La pasada semana, las agencias de booking y management del underground del rock y metal de España han sufrido varias bajas entre sus clientes. Bandas como Celtibeerian, Angulo Inverso o Dawn of Extinction decidieron dejar de contar con los servicios de Black Heaven Management y realizar comunicados en cascada apoyandose unos a otros en la decisión de abandonar la agencia.

La pasada semana, las agencias de booking y management del underground del rock y metal deEspaña han sufrido varias bajas entre sus clientes. Bandas como Celtibeerian, Angulo Inverso o Dawn of Extinction decidieron dejar de contar con los servicios de Black Heaven Management y realizar comunicados en cascada apoyandose unos a otros en la decisión de abandonar la agencia. Los motivos fueron vagos pero hacían referencia a no estar de acuerdo con “la nueva línea” tomada por la agencia y a “no estar recibiendo” aquello que era suyo, sin entrar en detalles, pero dando a entender que se trataba de servicios prometidos y cuestiones económicas.

Las agencias de booking y management centradas en el metal han proliferado en los últimos años a medida que los músicos se iban encontrando en la difícil tesitura de tener que ser músicos, compositores, agentes de contratación, sus propios managers, creadores de contenido en las redes sociales, expertos en proveedores digitales como Spotify o YouTube y encargados de prensa. Donde, años atrás, las discográficas hacían todo ese trabajo de fondo, a menudo cansino y desagradecido, los grupos de rock y metal – en general nada interesantes para la gran industria discográfica- se encontraban con una paradoja: querían hacer música y entrar en los circuitos comerciales, por uno u otro motivo, pero nadie quería ocuparse de ello ni sabía como hacerlo. Así pues, aparecieron agencias como Green Comet, On Fire, Black Heaven, Hueso Producciones, Kivents, Sorrow y muchas otras que gestionaban los intereses de pequeñas bandas de metal de nuestro país. A menudo a cambio de un fijo de varios miles de euros, entendiendo su trabajo como una provisión de servicios determinados: promoción, búsqueda de conciertos, contacto con los medios, gestión de redes sociales, gestión de posicionamiento en los servicios de música en streaming, etc. En algunos casos, los menos, a cambio de una comisión de lo que se genere. No todo el mundo está en el mismo saco: unos -Hueso o Kivents son buenos ejemplos- fichaban pocas bandas y las trabajaban bien. Otros iban a volumen y engrosaban una parrilla de artistas que, en general, no iban a ninguna parte. Tampoco era culpa de las agencias: el metal interesa de manera muy relativa. Por muchos festivales regionales, asociativos y locales que haya, el dinero se estira hasta donde se estira. Y los grandes jugadores de la industria -desde las grandes discográficas a los grandes festivales- tienen un interés marginal por los grupos del underground metalero. Hay bandas y hay música. No hay público. 

Las bandas de rock y metal han sido, tradicionalmente, dejadas a su suerte por la industria de la música en España. Por cada banda que ha conseguido cruzar el Rubicón y llegar a cualquier situación de cierta estatura profesional y comercial en la industria (léase Sober, Mägo de Oz, etc), miles han languidecido a causa de un ecosistema repleto de amateurismo, recursos escasos y mal utilizados y vendedores ambulantes repletos de promesas en busca del propio beneficio. 

Un ecosistema inexistente

El fenómeno no viene de ahora y es derivado de la propia inexistencia de dicho ecosistema, a diferencia de USA o UK,  ya hace 40 años. El retraso cultural evidente provocado por el franquismo y la aparición de personalidades en distintos frentes que ejercían las veces de managers, agentes o ejecutivos discográficos con la profesionalidad de un cocainómano dieron pie a una situación extendida a lo largo de los lustros en los que todo lo referente al rock y el heavy metal en nuestro país es percibido con una distancia evidente por parte de los grandes actores del mundo cultural. La banda de tributo a AC/DC está bien para unas fiestas mayores de ayuntamiento, pero una banda tocando el mismo estilo musical exacto es ninguneada por los mismos programadores porque, en general, no hay ninguna estructura profesional o industrial detrás que los encumbre, sitúe y posicione debidamente. Incluso los propios festivales de ese estilo musical que reúnen a decenas de miles de personas en diferentes puntos de la geografía del país. Los grupos se han gestionado a sí mismos o se han dejado gestionar, en su defecto, por gente con una idea relativa, aproximada de las cosas. Periodistas, amigos, conocidos de o dueños de un bar, sin ir más lejos. 

