Hace algo más de tres años, El País publicada un reportaje titulado "Cazadores de sonidos duros" destinado a reivindicar que si bien la época dorada del metal en Madrid se encontraba ya lejana en los 80, el legado de toda aquella cultura se mantenía vivo y muy vigente a través de una gran cantidad de locales de la capital que gozaban de buena salud. En la habitual naturaleza irónica del transcurso de este tipo de cosas, no nos queda más que reír con lástima al hecho de que ni tan siquiera un lustro después de que la prensa generalista se hiciera eco de algo así, la situación haya seguido decayendo de una forma tan dramática y preocupante como lo está haciendo en la actualidad.

Hace algo más de tres años, El País publicada un reportaje titulado «Cazadores de sonidos duros» destinado a reivindicar que si bien la época dorada del metal en Madrid se encontraba ya lejana en los 80, el legado de toda aquella cultura se mantenía vivo y muy vigente a través de una gran cantidad de locales de la capital que gozaban de buena salud. En la habitual naturaleza irónica del transcurso de este tipo de cosas, no nos queda más que reír con lástima al hecho de que ni tan siquiera un lustro después de que la prensa generalista se hiciera eco de algo así, la situación haya seguido decayendo de una forma tan dramática y preocupante como lo está haciendo en la actualidad.

De la lista de locales que los del grupo PRISA anunciaban hace tan sólo 38 meses como templos del metal en la contemporaneidad, tan sólo la mitad siguen abiertos. Y no sólo eso, sino que tres de los más importantes e icónicos de esa lista (We Rock, TNT y La Urbe del Kas) han echado el cierre en los últimos meses, uniéndose a ese cajón de meros recuerdos de noches metálicas borrosas en el que se encuentran más estandartes de otra época, como la Canciller, la Argentina, Studio Rock, el Barrabás, Excalibur, la Sukursal o Ritmo & Compás.

Ante semejante panorama, la primera pregunta es la más que lógica: ¿qué ha pasado? ¿Ha sido mera coincidencia que tres de esos núcleos de actividad metalofiestera echasen el cierre el mismo año? ¿Es cosa de un contubernio judeomasónico-Illuminati en colaboración con los vampiros diurnos? ¿Está atravesando el Madrid heavy uno de sus peores momentos? ¿O es que nunca ha dejado de decaer?

We Rock

We Rock

«No creo que la escena esté muriendo, pero atraviesa altibajos. En ocasiones los bares están hasta arriba y otras veces se ven desiertos, y eso a veces es preocupante… pero siempre hay gente. Si nos fijamos, lleva muriendo muchos años, pero siempre sobrevive», comenta Yago, quien fuera uno de los trabajadores del recién desaparecido La Urbe del Kas. «Sobre nuestro cierre hay un debate abierto: hay quienes culpan a la gente por no ir, otros opinamos que no se hizo una buena gestión de un tiempo a esta parte. Si lo comparamos con hace unos años, es evidente que son tiempos diferentes. Antes también había menos locales, lo cual hacía que fuesen más fáciles de llenar. Tampoco había la crisis actual, la gente tenía trabajo y eso facilitaba más las cosas. Ahora hay mucha oferta y menos demanda.»

Carlos, quien fuese DJ residente en We Rock nos aporta también su punto de vista: «El Heavy no se muere, todos los fines de semana hay gente en los bares y en los conciertos, pero en Madrid la oferta es descomunal a nivel de bandas, bandas tributo, bares (aunque cada vez menos)… la gente no puede abarcar todo, y por supuesto el Heavy como lo conocíamos o lo vivíamos la gente que ahora tenemos una edad ya no está.» El cambio de filosofía es evidente, tal y como nos señala, y no se trata simplemente de algo que haya sucedido en los últimos cinco años. «No vas a los bares a escuchar las novedades o los grupos que no conoces; la crisis también ha hecho mucho daño, ha cambiado la manera de actuar de la gente, si tengo un móvil y 5 euros me voy a un parque, pongo la música que me gusta y bebo barato. Ya no es que ahora no tengan dinero, pero han cambiado las costumbres. Antes la gente hacía botellón esperando a que abrieran el bar, ahora el bar les da igual. Por supuesto aún hay gente que aprecia los bares y el buen ambiente que tenemos en nuestro rollo, pero no todo el mundo está en esa línea.»

