Phenomena: Phenomena

La primera ocasión en la que tuve conciencia de la existencia de “Phenomena”, fue cuando localicé en internet unas supuestas demos de Glenn Hughes que pertenecían a un disco en solitario jamás finalizado a mediados de los años ochenta. Esa era, al menos, la información que uno podía extraer de los tags correspondientes a los archivos que descargué de ese sitio que todos sabemos y que ya no es lo que era. Investigando minimamente a través de la red pude ir localizando información, aunque escasa, sobre esas canciones. Eran temazos, todos y cada uno de ellos. Canciones de hard rock melódico firmemente ancladas en los años 80 pero con un encanto y misticismo que ya quisiera para sí hoy en dia el señor Hughes en sus discos. Dichos temas resultaron no formar parte de ningún abortado disco de Hughes en su época de mayor apogeo con las drogas y otros vicios, sino que se trataba de un proyecto multimedia llamado “Phenomena” que tomó forma justo a mitad de la mágica década que nunca debió haber acabado.

“Phenomena” es un proyecto nacido de la mente de Tom Galley, el hermano del recientemente fallecido Mel Galley, que muchos conoceréis debido a su paso por WHITESNAKE y TRAPEZE. Se trata de un ambicioso proyecto discográfico en el que Tom quería combinar video y música de una forma totalmente innovadora, escribiendo historias que tanto servían para la letra de la canción como para las imágenes que debían ilustrarla. No se trataba de un simple videoclip, vamos. Con el apoyo de Bronze Records – por donde pasaron bandas como MOTORHEAD a mediados de los 80- Tom Gallet se decidió a poner en marcha una primera entrega del mastodóntico proyecto, donde los nombres de los músicos eran una auténtica guía de quien era importante en el hard de la época. Glenn Hughes es el vocalista único del disco, cantando en todos los temas y también contribuyendo con su bajo, una labor ésta ultima que también tendría Neil Murray. La batería correría a cargo de Ted McKenna y Cozy Powell, mientras que las guitarras serían cosa de –obviamente- Mel Galley junto a John Thomas. Los teclados, como no podía ser de otra manera, correspondieron a un Don Airey que tiene junto a Hughes el mayor protagonismo del disco. Richard Bailey también puso su granito de arena con las teclas.

Un disco de hard melódico con semejante alineación solo puede ser bueno. No hay tema del que uno pueda deshacerse en éste disco, pues el halo que lo envuelve es realmente embaucador. Es un disco para sentarse a escuchar con atención y todos los sentidos puestos en la música, donde los detalles van apareciendo escucha tras escucha. Obviamente, el trabajo tiene una serie de directrices básicas que se siguen a rajatabla como es el protagonismo de los teclados, las guitarras muy comedidas, y una voz con más de melosa que de potente. Quien quiera comprobar como funciona Glenn Hughes en sus registros más delicados se podrá hacer una buena idea escuchando su interpretación en éste disco.

El disco arranca con “Kiss Of Fire” y, como se diría vulgarmente, se trata de la primera en la frente. La melodía es misteriosa, con un teclado que todo lo invade. Hughes tiene un reverb tan obvio que es probable que el eco aun se esté escuchando en algún lugar 23 años después de la edición del disco. Pero el estribillo es absolutamente matador, pese a ser más simple que el motor de un reloj de cuco. Es ahí donde se descubre la virulencia real de éste proyecto: estribillos decididamente perfectos que atacan de un modo que es imposible evitar. Uno tras otro, terminarás cantandolos todos. “Still The Night” es toda una oda al sintetismo de los 80, con unos omnipresentes teclados que lejos de restar protagonismo a la voz se funden con ella pese a utilizar melodías completamente distintas.  “Dance With The Devil” es , a primera vista, uno de los temas más “clásicos” del disco. Los violines sintéticos del inicio marcan el ritmo de todo el tema, donde es obvio que toca Cozy Powell –a juzgar por la pegada. No es hasta llegar a la preciosa balada “Phoenix Rising” que los arpegios marcan el estilo de la canción y los teclados simplemente se limitan a acompañar, justo la formula contraria a la imperante en el disco. Se trata una de las canciones más preciosas que jamás he escuchado cantar a Glenn Hughes, altamente evocadora y toda una delicia para paladares melódicos.

La intro-solo de Galley en “Believe” da paso a uno de los temas más animados, con un riff invencible y nuevamente la batería de un Cozy Powell inmediatamente reconocible. Tema rítmico, de paso firme, pero con una interpretación vocal que nuevamente deja los pelos de punta.  “Who’s Watching You”, sin embargo, es un tema netamente rockero, con menos teclados de lo habitual en el disco (aunque siguen estando muy presente) y un riff puramente hard, de esos que parecen extraídos del libro de instrucciones del género. La guitarrera “Hell On wings” arranca con un doblaje de guitarras al más puro estilo THIN LIZZY. No creo que sea una coincidencia que en futuras entregas Scott Gorham fuera uno de los guitarras del proyecto, especialmente en su segunda parte, editada en 1987. Estribillo épico, como no.

Para terminar un hit inolvidable titulado “Twilight Zone”, en el que un secuenciador lleva el ritmo del tema y Ted McKenna obra en consecuencia. Hughes y la sección de voces de apoyo siguen en un absoluto desparrame, pariendo estribillo tras estribillo de inigualable calidad, tanta que –como decía- es prácticamente imposible saltarse un tema en éste disco. El final con el tema que da título al disco es simplemente una pieza místico-oscurilla que cierra el disco con estilo. En apenas dos minutos lo que parece un coro de iglesia mezclado con un recital de opera cierran un disco que- de estar editado a dia de hoy aún- debería formar parte de cualquier discografía. Porque no es el estilo lo que importa, es lo poderoso de las canciones que lo conforman. Y en ese sentido, es una absoluta obra maestra.