Las causas socioculturales son muchas. La atomización de subestilos y subculturas dentro del rock y el heavy metal tampoco ha jugado a favor. La misma atomización que genera una riqueza musical increíble dentro del género es uno de sus principales puntos en contra. El ascenso de las formas más brutales del metal desde los 90 (death metal, black metal y más adelante el metalcore, mathcore y lo que se invente en ese momento) ha generado la falsa percepción de el heavy metal son voces guturales y sonidos extremos. Al menos en el imaginario social, lo cual genera rechazo, como todo aquello que es extremo y poco agradable a un oído no educado. Si, claro, está bien ir a contracorriente. Pero no nos olvidemos de que el motivo por el que el heavy metal se hizo grande en los años 70 y 80 es porque se trataba de composiciones pop con guitarras distorsionadas y voces rasgadas pero melódicas. 

Celtibeerian (Foto: Nacho García)

Poco interés comercial

En medio de todo ese clima, las bandas se encuentran tocando estilos musicales que, a menudo, tienen poco interés comercial a gran escala pero que -por sus influencias o gustos- forman parte de su expresión artística. No hay un señor mágico que pasa por locales de ensayo y dice “ah, esto suena bien” y te ofrece un contrato discográfico y una gira por estadios. Todo es picar piedra, a menudo con la escasa certeza de que vayas a llegar a ninguna parte.

Pese a que la mayoría de grupos se constituyen sin demasiadas ambiciones comerciales, el éxito comercial es una forma de validación necesaria para muchas expresiones artísticas. Es una manera de reafirmarse en que aquello que haces gusta a la gente, por tanto, están dispuestos a pagar por ello. El “like” de la vida real y la serotonina que genera que 30 personas o 300 personas acudan a verte tocar en directo o compren tu disco o camiseta no tiene parangón. Es el mejor subidón del mundo.

Así pues, las bandas se ven en la encrucijada de que quieren ser exitosas para dar viabilidad a su forma de expresión artística pero la barrera de contactos, conocimiento y dedicación que exige entrar en el circuito comercial profesional (discográficas, festivales, promotores, etc) es una muralla a menudo infranqueable para ellas. Hace falta un manager. Un agente. ¿Pero quién demonios quiere ser el manager de una banda que no genera dinero en un entorno donde no existe una infraestructural real donde desarrollar talento y monetizarlo? 

Se parte, además, de la base de que todo ese circuito comercial profesional no tiene demasiado interés inmediato en incorporar a esas bandas al circuito. No son monetizables. No venden entradas. Nadie compra una entrada de un festival de 180€ (festival que quizá arriesga cuatro o cinco millones de euros y quiere ganar dinero) por ver a la banda local. En cierta manera, la industria entiende que ayudar a desarrollar nuevo talento es necesario para garantizar el futuro de la misma. Por eso ha encontrado una solución algo salomónica para el nuevo talento: colocarlo en la parte baja de los grandes carteles de los festivales para hacer relleno. Más bandas tocando, aunque interesen poco, permiten empezar a vender cerveza mucho antes. No siempre el coste-beneficio es positivo pero se cumple con una función “social” y se genera un espacio para que el nuevo talento contacte con público desconocido hasta el momento. Quizá, con suerte, en cinco o diez años, una de esas bandas puede llenar recintos por sí sola. Una de ellas. De cientos. Y en el peor de los casos, entre la una del mediodía y las cinco de la tarde, cuando comienzan a llegar nombres internacionales algo conocidos, se habrán vendido algunas cervezas. 

Leyendas del Rock 2023 (Foto: Lolo)

Agencias de management ¿con qué finalidad?

En medio de todo esto, desde hace unos doce o trece años se popularizaron en España las agencias de “management” dedicadas a grupos emergentes de rock duro y metal, aprovechando ese hueco de desconocimiento que muchas bandas tenían de los aspectos más elementales relativos a incorporarse al circuito comercial, incluso en su expresión más básica: desde organizar conciertos a gestionar sus redes sociales o conseguir entrevistas en los medios especializados del género. Personas que no tenían, en líneas generales, demasiada idea de cómo funcionaba la industria a escala real ofrecían packs de servicios a las bandas: conseguir conciertos, gestionar “la prensa” como si hubiese algo que gestionar para grupos emergentes, enviar notas de prensa a los medios para posicionar su actualidad, etc. Lo que en otros tiempos se conocía, vulgarmente, como un “buscabolos” que se llevaba una pequeña comisión por cada concierto que le conseguía a algún grupo, ahora se dotaba de un halo empresarial con cartera de servicios, página web, logotipo y demás. 

