Hablar del Paikiller de Judas Priest es hablar de una de las piedras angulares
o puntos de inflexión de la historia del heavy metal. Dicho disco hace las funciones
de piedra roseta y el tiempo y la escena han hecho que hablar del Painkiller
no sea hablar de un disco, sino de el disco. Muchos son los entendidos que describen
tan magna obra simplemente como el mejor disco de la historia del heavy metal
(Kai Hansen por ejemplo), y es que pocas veces un disco ha marcado tanto como
la criatura que parió el sacerdote Judas nada más se abrían las puertas de la
década de los 90.

MARCO HISTÓRICO

Judas Priest a finales de los 80 ya habían tocado el cielo y a esas alturas
podían vivir de rentas. Venían de dar otra vuelta de tuerca a un controvertido
y criticado Ram It Down y cosechar varapalos por parte de prensa y fans como
ya había sucedido con la experimentación tecnológica en Turbo Lover. La evolución
les acercó a coquetear con sonoridades más duras y agresivas, algo que resultó
algo indigesto a muchos de sus incondicionales. A finales de los 80 Metallica
ya son dominadores casi absolutos de la escena y están a las puertas de publicar
su álbum negro que les confirmará como superventas acercándose a todos los públicos.
El hair metal ya está tocado y hundido y mientras da sus últimos coletazos agónicos
los Guns’N’Roses no defraudarán a los que les señalan como futuros grandes:
la continuación del Apetite For Destruction toma cuerpo en forma de dos discos
que marcarán la década de los 90: los Use Your Illusion. En Europa unos tales
Helloween firmarán dos discos que al igual que, el que nos ocupa, van a ser
claves para entender la evolución y el consiguiente estancamiento en tiempos
venideros. Otra banda a tener en cuenta son Pantera, que tras coquetear con
el glam entierran cualquier recuerdo de sus primeros pasos y empiezan a influenciar
y a sentar cátedra. Mientras, en Seattle se entra en la víspera de una nueva
era a manos de un híbrido de sonido eléctrico que bebe tanto del pop como de
fuentes cercanas al metal y al punk. Ese híbrido va acompañado por un márqueting
capaz de devorarlo todo y el metal padecerá sus consecuencias siendo momentáneamente
engullido por ese agujero negro llamadol grunge. Nirvana y el sello Sub Pop
crean el infravalorado Bleach, algo realmente novedoso e interesante que gracias
a un filtro de accesibilidad se traduce en Nevermind; otro de los discos claves
de la joven década de los 90, que en poco tiempo había visto morir y nacer modas,
aparecer obras maestras y cambiar la alegría de vivir de los ochenta por el
cambio de mentalidad del grunge: a partir de entonces la vida era un asco, todo
era negro y el suicidio era una opción de salir del tortuoso mundo de la adultez.
Con esas premisas estaba claro que propuestas como las de Mötley Crüe, Ratt,
Poison y demás debían hibernar cual oso cavernario a la espera de tiempos más
aciagos.

PORTADA:

El Painkiller en si es ya impactante desde la propia cubierta. Cuando ocupó
las primeras filas de las estanterías ya invitaba a ser adquirido. Algo tópico
y clásico de imaginería metálica pero en definitiva: tremendamente efectivo.
En actitud amenazante, un musculado androide de acero cabalgando una moto, mitad
dragón mitad serpiente, surcaba los cielos con ruedas dentadas. Bajo su temible
puño agonizaba una civilización sumida en el apocalipsis a la vez que era coronada
por el símbolo de la banda.

EL DISCO

Tipton, Downing, Halford, Hill y Travis llevaban ya muchos años juntos y conjuntamente
a la experiencia y a la alquimia de Chris Tsangarides en las labores de producción,
hicieron de Painkiller una de las piedras angulares del género.

