A puñetazos entre promotores: así fue la llegada de Last Tour
La llegada de Last Tour International a la escena de nuestro país fue a lo grande: un enorme festival de dos fines de semana con Metallica e Iron Maiden y más de 100.000 personas entre el público. ¿Como sucedió aquello? Su antiguo jefe de prensa, Ibai Villapún, nos cuenta la historia.
En el año 2004, una joven promotora vasca llamada Muskerra, propiedad de Luis Herrera y Alfonso Santiago, comenzó a hacer ruido en el mundo del heavy metal de nuestro país montando conciertos del género. Concretamente una ruinosa gira de Grave Digger que reunió a 100 personas en la sala Razzmatazz (donde cabían dos mil más). Aquella joven promotora venía poniendo en pie el Azkena Rock Festival en Vitoria-Gasteiz desde un par de años antes junto a un otro socio llamado Javier Arnáiz pero el metal no era su área de especialización precisamente.
Pero quién iba a decir que apenas tres años después de aquella ruinosa gira de Grave Digger, la organización, ya sin Herrera y reconvertida en Last Tour International iba a estar llevando a Metallica y Iron Maiden a Kobetamendi, en Bilbao. Aquello sería el inicio de la verdadera locura de los festivales en nuestro país. Hasta entonces sólo se habían realizado citas como el Metalmania de Villarrobledo o el Metalway de Gernika (ambos de la desaparecida promotora RocknRock) o multidisciplinares como el Festimad, el Doctor Music, el Esparrago Rock o el Menorrock.
Sin embargo, la apuesta de Muskerra -ya reconvertida en Last Tour International- en aquel entonces fue mayúscula. Y durante unos años, aquella organización fue intocable: controlaban algunos de los mayores festivales del estado, desde el En Vivo al Sonisphere, pasando por el Bilbao BBK Live, el Madrid Live, el Azkena Rock y muchos otros. Llevaban las giras de Extremoduro, Fito y muchos más. Traían a AC/DC a San Mamés. Montaban conciertos de Whitesnake en una sala casi por castigo.
En medio de toda la vorágine, un equipo joven de profesionales al servicio de unos socios empresariales decididos a pasar por encima de todo lo establecido en el muy endogámico negocio de la música en España. Uno de esos profesionales era Ibai Villapún, que se vio en la difícil papeleta de liderar un departamento de comunicación que se creó sobre la marcha y en pleno ascenso desmedido de la empresa. El joven veinteañero se encontró, de golpe y porrazo, lidiando con giras de Kiss, Guns N’ Roses, Metallica o Iron Maiden, así como festivales de decenas de miles de personas en distintos puntos del estado. Villapún, ahora al frente de la consultora de comunicación Biba! sita en Euskadi recuerda la aventura en una larga charla con Sergi Ramos que ayuda a comprender mucho de lo que pasó en el negocio de la música y los festivales de nuestro país a lo largo de los últimos quince años.
¿De dónde sale Ibai Villapún?
Yo estudié Periodismo. Ya durante la carrera, entré como becario en ETB, Euskal Telebista, la televisión pública vasca. Fui enlazando una beca con otra, algo que hoy día creo que ya no es legal, pero en aquellas épocas aún se hacía. Me pasé la segunda mitad de la carrera en la redacción de deportes de ETB.
Por mi formación, por mi manera de entender el periodismo, por mi sentir, por ser bilingüe en Euskadi era carne de cañón de tele pública. Es la realidad. Se me daba bien la tele, la locución y ya había hecho mucha radio desde los 18 años de manera amateur, así que tenía bastantes horas de vuelo.
A los 22 años, con la carrera terminada, me planté con un contrato de dos años en la tele pública y, al acabarlo, entré en una rueda de sustituciones. La idea de opositar no me estimulaba demasiado y no tenía paciencia en aquellos tiempos. Al final, fue una carambola lo de acabar en Last Tour. Inicialmente yo entré a coordinar la edición Euskadi de Mondosonoro porque aquella franquicia la gestionaba Last Tour. Me gustaba la música, hacía periodismo musical en radio desde los 18 y era algo natural. Lo que pasa es que me dijeron “ah, y nos echarás un cable con la comunicación de la promotora…” (risas)
Cuando yo entro en enero de 2005, Last Tour tenía solo un festival, el Azkena Rock Festival. Pero ese mismo verano ya nació el Santander Summer y en el invierno de 2005 se confirma con el ayuntamiento de Bilbao que se va a hacer un festival en el monte de Cobetas en 2006, que fue inicialmente el Bilbao Live y luego ya conocido como Bilbao BBK Live.
Como coordinador de Mondosonoro en Euskadi duré un año y tres meses porque, lo que tenía que ser un pequeño refuerzo en el área de comunicación de la promotora acabó siendo mi tarea principal.
Era un departamento que estaba por hacer. Previamente había estado uno de los socios, Luis Herrera, que sigue haciendo conciertos en Bilbao y con quien tengo una muy buena relación. Él era uno de los socios y era quien hacía las labores de comunicación. Cuando él salió no fue una salida amable para él y yo me encontré que en el departamento estaba todo por hacer. Había mucho que construir y se trataba de festivales de mucho calado. El Azkena Rock iba por su cuarta edición, si mal no recuerdo, y el Santander Summer en su primera edición iba a contar con Sonic Youth, Los Planetas, Chemical Brothers… Aprendes a hostia limpia, hablando mal y pronto.
¿Cómo se da ese salto de pequeña promotora que monta un Azkena o conciertos heavies de cien personas a coloso que monta varios macrofestivales?
Uno de los recuerdos más gratos que tengo de los diez años que pasé allí fue vivir ese crecimiento. Cuando entré allí éramos muy poquitos en una oficina del casco viejo de Bilbao y en cuestión de doce, quince meses, se fueron sumando muchas personas al equipo. No solo por los festivales y las giras, sino que también pasamos a llevar el management de Fito, que requería de una gira de cien fechas en pabellones de capitales de provincia con trabajo personalizado para cada concierto porque todos los conciertos eran a empresa -esa fue la apuesta que se hizo desde Last Tour.
Como todo crecimiento brusco es atropellado y a marchas forzadas. Se llevó a buen puerto porque el ambiente que había en la oficina en aquel momento o, mejor dicho, las personas que coincidimos en aquel momento concreto teníamos un espíritu muy combativo y mucho orgullo, mezclado con la juventud (porque éramos muy jóvenes y no teníamos ni puñetera idea). Lo teníamos todo en contra. Esto lo dices ahora y parece un farol pero la realidad es que en aquel momento Last Tour lo tenía todo en contra.
