Satyricon: Now, Diabolical
SATYRICON siempre ha sido una de las bandas clásicas del black metal más
abiertas al cambio. Y no estamos hablando de esos cambios puntuales y drásticos
a modo de punto de inflexión a los cuáles tanto nos hemos tenido que acostumbrar
a lo largo de los últimos años, sino de cambios constantes, pues nos estamos
refiriendo a una banda que, lo queramos creer o no, siempre ha estado en
continua evolución, Y como muestra un botón: mientras que tanto en “Dark
Medieval Times” y “The Shadowthrone” el dúo conformado por Satyr y Frost
nos brindaba un magnífico black metal épico en el cuál la presencia de guitarras
acústicas y de algún que otro teclado dotaban a las composiciones ora de
nihilismo medieval ora de escalofriante misticismo, en “Nemesis Divina” la
banda se decantó por un black metal noruego cañero y algo más ortodoxo, potenciando
el sentimiento pagano más puro en detrimento del sentimiento épico. A pesar
de ello, ya se podía entrever que aquello no iba a quedar así. Para su siguiente
obra (“Rebel Extravaganzza”), los argumentos industriales se entremezclaban
con lo más retorcido, eso sí, con dosis malsanas de furia, pues los blast
beats más brutales seguían en liza. Dos años más tarde nos topábamos con
otra pieza que daría una inesperada vuelta de tuerca al asunto: “Volcano” fue
un sorpresivo álbum de puro y duro black’n’roll, donde los guitarrazos de
manga ancha se mezclaban con la infestada voz de Satyr y los machacones ritmos
de batería para confeccionar un álbum repleto de calidad. Desde mi punto
de vista, todos y cada uno de los álbumes de la banda son discos indispensables
tanto para el coleccionista como para el neófito, debido a que todos ellos
logran recrear la magia del momento en el que fueron compuestos amparándose
en el marco de la calidad y de lo singular. Difícilmente podría escoger.
Y del mismo modo que entre “Dark Medieval Times” y “The Shadothrone” se
adivinaba una intención continuista, ahora sucede lo mismo entre “Volcano” y
el disco que nos ocupa. Con “Now, Diabolical” SATYRICON no nos sorprenden
esta vez con un cambio de coordenadas, sino que se deciden por profundizar
en las bases que sentara su predecesor, dando algunos pasos más que los alejan
del extremismo para adentrarlos en terrenos más sosegados. Si lo que sigue
practicando la banda es black metal o no, es un tema abierto a discusión,
pero la verdad es que no es algo que deba preocupar demasiado a quien lea
estas líneas, más allá del ayatolá del black metal que, por otra parte, me
consta, ya tuvo tiempo de desencantarse de sobras con “Volcano”.
El disco se abre con “Now, Diabolical”, un tema que ya nos deja claras las
pesquisas a desarrollar, a base de alternar ritmos pesados con otros más
rápidos siempre desde el punto de vista de la contención. Con “K.I.N.G.”,
el single del álbum, Satyr nos logra embelesar con un riff de guitarra altamente
eficiente que conjuga realmente bien con sus voces infestadas y cuyo guitarreo
no podrás quitarte de la cabeza tras un par de escuchas. Quizá de buenas
a primeras algunas de las nuevas composiciones puedan parecer excesivamente
simples y descafeinadas, pero es que la gracia estriba precisamente en esa
cruda reincidencia. Introduzcan el disco original (nada de emepetreses y
guarradas similares) en un equipo de alta fidelidad y pónganlo a todo trapo.
