Pocos, muy pocos fueron los que acudieron a la cita con Paul Di’anno en la
capital granadina. Puede que influyera el hecho de que al día siguiente actuaran
Epica o Steve Vai hiciera lo propio la semana siguiente, pero quizá cabría esperar
una mayor afluencia de público para uno de los nombres propios de la historia
de nuestra música. Aún así, las poco menos de cien personas que se desplazaron
hasta la Copera pudieron disfrutar de una buena velada de auténtico heavy metal,
que al fin y al cabo era de lo que se trataba.

Los primeros acordes de la noche corrieron a cargo de Absolom, la nueva formación
de Maolo, ex batería de los desaparecidos Azrael. A lo largo de su media hora
larga de actuación mostraron al respetable su buen hacer con composiciones del
power metal más típico pertenecientes a su maqueta ‘Nuevo camino’. Con temas
como ‘Sueños en la realidad’, ‘Alas de libertad’ o ‘Relatos de la humanidad’
enseñaron sus cartas a un público algo frío aunque bastante atento: melodías
bien construidas, ritmos de batería veloces con doble bombo a piñón, interesantes
atmósferas de teclado y un cantante de voz portentosa, capaz de alcanzar unos
agudos realmente altos. Se nota que la sombra del ángel de la muerte es alargada,
ya que, además de Maolo, a la guitarra está Enrique, otro antiguo miembro de
Azrael. Por si fuera poco a mitad del concierto subió al escenario Manolo, cantante
de la extinta banda, para interpretar a dúo ‘Entre la espada y la pared’, uno
de sus viejos clásicos. Al final el público acabó acercándose algo más al escenario
y dando algo más de calor al grupo, algo nada fácil cuando hay tan poca gente.
Aunque el grupo está aún empezando se le notan detalles muy buenos y capacidad
compositiva de sobra para poder llegar alto con el tiempo. Habrá que estar atentos
a su evolución.

Poco después de las diez de la noche llegó el momento de ver el plato fuerte
de la noche. Con la gente, esta vez sí, agolpada al escenario salió la banda
del señor Di’anno para abrir el concierto con ‘The ides of March’, la introducción
de aquel mítico ‘Killers’. Con semejante entrada todos intuían lo que vendría
después, y efectivamente ‘Wrathchild’ fue la siguiente en caer, con la entrada
en escena de un Paul Di’anno muy activo y gesticulante, enfundado en una chupa
de cuero sobre una camiseta de The Exploited. La gente respondió enseguida con
entusiasmo, a pesar de que la voz no sonó nítida durante los primeros temas, 
y el bueno de Paul no tardó en meterse en el bolsillo a un público ávido de
escuchar temas antiguos de la Doncella. A éste siguieron viejos himnos como
‘Prowler’ o ‘Murders in the Rue Morgue’, auténticas joyas que los propios Maiden
tienen desahuciadas del repertorio.

Y es que ése sigue siendo el principal aliciente de un Di’anno cuya carrera
en solitario nunca ha pasado de ser meramente anecdótica. El secreto de sus
conciertos reside en el componente nostálgico y él lo sabe, como comentó entre
canción y canción: “algunos dirán que vivo del pasado, pero si no cantara estas
canciones me mataríais”.

Por ello, una vez acordado tácitamente ese pacto entre cantante y público,
sólo queda cerrar los ojos y viajar con la mente veinticuatro años atrás (ahí
es nada). No siempre se tiene ocasión de escuchar con su voz original los primeros
éxitos de Iron Maiden, de aquellos discos que son de los que uno escucha primero
cuando empieza a interesarse por el heavy. De ahí que muchos de los presentes
se sintieran unos pequeños afortunados al poder disfrutar de ‘Remember tomorrow’
o ‘Phantom of the Opera’, dos de los momentos más intensos del show,  tal y
como suenan en disco. Todo un lujo.

Aunque la gente que acompaña al veterano frontman no sean Harris, Murray y
compañía, desempeñaron su papel a la perfección y calcaron todos los temas.
Además no pararon de moverse y se les notaba que disfrutaban en el escenario
(¿a quién no le gusta tocar estas canciones?). No en vano, el bajista tiene
tatuado el logo de Iron Maiden en la parte baja de la espalda, todo un indicador
de sus gustos. Por su parte, Di’anno cumplió con su trabajo y, a pesar de que
ya no tiene la voz tan a tono como antaño (los años no pasan en balde, no hay
más que mirar su aspecto de hooligan cervecero), suplió sus carencias con toneladas
de entrega y buen rollo, haciendo guturales las estrofas de algunas canciones.
Además durante todo el concierto Paul estuvo muy comunicativo con el público
y no paró de hacer coñas con sus músicos, eso sí, en el más puro inglés de Shakespeare.
A pesar de ello, el respetable le entendió a la perfección cuando dedicó ‘Killers’
a un par de ‘motherfuckers’, Tony Blair y George W. Bush, lo que le valió unos
cuantos aplausos.

Las concesiones a su etapa post-Maiden fueron muy escasas. Canciones como la
cañera ‘Marshall Lockjaw’ o la versión de Alex Harvey ‘Faith Healer’ sirvieron
para testimoniar que durante estas dos décadas este hombre no ha estado parado,
como muchos piensan. Aunque fueron recibidas con cariño, no fue nada comparado
con el recibimiento de los clásicos, con los que la gente se volvió loca.

Tras más de una hora de actuación la banda se retiró, para volver al poco tiempo
con ‘Transylvania’, otra maravilla instrumental, y ‘Running free’, la canción
por excelencia de Di’anno en Iron Maiden. Nueva retirada del escenario y nuevo
requerimiento del público, que finalmente se vio recompensado con dos canciones
más: el ‘Hey, ho, let´s go’ de los Ramones, en la que el cantante inglés sacó
su vena más punky, y ‘Sanctuary’ para cerrar una noche de buena música en familia.
Al concierto fueron pocos, pero salieron contentos y el señor Di’anno se ganó
el pan una noche más. 

Texto y Fotos: Pablo Garcia

Datos:Industrial Copera
Granada
Publico: 80 personas
Promotor: Wild Punk

Día:28/10/2005

Puntuación:7