Uriah Heep: Salisbury
Si ahora efectuásemos una encuesta sobre los llamados padrinos del heavy metal, ese protoheavy de principios de los 70, todos sabemos que tres nombres saldrían a colación. Aquella imaginaria primera ola de heavy metal británico estuvo apadrinada por tres nombres de tanto lustre en la historia del rock como Deep Purple, Led Zeppelín y Black Sabbath –más acusada la paternidad en esta última banda-, cuyos álbumes suponían una amalgama de riffs pesados y ritmos más acelerados que resultaba un verdadero revulsivo para los estándares rockeros de la época. Multitud de influencias tenían cabida en aquella serie de álbumes, acertándose a oír desde el heavy metal más puro, hasta el germen del los actuales stoner y doom, pasando por ínfulas sinfónicas, progresivas e incluso folk. Un legado musical que inspiró a generaciones enteras y que tuvo especial repercusión en la NWOBHM, pero cuya influencia en generaciones venideras de heavy metal ha sido magnificada debido al abrumador destello de unas formaciones que hace tiempo que sobrepasaron las limitaciones impuestas por los géneros. El deslumbramiento de su fama ha conllevado que bandas igual de influyentes para las posteriores generaciones británicas hayan quedado sumidas en el olvido, convirtiéndose en referencias limitadas a una minoría, aunque en su momento lograron cosechar un éxito que envidiarían formaciones presentes. Budgie, notable influencia en Metallica y Iron Maiden, es probablemente uno de los casos más celebres, pero la banda galesa dista mucha de la popularidad de la que llegó a gozar un grupo que a principios de los 70 se convirtió en una de las referencias de ese comienzo de época : Uriah Heep.
Nunca llegaron a ser una banda capaz de congregar grandes mesas como el trío de magníficos antes mencionado, pero si supieron gozar de su momento de gloria gracias a Easy Livin, un pegadizo tema con ciertas influencias pop que se convirtió en el abanderado de “Demons & Wizard”, el álbum más conocido de esta banda y que les sirvió de cabeza de puente para un fugaz éxito en las radios de todo el mundo. Comparado con los tres estandartes de la época, Uriah Heep tiene un estilo más coherente dentro de ese cajón desastre que es el proto heavy, gracias a unos constantes riffs contundentes y que en algunos momento ya dan señales de un sonido más moderno. Pero lo que caracteriza a la banda es haber absorbido y puesto en práctica influencias progresivas y sinfónicas, caracterizadas por cambios de ritmo, largas composiciones y la fuerte presencia del teclado Hammond que se convirtió en una de la señas de identidad del grupo. El cenit de este particular estilo fue alcanzado por Salisbury, sin lugar a dudas la cumbre de la banda, logrando mantener después el nivel, para luego adentrarse en una espiral de decadencia, caracterizada por el continuo devenir de miembros y que culminaría con la disolución del grupo y posterior resurrección a principios de los 80, ya muy marcados por la NWOBHM y las nuevas generaciones de hard rock melódico.
Salisbuy se abre con Bird Of Prey, uno de los temas más clásicos de la banda y probablemente el que más influencia posterior ha ejercido sobre venideras generación de heavy metal. Es una composición densa, de medio tiempo, basada en una cadencia de riffs lenta pero poderosa, en la que el súbito acelerón durante su solo sabe imprimirle una fuerte personalidad y convertirla en directo en una fuente de improvisación. Pero lo que más caracteriza a esta canción es que en ella se aprecian con mayor claridad las virtudes del infravalorado David Byron, vocalista de la época, que se muestra adepto de la escuela de Ian Gillan, gracias a la profusión de agudos y falsettos que a la postre marcarían toda una escuela de cantantes.
Su continuación, “Park”, secunda esa apuesta por los falsettos, haciendo aunque haciendo hincapié en un tono mucho más sombrío pero también restando densidad a los riffs. Estos ceden el trono a otra de las especialidades de la banda, como son las armonías. La combinación de guitarras acústicas y eléctricas con el teclado le imprime una personalidad que, en cierta parte, convierte a este tema en el “rara avis” del disco, al suponer un fuerte contraste con el resto de composiciones aun compartiendo puntos en común.
“Time to Live” supone un retorno a los inicios más genuinamente rockeros de la banda, limitándose a ser un tema pegadizo y con gancho, enérgico pero sin llegar ala contundencia de otras composiciones en lo que a su base rítmica se refiere, destacando en el conjunto por el imaginativo solo de Mick Box. Esta sencillez no se encuentra su continuación, “Lady In Black”, uno de los temas más conocidos y ambiciosos de la banda. Los arreglos caracterizan a esta composición con cierto deje folk, en el que las dos vertientes de la banda, la de los riffs pesados y las armonías, se funden a la perfección.
Un gran cambio respecto a todo lo visto antes es “Simon The Bullet Freak”, una auténtica rareza en la que la banda recupera las esencias de su album debut, con una fuerte presencia de blues rock impregnando cada nota. El propio Byron cambia radicalmente su registro, optando por un tono más grave, dirigido por una presencia abrumadora del bajo y el teclado.
“High Priestess” es uno de los momentos de debilidad personal de este redactor. Tras un breve comienzo acústico, la velocidad que le imprimen sus riffs y lo pegadizo de sus armonías se complementan a la perfección no solo con los falsettos de Byron, sino también con unos extravagantes coros, además de contar con uno de los mejores solos salidos de las seis cuerdas de Box.
El cierre lo abandera un tema que por si solo justificaría la compra de cualquier disco, aun estando aquejado del elefantismo que tanto caracterizó a los dinosaurios de la época. Hablamos del tema homónimo, “Salisbury”, un desbordante ejercicio de hard rock progresivo de 16 minutos en el que todo tiene cabida. La banda se apoya en una orquesta de 26 integrantes, sacando especial provecho de los instrumentos de viento y cuerda, para construir una monumental canción que exige más de una escucha para lograr apreciar todo el esfuerzo musical depositado en ella. Cambios de ritmo, fulgurante solo, épica, virtuosismo…delirante y a la vez majestuoso, digno colofón a una obra que merece un reconocimiento justo junto a nombres más ilustres.
Es obvio que a estas alturas que difícilmente ya nadie va a igualar a Uriah Heep con los tres grandes de la época, pero seria una batalla ganada lograr que los jóvenes, demasiado propensos a ignorar cualquier cosa con un mínimo genuina genealogía metálica, le den una oportunidad al germen de un género que no nació con Maiden y Metallica.
José Antonio Martin Pablos
Grupo:Uriah Heep
Discográfica:Mercury Records
Puntuación:9
Canciones:
- Bird of Prey
- The Park
- Time to Live
- Lady in Black
- High Priestess
- Salisbury
Año:1971
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