Creo que no es ningún secreto que THE WINERY DOGS han firmado seguramente el disco de rock más memorable del año 2013. En un año falto de lanzamientos realmente buenos (el último de BLACK COUNTRY COMMUNION flojeaba, lo de AVENGED SEVENFOLD ha sido un bluff, el de DREAM THEATER no tiene por donde cogerlo, posiblemente solo se salva WATAIN…) han sido estos tres veteranos los que han hecho el disco que sirve para recuperar la fe en todo esto. 

Los ecos setenteros que asoman en la música de THE WINERY DOGS son, claro está, una fórmula ganadora desde el principio. Cualquier sonido pasado siempre fue mejor y está claro que el funk y el rock más o menos complejo pero melódico que ejecutan Billy Sheehan, Mike Portnoy y Richie Kotzen tiene su aprobación por parte del público. Sino, pese a los nombres implicados, una sala no registra una entrada como la que se vio en la sala Apolo de Barcelona o el sold out que hubo en Madrid. Y en un tiempo en el que los discos parece que han dejado de importar, es destacable que un buen disco haya sido el motivo por el cual la gente ha acudido en masa a ver a una nueva banda.

Está claro que Portnoy atrae a muchos fans, y que Kotzen por si mismo mete a 300 personas deseosas de feeling guitarrero. Pero tanto Kotzen como Portnoy como el bueno de Sheehan han visitado Barcelona innumerables veces en tiempos recientes y ese argumento queda invalidado de pura necesidad. No hay más conclusión que la obvia: el público sigue queriendo discos. Lo único que no quiere son discos rellenos de basura, tal y como se suele estilar.

A las 21:15, con 800 personas en la sala Apolo y un gran ambientazo de sábado noche (además coincidía con el día grande de las fiestas de la Mercé), los tres integrantes de THE WINERY DOGS salieron a escena entre aplausos. Sin demasiada tontería pasaron directos a lo que todo el mundo quería de ellos: música. 

El show comenzó con “Elevate”, un tema explosivo e ideal para comenzar un concierto. Lo primero que brilló fue la voz de Kotzen, que canaliza a Glenn Hughes con una facilidad abrumadora. Es tan buen guitarrista como vocalista, algo que no suele ser común. Sus adornos a las seis cuerdas son tan frecuentes como sus detalles vocales que enriquecen y mejoran las lineas melódicas de cada canción. Pero en segundo lugar, el groove en el que se meten Sheehan y Portnoy desde el minuto uno es alucinante. Cómo se nota cuando dos músicos son bestias en lugar de simplemente buenos músicos. 

La banda procedió a tocar todo el disco, aunque en orden distinto al tracklisting que conocíamos. Hubo una primera parte del show en la que tocaron “Criminal”, “We Are One”, la ultrafunk “One More Time”, donde se veía al público incluso bailando en el poco espacio disponible en la sala, la malévola “Time Machine”, “Damaged” y “Six Feet Deeper”. Tras esto llegó un aplaudido solo de batería de Portnoy, donde demostró porqué es quien es. Por mucho que tras él hayan aparecido otros más brutos, más rápidos o más técnicos – si cabe- Portnoy sigue siendo el grande, el Carl Palmer de su generación, al que nadie puede reprochar una nota fuera de lugar. Tras el solo enlazo con la rápida “The Other Side” y tras esto, otro solo, esta vez de Billy Sheehan. El sonido y la ecualización eran muy decentes. La sala Apolo es ideal para shows de este estilo, porque el enmogollonamiento sónico que se suele vivir en salas como Razzmatazz 2 no contribuye a disfrutar de los conciertos debidamente. Y donde hay tantos matices y una presencia tan majestuosa del bajo en la música, es importante que el sonido sea óptimo.

Tras los solos, la banda interpretó “You Saved Me” y “Not Hopeless”, con un riff juguetón que puso a la gente en pie de guerra nuevamente. Fue entonces el turno de una versión del “Stand” de POISON, seguida de un tema propio de Kotzen, “You Can’t Save Me”. No podía faltar tampoco algo de MR. BIG, y fue entonces cuando interpretaron “Shine” ante la aprobación general de los asistentes (aunque un “To Be With You” o “Colorado Bulldog” habrían tirado la sala abajo). Tan solo quedaban cuatro canciones de su disco debut por tocar y fueron las que desgranaron en la recta final del concierto: la escalofriante balada “I’m no Angel” (uno de los momentos álgidos de la noche), “The Dying” y “Regret”. 

No tardaron en llegar los bises, que consistieron de una versión de Elvin Bishop titulada “Fooled Around and Fell In Love” y posteriormente el tema que todo el mundo andaba esperando, el primer hit de THE WINERY DOGS: “Desire”. Tenía a un grupito de chavalines al lado en ese momento que se volvieron automáticamente locos al sonar esta canción, y no pararon de palmear en los cuatro minutos que duró. Futuro clásico destinado a cerrar todos sus conciertos, si tienen la paciencia e intención de durar como banda. Tras una hora y cuarenta minutos exactos, Portnoy, Sheehan y Kotzen se abrazaron al frente del escenario y despidieron el show prometiendo volver el año que viene. Ojalá sea así. 

Texto y fotos: Sergi Ramos

Promotor:Madness Live

Asistentes:800

Día:21/09/2013

Sala:Apolo

Ciudad:Barcelona

Puntuación:10