En aquel momento los macrofestivales en España eran pocos y contados: el FIB de Benicassim, el Doctor Music que dejó de hacerse, en el heavy se hizo el Metalmania o el Metalway…pero no había ese concepto de festival más británico al estilo Reading o Leeds, que es lo que importó Last Tour a gran escala con el Bilbao BBK Live. Fue a partir de ese momento que España se convirtió en un país de macrofestivales como el que tenemos (o teníamos hasta hace poco). Llegabas al comedor de tu casa y había un macrofestival. ¿Fue ese crecimiento desaforado de Last Tour un revulsivo para que otros promotores y otros ayuntamientos se lanzasen a la búsqueda de su propio macrofestival?
No sé si la cosa llegó a tanto. Yo solo sé que Last Tour estaba allí en el momento en que eso ocurrió. Es cierto que en aquel momento era el que más festivales hacía y eso es un hecho innegable. Era la empresa que más festivales hacía en el Estado. Y así mismo era la empresa a la que mejor se le daba vender entradas y vender cerveza. Eso es así.
Azkena Rock era un festival con una personalidad muy marcada y con una línea programática muy estable pero el resto eran festivales que iban mutando. No había una línea editorial clara en la programación.
Iban a volumen.
Iban a lo que había en ese momento. ¿Cuál fue la frescura que aportó Last Tour en aquel momento? La apuesta de la dirección de la empresa fue prescindir de las grandes empresas que reinaban en aquel momento en España a la hora de contratar artistas. Ese fue el gran órdago que echó Last Tour. Y todos sabemos que eso, en aquel momento, era muy complicado. No podías alcanzar a las agencias de contratación de Londres sin que te remitiesen a su agente en España, fuese Gamerco o actualmente Live Nation, con quien Last Tour posteriormente estableció alianzas y llegó la paz. Pero no creo que fuésemos especialmente pioneros a la hora de traer ese perfil de festival: ya estaba Sónar (que yo respetaba mucho), el FIB había tenido años muy importantes, estaba Primavera Sound, el Viña Rock, el Festimad… si que había festivales que, sin ser un Glastonbury estilísticamente hablando, se asemejaban al formato que Last Tour acogió.
«La apuesta de la dirección de la empresa fue prescindir de las grandes empresas que reinaban en aquel momento en España a la hora de contratar artistas. Ese fue el gran órdago que echó Last Tour».
Es verdad que nuestra capacidad de hacer festivales y de conseguir financiación era muy buena. Y también de hacer apuestas grandes: la apuesta de gestionar las giras de Fito, de Extremoduro, de Loquillo o Andrés Calamaro…y hacerlo a empresa…uf…eso sí que fue novedoso en su momento. Creo que había dos o tres artistas, como Manolo García e Ismael Serrano, que gestionaban íntegramente sus giras. Pero artistas de ese calibre que lo hiciesen no eran habituales. Montar una oficina para hacerlo fue una de las aportaciones de Last Tour. Y, como te decía, estar en el momento adecuado donde había que estar.
Sólo hay una manera de saltarse a los intermediarios en el negocio de la contratación de artistas y esa manera es, claramente, a golpe de talonario. Mejorar y subir las ofertas y hacer que el intermediario no tenga un valor tan alto pues tú llegas y doblas o triplicas el caché directamente ante el agente londinense. Eso generó encontronazos muy grandes con los promotores del momento. Corrígeme si me equívoco pero se habla de una mítica reunión de la APM (Asociación de Promotores Musicales) donde un promotor español se levantó de su silla y le soltó un puñetazo a uno de los socios de Last Tour presentes. Así estaba el panorama. No me equivoco ¿no?
No te equivocas, no.
¿Cómo se vivía esa tensión constante en la oficina?
Con la misma naturalidad que lo vivió esa persona. En aquel momento éramos muy jóvenes y crecer de una manera tan heavy en tan poco tiempo hace que pienses mucho en tu culo y que te creas el ombligo del mundo. La gente quiere que todo crezca y no sea solo para el bolsillo de la dirección de la empresa y había una serie de proclamas. En aquel entonces también teníamos nuestras batallas internas, no te lo voy a negar. Pero con el tiempo he valorado mucho, y es de justicia reconocerlo, la valentía que tuvieron los socios de la empresa. Antes te decía que estábamos en el momento adecuado en el lugar adecuado pero es cierto que hubo momentos críticos, especialmente al principio, donde ellos se jugaron mucho. Hicieron apuestas que, sin querer sonar dramático, eran a vida o muerte. Estaban arriesgando su patrimonio personal y todo lo que tenían para hacer una apuesta que podía salir bien…o mal. Ya sabes como es éste negocio. Si hace viento sur, juega el Barça y el Madrid, el de al lado programa algo parecido o no se qué revista le da una portada (cuando, en 2005, las revistas eran muy influyentes) te podías ir a pique. Ellos fueron valientes y pese a las reticencias tiraron adelante. Y a nosotros, como currelas, aquello nos motivaba. Especialmente siendo de Bilbao. Ya sabes que todo lo que no se hace en Madrid o, en menor medida, en Barcelona no existe en los telediarios o en los medios. Hacer aquello tan grande y hacerlo desde casa nos parecía un puntazo. Era una motivación enorme. En aquel momento nos identificábamos mucho con lo que hacía la empresa. Luego las cosas fueron cambiando.
Desde la perspectiva de medio, es cierto que la entrada en juego del equipo de comunicación de Last Tour fue un revulsivo. En aquel momento no se hacían mailings bonitos, no había redes sociales y los canales de comunicación para hacer el anuncio de una gira no eran los actuales. Y otra de las cosas que supuso un cambio fue que se ofreciesen cifras, algo inaudito hasta entonces. Cifras de asistencia, infladas o no, por diferentes motivos, pero cifras al fin y al cabo. Ya sabes que luego, al final, la prensa especializada no cuestiona. Reimprime y ya está.