Y si la portada ya de por si es impactante… que decir con el espectacular inicio
del disco de la mano de Scott Travis y una de las intros más famosas de la historia.
“Painkiller” muestra una velocidad y una agresividad nunca vista hasta ahora
por los británicos. El trabajo de guitarras es técnico y espectacular así como
la potente base rítmica conformada por Ian Hill y un Scott Travis que se sale.
Tsangarides consigue que los abrasadores riffs del dueto Tipton-Downing consigan
un sonido característico del disco: suena metálico a más no poder y hasta parece
que salten chispas mientras ejecutan los solos. Hoy en día “Painkiller” es ya
un himno que suena en todo bar, discoteca heavy o fiesta de colegas. Puede que
nos la hayan aburrido de tanto pincharla pero el tiempo la ha colocado donde
debe estar: entre los bises finales de los conciertos de Judas Priest. “Hell
Patrol” es un tema que nos habla de las patrullas de la muerte dedicadas a exterminar
con la sobrepoblación de niños en las fabelas brasileñas. De corte hímnico y
agudos imposibles y dominada por un marcado redoble de batería. El inicio esquizoide
de “All Guns Blazing” con un Halford que consigue una de las mejores intros
jamás escritas de paso a otro tema demoledor. Hasta se llegó a publicar que
los Judas, auténticos estandartes del heavy metal clásico, se acercaban al thrash
metal. Estribillos perfectos como la espectacular “Leather Rebel” en la que
Halford volvía a dejar claro que la etiqueta de “Metal God” le era bien merecida.
Las letras eran sorprendentemente agresivas y la mutilación y la violencia nunca
habían ido tan en consonancia con el doble ataque de guitarras de Tipton y Downing
y la atronadora base rítmica de Hill y Travis. Uno de los puntos álgidos del
disco era sin duda “Metal Meltdown”, con otro riff antológico y un estribillo
dotado por un cambio de registros vocales que dejaría ojiplático al mismísimo
King Diamod, el danés de las mil voces. Encontramos algunos efectos que potencian
ese efecto maquinal y destructivo junto a unas guitarras que no paran de ejecutar
detalles. Le sigue uno de esos temas que ha sobrevivido a lo largo de los set-lists
de la banda con todo merecimiento: “Night Crawler”. Antológico corte con un
inicio de truenos y centellas y otro estribillo para la posteridad. El corte
fue grabado en un estudio en Francia próximo a un castillo cátaro que les inspiró
el pasaje oscuro susurrado a mitad del tema que consigue poner los pelos de
punta. Quizá el tema que más pase desapercibido sea “Between The Hammer &
The Anvil”, pero no por eso hay que quitarle méritos a otra excelente y agresiva
canción que bien mereció tener cabida en el histórico Painkiller. Otra que quedó
en los set-lists actuales del grupo fue “A Touch Of Evil”, un medio tiempo agónico
y eléctrico. Una preciosa letra sobrecojedora en la que narra los sentimientos
de una víctima de una posesión a manos de un espíritu maligno y nocturno. Fragmentos
como “Tengo miedo pero sigo alimentando la llama…” quedan de miedo (nunca mejor
dicho). Y la traca final viene precedida de una intro llamada “Battle Hymn”,
un crescendo precioso que desemboca en “One Shot At Glory”. Es quizá el tema
más accesible siendo un medio tiempo de estribillo perfecto, agudos imposibles
y técnica sobrada. Pese a que los prolegómenos de una batalla no dejan de ser
un clásico recurrente en el metal, la intensidad y emotividad que logran la
hacen preciosa.

PAINKILLER: EL FENÓMENO

No tengo cifras de ventas ni datos acerca de la repercusión mediática del disco
pero 14 años después, en nuestros días, hay bandas actuales que sencillamente
plagian el sonido de ese disco. Casos como los de Primal Fear, Silent Force,
son los más flagrantes pero algunos cortes de Gamma Ray y otras bandas actuales
no pueden esconder que Paikiller es una de sus máximas influencias.

ANÉCDOTAS

La aparición de dicho disco llevó implícitas anécdotas realmente curiosas:
mientras muchos fans de los Priests criticaban el endurecimiento en el sonido
de la banda, los nuevos fans que empezaron con el Painkiller no podían comprender
como la banda había grabado en sus inicios temas como “Rocka Rolla”, “Livin
After Midnight” o “Eat Me Alive”. Los “nuevos” no entendían que los inicios
fueran tan “diferentes”.

Otra interesante fue que durante la gira la gente pedía a Tipton y Downing
más material antiguo, pero cuando volvían a las mismas ciudades a tocar, los
que anteriormente les habían pedido más espacio para clásicos eran los mismos
que pedían más temas del Painkiller.

LA EVOLUCIÓN

Painkiller fue un punto y final a Judas durante casi ocho años. Halford se
embrancó en un proyecto llamado Fight muy influenciado por Pantera que pecó
de precipitado, mientras el sacerdote reemplazaba años más tarde al metal God
por un joven don nadie llamado Tim “Ripper” Owens. Jugulator no fue un mal disco,
pero como en todos los casos todo depende con que lo compares, y si había que
compararlo con el último disco que Judas habían grabado  este era ni más ni
menos que el Painkiller… o sea que… como que no triunfó. Tras relacionarse con
el líder de Nine Inch Nails y tener un duro parto con su proyecto TWO, en el
que mostraba orgulloso su homosexualidad y sus nuevas tendencias modernas, la
popularidad de Halford visitó los infiernos. No fue hasta el 2000 en que renació
autoproclamándose el Metal God y firmar un Painkiller 2 titulado Resurrection.
El título lo dice todo y el tema que le da nombre es una especie de biografía
de sus pasos tras dejar su banda madre.

Ahora que ha vuelto a su seno materno, todo apunta a que lo que nos aguarda
sea otra fotocopia del Painkiller, aunque… ¿y no es eso lo que quiere todo el
mundo?

Jordi Tàrrega

Grupo:Judas Priest

Discográfica:Columbia

Puntuación:10

Canciones:

    1. Painkiller
    2. Hell Patrol
    3. All Guns Blazing
    4. Leather Rebel
    5. Metal Meltdown
    6. Night crawler
    7. Between The Hammer &
    8. The Anvil
    9. A Touch Of Evil
    10. Battle Hymn
    11. One Shot At Glory

Año:1990

Votación de los lectores:8.83333