Setyøursails: Nightfall

Hace algunos años el mítico Tom Waits reveló una contundente frase que, además de describir su muy particular gusto musical, se convirtió, sin ser consciente de ello, en la fórmula básica de todo lo que se agrupe dentro del espectro del metalcore: “I like beautiful melodies telling me terrible things” (Me gustan las melodías bonitas que me cuentan cosas horribles).

Tal premisa es seguida al pie de la letra por la gran mayoría de bandas que ejecutan ese estilo. Desafortunadamente, la referencia está muy lejos de ser un cumplido y para muestra tenemos a ‘Nightfall’, el nuevo trabajo de Setyøursails, quienes honran de principio a fin, al menos en este trabajo, a las palabras de Tom Waits.

Melodías que intentan ser pegadizas, letras rescatables y un trabajo en la voz, bueno a secas, por parte de Jules Mitch, es lo que se puede encontrar a lo largo de los 13 cortes que integran el segundo álbum de esta agrupación originaria de Colonia, Alemania; material que está disponible desde este 21 de enero vía el sello austríaco Napalm Records.

Letras decentes

Hay que reconocerlo, el metalcore tiene algunas excepciones ­-no todo es blanco y negro-, pero en el caso de este ‘Nightfall’, las palabras de Tom Waits lo describen perfectamente y a su vez hacen alusión un híbrido sonoro que desde hace algunos años vive una especia de fiebre aunque, sinceramente, esté bastante sobrevalorado. Y vaya ironía, ya que por el título del álbum y su portada, una escultura blanca tipo renacentista sobre un fondo negro, puede pensarse que la oferta será oscura y densa… sí y no, aunque parezca contradicción.

De manera más clara: si hay que encontrar algo que destacar de este álbum, tal reconocimiento va sin lugar a dudas a las letras, cuya temática refleja una introspección cortesía de la vocalista Jules Mitch y el guitarrista Andre Alves. Material muy personal, vivencias y hasta alguna anécdota trasformada en canción. Letras que hablan de esos temores que súbitamente nos asaltan noche tras noche y nos mortifican hasta que se asoman los primeros destellos del alba, o historias que reflejan cierto resentimiento contenido por años debido a prejuicios familiares sin sentido o al entorno social.

Metal descafeinado

Desafortunadamente el aspecto musical es en donde más queda a deber este ‘Nightfall’, con un bajo casi imperceptible y líneas de guitarra poco creativas que los obliga a recurrir constantemente a elementos electrónicos, todo ello en un intento burdo de mostrar una diversidad musical que termina por convertirse en un mazacote de sonidos.

“Ghosts”, el primer corte, da unos chispazos que dan esperanza con una intro cuyos sintetizadores hacen guiños a la escena gótico-metalera de los 90 y por momentos, al menos en los primeros segundos, hasta recuerdan al ‘The Black Flower’ de los suecos Diabolique. Sin embargo la sensación es fugaz y se extingue por completo cuando la guitarra de Andre Alves entra en acción y comienza la broma “macabra” de estos alemanes de querer convertirse en la versión malvada, subterránea o como se le quiera considerar, de Evanescence.

Así, tras poco más de un minuto de acción, Setyøursails cae en un vórtice musical que los devora en el resto de un álbum. Ritmos monótonos, con poca creatividad y para nada frescos. Ni siquiera el juego de voces de Jules Mitch, que van de lo limpio a lo gutural, quita la impresión de que esto bien pudo haber sido grabado en los primeros años de los 2000. La línea de la mediocridad la salva “Secrets”, el único tema en el que Setyøursails deja a un lado su intento de ser la banda “malota” y deja fluir su inspiración de manera natural, ello deriva en una balada muy bizarra con dedicatoria especial a todas esas madres controladoras y manipuladoras.

Fuera de eso, ni las colaboraciones de Rudi Schwarzer (Annisokay), en “Ghosts”, y Andreas Doerner (Caliban), en “Nightfall”, ayudan a levantar una taquilla que muy difícilmente conquistarán con todo y su versión de “Shallow” ­-sí, esa que grabaron Lady Gaga y Bradley Cooper para la película ‘A Star is Born’- en donde participó Mike Perez de No Bragging Rights.