Cierto es que actualmente está muy en boga el editar discos secundados por orquestas “de alquiler” y que hoy día la gran mayoría de grupos con holgado presupuesto incluyen en sus obras al menos algún que otro arreglo de naturaleza clásica; pero, en cambio, muy pocas formaciones pueden alardear de albergar entre sus miembros permanentes a los pilares fundamentales necesários para conseguir este efecto sin necesidad de contar con colaboraciones externas contratadas a golpe de talonario. Haggaard, con sus 17 miembros, la gran mayoría de ellos de formación enteramente clásica, son una de estas bandas.

Llamaron la atención de los más curiosos con un primer disco (“And Thou Shalt Trust… The Seer” de 1997) bastante más que decente y enarbolaron nuestro espíritu con un majestuoso segundo álbum  (“Awakening the Centuries” del 2001)  que cosechó fans por toda Europa, lo que les llevó a ocupar una distinguida posición en el cartel del Wacken Open Air del 2002, festival en el actuaban por segunda vez. Su muy esperada tercera obra no podía más que deparar maravillas, a sabiendas de que estos profesionales músicos no podían ni decepcionar por su calidad ni dar un vuelco importante en su estilo (no creo que nadie esperara un disco de punk egipcio a estas alturas).

Y así ha sido. Haggard han cogido la fórmula de “Awakening the Centuries” y la han enriquecido, explotado y dotado de muchos más matices, componiendo así una excelsa obra de infinita calidad tanto a nivel técnico como compositivo. El anterior disco quizá pecaba de ser un poco escueto, siendo el que nos ocupa algo más generoso en cuanto a minutaje (no mucho), a pesar de que la versatilidad y la clase de la que hacen gala los temas provocan que la noción del tiempo se adivine como una curiosa broma mientras el cd da vueltas en el reproductor.

Si bien el personaje histórico a tratar en la anterior obra del grupo fue Nostradamus, en esta ocasión le toca el turno al no menos ilustre Galileo Galilei, explorando la vertiente letrística del disco su vida,  sus trascendentales descubrimientos y la opresión sufrida por esa deleznable mosca cojonera llamada Iglesia. A destacar el hecho de que las letras estén escritas en alemán, inglés, latín e italiano, variedad idiomática que dota al disco de elitismo y pulcritud.

En esta ocasión no hay un corte dedicado a introducir el disco, pues la primera canción ya se basta por ella sola gracias a un inicio sobrio y sereno que dará paso a la primera espiral de sinfonismo, clase y, como no, tralla, pues éste no deja de ser un disco de metal increíblemente ornamentado, donde la voz gutural de Asis Nasseri (exclusivo compositor salvo una canción instrumental) y las guitarras distorsionadas hacen acto de presencia en la mayoría de los pasajes más agraciados. Voces femeninas, guitarras acústicas e instrumentos de cuerda que se encargan de perpetrar ingeniosos dibujos melódicos son sólo algunas de las innumerables características que nos vamos a encontrar, no solo en este, sino en la mayoría de los temas.

Uno de los puntos que hacen ganar muchos enteros a este disco es que se nos deleita tanto con partes muy calmadas como con pasajes bastante agresivos donde hace acto de presencia incluso el doble bombo. Esta dicotomía, al no ser polar en pro de fluctuar a lo largo de un claro continuum, provocará que difícilmente el oyente pueda abrumarse o saciarse en función de sus preferencias estilísticas, ya que Haggard huyen de cualquier encasillamento para que no tengamos más remedio que referirnos a ellos con términos y adjetivos generales que no entienden de categorías, léase medieval, delicado, versátil o barroco, por citar algunos.

Así pues, un breve interludio instrumental como es el segundo tema nos introduce de lleno en una generosa tercera cancion que, como es habitual en las principales composiciones del grupo, supera los seis minutos de duración y, por si fueran pocos los recursos utilizados, nos presenta el primer solo de guitarra en la historia del grupo. El siguiente corte no le anda a la zaga y nos muestra la faceta más cañera de los alemanes con unos dobles bombos por  aquí y por allá que quedan de perlas con las melodías de los violines y los gruñidos de nuestro amiguete Asis.

De los diez cortes que tiene el disco 3 son instrumentales y uno es una versión radio edit del sexto tema, por lo cual los “temazos” propiamente dichos son seis. ¿Sabe a poco? Para nada, ya que cualquiera de estos cortes podría desmontarse y por cada tema obtendríamos 4 más simples, ya que tan sólo quitando capas y sustrayendo unas cuantas melodías de cada una de estas composiciones/orgasmos me sé de unas cuantas bandas que tendrían para grabar 3 discos con las partes resultantes. En contra de lo que pudiera parecer por mis palabras, no estamos hablando de un maremágnum sonoro gestado por acumulación, sino que cada pieza está hábilmente colocada y cuadrada cual puzzle recreador de un preciosista escenario medieval: Del músico al arquitecto hay un solo paso.

El apartado vocal también nos ofrece una excitante variedad, pues las dulces voces de las soprano Veronika Kramheller y Gaby Koss nos sumergirán en el etéreo celaje de un crepúsculo gris. Y si no prepararos a escuchar “Herr Mannelig”, interpretada en su totalidad por la señorita Koss con suma ternura. En contrapartida, “The Observer” nos demuestra como una voz gutural puede ser bañada por delicados pianos para conseguir un espléndido resultado. Una de las partes culminantes del disco viene de la mano del tema que le da título al redondo, Eppur si Muove, donde violines y violas penetran con cuidado nuestra piel a la par que Luz Marsen y su batería nos enseñan los dientes en forma de doble bombo y contundencia. Por supuesto, en el meollo tienen cabida voces tenores, femeninos ángeles, guitarras acústicas, timbales, teclados… Por último reseñar que al final del último corte nos aguarda un breve tema instrumental oculto, rebozado, como no, en el tamiz medieval y barroco que caracteriza al álbum. 

Para más inri, observamos que en el disco hay como unas diez colaboraciones (cantantes barítonos, tenores, cuernos…) , elevándose el número de músicos que han participado en este disco a 27 personas. Casi nada o menos.

A destacar que el disco se adjunta con un dvd en el que podemos ver la interpretación de algunos temas en la que fue su primera actuación en Wacken en el 98, hecho que no hace más que añadir puntos a lo gratificante de la adquisición.

En definitiva, que este disco es una obra maestra y le voy a poner un jodido diez.

Penumbra

Grupo:Haggard

Discográfica:Drakkar

Puntuación:10

Canciones:

    1. All’inizio è La Morte
    2. Menuetto In Fa-Minore
    3. Per Aspera Ad Astra
    4. Of a Might Divine
    5. Gavotta In Si-Minore
    6. Herr Mannelig
    7. The Observer
    8. Eppur Si Muove
    9. Largetto / Epilogo Adagio
    10. Herr Mannelig (short version)

Año:2004

Votación de los lectores:8.68