Te agradezco las observaciones. Yo cuando entré ya tenía experiencia en el periodismo musical, como te decía, por lo que ya tenía relación con las discográficas y con los promotores en menor medida. Dentro de que no tenía ni puta idea, lo que tenía claro era lo que no quería que fuésemos: promocioneros. Yo no tenía que llamar a los periodistas para hacerme amigo de ellos o pedirles que me sacasen algo. Yo tenía claro que teníamos que ser muy sobrios en la comunicación y creo que eso encajaba en el perfil de la empresa -aunque tampoco había una reflexión muy honda al respecto.
Yo tuve la gran suerte, o desgracia, de que me dejaron hacer mucho y eso me permitió dotar de esa identidad a la comunicación. En aquel momento éramos una estructura muy precaria y yo, prácticamente, hacía de portavoz de la empresa. Concedía entrevistas con 25 o 26 años. Daba datos. Me preguntaban sobre subvenciones. Por eso, siempre aposté por ser un departamento de comunicación al servicio de los medios de comunicación, entendiendo a los medios de comunicación pero no para hacer promoción, sino para entender bien cada soporte. Y luego, dentro de esa tónica, hicimos apuestas.
Con el mucho o poco dinero que había en ese momento para compra de publicidad nosotros entendimos que nos venía bien tener ciertos aliados en medios de un perfil muy concreto que entendíamos que había que apostar por ellos. Luego también había el sota, caballo y rey que hacía todo el mundo, claro, pero se hicieron una serie de apuestas determinadas que, incluso a día de hoy, es muy complicado de ver en cualquier promotora. Ahí sí que me pongo la medallita. Creo que fue algo importante apostar por medios online que podían tener un futuro próspero.
Con el tiempo se ha demostrado que el papel es el vinilo de los medios – queda un reducto de enamorados de ese soporte que da un perfil determinado: el de persona que sigue comprando música física, que tiene más beneficio para la discográfica que el producto digital. Pero si que es cierto que tu visión era acertada. A The Metal Circus, como medio, Last Tour le proporcionó una buena inyección de dinero y credibilidad, del mismo modo que lo hizo RocknRock en los inicios. Eso hizo que se nos considerase en otros términos de cara al resto de clientes publicitarios y las cosas prosperasen. En aquel entonces, 2007, el papel seguía reinando y se seguía cuestionando la utilidad de los medios online.
Hablemos de otro tema: las subvenciones. Siempre se dijo que Last Tour gozaba de grandes inyecciones de dinero público vía ayuntamientos, diputaciones y demás. Especialmente por el papel impulsor que los festivales tenían en la dinamización del turismo y la promoción de Euskadi como destino de turismo musical. ¿Cuánto hubo de cierto en eso? ¿Fue el dinero público lo que propició la temeridad a la hora de subir los cachés para asegurar los grandes nombres o se basó todo en los ingresos típicos como la venta de cerveza y entradas?
La cerveza es lo que hace ganar dinero a un promotor. Si agotas un festival pero no vendes cerveza, porque tu público no bebe cerveza, lo tienes crudo. Yo recuerdo el En Vivo, que lo hicimos durante dos o tres años, donde el público era muy joven, con un poder adquisitivo bajo y lo que hacían era hacerse sus litros y sus botellones fuera del recinto, gastando muy poco dentro del recinto. Vendías una barbaridad de tickets, porque fue el festival en el que más entradas hemos vendido, pero luego no había gasto dentro. En ese sentido, el Azkena Rock era mucho más rentable porque la media de edad subía muchísimo y la gente bebía más.
En cuanto a lo de las subvenciones, no es ningún secreto que Last Tour ha recibido dinero público para todos sus festivales en Euskadi. No así fuera. En Madrid hicimos festivales como Sonisphere o Electric Weekend que fueron totalmente privados. En Vivo, yo diría que fue privado, pero claro, teníamos una mayor masa crítica de público. En Euskadi se subvencionaban. ¿Se subvencionaban con mucho dinero? Yo creo que la pregunta tendría que ser “¿qué no está subvencionado en Euskadi?”. Nos echamos las manos a la cabeza porque Last Tour recibía mucho dinero público. Yo mismo, personalmente, he criticado cuando estaba dentro y cuando he estado fuera que esos eventos no tuviesen un carácter más sensible respecto a la ciudad y a su público para devolver un poco lo que se recibía. Eso no quiere decir que esté en contra de lo que se recibía.
Vuelvo a lo que decía: en Euskadi hay pocos sectores que no estén subvencionados porque estás peleando contra un gran Reino a la vuelta de la esquina y estas compitiendo con el mercado global. Recibíamos subvenciones, sí, pero creo que no fue clave para hacer aquellas ofertas millonarias de las que hablas. Imagino que te refieres a 2008 o 2009. Luego bajó todo bastante y hubo un entente con Live Nation que se estableció a partir de la nueva década sobre todo. Ahí se regularon un poco los precios por el bien de todos.
No era la primera vez que ocurría tampoco. Recuerda que esa guerra también sucedió entre FIB y Summercase cinco o seis años antes y que aquello acabó mal.
«En Euskadi hay pocos sectores que no estén subvencionados porque estás peleando contra un gran Reino a la vuelta de la esquina y estas compitiendo con el mercado global. Recibíamos subvenciones, sí, pero creo que no fue clave para hacer aquellas ofertas millonarias de las que hablas».
¿Cuál es la mayor burrada que recuerdas que se pagase por un grupo de metal?
Pues no lo sé. Yo las cifras nunca las tuve porque no era mi cometido y me imagino que habrá una serie de cláusulas de confidencialidad que no me quiero saltar.
A veces la gente se sorprende cuando se dice que Metallica cobra dos o tres millones de dólares por un concierto. La gente tiende a medir estos importes en base a sus propios sueldos y estas cantidades les parecen obscenas cuando la realidad es que esos grupos, igual que los futbolistas, generan mucho dinero a su alrededor y es lógico que sean compensados por ello. Un grupo como Metallica es el que te genera la masa crítica suficiente para un macrofestival. En un festival con In Flames y veinte bandas más de segunda línea, con suerte, juntarás a diez o quince mil personas. Nunca a cincuenta o sesenta mil. ¿Crees que la gente no está capacitada para entender las dinámicas de la música en directo y su economía? Y, en segundo lugar, de un gramo de coca nadie discute el precio, pero de la entrada de un espectáculo cultural sí. ¿Banalizamos la cultura o la ponemos a una altura injusta?
¿Si creo que está capacitada la gente para entenderlo? Capacitada está.
Otra cosa es que quieran.
