La gira liderada por el legendario Ian Anderson pisaba la capital tras su última visita en 2020, esta vez para presentar al público madrileño los años dorados del progresivo.

El prog, el progresivo, la música progresiva, el rock progresivo, los nombres son infinitos prácticamente. Es una música donde esa trampa que es la nostalgia actúa más que de sobra con sus bandas clásicas, pero en muchos casos esa nostalgia está aplazada al futuro, porque la tardenoche del 16 de marzo nos hizo ser partícipes de ello. Jethro Tull volvían a Madrid y lo hacían con ganas de dejar satisfecho a un público que, a juzgar por el aforo del Teatro Circo Price y siendo un miércoles, parecía tener ganas de reencontrarse con auténticos himnos, con canciones legendarias que marcaron toda una época y que ha trascendido en varias generaciones.

Jethro Tull (Foto: Nick Harrison)

¿Esto es el progresivo?

La atmósfera en el teatro no podía ser mejor; ya se respiraban esos años dorados del progresivo en las charlas típicas sobre qué disco es el mejor de la banda liderada por Ian Anderson, pero también tenía culpa el que a la espera de que empezase el concierto se sucediesen canciones de Marillion, King Crimson, Genesis o Dream Theater. También había lugar para conversaciones que debatían lo impresionantes que eran grupos más actuales como Riverside o The Pineapple Thief.

En el fondo de la tarima del Price una pantalla vigilaba a los asistentes a la espera de que todo estuviese a punto para empezar. “The Prog Years” rezaba dicha pantalla y, arriba a la derecha, como no, la figura de Ian Anderson acompañaba dicho titular. No tardó demasiado en que una voz por megafonía anunciase que el concierto iba a comenzar y, poco a poco las luces que iluminaban el teatro fueron menguando hasta que esa misma pantalla que había vigilado al público empezaba su show.

Jethro Tull (Foto: Nick Harrison)

Se atacó a la nostalgia a las primeras de cambio. La introducción del concierto empezó con una sucesión de discos que han marcado a varias generaciones: el ‘2112’ de Rush, ‘The Lamb Lies Down On Broadway’ de Genesis, ‘In The Land Of Grey And Pink’ de Caravan o el espacio también otorgado a grupos como Camel, Emerson Lake & Palmer, Pink Floyd, Focus o dos grupos tan geniales como Gentle Giant y Gong.

Inmediatamente después se empezaron a suceder vídeos que nos trasladaban a aquella época, con, por ejemplo, unos jóvenes Rush con el videoclip de “Fly By Night” en el cual era imposible no acordarse del añorado Neil Peart. Entre tanto aparecía en la pantalla la definición de rock progresivo, tildada como un estilo de rock especialmente popular en los ’70, caracterizada por influencias clásicas, el uso del teclado y largas composiciones. Tras esto, unas cuantas imágenes de Jethro Tull en sus años mozos y la salida al escenario de los músicos.

Jethro Tull (Foto: Nick Harrison)

Primeramente hizo acto de presencia Joe Parrish a la guitarra, Scott Hammond a la batería, John O’Hara al teclado y David Goodier al bajo. En última instancia y con «Nothing Is Easy» haciendo acto de presencia, aparecía Ian Anderson con su atuendo habitual y, al parecer, igual de jovial que se le notó en aquella actuación del Palacio de los Congresos en 2018 o en la más reciente de 2020.

El público lleva unos años escéptico con los problemas notorios de voz que sufre Ian Anderson, pero, una vez más, hay que tener los pies en la tierra y saber que Ian ya cuenta con 74 años y, aun con todo, más que criticarlo se le debe aplaudir. A más de uno le gustaría llegar con 74 años con la vitalidad demostrada desde el segundo uno de concierto, con todo su set de movimientos habituales, la manera que tiene de levantar al público y domar ese instrumento que es la flauta, signo de identidad de una figura absolutamente imprescindible a la hora de hablar de este género musical. Con todo esto, la voz queda siempre a un segundo plano y en este caso no iba a ser menos.