Detrás, a menudo, había un fan o seguidor de éste estilo de música que con mejor o peor suerte iba adquiriendo experiencia a medida que iba realizando tareas para los grupos que ahora tenía en su parrilla de artistas. Pero el trasfondo, en el fondo, era más oscuro. Alguien se estaba aprovechando de las ilusiones de un grupo y de su necesidad de validación artística para venderle una serie de servicios que no necesitaba porque, de facto, su música no tenía un gran interés comercial ni un rendimiento económico de ningún tipo. Se vendía un servicio para grupos que quizá no sabían, no querían o no conseguían hacer las cosas por sus propios medios y buscaban de algún modo esa validación a su expresión artística. 

A la par, creció el fenómeno de las discográficas a sueldo. Bandas con absoluta incapacidad para conseguir un contrato discográfico por falta de contactos o falta de interés comercial, pagaban (y pagan) miles de euros a empresas discográficas que fabricaban unos pocos cientos de copias del disco, lo colocaban en una página web y lo subían a los DSP como Spotify, iTunes, Deezer o YouTube. El grupo obtenía unos servicios, pagaba 2.500 o 3000€ y se sentía validado. Usando el ejemplo de la prostitución, las bandas conseguían el sexo sin tener que ser ni atractivas ni esforzarse en ser interesantes. Lo pago, lo tengo. ¿Pero qué tienes? ¿Algo real o algo efímero? Por no hablar de cuestiones como los derechos o el publishing: en ocasiones los grupos estaban cediendo, sin conocimiento ninguno, su publishing o un porcentaje del mismo a empresas a las que simplemente les estaban pagando una cantidad determinada por editar su disco. 

Detectores de dinero

Si bien existían y existen profesionales y empresas que siguen ayudando a las bandas a posicionarse y llegar a su posible audiencia, el problema es el de todos esos “managers” y “agentes” que, en el fondo, no eran más que avispados detectores de dinero. 

En la parte que nos toca como medio, nos era muy curioso un fenómeno: que dichas agencias contactaban con medios consolidados como el nuestro con la voluntad de que entrevistásemos y reseñásemos los trabajos de sus bandas. Pero nunca tenían presupuesto para realizar campañas publicitarias o inversión de posicionamiento de ningún tipo. La mayoría de medios consolidados o profesionales también trabajan en un entorno comercial y la publicidad es su fuente de ingresos. Salir en un medio que tiene un millón o dos millones de visitas al mes, para un grupo que no tiene fans y está abriéndose paso en la escena, no es realista salvo que a) hayan innovado excepcionalmente en su propuesta musical y sean merecedores de atención y noticiables o b)haya sucedido algo reseñable en su carrera que sea noticiable o merecedor de la atención. Lamentablemente, la gran mayoría de grupos simplemente se expresan creativamente, editan música y hacen conciertos. El interés informativo es muy escaso. El interés del grupo (o de su management) es el de posicionarlo a efectos de marketing y publicidad. Y eso, tanto en un medio como en el sistema de anuncios de Google o Facebook/Instagram, tiene un precio. Se le carga a los medios especializados una presunta responsabilidad social sobre lo grupos emergentes que no tienen: tan solo es una manera de que otros obtengan beneficios a costa de jugar con las ilusiones del artista y vender un posicionamiento que, a la práctica, no se va a llevar a cabo. La mayoría de medios especializados no entramos en el juego de esas agencias.

“Todo empezó cuándo lo conocí el la primerísima edición del un festival en Razzmatazz 3” explica el batería de un grupo local del área de Barcelona. “Por aquel entonces tenía una banda que, pese a no sonar muy mal, no se hacía un hueco en festivales o teloneando a bandas internacionales porqué carecíamos de contactos”. 

“Yo escribía para un webzine y me encargaron entrevistar a uno de esos managers” relata. “Evidentemente, traté de meter mano, ya que si mi banda se colaba en la parrilla de esa agencia, seguro que se le abrirían todas las puertas que por aquel entonces estaban cerradas”.

“Primero nos dijo que en su agencia no cogían a cualquiera” ironiza “y que primero debíamos acabar de grabar el disco. Eso me pareció coherente así que en cuánto tuvimos las primeras demos sin masterizar, se las mandamos. Tardó una semana en responder, algo que luego fue una constante durante el tiempo que fue nuestro manager, pese a que me parecía extraño para alguien que se jactaba de estar todo el día trabajando y que parecía estar todo el día en las redes sociales haciendo spam de sus bandas y quejándose de muchas cosas. Una vez nos dio luz verde, nos dijo que había tres formas de formar parte de su agencia”.

1500€ por «hacer publicidad»

Las formas eran sencillas. 1500€ por un servicio de publicidad donde dicha “agencia” enviaba el disco de la banda a una enorme cantidad de medios, la mayoría sin repercusión real, para hacer reviews. También prometía conseguir un gran número de “likes” en Facebook, cuando eso significaba algo.