No sé si quieren o no, lo que la gente quiere es disfrutar del concierto y si le puede salir lo más barato posible, pues mejor. Pero igual que sucede en el sector de la música, sucede en otros muchos.
Parto de la base de que este es un sector que se ha profesionalizado hace dos días. Es un sector muy joven. No es el sector de la automoción. Hace 30 o 40 años había promotores profesionales pero trabajaban como trabajaban. No había ni los protocolos de seguridad ni las exigencias técnicas que traen hoy en día los artistas. Los artistas venían al norte de África a dar bolos en Dios sabe qué condiciones, así que, como digo, esto se ha profesionalizado hace dos días. Dentro de que esto es una profesión tan joven hay que hacer pedagogía.
Para eso también se han abierto ciertos foros profesionales. Yo no es que sea muy amigo de ellos no porque no sean necesarios -y fui parte del equipo que montó uno de ellos- sino porque creo que son foros demasiado orientados a mirarse al ombligo. Se aprende más de las grandes cagadas expuestas al público. Esos foros han de intentar fomentar que ese chaval de veintidós años que quiere alcanzar el “sueño” de hacer lo que tú haces no lo vea inaccesible. Si tú montas un foro y le dices a la gente “es que la fórmula de la Coca-Cola solo la sé yo y tú jamás en la vida podrás ser capaz de hacer algo igual a la Coca-Cola”… pues bueno, en estos foros generalmente hay mucho “ombliguismo”.
Se habla mucho del éxito, de los valores de tu empresa y de lo que haces bien pero se aprende más explicando los errores, humanizando las situaciones y haciendo ver que un músico muchas veces tiene que ser pipa, tiene que llevar redes, hacer comunicación y muchas otras cosas de las que antes no se tenía que encargar. Y entre esas cosas, está el contacto con el público. Yo, cuando acabé el primer BIME expuse esa autocrítica. Dije que estábamos hablando demasiado para nosotros, que está bien y es necesario, hay que darle valor, pero había poca relación con el público.
Aquel público no es público de festivales sino público que denota un cierto interés en la parte profesional. Por eso hay que hacer pedagogía con empatía, con cercanía. Hay que ver hasta qué punto pueden entender, qué diferentes asociaciones puede generar Metallica con un promotor, porque no siempre va a ir a caché y va a cobrar esos tres millones de dólares que decías antes. A veces Metallica es co-promotor contigo. Creo que todo eso hay que explicarlo.
¿Desde la perspectiva periodística qué es lo más complicado de lidiar con la prensa musical?
Nada.
¿Tan fáciles somos?
Yo diría que sí. Demasiado fáciles. Hace un año me invitaron a una charla en Bilbao con otros periodistas musicales y precisamente les decía eso. No me entiendas mal: no lo digo desde la prepotencia. El recuerdo que tengo es de decir “qué facilones”.
Hay miedo a perder privilegio o acceso. Igual que en países como UK la prensa especializada mantiene una cierta capacidad de hacer, de subir y tirar artistas o eventos, en España esa división que ha habido eternamente en la prensa musical del rock y el heavy le ha restado poder. La batallita de folclóricas que siempre ha habido ha generado que se debilite la posición negociadora. Especialmente en un entorno como el actual, cada vez más dominado por empresas coloso que se mueven vía central de medios y a las que es imposible llegar porque, como especializado, ni siquiera existes para ellos.
Creo que, estratégicamente, ha habido un fallo por parte del sector especializado. Creo que en cuanto a rock existe en España espacio para UN solo medio, hegemónico, que domine el panorama a través de distintas plataformas (papel, online, etc). Pero es muy complicado trabajar conjuntamente con ciertos actores que vienen de épocas distintas.
«Cuando Last Tour hizo una apuesta por The Metal Circus fue porque teníais la opción de tensar la cuerda lo suficiente a través del periodismo».
Como jefe de comunicación ¿te sorprendía la falta de preparación o el amateurismo que puede tener la prensa especializada?
Sorprenderme no, porque es algo que ya conocía. Yo siempre intenté facilitar. Dentro de los conceptos que has mencionado, que son muy interesantes y muy acertados, falta una pieza. La capacidad negociadora se fuerza…haciendo periodismo. Es la única manera.
Y aquí no se hacía periodismo. Era hagiografía pura y dura.
Claro que se hacía. Por ejemplo, cuando Last Tour hizo una apuesta por The Metal Circus fue porque tú tenías la opción de tensar la cuerda lo suficiente a través del periodismo. Yo nunca te hubiese echado en cara que hubieses sacado una crítica negativa, sin pasar ciertas líneas rojas. Es decir: si a ti no te ha gustado un bolo, pues dilo, escríbelo. Una de las cosas que más me reventaban era que, como recordarás, siempre pedíamos previas de los festivales a cubrir. Yo esas previas me las leía, personalmente.
Ya son ganas.
Pues me las miraba y lo que más me reventaba eran los copiar-pegar. Mi nota de prensa copiada, tal cual. A mí con eso no me aportas valor. Dale una pequeña vuelta de tuerca, sé creativo, sé imaginativo. Sé que lleva más tiempo pero para mí ganas respeto. Nosotros hacíamos apuestas por quien veíamos que aportaba valor y tenía un recorrido porque para decir que éramos altos, rubios, guapos y con ojos azules ya estábamos nosotros.
El valor añadido te lo da el tercero que dice que sí, que efectivamente, eso es así. Tu tienes que generar el ambiente para que eso ocurra y a veces ocurre, porque tal o cual cabeza de cartel ha dado un bolazo para 40.000 personas, y otras veces te llevarás una hostia como un piano. Hay que tener la suficiente altura de miras para saber encajar esa hostia como un piano.
Para mí, como jefe de prensa, si esa hostia se da en las condiciones que debe darse, con un cierto fair play y sentido crítico, la tengo que aceptar. Si había tres horas de cola, es la puta verdad. Si el medio dice eso, el medio gana respeto. Y no lo digo a toro pasado. Estoy seguro de que, en el momento, habré montado algunos cristos de cojones y alguno que esté leyendo esto dirá “que dice el payaso este, si a mí me la montó por una chorrada”. Pues seguramente lo he hecho.
