Bruce Dickinson: Balls To Picasso
Aprovechando que en este 2004 se cumplen ya diez años de la publicación de semejante disco, me dispongo a relataros mínimamente lo mucho que ha influido este sensacional músico a la hora de concebir la música.
Después de un muy pasable “Tattoed millonaire” publicado en el año 90, lanzamiento el cual contaba con la presencia en las guitarras de un tal Janick Gers y que superaba con creces el álbum publicado por IRON MAIDEN para la ocasión, ese ligeramente infame “No prayer for the dying”, BRUCE DICKINSON iniciaba, ya fuera de la alargada sombra de la doncella y en plena resaca post “Fear of the dark”, una sensacional carrera en solitario con este asombroso “Balls to Picasso”. Si bien en “Tattoed millonaire” encontrábamos temazos tales como “Dive, dive, dive”, “Born in ´58” o la susodicha “Tattoed millonaire” (sin contar que Steve Harris tuvo que convencer a Dickinson para que la canción “Bring your daughter … to the slaughter” fuera incluida en el “No prayer for the dying”), la fórmula empleada por Bruce en “Balls to Picasso” variaba totalmente los esquemas concebidos desde los inicios de los tiempos, trastocando todos los esquemas matemáticos de los fans de IRON MAIDEN, relegando a un plano inexistente cualquier cliché de antaño y apostando por una sensación intimista más propia para un lanzamiento en solitario.
Ya fue aquí cuando el vocalista se unió a Dave Ingraham, Eddie Casillas y a un enorme Roy Z, tres músicos altamente ligados a las andanzas de Bruce en los años venideros, unos instrumentistas modernos que no hicieron más que ayudarlo en sus inquietudes musicales.
Volviendo al álbum en cuestión, fue aquí cuando se mostró evidente que Dickinson dejaba un tanto de lado cualquier intención demasiado comercial, entendiéndose como comercial cualquier acercamiento a modo de anzuelo metálico. Quiero decir que nunca he entendido una supuesta marcha de un grupo para, después, seguir haciendo lo mismo, un mismo estilo. Aunque discos como “Accident of birth” o “The chemical wedding” difieran bastante de las composiciones de Harris, creo que se debe halagar la publicación de “Balls to Picasso”, reiterando la intencionalidad de alejarse de directrices relacionadoras con su, por aquel entonces, reciente pasado.
Lo dicho, Bruce Dickinson fue valiente en aquella ocasión, y el tema que abre el disco ya puede ser totalmente definidor de tal gallardía. Así fue como la envolvente “Cyclops” se dispuso a noquear al oyente en sus casi ocho minutos de efectos, intensidad y letras más serias y maduras. Otro elemento destacable y que se muestra protagonista a lo largo del álbum es el tratamiento de las guitarras del aventajado Roy Z, dotándolo de una sensación, dejémoslo en, alternativa muy en boga por aquella época en pleno apogeo de la movida grunge. “Cyclops” es, sin duda, un corte extraño para abrir un disco de teórico heavy metal, demasiado chocante, pero con unos punteos tan aparentemente sencillos como embriagadores, a la vez que deja entrever la dificultad de digestión auditiva que conllevará el disco en su totalidad.
En mi opinión, las joyas del disco aparecen a continuación en dos títulos tan asombrosos como “Hell no” y “Gods of war”. La primera, quizás, sigue la tónica de “Cyclops”, pero, consigue evocar una mayor melodiosidad que va in crescendo hasta llegar a un estribillo en que la voz del inglés se muestra mucho menos artificial que en los discos de la doncella. Este es otro de los elementos clave que sirven para mi adoración personal a “Balls to Picasso”, la voz de Bruce fluye con absoluta naturalidad en cada estribillo, no necesita forzar ni imitar a su propia esfinge de divo del metal, haciendo de tal ejercicio de composición algo sincero, como bien se denota en la ya citada y enorme “Gods of war”, una pista detallista e intensa, donde Bruce luce su garganta en un estribillo genial, el cual contrasta con la melancolía de sus estrofas.
