Nicodemus: Vanity Is a Virtue

El hecho de mezclar varios estilos musicales entraña un incuestionable peligro:
ya se sabe, el que mucho abarca poco aprieta. Sin embargo, este no es el caso
de Nicodemus, una banda que sabe combinar pasajes progresivos (sin ser su seña
de identidad), marcados por compases tan irregulares como oportunos, con los
riff’s más ornamentados, ritmos trepidantes y melodías oscuras e inquietantes.
Y todo esto sin perder su propia esencia.

Nicodemus nace en 1998 como proyecto del norte americano Christopher Morris,
quien a diferencia de lo que estamos acostumbrados, no es un guitarrista virtuoso
que contrata a una serie de músicos para que le acompañen sino que ejerce de
cantante a la vez que de bajista y teclista.

“Vanity is a virtue”, su tercer disco de estudio y el primero con el sello
griego Sonic Age, es un álbum de lo mas ecléctico, repleto de cambios (algunos
más acertados que otros), original y con un  predominio evidente de las teclas
en detrimento de las guitarras. El corte que abre el disco es “Benighted”, una
canción de más de nueve minutos que consigue pasar como un ameno single de cinco
minutos, debido a las alteraciones rítmicas que se suceden sin perder el hilo
conductor del tema. La voz de Christopher Morris, doblada en múltiples ocasiones,
es probablemente uno de los puntos débiles del grupo, especialmente en esta
canción, donde la modulación quizás excesiva de la voz y la complejidad de las
escalas cromáticas en las que se mueve (algo así como un Maynard descafeinado),
hace que se pierda un poco entre los matices llegando incluso a desafinar. También
en algun cambio de “Benighted” la batería y las guitarras suenan un tanto descuadrados
lo cual hace que éstas últimas pierdan ligeramente su contundencia. Aún así,
la tarea a la seis cuerdas de Matthew McGee i Dave Peters queda eclipsada en
todo momento por el teclado, que tanto puede mostrarnos su voz más limpia y
encantadora, como darle el toque más gótico con melodías oscuras a lo CRADLE
OF FILTH o potentes atmósferas que recuerdan a los primeros AFTER FOREVER. “Next
In Nocturne” es una canción algo monótona, donde la voz está menos presente
y juega a combinar el registro más dulce con un gutural que recuerda a Michael
Akerfeldt o Mark Jansen. “Negative Ions” es, a mi parecer, el temazo del disco.
Trepidante desde el primer segundo hasta el ultimo, con compases progresivos,
un teclado que lleva la voz cantante (y nunca mejor dicho…) y da paso a los
diferentes pasajes de la canción y un parón con una melodía de guitarra algo
arábiga que le da la sutileza adecuada y contrasta con la voz agresiva de Morris.
Prácticamente empalmada llega “Pyramidion”, un corte mucho más calmado, con
un teclado clásico y un acompañamiento vocal simple y testimonial “A Metaphysical
Theory Of Dinamics” es la única canción enteramente instrumental del disco,
donde de nuevo es el teclado quien marca la melodía principal, combinando diferentes
sonidos y siendo a la vez masa y guarnición. Quizás es en este corte donde encontramos
las baterías más power metal y los solos más luminosos.

“Reason & Relapse” es otra canción notablemente larga, potente, en la que
las guitarras y el teclado hacen simultáneamente la misma melodía en muchos
casos y la batería de Andrew Geene acaba de agruparlo todo, haciendo que el
conjunto suene de lo más compenetrado y contundente.

Para concluir la obra los norte americanos han escogido “…And It Becomes You”
una canción algo más lenta que retoma la importancia vocal de los primeros temas
y con un estribillo marcado por la melodía arábiga del teclado, algo que cerrando
los ojos nos transporta a los mundos de Ali Babá con un toque de desconfianza
y pesadumbre marcado por las guitarras.

En conclusión, un disco a tener en cuenta en el que el teclado es el claro
protagonista y donde los cambios, la variedad y la combinación de registros
suaves con agresivos guardan un cierto orden, rozando en algún caso la monotonía,
pero consiguiendo un equilibrio que lo hace de lo más llevadero y original.