JOE BONAMASSA
El fenómeno de Joe Bonamassa tiene una explicación bastante simple: le da a sus seguidores lo que quieren, de manera regular y sin racanear. Díganme que guitarrista de rock edita uno o dos discos por año gira por todo el mundo de manera consistente año tras año. A mi no se me ocurre ninguno. Los conciertos de Bonamassa son cuidadas ceremonias épicas de más de dos horas y cuarto de duración, en la que no sobran notas ni faltan canciones. Añadiendo al valor épico de la gesta barcelonesa estaba el envidiable recinto escogido para la ocasión, el tan saqueado pero, a la vez, tan noble Palau de la Musica. El propio Bonamassa tuvo que hacer referencia repetidas veces durante su actuación ante lo magno del entorno en el que estaba interpretando su repertorio.
Joe volvía a la capital catalana después de un show con el que arrasó en octubre de 2010 en el Auditori. Con su nuevo disco “Dust Bowl” bajo el brazo (y la promesa –incumplida-de tocar temas de BLACK COUNTRY COMMUNION en el show), el niño pijo del blues (dicho sea con todo el cariño) procedió a demostrarnos todo lo que sabe hacer con seis cuerdas bajo sus dedos.
Antes que nada, cabe destacar enfervorecidamente la acústica de los locales en los que toca Bonamassa. Equilibrada y potente, tanto en la anterior visita del Auditori como en la del Palau de la Música. Tan importante para el resultado de un concierto es lo bien que toque el artista como lo bien que se le perciba desde platea y a Bonamassa se le percibía con claridad insultante en sus momentos más deliciosamente delicados. Y esto precisamente es uno de los aspectos que más vital importancia tiene en un show del guitarrista neoyorkino. Poder jugar sin preocupaciones con la luz y la oscuridad, con el volumen alto y el volumen bajo, con la dureza y la suavidad es uno de los elementos que diferencian sus conciertos de cualquier otro show de rock. No tienes tiempo de aburrirte. Los matices te envuelven de tal manera que has de concentrarte en ellos, en exprimir todo el jugo que ofrecen.
Bonamassa está acompañado en esta gira por su banda de siempre, con Carmine Rojas al bajo, Tal Bergman a la batería (el “baterista loco”, según Joe) y Rick Melick a los teclados. De sus acompañantes, Bergman es el más destacado y al que más vidilla le da Joe durante el show, con solos de batería, piques instrumentales y espacio para lucirse en general. Bergman hace su papel de típico baterista gigantón dado a la broma y no tomarse muy en serio, pero la manera en que propulsa desde su trono a toda la banda es impactante. Tiene un estilo muy dado a jugar con los platos, en lugar de mantenerse simplemente sobre el bombo y la caja y eso le da mucha más brillantez a las interpretaciones guitarreras de Joe, que ve como las frecuencias sónicas más agudas de su guitarra reciben un contrapunto que las hace mucho más definidas.
El set list empleado por Bonamassa fue, como decía más arriba, equilibrado. Tiene mucha destreza para crear contraste, siendo los temas con más swing, los típicos blues de 12 compases, los más celebrados en general. El inicio de show fue con “Slow Train”, que abre su último disco, “Dust Bowl”. Una pieza de blues sureña, de humor variable y con guiños a Peter Green y a Eric Clapton. “Last Kiss” puso por primera vez a parte del público en pie, con ganas de bailar y acompañar con sus palmas la guitarra de Joe y el ritmo infeccioso de batería de Tal. Pero el contraste llegaría con “Midnight Blues”, la versión del tema de Gary Moore que demuestra el respeto que Joe guarda por el fallecido guitarrista. La versión es más gentil que la original de Moore, más delicada, pero igual de poderosa en base a su delicadeza y sinuosidad.
“Dust Bowl” fue la siguiente, un blues con esa connotación mainstream por la que está tirando cada vez más el guitarra americano. Y es que, como el mismo explicó después de “You Better Watch Yourself” y “Sloe Gin”, en los últimos años ha editado 140 canciones aproximadamente y ha conseguido un total de cero éxitos. “Pero si algún tema se acerca ligeramente a la supuesta definición de éxito” le explicó al público “ese se llama ‘The Ballad of John Henry”. El Palau tembló, ante los amenazantes acordes que Bonamassa produjo con su Gibson Les Paul. No habló en exceso con el público, dejando que su guitarra hiciera tal trabajo, pero si que tuvo unas palabras a medio concierto que despertaron risas y simpatía. “Esta es la última noche de la gira pequeña que hemos hecho por España” dijo. “Estuvimos en Madrid, nos movimos hacia Murcia y ahora estamos en la joya de la corona, Barcelona”. Aplausos. “Ayer tuve un día de descanso y estuve visitando todo lo magnífico que tenéis en la ciudad”. Más aplausos. “Pero descubrí algo llamado ‘El Corte Inglés’” aseguró, en castellano. Risas esperables. “Madre de Dios, nunca he visto tantas cosas bajo un mismo techo. Podías comprar un perro y un traje en un mismo lugar, impresionante”. Tras la observación (muy cierta) y tras la interpretación de la balada del señor John –con atracón de theramin incluido-, Bonamassa desempolvó “Lonesome Road Blues”, “Happier Times”, una gran “Steal Your Heart Away” del anterior disco “Black Rock”, el “Blues Deluxe” de Jeff Beck, el “Young Man Blues” de los WHO, y para acabar “Woke Up Dreaming” (con una parte central de impresión) y “Mountain Time”, con la que acabó rockeramente su show.
Pero la gracia de los shows de Bonamassa no está solo en el cuerpo principal del show, sino también en los bises, que siempre son de peso. Tras un delicado “Bird on a Wire” que sacó alguna que otra lágrima al respetable, Joe montó su particular bacanal metalera con una versión acelerada y llena de improvisaciones del “Just Got Paid” de ZZ TOP, como siempre suele hacer en sus conciertos. Joe tocaba un power chord y levantaba los brazos en alto haciendo los cuernos, después de haber obligado a todo el público a meterse a saco en las primeras filas para hacer que aquello pareciera un show de rock de alta energía. El final del show, con la Flying V en alto, los cuernos en la otra mano y el feedback acumulándose es suficiente para ponerte los pelos de punta.
Gran concierto de un artista que nadie debería ignorar en los próximos años, ni en su carrera en solitario, ni en sus proyectos paralelos como BLACK COUNTRY COMMUNION. Es puro rock, puro blues y puro amor por la guitarra eléctrica.Y la acústica, como demostró en su solo de “Woke Up Dreaming”. Está en su momento de gracia y estoy seguro de que dentro de veinte años, hablar de esta gira “Dust Bowl” será como hablar de la gira “After Hours” de Gary Moore en su momento.
Texto y fotos: Sergi Ramos
Promotor:Producciones Animadas
Asistentes:1500
Día:26/02/2012
Sala:Palau de la Música Catalana
Ciudad:Barcelona
Puntuación:10
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