Niñat@s con camisetas de Guns N’ Roses
No hay nada de malo en que la Cris, de 18 años recién cumplidos, lleve una camiseta sin mangas del "Appetite for Destruction" de Guns. Tiene incluso más sentido que las típicas camisetas absurdas de cualquier marca con textos absurdos como "Disco Massacre" junto a un dibujo de la Torre Eiffel boca abajo. Quizá es que para los que disfrutamos de este género, llevar esas prendas tiene un sentido mucho mas sentimental que estético.
Era el año 1996, si mal no recuerdo. Los Backstreet Boys lo estaban petando a nivel planetario, del mismo modo que un año antes lo habian hecho las Spice Girls. Clase de naturales de un instituto público cualquiera del extrarradio de Barcelona. Sobre mi piel, una camiseta de AC/DC, comprada a la salida del concierto de Barcelona en julio de ese mismo año, cuando presentaban el ya lejano «Ballbreaker».
Entonces la observación de turno.
-«No se como puedes escuchar eso, ahí pegando gritos y con todo ese ruido».
Primero de ESO. Esa época en la cual uno no es muy ducho en cuestiones musicales salvo que haya tenido un padre obsesivo en aquello de inculcar las guitarras. La observación era de una niña de exactamente doce años, una de esas que posiblemente por entonces descubrían la masturbación frente a un poster de Nick Carter sacado de la Bravo (la cual incluía una página dedicada al rock en cada numero, cosa que les honraba). Una observación habitual, común. El hiriente sonido de las guitarras no es para todo el mundo. La distorsión no es agradable al oído idiotizado.
La siguiente observación fue mas hiriente.
-«De mayor te pincharás ¿no? Porque esta gente se pincha».
Hiriente y desinformada. La droga mas usada en el entorno del negocio es la coca, no la heroina. En cualquier caso, pese al desaire inicial, aquella sensación de ser considerado diferente, quizá incluso hasta peligroso y oscuro, tenía su encanto. Del mismo modo que lo tenía y lo sigue teniendo para muchos adolescentes que se adentran en la música «dura» y encuentran un espacio donde son únicos, donde no son como el resto.
Hasta que Lidl saca su oferta de camisetas de AC/DC por 5,90€. O H&M saca una linea de ropa inspirada en los logos de bandas de death metal y black metal escandinavo. O Bershka saca una linea de camisetas de los Stones, los Ramones, Guns N’ Roses y demás.
Hasta cierto punto, tiene su encanto. Lo que antes daba miedo, ahora es un producto de consumo masivo. Donde antes hablabas de bandas de rock y la gente te miraba raro, ahora esa misma gente hace cola para comprar entradas de dichas bandas porque «hay que verlos una vez en la vida». Finalmente el rock duro, el heavy metal, ha pasado a convertirse en un elemento más del imaginario colectivo, como comprar en Amazon, ver gore para consumo masivo al estilo de «Saw», salir a correr para hacer deporte o que tu novia te meta un dedo por el culo. Todas esas cosas que antes daban miedo o respeto ahora son temas de conversación habitual.
No hay nada de malo en que la Cris, de 18 años recién cumplidos, lleve una camiseta sin mangas del «Appetite for Destruction» de Guns. Tiene incluso más sentido que las típicas camisetas absurdas de cualquier marca con textos absurdos como «Disco Massacre» junto a un dibujo de la Torre Eiffel boca abajo. Quizá es que para los que disfrutamos de este género, llevar esas prendas tiene un sentido mucho mas sentimental que estético. Es casi como llevar un tatuaje. Así pues, en los tiempos que corren, las bandas que tienen la suerte de ser una marca además de un grupo, pueden explotar masivamente su imagen, arte y logotipos en un entorno que no es el de sus acólitos. Pero eso provoca, a su vez, que el fan que ha pagado 30 euros por camisetas oficiales compradas en el puesto de merchandise o la web de la banda, se sienta ligeramente estafado, especialmente cuando el merch es el gran caballo de batalla, la última gran fuente de ingresos de las bandas junto con los shows. No puedes descargarte una camiseta.
Por otro lado, que quienes nunca han apoyado este género o incluso lo han denostado a lo largo de su vida ahora lleven prendas que indican su amor por él, es incómodo. Hipócrita, incluso. Obviamente, nadie tiene derechos sobre algo tan nimio como lucir el logotipo de una banda en su indumentaria, pero había un tiempo en el cual eso reflejaba ser especial, ser uno de los que entendían de que iba todo esto y con quien podías compartir intensas conversaciones musicales. Ahora pregúntale a Cris si ha oído «Rocket Queen». Posiblemente te responderá que son las cinco menos cuarto y seguirá andando apresuradamente.
Que Rihanna salga a escena con una camiseta del «Screaming for Vengeance» es motivo de orgullo, si. Los grandes del mainstream rinden tributo a los dioses del Metal. Pero por otro lado es inevitable pensar que hemos perdido algo que nos pertenecía y que era una seña de identidad. Por un puñado de euros en licencias. Si tan solo un 1% de es@s niñat@s con camisetas de Ramones decide escuchar el «It’s Alive» habrá merecido la pena.
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