Iron Maiden: The Final Frontier
Si en el año 2000 alguien hubiera dicho que diez años más tarde IRON MAIDEN serían incluso más grandes que en plena reunión, nadie se lo habría creído. A fin de cuentas, la gira del “Ed Hunter” de 1999 lo único que hizo fue arrastrar a los pabellones y a las tiendas de discos a aquellos que ya habían sido fans de MAIDEN en los años 80 y 90 y que habían ido descolgándose progresivamente por la pesadez de los discos de la era Blaze o por la perdida de fuelle del Heavy Metal como modo de vida a mediados de los 90. Pero en estos últimos diez años, la banda ha sido sabia y ha hecho resurgir su perfil de una manera muy inteligente, siendo capaces de llevarse de la mano a toneladas de nuevos fans y convirtiéndose en una banda de grandes festivales, grandes recintos y grandes cantidades de público, que son los que sueltan el dinero. Que lejos quedan los tiempos en los que la banda tenía que actuar en el Palau de la Vall d’Hebró de Barcelona y cosas por el estilo. No solo han grabado cuatro buenos discos de estudio desde que Bruce volvió, sino que han ido intercalando las giras de nuevos discos con giras “revival” como el “Give Me ‘Ed ‘Til I’m Dead” del 2003, la gira “Early Days” que hicieron en el 2005 con un simple DVD retrospectivo como excusa o la gira “Somewhere Back In Time” que hicieron hace dos años en su propio avión con banda, técnicos y equipo a bordo, algo que les dio una publicidad incluso más que merecida. Hicieron su incursión en el mundo de los documentales (“Flight 666”, una delicia absoluta) y, musicalmente hablando, no han dejado de evolucionar hacia terrenos más progresivos pero sin perder su esencia como banda. IRON MAIDEN son, sin duda, el ejemplo perfecto de lo que una banda debe ofrecer a sus seguidores en estudio y en directo.
“The Final Frontier” va por el buen camino. Es otro paso adelante, aunque con trayectoria ligeramente lateral. Un paso en diagonal, si, eso. No deja de lado el toque oscuro y progresivo de “A Matter of Life And Death” pero tiene algo distinto, una conexión con el sonido más experimental de épocas como “Somewhere in Time”. En realidad, no hay un trazado estilístico clarísimo en éste disco, aunque lo más parecido sería lo que acabo de comentar. El disco tiene canciones que podrían haber formado parte de “Fear Of the Dark”, otras que podrían haber estado en “Dance of Death” o “A Matter of Life And Death” y otras que no se parecen a nada que han hecho antes.
El disco se abre con una intro absolutamente desconcertante. “Satellite 15” se abre con un sintetizador propio de MUSE y acto seguido una caja de ritmos comienza a escupir ritmos tribales, mientras Adrian Smith ejecuta un sinfín de sonidos con delay, riffs a lo tonto. Luego aparece Bruce Dickinson explicando con su dramatismo habitual algún rollo futurista y la caja de ritmos vuelve a la carga con tropecientas semicorcheas de caja y bombo alternadas. La cosa va ganando intensidad, el sintetizador a lo MUSE se incorpora de fondo nuevamente y llega el silencio. Nicko McBrain levanta las baquetas, golpea la caja, y toda la banda estalla con un riff magistral con dos eléctricas y una acústica. No hay tresillos de Steve Harris (oh!). “The Final Frontier”, el tema título, es probablemente lo mejor que han hecho MAIDEN para abrir un disco desde “The Wickerman”. Porque seamos sinceros, “Different World” de su anterior disco, era una pequeña bazofia como apertura.
Tras la euforia inicial, “El Dorado”, es una especie de anti-climax. No es una gran canción, ni siquiera la categoría inmediatamente inferior a esa. Es un tema que suena más a JUDAS PRIEST que a IRON MAIDEN a nivel estructural y parece que quieran contentar a alguien deliberadamente, aunque no se muy bien a quien. Es un tema bastante vacío y que se presta poco a ser escuchado aleatoriamente. Si estas escuchando el disco, eso sí, ya que estás te lo tragas. Sigo sin entender como escogieron este tema para presentar en sociedad el nuevo disco. Es el peor de todo el disco.
