Las pantallas del escenario principal nos despiden y nos invitan a volver en 2018, que promete ser más y mejor. ¿Metallica?¿Green Day? Después de romper barreras trayendo a Maiden el pasado año y destrozar records de asistencia con Rammstein en la presente edición, se presume que Resurrection Fest cada vez aspira a más.

A pesar de que con la jornada anterior el cuerpito se nos había quedado de goma, nos dolían todas las articulaciones, y el cansancio de tres días seguidos de más de seis horas de conciertos (contando la fiesta de presentación del miércoles) ya hacía mella, acudimos al recinto de Celeiro con ganas de más. El tiempo acompañó, y esa humedad del día anterior desapareció dejándonos un sol del que calienta pero no quema.

Entramos algo antes de las seis de la tarde al Resurrection City sabiendo que Krisiun van a ser baja por problemas con las líneas aéreas y no van a llegar a tiempo. Es una lástima, ya que era una de las grandes bazas de Death Metal del día, y apetecía mucho arrancar con la metralla y el buen hacer de los brasileños. Lástima. Sin embargo, decidimos llegarnos al Desert Stage, algo vacío a estas horas tempranas (el público se está reservando y se nota), para presenciar algunos temas del trío de Liverpool Conan. Venían con una bajista de sesión y ofrecieron un concierto íntimo, crudo, ruidoso y visceral para la panda de resacosos ávidos de buen stoner doom que allí estábamos.

No pudimos quedarnos mucho rato, ya que al poco de empezar los británicos comenzaba en el Main Stage el esperado concierto de Arch Enemy. Los suecos con guitarrista yanqui y vocalista canadiense venían con las noticias de que están inmersos en la grabación del nuevo disco que tendrá por título “Will to Power”, y promocionaron su reciente dvd en directo “As the Stages Burn!”. El repertorio se me hizo un tanto empalagoso, centrado en los temas de su último “War Eternal”(2014), aunque también sonó alguna vieja gloria como “Ravenous”, o éxitos de la etapa con Angela como “No Gods, No Masters”, “I Will Rise”, “My Apocalypse” o la coreada “Nemesis”. En lo visual estuvieron espectaculares, y tuvieron momentos de humo y pirotecnia que hubieran lucido más si fuese de noche. Es inevitable la comparación de Alissa con su predecesora, y si bien es cierto que la canadiense tiene presencia, no puede compararse con la garra y actitud que desprendía Mrs. Gossow. En lo interpretativo el quinteto es demoledor y derrocha virtuosismo, precisión y melodía, aunque también es cierto que echamos a faltar guitarras (menudo dúo hacen Amott y Loomis, espectacular), que estaban escondidas tras la presencia de la batería y la voz.  Un show demoledor, siempre, con sus más y sus menos, el de esta superbanda.

Tras esta bomba que nos regalan a estas horas tempraneras tuvimos que dividirnos para disfrutar, por un lado, de los alemanes de Hamburgo Mantar en el Desert Stage, y de los patrios Lords of Black en el Chaos Stage por otro. El dúo Mantar consiste en dos tipos, guitarra y batería, que tocan de lado al público, mirándose de frente en el escenario. Hacen un Sludge súper potente que hace que las piernas se vayan solas. Muy divertidos, cañeros, y se metieron al abundante público en el bolsillo con su buen hacer y su buena conexión. Lords of Black, a pesar de ser una formación reciente, cuentan con algunos miembros de renombre en el panorama nacional e internacional, comandados por el vozarrón de Ronnie Romero. Su Heavy/Power es muy pegadizo, con dobles bombos a piñón, y en directo suenan limpios y potentes. Tuvieron tiempo para presentarnos temas de sus dos álbumes y hasta cerraron con un emotivo homenaje a Ronnie James, con el que el vocalista chileno comparte nombre y ciertos registros vocales.