Cuando uno asistente acude a un concierto de Jethro Tull tiene claro lo que va a sentir, qué canciones planea escuchar y es consciente de lo que puede funcionar y lo que no. De las carencias se puede ser más o menos previsor, ¿pero se puede ser completamente consciente de la cantidad de luces que tiene un espectáculo como el vivido el pasado día 16 sin vivirlo?

Al acabar la magnífica interpretación de “Love Story”, Ian Anderson interrumpía la música para darnos la bienvenida a este universo de progresivo; a un repaso a través de clásicos irrefutables de la banda. Con esa cercanía tan característica sobre las tablas, nos avisó de que ahora íbamos a viajar a 1972; si uno atina bien las fechas, sabía donde nos íbamos.

Jethro Tull (Foto: Nick Harrison)

Una horda de aplausos dio la bienvenida a un extracto de un disco que apenas hace 13 días celebraba su 50 cumpleaños, que se dice pronto. ‘Thick As A Brick’ no es solo uno de los discos más importantes de la historia de Jethro Tull, es uno de los más importantes para el género. Es de ese disco que sabes que no te vas a cansar de escuchar jamás y la interpretación fue hecha no solo con profesionalismo sino también con mucha personalidad; puntos aparte de la voz ya comentada anteriormente. Con tan solo estas tres canciones a las que seguiría una muy celebrada «Living In The Past», Ian Anderson ya había dejado claro a aquel que dudase de la calidad de esta banda que le acompaña, que no había motivos para el miedo.

Absolutamente cada componente de la banda estuvo de lujo: la brillante aportación del maestro John O’Hara con momentos para el recuerdo como esa introducción en «Locomotive Breath», el juego rítmico de Hammond y Goodier absolutamente exquisito pero sobre todo esa actitud de Scott Hammond para ayudar en los coros, para otorgar a la guitarra una personalidad absoluta y para llevarse una de las ovaciones más grandes de la noche. Totalmente merecida, por supuesto.

Jethro Tull (Foto: Nick Harrison)

En solo unas cuantas canciones el público madrileño y algún que otro escéptico estaban ya dentro del bolsillo como quien dice. Los conciertos de Jethro Tull siguen siendo una experiencia que arranca desde ese placer culpable al que todo el mundo acude de vez en cuando: la nostalgia. Ian Anderson ya ha comentado en alguna que otra ocasión que es conocedor de tal sentimiento y a la hora de comprobar el setlist uno se da cuenta de ello.

Dividiendo el terreno

Una de las cosas que estaba clara que sucedería es la división en dos partes del concierto, con una interrupción que en un principio el propio Anderson tildó de quince minutos y que al final se alargó casi a los veinticinco; un momento perfecto para recapacitar del gusto tan exquisito que estaba dejando el show.

Jethro Tull (Foto: Nick Harrison)

Antes de la finalización de la primera parte se interpretó esa clásica interpretación del “Boureé in E Minnor” de Bach; un ejemplo perfecto de la calidad de músicos que estaban sobre la tarima en este show. Más allá de eso, una sorprendente “Black Sunday” hizo acto de presencia, pero tal vez se podría haber optado por algo de ese magnífico ‘Heavy Horses’ que en esta ocasión se quedó sin ninguna interpretación durante todo el concierto. Una auténtica lástima.

Pese a todo, uno de los momentos más álgidos lo protagonizó «My God», una de las canciones por antonomasia de ese ‘Aqualung’ que por aquí levantó ampollas a más de un iluminado allá por 1971 y que no pudimos disfrutar hasta 1976. La interpretación de dicha canción no solo fue espectacular, con una combinación excelente en la pantalla trasera y sus imágenes sino que además sirvió como punto y final a la ya mencionada primera parte.

Jethro Tull (Foto: Nick Harrison)

Tras el concierto, más de una persona recriminaba por redes sociales que el inicio de la segunda mitad no había estado muy bien escogido. Canciones como “Clasp”, “Wicked Windows” que, por cierto, levantó algún que otro abucheo a personajes de dudosa calidad humana como Putin o Trump cuando aparecieron en pantalla o, claro, “The Zealot Gene” para dar promoción al nuevo disco de la banda tras tantos años en el dique seco en este aspecto.