“Luego había una tarifa de discográfica” recuerda el artista. “Incluía lo mismo que con la publicidad, pero con la creación física del CD y su edición bajo el sello propio de la agencia. Podías grabar en Albacete, el Abbey Road de España, y quedarte a dormir en casa del dueño de la agencia” detalla.

“A nosotros, que solo hicimos las copias y la publicidad, nos costó todo 3.500€, sin IVA, claro” explica. “El management era otro asunto y solo era para VIPS: te elegía el dueño de la agencia. ¿El precio? Un misterio” se ríe. “En el management estaba su banda, la de algún familiar y algunas que tenían trabajo de base hecho y funcionaban con cierta soltura”. 

“Al principio todo parecía ir bien” recuerda el músico. “Nos pidió enlaces para escuchar nustro CD de la forma que lo escucharían los medios y para que se moviese lo máximo posible. Para nosotros, evidentemente, fue lo máximo” explica en referencia a la validación que sintieron como banda amateur. “¿La sorpresa? Muchos  de los medios eran medios amateurs con muy poca o ninguna capacidad de difusión, por lo que la repercusión fue mínima. Hablo de aceptar un post en un estado de Facebook como reseña del disco” recuerda. 

En ese tiempo, un par de años, la banda apenas recibió una oferta para telonear a un grupo internacional pequeño en Zaragoza. “Nosotros, por nuestra parte, teníamos planeadas tres giras: una por el sur, otra por el interior acabando en Madrid y otra por el norte. Se dedicó a ponernos palos en las ruedas y a decirnos que nos conseguiría el los bolos porque en todos sitios nos iban a robar. La realidad es que cuando llamábamos a las salas todas estaban peleadas con él y un par nos colgaron el teléfono al mencionar el nombre de la agencia”. 

“Al final, la banda se separó y pese a no decirle nada al dueño de la agencia nunca nos preguntó. Un día, simplemente, nos borró de su parrilla de artistas” ríe pasados los años. 

“Yo creo que esto va un poco de coger el dinero y correr” explica un músico de otra banda que recientemente ha teloneado a una influyente leyenda del heavy metal en toda España. “Creo que los managers dueños de estas agencias no tienen la capacidad de ser managers. Es muy fácil, cuando cobras una cantidad al año, inflar la parrilla de la agencia con muchas bandas. Algunas van solas pero otras son noveles y con que les des tres o cuatro actuaciones al año, son felices”. 

“Muchas veces los managers no dan lo que tienen que dar y si pueden sacar otros extras por otra parte, los sacan. Pero si tienes un problema y no cobras un concierto, por ejemplo, no dan la cara por ti. No solo son los managers, es toda la industria del underground del metal, que no funciona”. 

“Los intermediarios hacen negocio pero no luchan para que esto mejore” remacha. “Este tipo de acciones como la de los grupos cayendo en masa de Black Heaven son necesarias para evidenciar lo que está pasando”. 

«¿Es realmente necesario tener una agencia para una banda española de metal?»

“Perennial Isolation precisamente nos hemos largado de Green Comet Music Agency, porque los objetivos y las necesidades de la banda no se han llevado a cabo” explicaba Albert Batlle, vocalista y bajista de la banda en sus redes sociales hace unos días. “Esto es algo que estoy viendo de muchas agencias. Te prometen y prometen. Pagas un pastizal que solo va al bolsillo del promotor”. 

“Llegados a este punto” proseguía “yo me pregunto ¿es realmente necesario tener una agencia de management y booking para una banda española de metal?”

“Cierto promotor me dijo una vez, y no le faltaba razón, que hay un pastel pequeño y todo el mundo quiere un cacho de él” relataba. “Si tu música no tiene ese click especial con un punto de atracción, no llegas ni a oler el pastel”. 

“Soy consciente y honesto conmigo mismo de que no tengo ni el control ni el conocimiento de muchas cosas en cuanto a Booking o Management: soy músico y profesor, punto” reflexionaba. “Pero todo lo que hemos hecho Perennial Isolation (o gran parte) ha sido gracias a mi dedicación exclusiva a la banda. Nadie nos ha regalado nada y todo ha sido gracias a obtener y guardar contactos, ser humilde y tocar con los pies en la Tierra. Entonces, si se supone que de eso se trata, de tener contactos, para que están las agencias de management en este país? En pleno 2023 nadie va a conocer tu banda mejor que tu. Entonces soltar esas morteradas…”

En el mundo del metal en España hay pocas personas que puedan hacer suceder las cosas para una banda del underground. Ninguno de ellos trabaja en ninguna agencia de servicios, management y contratación. Trabajan a otros niveles, en otros entornos y no te cobran 3.000€ por representarte, porque no les interesas. A ti te interesan ellos. Y ellos no están disponibles, ni por dinero.