanto vivos como muertos, pero después no puedes evitar una sonrisa socarrona al acordarte de aquel chaval que estuvo toda la noche gritando “¡socorro!”. También tiene su mérito, no crean. Más placentero (sobre todo para él y para ella) eran los quejidos de mis vecinos de tienda de campaña. Y es que estas cosas hay que respetarlas aunque dichos actos se encuentren carentes de romanticismo.

Con estas anécdotas, que relato de forma cariñosa, lo que vengo a decir es que la organización de este y de todos los festivales, deben intentar que la zona de acampada sea acogedora. No necesariamente un hotel de cinco estrellas, pero que cumpla con unas condicionas mínimas para que una persona pueda aguantar muchas horas allí sin perder la dignidad humana. No se puede ni se debe repartir esparadrapos para las bocas, pero si al menos buscar zonas en las que predomine la  sombra. Menos mal que el festival era en Mayo. Si es en Julio, no quiero ni imaginar los golpes de calor que se hubieran producido.

Pero no quitemos méritos innecesarios. Sonisphere ha ido creciendo y mejorando en muchísimos sentidos. Siempre habrá aspectos criticables, siempre. Lleve cuatro o cincuenta ediciones. Este año hemos gozado del mejor cartel Sonisphere de toda Europa, eso es innegable, y es de bien nacido ser agradecido. Y poco a poco se irá consolidando como uno de los mejores. Apuesto por ello. Pero me surge una duda de cara a las próximas ediciones. ¿Qué banda puede tener un poder de convocatoria mayor que METALLICA?