Siempre he tenido ciertas reticencias hacia los denominados héroes de la guitarra, sobre todo a la hora de verlos en directo. Suele pasar que estos grandes genios caen en una especie de exhibicionismo hueco que deja un poco fríos a los profanos del instrumento y enamora a aquellos que aspiran a llegar a tocar la décima parte de rápido que el maestro que tienen delante. Hasta que punto esto deja de ser un concierto al uso para convertirse en una especie de seminario no estoy muy seguro. Y no creo que el ideal de la música en directo sea contemplar a un señor mover los dedos a dos mil kilometros hora mientras una infinidad de notas y armónicos casi incomprensibles atacan nuestros odios y sobre todo nuestro sentido de la diversión.

Sin embargo, siempre hay una excepción que confirmar la regla, y en este caso estamos delante de la gran excepción. Al contrario que muchos compañero de profesión, que se diluyen en un mar de solos interminables y precisos, a la par que fríos como el hielo, Satriani tiene un alma y una calided que le hacen distinguirse y estar un poco al margen. Lejos de esa precisión de cirujano desgranando cada nota como si de un concurso de velocidad se tratase, Joe se deja llevar por melodías cargadas de riqueza y unas composiciones que van mucho más allá del lucimiento personal.

Abría la noche el también guitarrista Ned Evett, con una propuesta que viaja bebe del Rock and Roll de toda la vida con un regusto de blues muy de agradecer. Algo más de cuarenta minutos cargados de feeling que a gran parte de la sala se le hicieron algo pesados, mas no al que suscribe. Buenas canciones con buen sonido y muy bien tocadas. Impresionante, para los más firkis, la fender telecaster sin trastes que saco en el segundo tema. Una verdadera pasada de instrumento.

A eso de las 21:30 y con una entrada mucho más que aceptable (La Riviera no se llenó por completo, pero falto poco) sale a escena, con sus míticas gafas de sol y su relumbrante calva, uno de los guitarristas más apreciados dentro del mundo del rock, y no es para menos después de tantos años de carretera, para deleitarnos con más de dos horas de Rock, heavy, algo de blues, boogie, flamenqueo y algun que otro pasaje rozando el chill out. Todo ello tocado con una maestría muy dificil de igualar. Y es que, como comentaba in situ con otro compañero de prensa, no se puede tocar mejor la guitarra. Se puede tocar más rápido, se puede tener más técnica, se pueden hacer dibujos más enrevesados, con más distorsión, con menos distorsión… Pero tocar mejor en el sentido más amplio y completo del término, es imposible. Porque si algo tiene Satriani que le diferencia de otros muchos heroes de la guitarra, es equilibrio. Tanto compositivo como interpretativo. En sus canciones hay sitio tanto para Riffs poderosos, como para bellas armonías, melodías preciosistas y, como no, solos de infarto tocados a la velocidad de la luz. Todo ello combinado con un sonido excelente y un gusto exquisito.

El de Westbury se mostró además muy cercano y agradecido en todo momento, con la sencillez y humildad del que realmente disfruta de lo que esta haciendo y respondiendo con sonrisas a los aplausos de un público entregado. Flanqueado además por una banda solida y contundente, el concierto fue casi casi perfecto. Y digo casi por la sencilla razón de que por mucho Satriani que este tocando, más de dos horas  de música instrumental a veces se hacen algo dificiles de digerir. Es el riesgo que han tenido siempre este tipo de propuestas, el de caer en el error de convertirse en un espectáculo para deleite de entendidos y alejarse un poco de la mayoria de público que ni entiende ni quiere entender de instrumentos y solamente busca un par de horas de diversión. Cierto es que en esta ocasión fue dificil caer en el hastio, pero también es cierto que al final de la velada se veía algún grupo  de colegas más atento a la cerveza y a los chistes que a lo que sucedía en el escenario.

En cuanto a los temas hubo para todos los gustos. Desde clásicas composiciones como “War” o “Summer Song”, con una acogida lógicamente más cálida, a composiciones de su nuevo trabajo como “Premonition” o “Wind in the Trees”, que dejaron a la sala un poco más frío. Una de cal y otra de arena, como se suele decir, aunque en visto en conjunto resultó, como deciamos anteriormente, una propuesta bastante equilibrada.

Y pasada la medianoche, terminaba el espectáculo, dejando una agradable sensación de comprobar que algunas cosas siguen en su sitio, y que, a pesar de sobrepasar ya la cincuentena, la frescura y el buen hacer de Joe Satriani siguen intactas. Y, aunque a veces desde los medios les demos mucha caña a él y a otros, tildándolos de clasicos y de anacrónicos, sinceramente pienso que hay cosas que es mejor que nunca cambien.

Texto y Fotos: Javier Bragado

Asistentes:1000

Día:19/11/2010

Sala:La Riviera

Ciudad:Madrid

Puntuación:9