Como te decía, la receta para combatir todo eso es el periodismo. Coincido contigo en que solo hay hueco para una plataforma fuerte y aquí me mojo y hago un pequeño vaticinio: me temo que en diez años, si se da esa situación y quedan dos o tres plataformas, la que prevalezca lo hará bajo el paraguas de una estructura global. Dependerá de la sede de una gran multinacional. La comprará una promotora. Estoy seguro de que así va a ser. Y mira que actualmente el interés que despiertan los medios en las promotoras es relativo debido al papel de las redes sociales. Y sí, están muy bien, pero no son la panacea.
«Para decir que éramos altos, rubios, guapos y con ojos azules ya estábamos nosotros. El valor añadido te lo da el tercero que dice que sí, que efectivamente, eso es así».
Bueno, los usuarios de las redes sociales están cayendo, el público objetivo está envejeciendo y no hay un relevo muy claro más allá de TikTok que no deja de ser una plataforma que genera un contenido efímero y poco sesudo. Cuando discuto tratos con promotores o artistas independientes siempre les digo lo mismo: no vas a vender más entradas ni más discos por anunciarte en mis medios. Yo te doy legitimidad, trabajada a lo largo de veinte años de carrera. Y lo que hago es alquilarte mi legitimidad. No te alquilo mi opinión ni mi criterio. Si algo es una puta mierda, es una puta mierda. El problema es que el propio sector no está preparado para esa crítica periodística. Cuando hay crítica periodística saltan todas las alarmas. Hace escasamente seis meses estaba en un juzgado firmando una conciliación con un promotor que me amenazaba con demandarme por hablar de sus tretas para estafar a artistas y público -con infinidad de testimonios al respecto, no era ninguna invención. Eso en el caso de un promotor pequeño.
Te pongo un ejemplo de histrionismo muy tonto: en la web, cuando no asignas una nota a un evento, sale automáticamente un 5. Algo intermedio. En medio de la celebración de cierto macrofestival español, me llegó una llamada de alguien inquiriendo el porqué de esa nota tan baja cuando eran anunciantes en la web. Le tuve que explicar que esa nota salió por defecto pero la llamada era absolutamente nuclear. Te aseguro que no se está nada preparado para la crítica. Especialmente en el caso de promotores más impulsivos o más jóvenes y “testoterónicos”
Volviendo al tema: Last Tour siempre tuvo una cierta debilidad por el heavy metal. Entiendo que porque daba dinero. Inicialmente hubo ese doble cartel de Metallica e Iron Maiden en Bilbao Live, pero luego llegarían el Getafe Electric Weekend, el Sonisphere, las ediciones del Kobetasonik y demás. ¿De dónde surgía esa debilidad por el metal? ¿Era puramente económica o había cierta sensibilidad al género?
No, yo creo que fue visto como una oportunidad de negocio.
Pura y dura.
A ver: no vamos a negar que nosotros crecimos todos en Euskadi y que el metal y el rock duro ha sido parte de nuestra infancia. Y no hablo ya del rock radical vasco. Pero no, no había grandes fans o programadores específicos en la empresa. Nosotros conocíamos bien a ese público porque en Euskadi abundaba. Sabíamos que era el mejor público que podías tener en un festival en cuanto a comportamiento. También sabíamos que beben como pocos.
Es que los festivales heavies viven de la cerveza.
Y los demás también eh. Pero los de metal no tienen grandes sponsors y dependen más de eso. Además es un sector donde había una empresa grande pero no había tantas empresas grandes como en otros géneros en España. En ese momento se dio aquella oportunidad. A veces también te lo marcan los agentes desde Londres. Nosotros, a través del Azkena Rock, inevitablemente comenzamos a trabajar con ciertos agentes de Londres y te ofrecen a sus artistas de metal para que montes tú sus conciertos. Fue una coincidencia, realmente. Luego llegó esa relación laboral con Metallica que duró varios años y que Javier Arnáiz sigue manteniendo.
El Electric Weekend fue el primer festival que hicimos dedicado al rock duro y fue una carambola. Coincidieron un montón de artistas y se sumaron otros porque coincidían los grandes y se hizo el festival. Pero fue tan carambola que no tuvo una continuidad. No había una creencia de que tuviese que hacerse un festival de ese estilo en Madrid. Sí que había que hacerlo en la Comunidad de Madrid, porque había un hueco y es cierto que, con el paso de los años y los socios ya separados y conmigo fuera de la empresa, Javier finalmente hizo el Mad Cool. Ese festival grande en Madrid ya existe, que era la visión y el anhelo que él tenía. Luego llevamos a Bilbao el Kobetasonik pero duró un año realmente. El segundo año hicimos lo que pudimos con los artistas.
Journey, Mötley Crue, Marilyn Manson…
Eso es. Pero el primer año estuvieron todos los que tenían que estar. Creo que fue un cartel irrepetible. Irrepetible desde luego, porque algunos ya ni siquiera están con nosotros, de hecho. Pero, como decía, no había una base de continuidad para los festivales de heavy. En el Azkena sí. Sabíamos que habría años de 15.000 personas y años de 5000 personas, que era la medida del festival. Los 15.000 los alcanzabas con Pearl Jam pero no tenías bandas así cada año. Pero con 5000 se podía salir adelante y con eso había una apuesta de continuidad real.
¿Cuál fue el artista más complejo con el que trabajar desde la perspectiva de la comunicación? La mayoría de grandes cabezas de cartel tienen un gran control sobre su política comunicativa. ¿Cuál fue el más fácil y el más difícil en ese sentido?
Lo pasé fatal, de los peores días que he pasado en este santo business, con Guns N’ Roses en el Bilbao Live. Bueno, era Axl Rose y amigos.
Vino Izzy Stradlin, si no recuerdo mal, como invitado. Pero era su formación de 2006, difícilmente la más espectacular. Es el concierto que, meses atrás, pasó por Madrid y la gente se lió a arrancar sillas en el auditorio Juan Carlos I.
Sí, porque tardó dos horas en salir.
Siempre se ha especulado con que alguien sacó una pistola y por eso apareció Axl Rose aquella noche, aunque nunca lo he podido confirmar del todo y ha ido quedando como leyenda urbana. Pero la cosa se estaba poniendo muy fea aquella noche y había suficientes precedentes al respecto. ¿Por qué lo pasaste mal aquella noche en Bilbao?
Es que, si no recuerdo mal, aquello era con “Chinese Democracy” ¿no?
Si.
No estaba editado pero tocaban temas.
