La muerte de Rolling Stone: tan solo es el principio
Lo de Rolling Stone lamentablemente no será un caso aislado y en los próximos cinco años veremos desaparecer a más de una clásica cabecera de nuestro país. Al tiempo.
La Kerrang, la Heavy Rock, la Metal Hammer, el Popular 1, el Ruta. Durante lustros fueron nuestra única fuente de información fidedigna del mundo del rock. Una información a menudo difícil de conseguir y que en el mejor de los casos, fruto de los tiempos, llegaba con dos o tres meses de retraso sobre el hecho noticiable. Algo que en los tiempos actuales parece propio de la edad de piedra, en una época donde la información se vierte hoy y caduca ayer. Es por eso que el paradigma ha cambiado, lo que valía entonces no vale ahora y soplan vientos de cambio. Soplan desde hace bastante tiempo. Los modelos que ayer eran rompedores, hoy son vetustos. Lleva pasando desde los carros de caballos y los coches.
Hace unos días se conocía que la version española de Rolling Stone llegaba su fin con el numero que actualmente se puede encontrar en los kioscos. Fue lanzada con toda la pompa propia del momento (más de 150.000 ejemplares en su primera edición, casi como si fuese el Pronto o el Lecturas del rocanrol) y se ha ido un poco por la puerta de atrás, dejando a un gran equipo de profesionales sin páginas donde escribir y, pese a una linea editorial discutible en muchas ocasiones, dejando a los lectores sin un medio que apostaba por algo más que reescribir notas de prensa. Que hacía periodismo, aunque no siempre tuviese que ver con el rock o con la musica siquiera. Pero no por ello menos periodismo.
Lo que para algunos es un signo de los tiempos no deja de ser algo muy significativo: las revistas en formato clásico de papel están condenadas a desaparecer o a mantenerse en un plano discreto, como es el caso del vinilo respecto a la música digital o, incluso, los Cd’s. Pero es que España hace muchos años que dijo adiós al papel, mucho antes de que Rolling Stone cerrase sus puertas y muchos años antes de que las redes sociales revolucionasen la manera en que la información se difunde y llega a nuestras manos.
En el caso de los medios musicales ha pasado algo muy sencillo: el medio ya no es el único canal de difusión de la información. Hoy en día, cualquier grupo llega antes a sus fans con un post de Facebook o un tweet que enviando un farragoso comunicado de prensa y esperar a que el editor de turno lo considere objetivamente importante. Dave Grohl se cae del escenario, se parte una pierna, sigue con el concierto y cuelga su radiografía en la red, conocedor de que ese marketing es impagable. En el mundo del papel, se debería haber redactado una nota de prensa y hacer un mailing a medios que, con suerte, el mes que viene lo publicarían en sus revistas. Cuando a nadie ya le importe porque desde entonces habrán pasado muchas más cosas en el mundo.
Cuando la noticia sucede, cuando el disco se anuncia, cuando la gira de AC/DC se pone a la venta, los medios somos los últimos en enterarnos. Incluso en la era digital, el intermediario es un engorro. ¿Para qué? Si ya se puede llegar directamente a la gente. Se entera antes quien estaba conectado a Facebook en ese momento que el medio de referencia. En este contexto, que no solo afecta al papel, la importancia de los medios como difusores de información se está empequeñeciendo y tenemos que aprender a vivir con ello.
Otra cuestión es la poca capacidad de atención de la gente. El artículo en profundidad es algo para lo que pocos tienen tiempo. La red obliga a la inmediatez, a la celeridad, a la síntesis, todo ello derivado de un mundo en el que todo se mueve en 140 caracteres. Pero las historias de peso, con antecedentes y consecuencias, no tienen 140 caracteres. Pero hoy en día el grueso de los lectores lee el titular, emite su juicio en forma de comentario, y como mucho hace una lectura en diagonal de los artículos. Ante eso, no hay periodismo que valga. Se trata de reeducarnos completamente en el arte de prestar atención y ser analíticos.
Así pues, que a nadie le sorprenda que Rolling Stone se vaya al cuerno. Más sorprendente es que cabeceras como Metal Hammer o La Heavy sigan en pie, teniendo en cuenta el coste de hacer llegar una revista a miles de puntos de venta en toda España. La cuestión es ¿cuando fue la última vez que visteis a alguien en el metro con alguna de esas bajo el brazo? ¿Cuando fue la última vez que escuchasteis un disco en base a una recomendación de Joan Singla? En el mundo del rock sucede algo aún peor: la absoluta perdida del espíritu crítico por parte de los medios, digitales o de formato papel. Todo se basa en reescribir notas de prensa, en hablar bien de discos infumables para que sigan llegando, en hablar genial de conciertos para que los promotores sigan dando pases y en hacer entrevistas sin ningún interés tan solo para que el artista hable de sus novedades y venda su moto particular. Eso, lo sentimos, pero no es periodismo. Y en la guerra entre papel y digital, visto lo visto, si alguien quiere leer alguna de esas insulsas entrevistas preferirá hacerlo sin pagar que pagando. Pocos escriben cosas y pocos dicen cosas que hagan necesario pagar tres euros para leer.
Aparentemente, los únicos que han entendido de que va todo el tema han sido los muchachos de Rockzone. Ellos han hecho la mudanza a digital y de manera gratuita, conocedores de que hoy en día el medio es ante todo una plataforma, pero nunca la principal fuente de ingresos. La influencia y prestigio del medio permiten desarrollar actividades paralelas que permitan monetizar dicho prestigio, pero el coste de imprimir, distribuir y administrar una revista en tiempos actuales es absurdo. Es imposible o muy difícil de recuperar.
Cuando en el año 2012 decidí fundar junto a Roberto Villandiego y Javier Bragado la revista Revolver, la experiencia fue todo un fiasco, pese a que se intentaba hacer un producto de calidad, novedoso, lejos de la caspa y con un buen planteamiento periodístico. Pero las cifras no engañaban: una revista nueva, en su mejor momento, bordeó las tres mil copias vendidas. En un país de 46 millones de habitantes. Lo mismo le sucede a cabeceras como las mencionadas, por más que repitan la mentira de “somos líderes en esto” y “somos líderes en lo otro”. Hoy en día, los medios ya no son líderes. Los medios, si acaso, pueden aportar el factor diferencial respecto al tuit o al post en base al valor periodístico de lo que hacen. Pero comprobado está que en España prácticamente nadie se atreve a salirse de la norma: Popular1, Ruta y This is Rock son raras avis donde el reportaje cuidado manda por encima de lo demás. Pero si hablamos de heavy metal en el sentido más estricto, las publicaciones de nuestro país son excesivamente neutras y vacías de significado. En nuestra web, por ejemplo, nos hemos tenido que enfrentar a lectores, discográficas y promotores poco acostumbrados a que el medio sea analítico o simplemente a que meta el dedo en la llaga. Algo que le exigimos a la prensa generalista pero que obviamos en la prensa especializada. Y entre lo estéril de unos y cambio de modelo que han supuesto las redes a la hora de hacer llegar la información a los fans potenciales, la cosa está probablemente en su peor momento.
Lo de Rolling Stone lamentablemente no será un caso aislado y en los próximos cinco años veremos desaparecer a más de una clásica cabecera de nuestro país. Al tiempo.
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