Un tanto más aventurada se muestra “1000 points of light”, una canción camaleónica en la que los riffs marcados, un estribillo metalizado y estrofas dulces se unen en otro buen hacer del británico, sin embargo, la conocida “Laughing in a hiding bush” no creo que consiga tan buenas alabanzas en la reiteración de la frase que titula la pista haciéndolo uno de los títulos más predecibles.
Aunque “Tears of the dragon” eclipse cualquier intentiva de balada, es injusto escapar a la belleza y tristeza que evoca la pensativa “Change of heart”, escapando de los cánones del típico tema lento, rítmicamente muy positiva y con grandes dosis de melancolía en su letra.
“Balls to Picasso”, no obstante, tiene sus ligeros inconvenientes en forma de las dos canciones que preceden a tal balada, me refiero sin duda a la, quizás pasable, “Shoot all the clowns” (con rapeo incluido) y a la horripilante y hastiosa “Fire”.
Como no podía ser de otra manera, Dickinson cierra la obra rozando la matrícula de honor con las asombrosas “Sacred cowboys” y la archiconocida balada “Tears of the dragon”. El rapeo constante y la violencia de los riffs de la primera que desembocan en un estribillo magnificiente y 100% heavy metal, contrastan con la composición más reconocida de la etapa en solitario del vocalista, la preciosidad impoluta de una de las baladas más pinchadas en la gran discoteca que es mi habitación. “Tears of the dragon” es simplemente una gota del mejor brebaje emocional que sirve para claudicar un disco tan extraño y sobresaliente. Una capacidad estrófica envolvente y un estribillo entrañable y recordable, en donde la evocación de la tristeza por bandera fluye sónicamente con señorío, contrastando con la parte instrumental de la misma, donde un solo rabioso reproduce cualquier sensación de soledad en forma de tiempos olvidables a la perfección. Muy a tener en cuenta, por otra parte, el sensacional videoclip perteneciente al tema.
Después de “Balls to Picasso”, Dickinson publicó un innecesario doble directo llamado “Alive in Studio A/Alive in the Marquee Club” cambiando su banda por unos tales Alex Dickson, Chris Dale y Alex Elena, los cuales ya le acompañarían en su, para muchos, herético álbum de 1996 llamado “Skunkworks”, un disco que, dicho sea de paso, aunque no goce el nivel de frescura que el reseñado y obviando lo idiota de las actitudes antimetaleras y antimaiden, también goza de todos mis respetos por su tremendo atrevimiento. Es obvio que la gente no es de piedra, y los descalabros en lo que se refiere a ventas hicieron que Bruce recapacitara y rejuntara la formación de “Balls to Picasso”, rescatando de la hambruna a Adrian Smith, para grabar un intencional “Accident of birth”, el cual sirvió para recordar al mundo que aunque un tal Blaze Bayley se auto ridiculizara noche tras noche como frontman de los de Harris, el verdadero cantante de IRON MAIDEN no era otro que Bruce Dickinson. Después de un acertado “Chemical wedding”, el poder del dólar hizo que casi todo el mundo se alegrara en el desenlace de la historia, el retorno que ya todos conocéis.
Volviendo a “Balls to Picasso”, creo poder decir que es la oportunidad perfecta para constatar que el nombre de BRUCE DICKINSON no siempre ha estado relacionado con el de IRON MAIDEN.
Manu Estrada
Grupo:Bruce Dickinson
Discográfica:EMI
Puntuación:9.2
Canciones:
- Cyclops
- Hell no
- Gods of war
- 1000 points of light
- Laughing in a hiding bush
- Change of heart
- Shoot all the clowns
- Fire
- Sacred cowboys
- Tears of the dragon
Año:1994
Votación de los lectores:6.94595
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