Eso es. Claro ¿qué ocurría con este hombre? Que nos derivaban para todo a su disquera. Y su disquera, en teoría, era Universal en España. Pero en Universal no había disco. Al no haber disco, el servicio que te da la disquera, además con un tío tan voluble como Axl, que nadie sabía si se iba a ir con Sony BMG pasado mañana e iba a sacar el disco con ellos… pues la situación era, ciertamente, muy extraña. Estaban en peleas legales por el uso de la marca, Slash y los demás estaban enfadados y no se hablaban…pero por resumirlo de alguna manera y estoy seguro de que tú me entenderás…nadie se hacía cargo de él. Nadie.
Es muy raro que un management desde Estados Unidos me conteste a las preguntas que yo necesito. Que si necesitan un listado detallado de los fotógrafos y sus medios, si han sacado previas, si todo ha de ser tan minucioso o si lo ha de ser menos y más laxo, si va a haber pases en pegatina, si quieren quedar conmigo antes, si aparecemos con los fotógrafos en el foso y nos dan las pegatinas allí…en definitiva, saber cómo vamos a funcionar, porque puede ser muy sencillo o muy militar.
Nos resultó prácticamente imposible que nadie nos respondiese a nada. Al final dije “bueno, pues ya llegarán a Bilbao y se pronunciarán”. Llegaron y fue todo… bueno, los móviles en aquel momento no tenían cobertura en el monte. Luego se instaló un repetidor, pero no había en ese momento. No había Whatsapp. ¿Cómo podía montar un punto de encuentro con los fotógrafos durante el festival sin poder comunicarme con vosotros? En aquel momento funcionábamos con e-mail, que se miraba cuando se podía, aunque teníamos una carpa de prensa con wi-fi. Era todo muy complicado.
Hoy en día con un grupo de WhatsApp juntas a los veintitantos acreditados, envías un audio y sabes que a las 18:30 hay que estar en tal punto. Pero entonces era todo muy complicado y encima la banda llegó super exigente. Yo les dije que me tendrían que haber pedido las cosas antes. Nos las hicieron pasar putas esa tarde.Todo les parecía mal. Pedían más información. Pero igual que te digo que las pasé putas también es uno de los bolos con los que más aprendí porque a partir de ese momento tú ya llevabas preparado todo lo que considerabas que alguien podía llegar a pedirte. Especialmente en los casos en los que no daban señales de vida.
Luego Axl Rose tardó una hora en salir. Los fotógrafos me queríais matar. Yo tampoco sabía que deciros porque ese tío estaba metido en un camerino, no sé que chorrada tendría en la cabeza o si quería darse importancia y claro…
«Luego Axl Rose tardó una hora en salir. Los fotógrafos me querían matar. Yo tampoco sabía que deciros porque ese tío estaba metido en un camerino, no sé que chorrada tendría en la cabeza o si quería darse importancia».
¿Cuál fue el más fácil?
Mira, generalizando, porque no tengo tan buena memoria, hay una norma básica que se suele cumplir. Los más grandes suelen ser los más profesionales y los más profesionales son los que te lo ponen todo más fácil. Te pueden exigir y te pueden hacer trabajar, pero te lo ponen fácil. Y te enseñan mucho.
Yo recuerdo un concierto de los Rolling Stones en El Ejido que no llegamos a hacer nunca, en el año 2006, que se canceló porque Mick Jagger tenía una afonía que acreditó debidamente. También cancelaron el de Valladolid pero nosotros solo hacíamos el de El Ejido y estábamos allí con el campo de futbol con el escenario montado y los guiris que venían de avanzadilla. Mick canceló Valladolid un par de días antes y claro, tenía Londres cuatro o cinco días después así que no se la iba a jugar. Además, era cierto que tenía un problema de voz. Se canceló y fue una pena.
Los Stones tenían una agencia de comunicación holandesa y me enseñaron la de Dios. De los bolos en los que más he aprendido, especialmente al ser de los primeros grandes. Me pedían mucho pero hacían mucha pedagogía. “Te pido esto para esto y aquello” te decían. Todo era muy caótico porque teníamos un agente local en Andalucía y yo estaba en Bilbao. Lo que me pedía la agencia holandesa yo sé lo tenía que pedir a nuestra persona en Andalucía. Luego estos eran más de calidad que de cantidad, algo que luego implementamos en Last Tour.
Con nosotros nunca verías un foso con cincuenta fotógrafos, sino los veinticinco que considerábamos que tenían que estar. Con la agencia que llevaba a los Stones aprendimos mucho, ciertamente. Y fue una pena que no se hiciese porque me tocaba a mí enseñarle a Mick Jagger a decir “buenas noches, El Ejido”. Y nunca sucedió.
Esa sería la medalla final para cualquiera que trabaje en el negocio del rock.
Yo creo que me habría dado un ictus porque, aunque no lo parezca, soy un tío bastante tímido y no sirvo para estas cosas. Pero sí, viajé hasta allí y no se pudo hacer. Eso sí el viaje de vuelta a Bilbao fue espectacular. Había más rocanrol en esa furgoneta que en las giras de muchos artistas de esos que sacas en tu web (risas).
Luego llegaría Sonisphere, que era un festival franquiciado y un concepto novedoso en nuestro país. Se hacía en UK como en España como en cinco o seis países más. ¿Cómo recuerdas aquel festival? Y una cosa al respecto: me llegó un rumor de que Fito fue uno de los inversores tras el Sonisphere en España o que se asoció de algún modo con los socios de Last Tour para aquel evento en cuestión. ¿Es cierto o una paja mental?
Yo el modelo de financiación interno que tenía la empresa lo desconozco totalmente y aunque lo conociese tampoco te lo diría, porque es un tema de ellos (risas).
Creo que el primer año no fue un festival de Last Tour, sino una producción para Metallica, ¿no?
Yo diría que en 2009, cuando comenzó, Last Tour ya había hecho dos o tres conciertos de Metallica. Sonisphere fue una propuesta que llegó. La promotora de cabecera para Metallica en España en ese momento era Last Tour y tanto su agente como la propia banda, que no deja de ser una empresa, tenían en mente esa idea. Igual que en España hablaron con Last Tour, en Italia hablaron con otra promotora.