Las cosas cambian a mejor con “Mother of Mercy”, una de esas composiciones intrigantes y melancólicas de IRON MAIDEN que habrían cuadrado perfectamente en “Brave New World”. El estribillo es otra obra de arte, con Bruce Dickinson empeñado en poner a prueba su voz hasta el límite de lo imaginable. Creo que no alcanzaba según que tonos desde la cara-B del “Cross Eyed Mary” de Jethro Tull editada en 1983. Vale, si, quizá exagero. Pero el estribillo es realmente complicado de interpretar, eso es innegable. Y dicho esto aprovecho para reflexionar: Bruce Dickinson suena mucho mejor en el 2010 que en 1984. Si uno escucha un disco como “Powerslave” o “Piece of Mind” precisamente lo que más falla es Dickinson en comparación con el resto de la banda. En 2010 pasa casi lo contrario. Solo de pensar en aquellos viejos discos interpretados con el poderío vocal actual de Dickinson se me ponen los pelos de gallina. Y un apunte: se nota mucho el uso de ProTools o de lo que demonios sea en el corta y pega del estribillo del tema. ¿Tanto cuesta hacerlo todo de una toma y que suene natural y bien? Es la única pega que le puedo encontrar al tema, no obstante.
“Coming Home”, el cuarto tema, es otro bombón. Tiene estructura de balada, aunque casa más con un disco en solitario de Dickinson que en uno de MAIDEN. Pero precisamente por esa diferencia, sorprende y gusta. El tema habla de la perspectiva de Dickinson volviendo de gira en el avión, viendo las luces de la pista de aterrizaje y pensando en llegar a casa. Los arreglos de guitarra durante los versos son preciosos y vuelven a evocar la época de “Powerslave” o “Somewhere in Time”, con el toque distintivo que MAIDEN tenían por aquella época, en gran parte debido al trabajo y sonido de Adrian Smith.
Una rápida para no dormirse: “The Alchemist”. Parece sacada de “Dance of Death”. Va y viene en un abrir y cerrar de ojos y mantiene la fluidez en un disco que en su primera mitad es casi invencible. El estribillo y el fraseo de guitarra que introduce el tema son para canturrear en medio del pabellón. No se cuál es la formula exacta de los Tres Amigos para conseguir esas melodías, pero Dave Murray, Adrian Smith y Janick Gers nunca dejan de sorprenderme. Y ya que menciono a Janick habría que decir que es el menos presente de todos en el disco. Alegría para unos, indiferencia para otros. El caso es que nadie nota la ausencia.
La joya del disco es la larga y progresiva “Isle of Avalon”, como muchos habréis adivinado ya. Sus infinitos pasajes, su intrínseca intriga, sus cambios de ritmo, su oscuridad latente hacen de la canción algo nuevo e inesperado en éste disco. La progresión hasta que Dickinson estalla en el estribillo es tensa (y extensa) y no te permite despegarte de los altavoces. Otra sorpresa es la jam que hay a mitad del tema, en la zona del solo, entre los tres guitarristas (uno de los pocos momentos en el disco donde se les puedo escuchar interactuando y de modo diferenciado). Las tesituras que explora Dickinson en el pre-estribillo también son interesantes, pues no se las había escuchado nunca antes. Nueve minutos de pura gloria maidenesca.
“Starblind” tiene un tempo más lento y una voz de Dickinson demasiado escondida en la mezcla, mientras que las guitarras se comen todo el espacio, dejando incluso a Harris un poco aislado (raro!). Los cambios de ritmo nos llevan a pasajes cada vez más interesantes y los tempos siempre son lo suficientemente distintos como para que parezcan dos canciones o tres distintas que se entrelazan con algún nexo común.