El compacto posee una contundencia rítmica y unas guitarras musculosas que
ríanse ustedes de los grupos de sludge más gruesos, y es a partir de esa
contundencia donde las composiciones ganan su encanto, con esos guitarreos
casi rocanroleros y esos desarrollos altamente minimalistas. “A New Enemy” (que
incluye como novedad algunas oscuras voces limpias) o “The Darkness Shall
Be Eternal” también nos muestran a unos SATYRICON centrados en recrear unas
atmósferas malsanas nada ortodoxas en cuanto a la forma en la que el black
metal acostumbra a mostrarlas. Más de uno pensará (con razón) que el tener
a día de hoy a la bestia Frost tras los parches sin que en todo el disco
haya un mísero blast beat es lo más cercano a un sacrilegio. Pero no os quepa
duda de que para dar rienda suelta a sus instintos más salvajes Frost ya
tiene a los geniales 1349, y dudo que necesite más viendo cómo las gasta
en dicha formación. A tal propósito, el tempo más rápido del disco que nos
ocupa lo encontramos en “The Rite of Our Cross” donde el ínclito cancerbero
nos obsequia con un tupa-tupa rápido de lo más contundente. Y es que si algo
no le falta a las bases de batería, muy a pesar de los ritmos, es la contundencia,
pues Frost siempre se ha caracterizado por aporrear su batería con una brutalidad
innata y destrozar el doble bombo sea cuál sea la velocidad a la que esté tocando.
Los seguidores del batería noruego de sobra lo saben. Y el citado tema, por
su parte, consigue recrear brutalidad sin desplegar todas las cartas del
extremismo, erigiéndose como una pieza indispensable dentro del contexto
del disco, finalidad a la que contribuyen las trompetas que hacia el final
del álbum se van alternando con partes acústicas y que quedan como anillo
al dedo para recrear esa faceta ocultista que el disco pretende, pues la
temática de las letras está inspirada en las oscuras tradiciones de la historia,
especialmente ese estricto sistema de símbolos que rigen algunas sociedades
secretas. “The Pentagram Burns” se inicia con un riff casi idéntico a uno
de los de “Black Lava” que podíamos encontrar en el anterior “Volcano”, por
lo cual, sumando la temática de las letras, no descarto algún tipo de conexión
entre ambas. Tras la muy decadente y expresiva “Delirium”, que nos muestra
como un riff sencillo puede ser de lo más hiriente, llegará el último y más
largo tema (como ocurriera en “Volcano” con la ya citada “Black Lava”) del
disco, “To the Mountains”, en el cual el martilleante doble bombo de Frost
y la pestilente voz de Satyr nos invitan a estremecernos de la mano de un
lento desarrollo que hace crecer la tensión a medida que se suceden los minutos,
para lo cual vuelven a hacer acto de presencia las avernales trompetas.
A pesar de todo lo dicho hasta ahora no voy a tener ningún reparo en admitir
que posiblemente este sea el disco menos atractivo de la banda noruega (a
ninguna de sus anteriores ediciones osaría ponerles menos de un nueve de
nota). Quizá sí que para la próxima edición de estudio SATYRICON necesiten
dar un nuevo lavado de cara a su propuesta, ante el riesgo de hacerse reincidentes.
De momento, a diferencia de mucha gente, yo no tengo nada que reprocharles.
Que el disco se haya metido en el número 2 de las listas noruegas a la semana
de salir a la venta es sinónimo de que la banda está abandonando el underground.
Sin embargo, esa intención viene dada desde fuera y no desde el seno del
grupo pues, a pesar de ser este su álbum más “accesible”, no veo la evolución
del combo orientada hacia el éxito de ninguna de las maneras. Un disco que
no les perdonarán los detractores que la banda se ha ido gestando a lo largo
de los últimos años por “traicionar” a sus raíces, tal y cómo les ha sucedido
a todas las agrupaciones menos inmovilistas. Y es que lejos quedan ya “Dark
Medieval Times” y “Nemesis Divina”, los dos discos predilectos de la mayoría
de los antiguos fans.
Unas buenas dosis de comedida maldad de parte de nuestros queridos SATYRICON
que satisfarán enormemente los paladares de quienes sean capaces de entender
lo que Frost y Satyr nos ofrecen. A mí ya me captaron.
Penumbra
Grupo:Satyricon
Discográfica:Roadrunner / Divucsa
Puntuación:8.2
Canciones:
- Now, Diabolical
- K.I.N.G.
- The Pentagram Burns
- A New Enemy
- The Rite of Our Cross
- That Darkness Shall Be Eternal
- Deliriun
- To The Mountains
Año:2006
Votación de los lectores:4.72727
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