¿Qué demonios pintan Iron Maiden en el Resurrection Fest?
Buen golpe mediático pero no nos obsesionemos: la grandeza del Resu va más allá de los grandes nombres.
Hace exactamente trece años que Iron Maiden no pisan Galícia. Desde hace más de una década, Iron Maiden han venido a nuestro país casi exclusivamente en el marco de macrofestivales. Primero fue el Lorca Rock de 2005, luego el Bilbao BBK del 2006, el Metalway, el Via de la Plata y luego fue el turno de los Sonisphere, que se turnaban a la banda británica como cabeza de cartel con Metallica a razón de año si, año no. Rara vez han venido Iron Maiden fuera del marco de un festival en tres lustros y aún más raro ha sido que se aventuren a tocar fuera de los principales núcleos de población en los que suelen recalar las giras (Barcelona, Madrid, Bilbao, Valencia). A fin de cuentas, la estrategia que delinearon en 2003-2004 y que han aplicado desde entonces es la de hacer menos shows y en recintos de mayor capacidad para reducir el desgaste que provocan los largos tours por todo el mundo.
Así pues, que Iron Maiden cojan los bártulos y se larguen a encabezar el Resurrection Fest es poco menos que una rareza. Geográficamente no se trata de un lugar de paso para la ruta de una gira y desplazar todo el equipo hasta Viveiro es poco menos que una pesadilla logística pero Iron Maiden, sin saberlo, han hecho lo correcto. Porque al Resurrection Fest tan solo le faltaba el golpe de gracia que supone un gran cabeza de cartel internacional de la liga de Maiden. Es posiblemente el festival con mejor proyección dentro del panorama europeo pero sus carteles siempre han estado en una comfortable segunda línea. Sin desmerecer a Slayer, Five Finger Death Punch, Megadeth, Motorhead, Down o Korn. Pero Iron Maiden es otra historia. Forma parte del triunvirato ganador de la historia del rock duro, junto a Metallica y AC/DC. Capaces de llenar estadios, capaces de llegar más allá del público metalero y con una legión de fans que les siguen allí donde vayan. Es por ello que el Resu se juega mucho en esta edición: no solo en lo económico, sino en la credibilidad internacional. De momento, que hayan conseguido salir indemnes de una dura pugna entre promotores por conseguir fechas de la gira “The Book of Souls” de la doncella dice mucho de la tesón y tozudez de la organización.
Ahora bien ¿qué demonios pintan Iron Maiden en el Resurrection Fest? A priori, si analizamos el festival desde el prisma musicalmente más purista, poco. La identidad primigenia del Resu siempre había estado unida al punk y el hardcore. No obstante, desde hace tres años el festival gallego ha apostado fuertemente por una apertura hacia las sonoridades metálicas más clásicas, conocedor de que el público de esas bandas es un público fiel y en un tramo de edad a menudo superior, lo cual repercute a la larga en el gasto dentro de las instalaciones del festival (barras, etc). En otras palabras: el Resu necesita abrirse de miras para seguir creciendo y evolucionando y es ahí donde Iron Maiden juegan un papel absolutamente primordial. Como marca, como “producto vendible”, el Resu pasa ahora a otra liga, con un público potencial muy superior.
No obstante, no debería olvidarse la organización de que el festival no lo hacen solo las bandas. Ahí está el ejemplo del Hellfest o el Wacken, donde las bandas importan muy poco porque la gente va al evento como un todo, como una experiencia. Ese es el siguiente paso lógico para el Resu una vez pase el impacto mediático de Iron Maiden. A fin de cuentas Iron Maiden son una banda que toca en otros eventos mejor ubicados dentro del mapa y eso es innegable, pero en cuanto a lo único de la ubicación, el Resu no tiene competidor. De la misma manera que le pasaba al añejo Doctor Music Festival, la ubicación era el 50% del encanto. El Resu debe potenciar el aporte diferencial en instalaciones, detalles y atenciones al visitante porque, una vez contratados Iron Maiden, el festival no puede ir mucho más allá en cuanto a bandas de peso. La guerra de carteles en los festivales solo hace ricos a los agentes de contratación y a las bandas, pero un festival impecable en su organización e instalaciones hace ricos a todos los que asisten.
Buen golpe mediático pero no nos obsesionemos: la grandeza del Resu va más allá de los grandes nombres.
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