Triptykon: Requiem (Live At Roadburn 2019)

Componer y editar un disco a lo largo de treinta años es algo inusual, tanto como ir soltándolo en pequeñas píldoras distanciadas entre sí en lo temporal y artístico. ‘Requiem’ por fin toma su forma definitiva después de los dos adelantos de 1987 y 2006 convirtiéndose tal vez en el único ejemplo en el mundo del metal en que un disco no sólo tarda tres décadas en terminarse sino que abarca dos siglos diferentes.

La idea de ‘Requiem’, como casi todo buen seguidor de Tom Gabriel Warrior conoce, es un ejemplo que muchos compositores deberían tener en cuenta a la hora de acercar sus creaciones al mundo orquestal: concebir esos temas como un todo que se nutre tanto de la banda estándar como de la orquesta, dejando de lado los arreglos más o menos forzados, más o menos impostados que poco más que ampulosidad aportan.

Un Réquiem contemporáneo en toda regla

Las tres partes que componen la obra ya terminada siguen, más o menos, los parámetros de las composiciones de música contemporánea que, sin duda, llevan influyendo en Warrior desde que la idea brotó en su cabeza. Las versiones definitivas de las partes ya editadas corren por distintos caminos, “Rex Irae” gana enteros cuando se compara con la versión primigenia aparecida en el nunca suficientemente bien valorado ‘Into The Pandemonium’ (1987), cogiendo más solidez, más complejidad y una absoluta madurez.

La tercera parte, “Winter” (‘Monotheist’, 2006) es mucho más similar, sin que esto suponga desmerecer en absoluto su nueva versión, sino más bien el reconocimiento de que la madurez de Warrior como compositor estaba mucho más asentada, las ideas más claras y el objetivo final más definido.

Grave Eternal: Lección de creatividad

La novedad compositiva de este disco es la parte intermedia del réquiem, llamada “Grave Eternal. Chapter Two: Transition”, una monumental composición de más de treinta minutos en la que Warrior da el do de pecho sacando todo su genio creativo al marcar una lucida y total diferenciación con las otras: aquí sí que las partes orquestales tienen el mismo ADN que las del grupo y logran todas juntas, dotar de solidez y sentido a todo el réquiem.

Es un alumno aventajado – bien sea de forma inconsciente o buscada –  de toda la herencia centroeuropea y del este, de grandes compositores contemporáneos que hicieron del réquiem más que un lamento (Gubaidulina, Ligeti, Schnittke, Penderecki…) pero a la par tiene también aromas al repetitivismo y la expermimentación (Feldman, Reich, Tietchens,…) sin que cruja ni rechine en esta amalgama.

La Obra Total de Warrior

A partir de este momento, Tom G. Warrior, puede sentarse tranquilamente y disfrutar de la labor bien hecha. Es mucho más que dos viejos temas, primos hermanos que ansiaban estar juntos y tras varios decenios lo consiguen, para quedarse como un todo junto a un nuevo familiar. ‘Requiem’ es por sí misma una obra con identidad propia, un faro que va a despertar a muchos otros artistas que creían que estaban alcanzando al Maestro y que ahora  es muy probable que vean cómo éste se aleja de forma casi inalcanzable.

“Rex Irae. Chapter One: Overture” abre los oídos, suena a sus viejos ropajes pero de un modo totalmente nuevo y lustroso, “Grave Eternal. Chapter Two: Transition” es todo un mundo sonoro que puede parecer muy ajeno y alejado al sonido metal pero que sin duda alguna es reconocible como tal sin esfuerzo alguno y el final “Winter. Chapter Three: Finale” pone el cierre ideal a ‘Requiem’ la nueva joya de Triptykon con la que demuestran que siguen estando por encima, muy por encima del resto de bandas de su entorno.

Es de justicia mencionar que el valor de este obra también se basa el demoledor trabajo de toda la banda (Santura, Slajh y Grossmann) con una destreza instrumental envidiable, la potencia vocal de Safa Heraghi, dando la réplica en las voces principales y el entendimiento que Jukka Isakkila (director de la Metropole Orkest para esta ocasión) y arreglista Florian Magnus Maier tuvieron para crear lo que tal vez sea un nuevo clásico del metal.