Matt Heafy, vocalista y guitarrista de Trivium, sorprendió en 2020 con la noticia de que tenía entre manos un proyecto de black metal que compartiría con Ihsahn (Emperor) bajo el nombre de Mrityu. Dos años después y con el nombre de Ibaraki como definitivo, el debut ‘Rashomon’ -algo alejado de lo que lo que en un primer momento se prometía-, ve la luz.

Matt Heafy es uno de esos músicos que ya desde adolescente ha dejado claro que tiene un don para la música. En 1999, con solamente 13 años, creó Trivium y 4 años más tarde, cuando contaba con 17 primaveras, salió el debut de la banda: ‘Ember To Inferno’ (2003). En aquella época, el propio Heafy formaba parte también de Capharnaum, un grupo de death metal técnico con el que llegó a grabar un disco en 2004. El artista estadounidense nacido en Japón es conocido por su inquietud hacia diversos géneros musicales y bandas tan dispares como Celtic Frost, Slayer, Opeth, Blink-182, Dark Funeral, Depeche Mode o The Beatles, citadas por él mismo como influencias y que muestran su diversidad y eclecticismo.

Con Ibaraki, Matt viene a intentar mostrar su vena más extrema acercándose al black y death metal, aunque sin dejar de lado las melodías y progresiones más enrevesadas -y a veces innecesarias- con las 10 canciones que conforman ‘Rashomon’, en el que ha colaborado tanto Ihsahn como sus dos hijos Angell y Ariadne y su esposa Heidi «Ihriel» Solberg, Nergal de Behemoth y Gerard Way de My Chemical Romance además de sus compañeros de Trivium Alex Bent (batería), Corey Beaulieu (bajo) y Paolo Gregoletto (guitarra) como apoyo.

Progresión por encima de lo extremo

A pesar de que Ibaraki cuente con la asistencia de sus colegas de Trivium además del resto de colaboraciones mencionadas, es un proyecto ideado únicamente por Matthew Heafy que, para decepción de muchas personas, no tiene tanto de black metal como parece. ‘Rashomon’ suena más a una mezcla del death progresivo de los primeros Opeth fusionado con lo sinfónico y a la vez extremo de Dimmu Borgir y Emperor con el error (o acierto) de que en muchos momentos se aproxima demasiado a la faceta metalcore de Trivium. El producto final está bastante logrado, pero resulta confuso por momentos al dar la sensación de que está quizá demasiado estirado.

‘Rashomon’, que abre con la folclórica y desconcertante intro “Hakanaki Hitsuzen”, invita continuamente acordarse de Opeth si estos se dejasen llevar por los derroteros del metalcore y la épica del black metal sinfónico. Los pasajes melódicos de “Kagutsuchi”, las partes acústicas y voces limpias de “Ibaraki-Doji”, “Jigoku Dayu” y “Komorebi” podrían haber sido compuestas fácilmente por los suecos hace 15 o más años. Se desconoce si esta influencia ha sido tan fuerte, pero es evidente que está presente en prácticamente todo el disco.

Lo curioso y más interesante de este álbum es que instrumentalmente tiene momentos gloriosos con una técnica muy bien ejecutada y otros más ornamentales como el sonido de la moneda de Super Mario al comienzo de la hasta cierto punto black metalera “Tamashii No Houkai”, que acaba derivando en una especie de “blackened metalcore” cuando Heafy empieza a gritar (sus growls no hacen justicia a lo más ortodoxo del black metal, a decir verdad), y algunos adornos orquestales, samplers y sintetizadores circunstanciales en la ya mentada “Komorebi” y la mitad de “Ronin”.

Grandes (pero anecdóticas) colaboraciones

En lo que concierne a las colaboraciones, la primera la protagoniza Nergal de Behemoth en “Akumu”, una canción con tempos cambiantes y momentos casi tribales que van siguiendo la voz grave del líder de la banda polaca alternándose con instantes de blast beats frenéticos y gritos más agudos por parte de Matt. La segunda aparición estelar llega con Gerard Way de My Chemical Romance en “Ronin”, siendo ésta la más curiosa y sorprendente.

Con “Ronin” se podría hacer un análisis más intensivo por el sobresalto que ofrece Gerard cantando (¿han tenido que pasar dos décadas para que el frontman de My Chemical Romance Gerard demuestre que es un vocalista de black metal sobresaliente?). A esta canción le pueden sobrar fácilmente dos o tres minutos, pero solamente por la crudeza vocal y sorpresiva que llega de un momento para otro, vale mucho la pena. Una pena que el señor Way no haya participado en más canciones de este disco, porque su aportación es para levantarse y aplaudir.

El último invitado para participar en este debut de Ibaraki es Ihsahn, el que más protagonismo ha tenido en la prensa desde que se supo de su participación en el disco. El vocalista y guitarrista de Emperor presta su voz únicamente en “Susanoo No Mikoto”, aportando su agonía tonal ya de sobra conocida a una canción que, de un momento para otro, se transforma en algo así como un paseo de Oompa-Loompas poseídos por unos Mr. Bungle respaldados por arreglos orquestales.

El disco se cierra con la estrambótica y un poco fuera de contexto “Kaizoku”, donde vuelve esa sensación de estar escuchando a los Oompa-Loompas de su antecesora. Matt Heafy demuestra que también es capaz de atreverse con lo folclórico llegando a rozar el sonido de la música klezmer que se hacía en Europa en la Baja Edad Media, pero a un precio que realmente no se puede estar muy seguro si es capaz de pagar en este contexto. Los deslices vanguardistas y experimentales a lo Mike Patton resultan bastante postizos, y a decir verdad no tienen demasiado sentido.

Un buen disco con demasiados adornos

Antes de escuchar ‘Rashomon’ hay que tener en cuenta una cosa: el oyente no se va a topar con ese proyecto de black metal puro y duro que se anunciaba como un mano a mano entre Matt Heafy y Ihsah, básicamente porque Ihsahn no participa ni 10 minutos de los más de 60 que dura el álbum. En líneas generales, es una especie de disco de variedades, por decirlo de alguna forma, con base en el metal progresivo. Sí, hay black metal por momentos, pero no es predominante y coexiste con el death melódico, metal sinfónico y metalcore en proporciones bastante igualadas.

‘Rashomon’ se hace cuesta arriba por su duración (más de 60 minutos). Aun siendo interesante, no es más que una colección de canciones que, por norma general, funcionan mejor solas que en conjunto y a veces te hacen desconectar de lo que estás escuchando. Tiene sus ratos divertidos y otros que desconciertan más de lo que entretienen. Está bien para escuchar un par de veces o tres y hacer algún rescate circunstancial de canciones (principalmente esa con Gerard Way), pero no más. Aunque haya una buena ejecución de los temas, sinceramente no se justifica el resultado final.

Jaime Tomé

Grupo:Ibaraki

Discográfica:Nuclear Blast Records

Puntuación:6

Canciones:

  1. Hakanaki Hitsuzen
  2. Kagutsuchi
  3. Ibaraki-Dōji
  4. Jigoku Dayu
  5. Tamashii No Houkai
  6. Akumu (feat. Nergal)
  7. Komorebi
  8. Rōnin (feat. Gerard Way)
  9. Susanoo No Mikoto (feat. Ihsahn)
  10. Kaizoku

Año:2022-05-06