Mastodon son una máquina de hacer Metal. Son milimétricos, prolíficos, constantes, y lo hacen bien. Tienen personalidad y cada tema te cuenta una historia, y lo demostraron durante una hora (tal vez un poco larga) en el escenario Main. Contrarrestan lo lineal que se puede hacer el concierto completo alternando la voz principal entre sus miembros (incluyendo batería, sí señor) en distintas canciones. Por lo demás derrochan energía y pegada. El sonido fue probablemente el mejor de la jornada y el público lo notó. Presentaron su último álbum “Emperor of Sand”, del que cayeron unas pocas. Es remarcable el momento en el que toda la tropa de Resukids subió al enorme escenario con sus correspondientes protecciones en los oídos para participar de la experiencia del directo. Es una genial iniciativa lúdica y educativa a partes iguales de la que los chavales disfrutan y se les ve en sus caras de subidón y felicidad, que hace, a su vez, que el público se vuelque en una espiral de buen rollo metalero. Memorable.

Más tarde, Hoest y su banda, Taake, nos dejaron en el Chaos Stage un conciertazo de los gordos en lo que sería la primera parte del díptico de Black Metal noruego de la jornada. Aún de día, Taake ofrecieron cincuenta minutos de pura metralla sonora de calidad, con sello propio. La voz ronca de Hoest hacía el contrapunto a guitarras chicharreras y afiladas, un bajo ultralimpio y brillante y una batería poderosa y contundente. Hubo muchas melodías y armonías melancólicas y fue un concierto bastante dinámico. Bastante más que lo que hicieron más tarde sus compatriotas sobre el mismo escenario…

Ya completamente de noche, a las diez cuarenta, subieron al Main Stage los cabezas de cartel del día, los californianos Rancid. He de reconocer que crecí escuchándoles en los ‘90, especialmente su tercer disco, con el que pegaron el pelotazo, “…And Out Come the Wolves”(1995), y cuando vi que la enorme lona que les iba a hacer el fondo del concierto era la portada del mismo, mi corazón se estremeció. ¿Quién me diría entonces que veintidós años después estaría tirando fotos a esta panda? Ya no eran los jóvenes irreverentes con cresta y tachuelas de entonces, sino unos señores muy bien avenidos con pinta de abueletes, y sin embargo sonaron IGUAL que en los discos, tanto voces como instrumentos. Hicieron el mismo Punk Rock playero fresco y vital, nos transportaron a épocas pasadas y lo mejor de todo: hicieron gozar de ese ambiente festivo a las nuevas generaciones. Uno de los momentos más felices y reflexivos del XII Resu fue contemplar a unos jóvenes padres bailando con sus hijos de seis u ocho años al ritmo de Rancid. Y aunque hubo algún heavy rancio de los que reniegan del punk (siempre los hay), esa es la grandeza del Resurrection Fest, que aúna una importante variedad de estilos, tendencias, y edades y hace que todos seamos una piña bajo el estandarte de la música como elemento unificador. Rancid sonaron de diez, tocaron temas nuevos inéditos y nos regalaron glorias atemporales como “The 11th Hour”, “Old Friend”, “Journey to the End of the East Bay”, “Time Bomb”, “Olympia WA.” o “Ruby Soho”, con su Hammond y su sonido brillante. Como antes lo hicieran Mastodon, cada tema era cantado por distintos miembros e hicieron un trabajo de coros de los de las bandas grandes con rodaje. Especial mención, como siempre, a Matt Freeman al bajo.