TNT Heavy Rock Bar

TNT Heavy Rock Bar

Pablo Velasco, del TNT (el bar que conforma ese tridente de últimos iconos que han desaparecido), coincide con Carlos al ver un cambio de funcionamiento a la hora de salir de fiesta. «Los de mi generación hacíamos botellón para calentar y luego íbamos a los bares. Los chavales de hoy en día salen a hacer botellón. Punto. Y no pisan un bar. También porque hoy en día las necesidades que cubríamos en los bares los de mi quinta y anteriores, hoy los veinteañeros las cubren de otras formas. Yo estaba deseando llegar al Ribera o al Krawill -bares de metal de mi Pamplona natal- para oír el último de Metallica o de Pantera. En la actualidad cualquier chaval con internet -es decir, todos- tiene al alcance de un click toda la música que quiere. ¿Y por qué otro motivo se sale? Efectivamente, por ligar. Y con Facebook, e internet en general, ya puedes socializar y pillar cacho sin necesidad de salir de copas. No creo que sea un problema de la escena metal, en pubs de otros estilos también se aprecia un descenso de clientela, lo que ocurre es que nuestro ambiente siempre ha sido más minoritario y ese descenso se acusa mucho más.»

Pese a lo dicho, parece evidente que este no es el único responsable del declive. Toca señalar a otro claro culpable, mucho más simple y directo, más allá de las costumbres. «El primer y fundamental motivo por el que la cosa está mal es que no hay dinero. Vivimos los tiempos que vivimos y la clase trabajadora, que es el 90% de la población, ha perdido poder adquisitivo. Y de lo primero que se prescinde en los gastos ante las dificultades es del ocio nocturno.» Preguntamos también a dos asistentes habituales, Marta y Daniel, y ambos coinciden en que el ahorro es un factor importante a la hora de salir de fiesta hoy día, con 20 euros por noche como claro máximo de gasto. «Estamos todos pobres y la gente piensa en ahorrar y no en salir… muchísima gente prefiere pillarse el pedo en la calle y entrar en los sitios ya cocido, con su consiguiente perdida para esos locales, aunque los precios no sean abusivos (pero sí altos)», menciona Daniel.

«Salgo más que hace 3 años pero menos que hace 8. Hace 3 años la cosa estaba fatal por Argüelles así que decidí que como no había fiesta pues me quedaba en casa ahorrando. Ahora está bastante mejor [en cuanto a ambiente] así que merecen la pena unos cubatas el finde. Eso sí, hace 5 -6 años el Tyrant era la mejor fiesta que he encontrado nunca por Madrid.» Aunque para Marta la oferta esté mejorando últimamente, lo que está claro es que ante semejante panorama económico, los locales deben hacer algo para pasar la criba de la anteriormente mencionada saturación de oferta. Carlos está convencido de dónde hay que poner el punto de mira para hacerse notar: «La hostelería se encuentra ante el desafío de tener que ofrecer algo distinto a lo que ha venido ofreciendo hasta ahora. Yo lo tuve claro: había que ofrecer fiesta, ambientazo

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«La gente no va a ir a un bar a descubrir música teniendo las descargas de la red ni a ligar teniendo el Tinder. Va a ir a que le hagan un fiestón y le pongan temazos que les enciendan para cantarlos a voz en grito con sus colegas y con quien pillen al lado. Por eso cada día es más importante la figura del pincha en los bares. Y quienes tengan simplemente un PC reproduciendo la misma lista en aleatorio una y otra vez están condenados a desaparecer.» Daniel, desde la parte del público, coincide en la importancia de ese factor: «En cuanto a la música de los locales es difícil encontrarse uno que ponga algo más diferente o desconocido, la verdad es que cansa escuchar las mismas canciones en todos los sitios.»

Precios, música, ambiente… de algún modo parece que cuando no es una cosa es otra, y lo cierto es que el público siempre encuentra algo con lo que estar descontento. La lista de cosas a tener en cuenta no es nada desdeñable estando las cosas como están, y los propietarios de los locales cada vez lo tienen más difícil para conseguir un equilibrio factible y rentable entre tantos elementos. Como recientemente comentamos en esta web para el ámbito musical, quizá todos estos bares/discotecas se estén encontrando con que el público metalero tiende a ser demasiado exigente. ¿Podría ser esto una dificultad añadida?

Ante tal pregunta, Carlos no se anda con rodeos. «Sí, rotundamente sí. En el resto de ambientes les da igual que les pongan alcohol malo, da igual la marca de cerveza, da igual que les repitan 10 veces la misma canción en una noche, y nosotros somos mucho más exigentes. No digo que sea malo, pero a veces se pasan, los heavies quieren todo y a unos precios mínimos, y así es muy difícil mantener nada. Como en todos los sitios hay de todo, y desde luego hay muchísima gente que aprecia las cosas cuando se hacen bien, pero creo que es uno de los públicos más exigentes y les cuesta apreciar el esfuerzo de la gente que da todo por mantener la escena lo más viva posible.»