Llamó la atención que fue la única interpretación de dicho disco, pero tampoco había que olvidar del plano en el que nos encontrábamos. Ian Anderson presentó dicha canción con la satisfacción de decir que habían sido top 10 en varios países, pero que en España había estado en el puesto 17. Tras un “de cualquier manera, no pasa nada”, la interpretación se realizó con bastante solidez.

Es cierto que tal vez la aparición de otros clásicos como «Cross Eyed Mary», «A New Day Yesterday» o «Hunting Girl» podrían haber estado mejor, pero lo cierto es que las canciones sonaron bastante bien, le añadieron una dosis alternativa a la noche y sirvieron como pretexto para la traca final que se avecinaba que, como no podía ser de otra forma, era de categoría.

Tras una versión de Gabriel Fauré lo que se nos presentaba era «Songs From The Wood», esa canción que ilumina el escenario y que forma parte del inconsciente colectivo de muchísimas personas de generaciones diferentes. Pero no fue nada comparado a esa larga introducción que iba a dar paso al que siempre es el momento álgido del show, esa historia de aquel tipo tan peculiar que conocimos en 1971.

Jethro Tull (Foto: Nick Harrison)

«Aqualung» es de esas canciones que forman parte de la vida de mucha gente y que incluso la gente  que no ha oído hablar de Jethro Tull ha escuchado la canción por el nivel de trascendencia que tuvo en su tiempo. Algo que, por otro lado, era común con un buen número de canciones donde podríamos citar otras piezas progresivas de Alan Parson’s Project o de los antes mencionados King Crimson, por poner varios ejemplos.

Tras un aplauso general por dicha actuación, nos llegaba el colofón final con una introducción por parte de John O’Hara: «Locomotive Breath» cerraría la noche junto con la versión de «The Dam Busters March» de Eric Coates y que da nombre a la película de Michael Anderson. Al fondo imágenes primeramente británicas y después varias banderas que al final se acababan uniendo todas bajo una misma figura: la de un grupo que volvió a hacer un señor concierto.

El hombre que tocaba sobre un solo pie

Ya han llovido bastantes años desde aquella anécdota curiosa en la que un periodista dijo que Ian Anderson tocaba sobre un solo pie su mítica flauta cuando tan solo era un cuento chino inventado por dicho periodista. Han llovido ya años desde que el mismo Ian Anderson quisiese seguirle el rollo para no decepcionar a los fans y, desde entonces, se ha convertido en su postura estrella sobre la tarima, una que sigue ejecutando como si no pasasen los años. No cabe duda de que el rock progresivo ha dado a mucha gente de distintas generaciones un universo repleto de energías, de simbolismos, de texturas, de grupos que son auténticos mitos y que poco a poco se van marchando.

Jethro Tull (Foto: Nick Harrison)

La introducción del concierto nos recordaba a Neil Peart, batería de Rush, nos recordaba a Keith Emerson y a Greg Lake, a Chris Squire y a Peter Banks de Yes; eso solo hacía a la gente estar más feliz que nunca de que un tipo como Ian Anderson siga tan ágil sobre el escenario a sus 74 años de edad, que se dice pronto. Hacía estar al público con ese pensamiento de “ojalá que esto dure mucho tiempo más”.

El hombre que tocaba la flauta sobre un solo pie volvió a Madrid para levantar al público en una noche absolutamente mágica. La imagen del Teatro Circo Price en pie para despedir al propio Anderson y a su banda con una sonada ovación hace que demuestre la importancia de la música: esa que hace un poco más sencilla la vida y otorga tantísimos recuerdos que quedan grabados a fuego en la mente.

Un auténtico honor, Sir Anderson.

Texto: Juanma García

Promotor:Madness Live!

Día:2022-03-16

Sala:Teatro Circo Price

Ciudad:Madrid

Puntuación:8