Tras esta vital y divertida experiencia musical y sensorial llegaba la completa oscuridad al Chaos Stage, literalmente, ya que subían los míticos Mayhem a interpretar íntegro su “De Mysteriis Dom Sathanas”(1994). Era una oportunidad única de revivir en directo uno de los pilares del black metal noruego y por tanto, internacional. Pioneros del raw sound, polémicos, provocativos, irreverentes y amantes de la controversia, los Mayhem de 2017 se presentaban en Viveiro sobre un escenario completamente a oscuras. Para más jolgorio, todos los miembros se pasaron el concierto entero con túnicas negras, como Nazgul en Santa Campaña Mode On. ¿Impactante? Puede que fuera la gloria para los fanáticos de la banda, pero fue la pesadilla del fotógrafo. El sonido, aunque estoy completamente convencido de que lo hicieron a propósito, fue una bola de graves absoluta formada por bombo y bajo, en la que la chicharra chirriante de las guitarras estaba en segundo plano, y en la que la voz, a medio camino entre eructo y didgeredoo no se sabe si aliviaba o molestaba. Durante unos soporíferos sesenta y cinco minutos descargaron su Opera Prima y algunos temas más escogidos de su discografía. El público disfrutó mucho con “Freezing Moon” y otros himnos del black metal, aunque ya digo, se intuyó más de lo que sonó. Trve Black Metal. En breve girarán por España con el mismo show, una oportunidad única para los amantes de la banda y el género para gozar de tan magnífica representación, haciendo homenaje a antiguos músicos caídos en extrañas circunstancias. La alternativa era irse al Ritual Stage a gozar del buen hacer y la experiencia de los neoyorquinos Agnostic Front, que dejaron, como siempre, la sensación  de haber asistido a un conciertazo con mayúsculas.

La noche casi tocaba a su fin, pero antes quedaba uno de los platos fuertes de la velada: la actuación de los suecos Sabaton, con tanque incluido. Después de ver a Rammstein la noche anterior, la presencia del tanque y la enorme pantalla sobre la que proyectaron intros y animaciones se quedó algo corta. Igualmente la multitud pudo disfrutar de una de las bandas más activas del festival, que no pararon de correr y moverse, coreando esos estribillos tan pegajosos con forma de himno. Personalmente se me hace algo raro que una banda de Power Metal con temas tan alegres escoja la guerra como temática e imaginería, como que no me pega, y aún así había muchísimos fans ataviados con prendas de camuflaje (no confundir con deathmetaleros, estos llevaban camisetas de su banda del momento) e incluso casco. Joakim Brodén estuvo genial como maestro de ceremonias, contagiando sonrisas y entusiasmo, aunque no estuvo muy afinado en lo vocal. Fue otra fiesta para la audiencia de Viveiro, que gozó de los riffs machacones, los estribillos pegajosos y los coros enlatados de Sabaton como si fuese el último concierto de la edición.

Y sin embargo aún quedaba la guinda en el Chaos Stage: Obituary volvían, después de tres años, al Resu. Obituary tiene casi siempre el mismo show, en el que las luces prácticamente se reducen a dos haces mínimos de rojos y azules sobre una oscuridad total. El telón consiste en la sencilla portada con el logo de su reciente álbum homónimo, y nos dejan un concierto casi a las dos y media de la mañana de los de boca abierta. El sonido es definido, crudo y brillante, en el que predominan los dobles bombos de Donald Tardy y la voz tan característica de John Tardy. Es la suya una de esas voces que reconoces al instante, es la voz de los de Tampa, y es la voz que representa el Death Metal de Florida. Dejaron algunos himnos tanto de su debut “Slowly We Rot”(1989) como de su obra maestra “Cause of Death”(1990), como “Chopped in Half” o “Dying”. También interpretaron temas más recientes y lineales en los que destacan, como siempre, sus riffs de guitarra. Son su sello de identidad junto a la voz de Tardy.

Y con una hora de Death Metal Old School Supreme Quality en el cuerpo abandonamos Viveiro un año más. Las pantallas del escenario principal nos despiden y nos invitan a volver en 2018, que promete ser más y mejor. ¿Metallica?¿Green Day? Después de romper barreras trayendo a Maiden el pasado año y destrozar records de asistencia con Rammstein en la presente edición, se presume que Resurrection Fest cada vez aspira a más. Buenísima organización, fluida gestión de las barras y tickets, magnífico personal de seguridad y un ambiente inmejorable para todos los públicos hacen de este festival uno de los grandes del país. Enhorabuena un año más.

Nos vemos en Viveiro.

Fotografías y texto: Odigir Olaf.

Promotor:Old Navy Port

Día:2017-07-08

Hora:12:00

Sala:Recinto de festivales

Ciudad:Viveiro

Puntuación:9