Tyrant

Tyrant

Pablo está lejos de discrepar en este asunto… «Está claro que históricamente el heavy metal ha sido música de barrio obrero, de clase trabajadora de nivel económico medio-bajo, sobretodo en sus inicios en España en los 80, y en consecuencia los precios de sus locales y de sus conciertos iban en ese sentido. Hoy en día eso se ha superado. El rock, el heavy, el metal -la música del rollo– la escucha gente de todo nivel económico, pero no está bien visto que haya productos relacionados con el heavy, desde conciertos y festivales a bares o lanzamientos discográficos, que sean de un precio elevado. Aunque como todo, hay excepciones: si AC/DC vuelven a España no me extrañaría empezar a ver que la entrada más normal sea de tres cifras. ¡Y la gente lo pagará! Eso sí, que en el bar de rock de toda la vida le cobren tres euros por un tercio le parecerá un robo. Muchas veces se piden Ferraris a precio de Fiats.»

Después de haber estado todo el artículo enumerando dificultades, problemas, declives y transiciones, lo lógico es que estéis pensando que es normal que la escena en Madrid se esté yendo a tomar por culo. Pero lo mejor de todo es que ni siquiera esto ha sido lo que ha hecho imposible que bares como la We Rock o el TNT siguieran abiertos. En el caso de los primeros hay que culpar a los de arriba y los más pudientes, tal y como nos cuenta Carlos. «El Café Berlín, tras quedarse sin local, puso una cantidad excesiva de dinero para comprar el traspaso de la licencia del local donde se encontraba We Rock. Les pillaba al lado de su antiguo local y encima les encantaba la sala, así que… no hay más.»

En el caso de Pablo no fueron ese tipo de imposibilidades las que llevaron al cierre, sino algo mucho más humano: «Tantas noches al pie del cañón, disfrutando pero también peleando y bregando contra las dificultades, acaban agotando a uno. Especialmente cuando no nos ganábamos la vida con ello. Porque efectivamente: ¡no nos ganamos la vida con ello! Ganarse la vida con un bar de rock es difícil, por lo menos en Madrid. Y además, tanto Luis -mi socio- como yo teníamos nuestras carreras profesionales aparte del bar. Por un lado, porque no nos daba el TNT los ingresos suficientes para vivir sólo de él.  Y por el otro, teníamos claro que esto era un proyecto a medio plazo como mucho y que no íbamos a estar con cuarenta y cinco años pinchando música y poniendo calimochos a chavales de veinte. Esto último era algo que tuvimos muy presente, incluso en la buena época (años 2009-2012) en la que el bar sí generó bastante dinero. Así que llegamos a este 2016 ya con las fuerzas justitas y cada vez con más dificultades para compaginar el TNT con nuestras carreras (soy técnico de sonido y con esos horarios, cada vez podía encargarme menos del bar). Haciendo una comparación con una banda, decidimos bajarnos del escenario mientras aún lo hacíamos bien, que no languidecer poco a poco.»

La antigua sala Canciller

La antigua sala Canciller

¿Y qué nos hace pensar todo esto? Que al final, pese a lo complicadas que están las cosas, todavía hay gente capaz de hacer que este tipo de propuestas funcionen, y que lo único que se puede poner en el camino de estos proyectos que con tanta fuerza e ilusión se sacan adelante, son el canibalismo de proyectos más prolíficos alejados de este estilo y las imposibilidades personales. Madrid se habrá quedado huérfana de sus estandartes para la noche metalera, pero eso no hace que el resto se den por vencidos ni que no puedan llegar a convertirse en esos grandes iconos de mucha afluencia. Tuareg, Kurgan, Gatuperio, Rock-ola, Madrid Madriz, Rey Lagarto, Dublin, Motorizer, Talisman, HellRaiser… son sólo algunas de las recomendaciones que Daniel y Marta, por ejemplo, nos dejan para que no terminemos de irnos a tomar por culo.

Siguiendo esta tónica, Pablo finaliza: «Siguen bares como el Lemmy, en donde colaboro pinchando de vez en cuando, el Sinner, el Rebel Yell, que es el nuevo nombre del local en donde estaba el TNT, el Bastard, el Sixx Rock, La Sede, y muchos más. Quizás haya dado una impresión equivocada ya que han cerrado tres lugares emblemáticos, pero yo lo achaco un poco a la casualidad también. Es cierto que Urbe del Kas echa el cierre por falta de clientela, pero TNT y We Rock fueron por otras razones. Tampoco nos vamos a engañar, si los locales estuvieran a reventar todos los fines de semana posiblemente no hubieran cerrado -o sí-, pero tampoco hay que volverse loco ahora. Eso sí, Madrid se ha quedado por primera vez en décadas sin un sitio para terminar la noche dedicado al metal más allá de sesiones sueltas. Pero habrá que ver si alguien recoge el testigo o el personal de We Rock logra conseguir otro local.»