El convulso año 2000 vio nacer el primer disco de Killswitch Engage, una banda llamada a dar mucho de sí y a dejar una impronta profunda en el metal. Un día tan señalado para los americanos como el 4 de julio se editó… Y a partir de ese momento el metalcore comenzó a adquirir una nueva dimensión.

La unión de tres mentes inquietas que provenían de bandas anteriores, propició el nacimiento de la banda, la creación de los esbozos ( que luego generarían en las definitivas canciones) y el posicionamiento musical que tenían claro: coger todo lo que el metal más cañero, el hardcore y las nuevas corrientes más mayoritarias del metal, para con estos ingredientes hacer una nueva cocina sonora. Y la llamaron Killswitch Engage.

Así, el bajista Mike D’Antonio dejó a Overcast, Adam Dutkiewicz y Joel Stroetzel sacaron sus guitarras de Aftershock -pasando Adam a la batería- y empezaron a dar forma a la música que querían hacer de verdad, partiendo de las ideas de Mike. Cuando todo empezaba a coger forma, la llegada del vocalista Jesse Leach (ex Nothing Stays Gold) cerró el círculo. La criatura estaba lista para nacer.

Ni el peor, ni el mejor, pero…

Para buena parte de la afición de K.E. el disco de arranque difícilmente estaría entre los cinco primeros si se hiciese un ranking basado en la “calidad”, hecho muy subjetivo que jamás suscitaría el consenso mayoritario. Sus hermanos mayores crecieron más altos, robustos y sanos, pero este tiene algo que hace que papá y mamá le quieran mucho, muchísimo.

El encanto de ‘Killswitch Engage’ proviene precisamente de todas esas faltas que echando la vista atrás se le pueden achacar. Se editó como un favor personal de la propiedad de Ferret Music hacia D’Antonio, el sello tenía poca confianza en el futuro del metal como género musical y se dice que lo hicieron por si era una especie de “canto del cisne” del estilo.

Killswitch Engage debut

Killswitch Engage (2000)

Es un trabajo que tiene aún los cantos sin pulir y sus superficies sin lijar, pero las vetas que posee tienen una entidad propia muy interesante. Faltaban aún cuatro años y un disco de por medio para que ‘The End Of A Heartache’ provocase lo más parecido a un acuerdo total como, tal vez, su obra cumbre. Pero sin su primer disco, esta joya no tendría todo el brillo que posee.

La coctelera contenía retazos de bandas potentes que para entonces ya habían dejado lo mejor de sí mismas grabado (Metallica, At The Gates o Slayer), sonidos y actitud hardcoriana, así como su propia interpretación de cómo estaba por entonces el metal… porque 2000 no fue un año tan malo como para que este disco asomase la cabeza ante la falta de competencia.

Detalles que marcaron el futuro

Lo que hoy más puede seguir llamando la atención de este disco es quizá esa concepción vitalista, optimista y positiva que desprenden las letras. Para la banda todo se puede mejorar, nada hay que te pueda machacar… y sí, hay un cierto olor a incienso y religión que se cuela en esas sentencias coladas por Leach en medio de la composición como grupo total que este primer disco mantiene y que se mantuvo hasta en su cameo en «Take This Oath» de ‘The End Of A Heartache’.

En cuanto a la parte musical los dos trallazos que abren el disco, “Temple From Within’ y “Vide Infra” son arrolladores y bien concebidos, mantienen una consistencia muy acertada para un debutante y apenas tienen fisuras. Ya marcaban su territorio como grandes temas de la banda. Cierto es que luego el disco se enfanga un tanto con temas que adolecen en exceso de esas “lindezas” que lo hacen tan querido.

La pieza que sale con la cabeza más alta y envejeció mejor es “Soilborn”: aún hoy su vitalidad y descaro hardcore/punk, sus aromas a death y esas guitarras enfurecidas pueden plantar cara a sus hermanas mayores… y eso que es la primera canción que la banda compuso siendo aún el trio fundacional. Las voces guturales y los gritos desgarradores pero controlados, la furia general que desprende hace menear aún la cabeza sin parar.

Dentro del enfangamiento que agarrota la parte mayoritaria del disco, sin que esto sea un calificativo despectivo, “Irreversal” mantiene una buena linea ascendiente y como instrumental, “Prelude” no está nada mal. Menos músculo trabajado tienen “Numb Sick Eyes” o “In The Unblind” aún en comparación con “Rusted Embrace”, pero todos los temas sin excepción, mantienen un hilo conductor y una lógica musical y lírica que se echaba en falta en las bandas más jóvenes de finales de los noventa.

La herencia de un comienzo

En general y pasados veinte años, el disco, hay que reconocerlo, tiene mucho más punch que alguno de sus sucesores, sin ir más lejos el también homónimo de 2009 palidece si se enfrenta al primero y otro tanto sucede con ‘Incarnate’. Tal vez la frescura y optimismos ya no brillen tanto, pero en general el disco, per se, debe ser calificado de acertado y aceptado. Planta las semillas que luego crecieron y dieron robustos árboles como ‘Alive Or Just Breathing’ (2002), ‘As Daylight Dies’ (2006), el más reciente ‘Disarm The Descent’ (2013) o su inigualable ‘The End Of A Heartache’ (2004).

Toni de Lola