¿Saben ustedes cuantas veces ha escuchado un servidor el penúltimo disco de estudio de OZZY OSBOURNE, aquel ya lejano “Black Rain” de 2007, desde que acabó la crítica del mismo? Cero. Ninguna. Ni una sola. Incluso los cuatro minutos que dedicó a tocar ese bodrio de single llamado “I Don’t Wanna Stop” en directo en la gira de aquel año me parecieron demasiados. Seamos sinceros: desde “Ozzmosis” y, agarrandolo con pinzas, “Down To Earth”, Ozzy Osbourne no ha hecho nada a nivel discográfico que merezca gastarse el dinero. Entre los jodidos pinch harmonics de Zakk Wylde repetidos hasta la saciedad y el rollo de la dualidad entre la música de BLACK LABEL SOCIETY y el Ozzman, no había nada realmente excitante en un nuevo trabajo del ya sexagenario y legendario vocalista. OZZY OSBOURNE se ganó el respeto del público en base a un estilo musical que bebía de los años 70 y que fue modernizado para adaptarse a los 80 y la generación de los guitarristas sobrenaturales, como Randy Rhoads, Jake E. Lee o en su día, el propio Zakk Wylde. Pero un buen día alguien le dijo a Ozzy que había que volverse actual y hacer música para la chavalería y así le ha ido con sus últimas entregas discográficas. Ozzy Osbourne es famoso por “Crazy Train”, “Bark At The Moon”, “Mr. Crowley”. Obviamente, ya han pasado treinta años desde que aquellos discos se grabaron, el panorama musical ha dado muchas vueltas y el propio Ozzy ha dado incluso más. Pero lo que es innegable es que cualquier banda clásica que trata de actualizar su sonido está condenada al fracaso discográfico. El nuevo disco de Osbourne ya ha debutado en Estados Unidos vendiendo la mitad de lo que vendió “Black Rain”, una muestra más que clara de la desaprobación del personal por el rumbo que ha tomado Osbourne desde el maldito día en que el productor Kevin Churko se cruzó en su vida.

Y mira que la cosa prometía con la nueva incorporación de Gus G a la formación. Un guitarrista joven y muy apto técnicamente, capaz de replicar a Zakk donde toca, pero capaz también de rejuvenecer el sonido de Ozzy o al menos de acercarlo a sus raíces. Pero no ha sido así. Según parece “Scream” ya estaba más que compuesto cuando Gus llegó a la banda, de modo que su escasa aportación ha sido en el terreno de los solos y poco más. Habrá que ver si en próximas entregas, Gus tiene algo que decir compositivamente y la cosa cambia a mejor.

Pero vayamos por puntos. “Scream” se abre con “Let It Die”, con una intro tribal y un inicio a base de batería y guitarra de lo más potente, con un buen solo de Gus para hacer una demostración de intenciones. Pero inmediatamente, tal y como Ozzy abre la boca, con esas tonalidades y letras en plan “mirad que moderno que soy”, la cosa se va al garete. Nada mejor que empezar el disco con un tema a medio tiempo que tiene poco gancho. Un buen avance de lo que espera en el resto del disco.

La ya conocida “Let Me Hear You Scream” que da título al trabajo (más o menos) tiene un toque más agradable al oído, aunque solo sea por lo enérgico del estribillo. Pero el riff es BLACK LABEL SOCIETY puro. No cabe otra definición. Parece como si Ozzy tuviera una especie de síndrome de Estocolmo despues de los últimos diez o doce años con el repetitivo estilo de Zakk en sus canciones. O eso o que se han usado ideas ya puestas en alguna demo por parte de Zakk y ahora Gus las ha replicado. Misterios por resolver.

“Soul Sucker” es otro de esos temas extraños. Es muy heavy, pero en el sentido más puro. Es pesado, con un toque sabbathiano en algunos puntos, con un patrón de batería realmente simple y un estribillo de esos que parece que quieren salvar lo monótono del riff, pero que no llegan a conseguirlo bajo ningún concepto. Obviamente, Ozzy no roza ni de lejos los tonos más arriesgados. Es un disco (y el anterior también) hecho a la medida de sus capacidades vocales actuales. Sin que eso sea algo malo, obviamente, que el hombre también tiene derecho a hacerse mayor.

Dice mucho que uno de los mejores cortes del disco sea la bagatela acústico-eléctrica de “Life Won’t Wait”, el tema que menos tiene que ver con el resto del disco. Es una balada endurecida con los ecos necesarios de la voz clásica de Ozzy como para ser un tema de los más dignos. El equilibrio entre las partes mas heavies y las más tranquilas es perfecto. Uno de esos temas que uno vuelve a escuchar después de acabar el disco.

Otro de los números más heavies es “Diggin’ Me Down”, con un potente riff y trabajo de bombo que destaca. El problema es que la melodía no tiene nada de gancho. Es otro de esos rollos tétrico-melódicos tan sobadísimos en la discografía actual de Ozzy y visto uno, vistos todos.

“Crucify” suena a balada forzada, mientras que “Fearless” posee un riff Iommi que es ciertamente gracioso de oír a estas alturas de la película, cuando Ozzy lleva rechazando hacer un nuevo disco de BLACK SABBATH poco más de una década. “Time” también es tremendamente olvidable, pese a ser un medio tiempo algo meloso. Pero tampoco tiene nada especial. El tenebroso inicio de “I Want It More” sugiere algo bueno y aunque el rollo en plan “que actual y corriente que soy” del riff principal es ligeramente indigesto, el tema se salva bastante bien por la ejecución vocal de Osbourne y un buen estribillo. El final del disco viene de la mano de “Latimer’s Mercy”, otro peñazo en plan modernito que no va a ninguna parte. De ninguna manera. Bajo ninguna concepto. Es una basura, ni más ni menos.

Cierra el disco el curioso outro “I Love You All”, que Ozzy dedica a sus fans. ¿No podría demostrarles su amor con un disco como Dios manda?

Sergi Ramos (sergi@themetalcircus.com)

Grupo:Ozzy Osbourne

Discográfica:Sony Music

Puntuación:5

Canciones:

  1. Let It Die
  2. Let Me Hear You Scream
  3. Soul Sucker
  4. Life Won’t Wait
  5. Diggin’ Me Down
  6. Crucify
  7. Fearless
  8. Time
  9. I Want It More
  10. Latimer’s Mercy
  11. I Love You All

Año:2010