La mágica “The Talisman” es otra pieza llena de intriga, con un Dickinson y una guitarra acústica de Dave Murray protagonizando el inicio del tema. Tras dos minutos y medio, el tema estalla (porque siempre estallan, sino no serían IRON MAIDEN) y la banda se lanza a por una de sus historias épicas y repletas de pasajes diferenciados, con estribillos igualmente épicos y un Dickinson fuera de serie. El otro fuera de serie en todo el disco es Nicko McBrain. Quizá en el 2010 no hace tresillos efectistas a lo “Where Eagles Dare”, pero sus cambios de ritmo y sus tempos fuera de lo habitual hacen que uno tenga que prestarle mucha atención a la batería para centrarse y enterarse de hacia donde va la canción (o de donde viene!). Uno de los pocos temas donde Dave Murray brilla con luz propia es “The Man Who Would Be King”, donde compone junto a Steve Harris. Los dibujos de teclado, guitarras y bajo al principio de la canción, junto con el toque más suave de la voz de Bruce, son perfectos. Lo que sigue sería como para encuadrarlo en “Seventh Son of a Seventh Son” sin problemas. Es un tema rápido y uptempo, pero con los cambios habituales y una gran cantidad de arreglos para que no nos aburramos. Otro buen estribillo corona la composición (probablemente lo mejor de Dave Murray desde “When Two Worlds Collide” o “The Thin Line Between Love And Hate”, aunque con un toque prog que no existía de manera tan acusada en esas dos.
El disco se cierra con los once minutazos de “When The Wild Wind Blows”, posiblemente el tema más largo de la banda junto a “The Rime Of The Ancient Mariner” y “Sign Of The Cross”. Es precioso, cargado de significado, y con reminiscencias sónicas a la época de “Virtual XI”, pero con una mejor voz como la de Dickinson. Sigo pensando que la voz está demasiado enterrada entre las guitarras y que en momentos concretos podría respirar un poco más. La sección de solos es genial y es una mejor muestra del talento como compositor en solitario de Harris que la oscurísima “For The Greater Good of God”,pero no mejor que “Blood Brothers”. No obstante la segunda sección de solos hace de la canción un tema más largo de lo debido, pero Harris sabrá porqué coloca las cosas donde las coloca.
No se puede hablar nunca de un mal disco de IRON MAIDEN. Es una banda que, a fin de cuentas, siempre posee algo que nos llama la atención en sus entregas discográficas. “The Final Frontier” es un disco mucho mejor que “A Matter of Life And Death” o, al menos, un disco más variado, más propenso a ser escuchado, aunque igualmente difícil de digerir de una sola tacada. Los primeros cuarenta minutos son muy buenos, aunque “El Dorado” sea el peor de todo el disco con diferencia (así que mejor hablemos de los primeros 33 minutos saltándonos “El Dorado”). La segunda mitad, donde se encuentran los temas, generalmente, de largo desarrollo (ocho, nueve, once minutos…)se hace un poco más pesada y necesita de una escucha tranquila y pausada para absorber los detalles correctamente, que es lo que hace de esas canciones algo digno. Si uno pretende escuchar “The Man Who Would Be King” mientras hace la colada en casa o conduce, lo más probable es que termine pasando la canción y escuchando “The Prisoner” del “Number of the Beast”. Pero MAIDEN no son una banda fácil de escuchar, y cada vez menos. Busca ochenta minutos de tu tiempo, resérvalos, estírate en la cama con los auriculares a todo volumen. Vete a hacer la compra. Vuelve. Repite ciclo. Y a la tercera o cuarta vez, le pillarás el gustillo a los temas más complejos. Un disco exigente para el oyente, pero eso ya no es una sorpresa.
Sergi Ramos (sergi@themetalcircus.com)
Grupo:Iron Maiden
Discográfica:EMI Music
Puntuación:8
Canciones:
- Satellite 15...The Final Frontier
- El Dorado
- Mother of Mercy
- Coming Home
- The Alchemist
- The Isle of Avalon
- Starblind
- The Talisman
- The Man Who Would Be King
- Where The Wild Wind Blows
Año:2010
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