Después de ver un concierto absolutamente emocionante en el año 2005, no miento si digo que me esperaba más, mucho más, de esta nueva visita de QUEEN. Lógicamente, el morbo de volver a ver en directo a una de las bandas más grandes de la historia se había reducido sensiblemente después de la primera visita, pero  uno no anticipaba en absoluto el absoluto fracaso en que se convertiría el show de Barcelona, tanto desde el punto de vista emotivo como desde el artístico y de asistencia.

De entrada, el público que va a ver QUEEN lo hace esperando un asalto a sus emociones que solo un catálogo discográfico como el de ésta banda puede conseguir. El bonus añadido de tener a Freddie Mercury flotando en el ambiente contribuye a hacer de la experiencia algo especial, casi como una extraña especie de conexión con el más allá. Es realmente emotivo darte cuenta que estás cantando y vitoreando las canciones que compuso alguien que ya no está entre nosotros.  Probablemente hablo desde una perspectiva personal, pero solo había que echar un vistazo alrededor durante los momentos en que Freddie Mercury fue mostrado en la gigante pantalla de video durante “Bohemian Rhapsody” para entender lo que digo. El gran problema llega cuando la banda funciona a medio gas porque el público está mucho menos entregado. Toda la experiencia se va al cuerno en cuestión de minutos. Entiendo que el morbo de la primera vez no es el mismo, que la expectación no puede ser tan febril como en abril de 2005 y que el recinto tenía justamente la mitad de ocupación que en aquella ocasión, lo que también contribuye a echar por tierra el ánimo general.  Pero, seamos sinceros, ni May ni Rodgers ni Taylor salieron esa noche a ganarse el pan con demasiado ahínco. Son profesionales como la copa de un pino, y eso salvó el show, pero nada más. Apenas hubo feeling y el concierto de dos horas y media se hizo eterno.

En la anterior ocasión, había 18.000 personas en el recinto y veinte años de expectativas. Toda una nueva generación de fans de QUEEN había nacido y absorbido el contenido de toda la discografía de la banda, pero no habían podido ver a la banda en directo en el Miniestadi en 1986 por motivos obvios. Probablemente su primer recuerdo mediático de QUEEN es la noticia de la muerte de Mercury y la cobertura televisiva del concierto homenaje en Wembley. Su primer “nuevo disco” de QUEEN cuando ya tenían uso de razón fue “Made In Heaven”, otro ejercicio emocional como pocos al contener los últimos temas de Freddie Mercury. Es lógico que el concierto de QUEEN en el 2005 tuviera semejante exito si tenemos en cuenta todos esos factores: tanto daba que Rodgers fuera el cantante. Podría haber sido Raphael y la gente lo habría pasado en grande.

Introduzcamos un nuevo disco de estudio en el contexto mencionado y la cosa cambia hasta convertirse en lo diametralmente opuesto. QUEEN reafirman que Rodgers no es un simple imitador, sino un miembro de la banda, aunque bajo otra nomenclatura (QUEEN + PAUL RODGERS). La edición de “The Cosmos Rocks” intenta decir que hay vida mas allá de Freddie, algo totalmente loable por parte de los miembros restantes pero que sienta como una absoluta puñalada al público, que ignora el disco bastante, tratándose de la banda que se trata. Artísticamente es muy triste asumirlo, pero lo que la gente quiere es que QUEEN + PAUL RODGERS sea una simple banda tributo que homenajee los mejores momentos del pasado glorioso de Freddie Mercury y sus chicos. Y creo que ni May ni Taylor están dispuestos a convertirse en un cabaret andante a estas alturas.

Cuando la percepción del público y de la banda es opuesta, suceden cosas como lo que sucedió en Barcelona. Silencios sepulcrales entre canción y canción, total ignorancia de los temas nuevos y reacción nula, y una banda que poco a poco iba perdiendo fuelle debido a dicha situación, como uno puede esperar en ese caso. Hubo momentos en los que, honestamente, desee que el show se acabara. Pero no, “The Show Must Go On”, pase lo que pase, y a fin de cuentas tan solo podía tratarse de una mala noche. Pero algo me dice que no será la única.