Creo recordar que desde el primer año había una especie de asociación. Pero era una asociación similar a la que haces con cualquiera de esos artistas cuando tocan en un pabellón o en un campo de fútbol. Ellos son promotores y tú no pagas un caché y recaudas la taquilla. Eres un socio del artista. Se hace un settlement posterior con ingresos y gastos y siempre se negocia. Es una negociación que siempre es ardua y que incluye todo: desde las inversiones en medios -que se controlan mucho.
A Metallica, por ejemplo, no le entraba en la cabeza que no hubiese una sola radio en España que pinchase su último disco y yo les decía “que no, que ésta es la única que pincha rock y no pincha novedades”. Eso les llamaba la atención porque no tiene nada que ver con la cultura estadounidense.
La cosa se fue desinflando. Se fue desinflando porque el festival dependía mucho de Metallica. Si un año no estaba Metallica no era lo mismo. El modelo ya daba síntomas de agotamiento pero ese modelo de negocio en sí hoy en día ya está totalmente implementado. Del mismo modo que los actores de Hollywood también son productores ejecutivos de algunas de sus películas, los grupos grandes -que cada vez hay menos- son promotores de sus propias giras y de sus propios festivales. Éste fue un intento.
Luego se remodeló la industria por completo. Live Nation comenzó a comprarlo todo y hoy en día hay dos plataformas grandes que integran a las bandas con acuerdos de x años de duración y x condiciones. Ahora las bandas venden las giras al completo. De hecho, ya pasa con artistas nacionales que le venden toda la gira a Live Nation y vayan cien mil personas o cinco mil ganan lo mismo porque se la juega Live Nation.
«Sonisphere se fue desinflando. Se fue desinflando porque el festival dependía mucho de Metallica».
¿Cómo se gestiona, desde la perspectiva de comunicación, la histeria del fan? Es decir: esas técnicas de marketing que permiten “agotar” sectores o tipos de entrada, abrir nuevas entradas a la venta “debido a ajustes de producción”, etc. Al final funciona, porque la gente cae cada vez que viene un gran artista de estadio o arena. ¿Cuánto hay de cierto en esos “agotamientos” de entradas en una mañana frente a políticas de marketing que buscan colocar las entradas lo más rápido -y caras- que sea posible?
Hmmm… Los agotamientos en una mañana suelen ser reales. El hecho de que previamente esté previsto ampliar una zona o unos aforos ocurre. Pero generalmente el que ocupa el lugar que ocupaba yo está a merced de la información que le filtran. Yo hoy en día tengo un mínimo contacto con la industria musical con un pequeño ciclo de conciertos que hacemos en Euskadi. Allí tenemos el control absoluto de todo el proceso. Como yo me he especializado en consultoría de comunicación suelo decirle a mis clientes que no soy partidario de usar ese tipo de estrategias.
Eso de que se suele pillar antes al mentiroso que al cojo es muy cierto. Además, eso genera cierta erosión en tu público. Si vas a trabajar con ese público a medio o largo plazo yo no recomiendo ese tipo de prácticas. Y digo esto siendo uno de los que más lo han practicado (risas). Pero no pierdas de vista que yo era un empleado en Last Tour y con eso no busco quitarme responsabilidad, porque yo era plenamente consciente de lo que hacía. Pero sin querer quitarme esa responsabilidad, es cierto que muchas veces te encontrabas con que había tres mil entradas más realmente.
Imagino que es como ser doctor, tener sesenta pacientes en la sala de espera y no poder sentirte mal por todos y cada uno de ellos. Imagino que cuando envías una nota de prensa y eres consciente de que hay un montón de gente que va a perder la mañana recargando la pagina de venta de tickets compulsivamente tampoco puedes sentirte mal por ello, porque es tu trabajo en ese momento.
Sí, a ver… Sí y no. Nosotros teníamos tal carga de trabajo… no sé si seríamos muy finos en algunos aspectos pero trabajar, trabajábamos como mulas. Cuando tienes tanta carga no tienes tiempo de andarte con contemplaciones. Si te diré, a título personal, que yo no lo pasaba excesivamente bien con estas cosas. Hoy en día lo veo desde otro lugar porque soy más mayor y he ido aprendiendo.
Me he permitido hacer la comunicación como yo considero que hay que hacerla y ser fino en el diagnóstico inicial, en el cómo quieres presentar el producto a tu público y que la comunicación sea honesta y transparente. Es algo que se lo aconsejo a los eventos con los que trabajamos. Creo que no hay atajo posible, porque sino te acaban pillando. Recuperarse de una crisis de reputación de ese tipo es muy complicado desde una perspectiva de comunicación.
No es ningún secreto que yo dejé la empresa después de diez años y por algo sería. Yo hacía la portavocía de la empresa y fueron muchos años maravillosos de los cuales los dos últimos no lo fueron tanto. Yo también era más mayor, tenía un mejor conocimiento del sector y tenía una opinión más formada que confrontaba a nivel interno. Se daba la situación de tener que decir públicamente una cosa y estar peleando por eso mismo a nivel interno, para evitar que se diesen ese mismo tipo de situaciones.
Con eso no quiero decir que no esté agradecido o que no aprendiese y que gran parte de lo que soy lo forjase ahí. Pero había prácticas que no recomiendo a día de hoy, precisamente porque fui yo mismo el que las ejerció. Tampoco creo que fuésemos deshonestos. Buscábamos esa trampita que busca generar necesidad en quien ha de comprar.
También lo hace Apple generando escasez de producto cuando se lanza un iPhone para que la gente se vuelva loca queriendo uno. A veces nos sorprendemos cuando nos explican cómo se posiciona un producto en un supermercado para que lo queramos comprar o la manera en que influye el hilo musical en nuestras decisiones de compra pero esto sucede a todos los niveles. Dejaste Last Tour, te desvinculaste y en ese punto Last Tour comenzaba a hacer aguas porque los socios dejaron de trabajar juntos. Arnáiz se fue a montar Mad Cool o Download por su cuenta, Polako montó Cultura Rock para llevar el management de artistas y Alfonso Santiago se quedó Last Tour en sí y festivales como el Azkena y el Bilbao BBK Live. Tu, por tu parte, montaste Biba!, una agencia de consultoría de comunicación. ¿Qué tipo de servicios ofreces?
Nosotros somos una estructura que toma el nombre de Biba en el año 2015 pero que, como entidad, lleva en marcha desde 1997. Militábamos allí, en una estructura muy pequeña muy ligada a mi pueblo, Basauri. No había un duro, pero había mucha militancia. Empezamos con una radio local que no se escuchaba ni a la vuelta de la esquina y hubo un punto de inflexión en el que todo se empezó a profesionalizar. Pese a todo, yo nunca dejé de tener esa militancia en la entidad, incluso en mis años de mayor ajetreo.
Yo me marché de Last Tour con la decisión de darle un impulso a Biba. Todo lo que había aprendido en Last Tour acerca de llevar gabinetes de comunicación lo quise llevar un paso más allá. Yo veía la necesidad en un cliente desorientado de realizarle un acompañamiento, no simplemente de hacerles las labores de comunicación (notas de prensa, convocatorias, Community management, etc). Veía necesidades en cuanto a estrategia. Ubicarle dentro del mercado, ayudarle a concretar su identidad y valores… cosas que en Last Tour era más complicado hacer.
No me quejo porque nunca sentí que yo sobrase en la empresa pero al final fue una decisión muy personal. Los últimos dos años no estaba bien, no veía grandes retos profesionales y la separación de los tres socios estaba a la vuelta de la esquina. Me marché antes pero era un secreto a voces que iba a terminar ocurriendo. Yo no me veía dentro de la nueva estructura que iba a ser Last Tour. Y tampoco tenía nada claro que ninguno de los dos que saliesen me fuesen a llevar con ellos.
Por eso te decía que esas discusiones que tuvimos durante tiempo… yo veía que necesitaba hacerme adulto y poder tomar mis propias decisiones para responder de todos mis actos, que era algo que me había lastrado en los últimos años. Como decía, defender posturas con las que no sintonizabas totalmente era complejo. En Bilbao somos pocos, te conoce mucha gente, mucha gente se pensaba que yo era socio de la empresa porque te ven que sales y hablas en los medios y piensan que eres jefe. Así que llegó el momento de ser jefe. Se dio la posibilidad de montar algo más ambicioso. En ese momento teníamos tres medios de comunicación locales, dos generalistas en euskera y castellano y otro especializado en cultura y ocio y faltaba la pata de los servicios de comunicación.
Mi primer cliente fue el Mendi Film Festival, relacionado con la montaña y los deportes de riesgo. Hoy en día ha mutado el tipo de cliente. Al principio hacíamos más cosas relacionadas con la cultura porque yo venía de ahí pero hoy en día sobre todo trabajamos para la administración pública. Hacemos comunicación y campañas institucionales y el rasgo diferencial con otras agencias es el del acompañamiento más personalizado y humano, basándonos en la estrategia.
«Un mal día envía a tomar por culo el trabajo de años. “Pero si son cuatro los que se están quejando” es una frase muy típica del sector de la música. “Eso son cuatro gilipollas armando jaleo en redes que habrá metido la competencia”, se suele decir. Pues ni son cuatro, ni se están quejando por ninguna gilipollez. Hay que trabajar la escucha, la empatía y, si la gente no tiene razón, debes hacérselo ver de la forma más educada y cercana posible».
Ha habido clientes con los que he empezado haciendo las cosas típicas de un consultor de comunicación, como cerrarle los acuerdos con la tele pública en Euskadi o con la Cadena Ser y he acabado haciendo argumentarios para instituciones públicas para conseguir financiación. Yo lo veo como un proceso muy natural que se basa en una confianza total que es necesaria para funcionar y en una máxima: que el cliente no siempre tiene la razón. Por eso tenemos pocos pero buenos clientes. Ahora, afortunadamente, podemos decir que no cogemos más.
No quiero que haya más clientes pero que tengan un sucedáneo de Biba. Los clientes suelen venir para trabajar conmigo, no para trabajar con alguien que ha aprendido conmigo o a quien le he hecho una formación de seis meses. Lo primero que les intento hacer entender, con mucha pedagogía, es que si vienen a nosotros es porque suponen que yo me he equivocado más veces que ellos, luego he aprendido más y tengo mayor conocimiento de lo que les convendría.
Luego todo es una negociación y un consenso. Ese cliente más intervencionista que cree que “de esto yo también sé”, mejor que no venga con nosotros Como lo que decía antes, del que viene y dice “hay mil, decimos cinco mil y así se venden las entradas como rosquillas”. Creo que es una mala inversión que acaba pasando factura en la reputación. Y la reputación es muy importante.
Un mal día envía a tomar por culo el trabajo de años. “Pero si son cuatro los que se están quejando” es una frase muy típica del sector de la música. “Eso son cuatro gilipollas armando jaleo en redes que habrá metido la competencia”, se suele decir. Pues ni son cuatro, ni se están quejando por ninguna gilipollez. Hay que trabajar la escucha, la empatía y, si la gente no tiene razón, debes hacérselo ver de la forma más educada y cercana posible.
Esa fue un poco la marca que empezamos a trabajar hace seis o siete años y esos valores que te desgrano de manera desorganizada -como corresponde con mi persona- hacen que sea más fácil que tu nicho ideal sea la administración pública. Porque, nos guste más o menos, es quien cuida más estos detalles y es más consciente de que se tiene que trabajar bien la comunicación porque eso se puede traducir en una valoración positiva o negativa del servicio o, en última instancia, en votos.
En los 25 años que tiene la entidad siempre ha habido una relación muy estrecha con la política y hemos aprendido a entender cómo piensa el político. No todos son tan cabrones, ni tan avariciosos ni tan poco escrupulosos. Hay gente buena que intenta mejorar su entorno más próximo. Ese lenguaje lo manejamos bien, sean de un partido, de otro o del contrario. La verdad es que estoy contento y feliz y no echo mucho de menos los seis o siete festivales al año.
Además, ahora no me lo podría permitir porque tengo un crio de 5 años y no podría pasarme una semana en un hotel de Getafe con infiltraciones de cortisona en el culo porque me ha pegado otro latigazo la espalda. Afortunadamente ya no tengo que hacer eso y estoy contento del día en que tuve los arrestos de tomar esa decisión ya que, como tu decías al principio, era muy difícil dejar una empresa como era Last Tour en aquel momento, la segunda empresa más grande de España en el sector.
Llega un momento en el que piensas que tu apellido es el de la empresa y que en el momento en el que te marches nadie te va a coger el teléfono. Hasta que no sales no te das cuenta de que las pocas cosas buenas que hiciste en esos diez años son tu valía real y que la gente no sólo te sigue cogiendo el teléfono sino que te lo coge con más ganas porque valoran el paso que has dado.
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