Todo comenzó bien, con una larga intro psicodelico-espacial que sirvió para que los miembros de la banda fueran tomando posiciones. Al rato, la banda salió a escena –con especial ronda de aplausos para Brian May- e interpretaron una versión abreviada de “Hammer To Fall” seguida de un eléctrico “Tie Yor Mother Down”. No solo eso, sino que enlazaron con una retahíla explosiva que contenía “Fat Bottomed Girls”, “Another One Bites The Dust”, “I Want It All” y “I Want To Break Free”. Después de semejante atolondramiento a base de clásicos, es lógico que “C-Lebrity”, uno de los nuevos temas, fuera algo así como un anti-climax. Si en ese punto la banda hubiera interpretado diez clásicos más y se hubiera ido al hotel, la gente habría aplaudido hasta romperse las manos

Sin embargo, siguieron con otro tema nuevo – el insufrible “Surfs Up…Schools Out”- y luego llegó “Seagull”, que Rodgers interpretó a solas con su guitarra acústica. La compleja estructura del show de QUEEN hizo que en ese momento Rodgers tuviera que desaparecer durante un buen rato, pues Brian May tomó el escenario B, que conecta con el principal mediante una pasarela como la otra vez, e interpretó un gran “Love Of My Life” que sonó a gloria. La siguiente, “39” fue interpretada por el resto de la banda –menos Rodgers- en el escenario B como si se tratara de la Kelly Family. Pero entonces desapareció todo el mundo y se quedó Roger Taylor a solas con un bombo. Comenzó a hacer un extraño solo de batería con todo lo que pillaba a mano mientras le iban construyendo una batería. El proceso duró como un cuarto de hora e incluyó un solo de bajo en el que Danny Miranda se ocupaba de pulsar las notas y Taylor de ejecutarlas a base de baquetazos en las cuerdas. Entretenido? Si, pero se alargó demasiado. Finalmente todo desembocó en el “I’m In Love With My Car”, donde May y banda se incorporaron a Taylor nuevamente. Pero todo el asunto le restó emoción al concierto de mala manera. Un abreviado “A Kind Of Magic” arregló parcialmente el asunto, pero “Say It’s Not True” volvió a descolocar a algunos. “Bad Company” y la coreable “We Believe” nos hicieron pasar el rato, pero es que enlazaron con “Bijou”, el solo de guitarra de May y “Last Horizon”. En total, por así decirlo, entre el último tema “interesante” del concierto y el siguiente pasó más de media hora de altibajos que echó por tierra el trabajo labrado en la primera hora de show.

La batería final de clásicos, con “Radio Gaga”, “Crazy Little thing Called Love”, “The Show Must Go On” y “Bohemian Rhapsody” arregló el desaguisado a medias, especialmente las dos últimas. Es lógico que la aparición de Freddie volviera a despertar pasiones entre el público, que aulló como nunca en ese momento. La opereta central volvió a ser coreada por todo el respetable y por un momento la cosa tomó forma de nuevo.

Ya en los bises, la banda interpretó la nueva “Cosmos Rocks” y un bien recibido “All Right Now” de FREE. El medley final de “We Will Rock You” y “We Are The Champions” fue el colofón esperado, pero aquel concierto era difícilmente reparable, aunque la banda lo hizo lo mejor que pudo. Tampoco contribuyó especialmente que Rodgers no tuviera su noche vocalmente hablando, ni que el público estuviera más interesado en retransmitir el concierto via móvil que en pasárselo bien.  En el fondo, lo que pasó, era esperable. QUEEN + PAUL RODGERS se mueven en arenas movedizas y su propio invento puede tragárselos en cualquier momento para no escupirlos ante el público nunca más. Hay que ir con ojo. ¿Entienden ustedes porque ZEPPELIN tienen reticencias a reunirse? ¿Y porqué POLICE interpretan los clásicos y se vuelven a largar por donde han venido sin discos nuevos que valgan? Por algo sucede…

Texto y Fotos: Sergi Ramos

Promotor:Gamerco

Asistentes:9000

Día:22/10/2008

Sala:Palau Sant Jordi

Ciudad:Barcelona

Puntuación:6