Si bien para muchos la ocasión merecía ser recordada como una de esas noches conmemorativas concernientes a los grandes estandartes del heavy metal alemán, para otros representaba la enésima intentiva en lo que se refiere a perversión del legado histórico musical de ambas bandas, RAGE y HELLOWEEN.

Tanto los unos como los otros han sufrido suertes bien distintas al paso de los años. Cambios bruscos, inoportunos e inesperados en la formación de los primeros, además de grandes dosis de incomprensión e infravolaración general han bastado para que el portentoso talento compositivo de Peter “Peavy” Wagner sea tratado, hoy en día, en la historia del género, como anecdótico. No obstante, Michael Weikath sigue aguantando su popularidad gracias al recuerdo de la brillantez de los lanzamientos de la banda en la década de los 80; aún dejando de lado un disco tan asombroso como “Walls of Jericho”, HELLOWEEN podrían ir en limosina a comprar el pan si hubieran demandado los innumerables plagios que han sufrido/gozado sus aclamados “Keepers of the seven keys”. Obviamente, poco o nada queda de aquella emotividad en forma de power metal melódico con la que lograron encandilar junto a Kai Hansen y Michael Kiske en aquellos años, escúchese en caso de persistir un solidario sentimiento dubitativo lanzamientos tan atroces como “Better than raw” o su último “Rabbit´s don´t come easy”, teóricamente el disco que venían a presentar en la ciudad condal esa noche.

La sala Razzmatazz no presentaba, ni mucho menos, uno de sus mejores aspectos en lo que se refiere a afluencia aunque, los más de tres cuartos de papel vendido presagiaban que sería una noche muy recordada por el sector menos longevo. Así pues, RAGE, banda la cual no caería en un error exagerado si optara por un cambio de nombre, aparecía ante el respetable al son de “Orgy of destruction”. El trío formado por Victor Smolsky, Mike Terrana y Peavy Wagner presentó sin piedad su “Soundchaser” de turno, un disco calcado al anterior “Unity” si no fuera por una mayor mediocridad compositiva. Hoy por hoy, un concierto de RAGE, a parte de un alardeo constante referente a grato nivel instrumental, pasa por ser uno de los shows más milimetrados, planeados y poco dados a la interpretación del panorama metálico actual. Si a este hecho le sumamos el agravante de que el grupo tiende a visitar nuestro país unas cuantas veces por año, RAGE pierden cualquier tipo de credibilidad, siendo a finales del año 2003 una banda más entre el montón más insípido. Ciertamente no pasaría nada, de hecho son una buena banda del montón, pero lo que realmente da rabia es ver a esa buena banda de nuestros días prostituir su nombre por los escenarios de todo el mundo. Debería de ser considerado un delito el hecho de haber publicado discos tan sensacionales como “Reign of fear”, “Secrets in a weird world”, “Trapped!”, o “Reflections of a shadow” (por decir unos pocos) y deshecharlos por completo en su repertorio. Así fue como “Great old ones” y un mísero medley formado por “Sent by the devil” y “Firestorm” daban paso a “Down”, tema que precedió al obligado e inexpresivo alarde guitarrístico en forma de solo de Victor Smolsky. No sé si por víctimas del desconocimiento de su trayectoria, o bien por el agrado de las nuevas tendencias carentes de la melancolía y sentimiento de antaño, los nuevos temas de la bada gozaron de una notoria aceptación entre el público. Es la única explicación que logro encontrar al escuchar como una composición tan llana como “Soundchaser” ocupe el lugar de cualquier otro título de la banda. A pesar del reiterado buen hacer instrumental en el que destaca un incansable y enorme Mike Terrana, la “figura” de Wagner logra, en cambio, provocar cierta lástima al escuchar su destrozada garganta incapaz de llegar a las tonalidades de hace muchos años, este es quizás el mayor impedimento para que en un concierto en el que la banda haga las veces de telonera, tenga que llevarse el mayor protagonismo el otro solo de la noche, los espectaculares ritmos con los que Terrana deleitó una vez más después de “Set this world on fire”. “Don´t fear the winter”, pista perteneciente a su “Perfect man” del 88 y la ya muy cansina “Higher than the sky” cerraron la enésima noche para olvidar de los de Wagner. Ciertamente significativo el hecho de que cuando a Peavy se le cayera la correa de su bajo fuera éste el momento más dado a la improvisación del concierto.

Después de que los roadies de HELLOWEEN ayudaran a desmontar el kit de batería del mismísimo Terrana, y arropados bajo unas contadas calabazas y conejitos dibujados en el irrisorio escenario, “Starlight” comenzó a desatar las ansias metaleras de unas primeras filas entregadas. Ahí estaban de nuevo Michael Weikath, Andi Deris y Markus Grosskpoff, acompañados esta vez por los nuevos fichajes de Sascha Gerstner y Stefan Schwarzmann, gratamente compenetrados entre sí y pareciendo disfrutar de cortes como las siguientes “Murderer”, “Keeper of the seven keys”, “Future world” o “Eagle, fly free”. Aunque el nunca muy criticado Andi Deris siempre provoque la sonrisa nostálgica en los temas antiguos, sería injusto no mencionar su buen hacer vocal durante toda la noche, interpretando los temas de su “era” con notabilidad y facilidad, a la vez que adaptando con sapiencia cualquier exageración vocal de su predecesor. Nada que ver con lo desastroso de anteriores venidas. Mientras Scharzmann se erigía como uno de los grandes valores de la banda, la imagen pop-goth de Gerstner no consiguió pasar desapercibida con sus poses “poco heavies”. El hecho de que Deris casi no quite su bota de los monitores centrales, sumado a la poca gracia vital de Weikath relega todo el protagonismo visual al feliz Groskpoff, constituyéndose su careto como la imagen oficial de la banda. No debe pasarse por encima el set list interpretado hasta el momento por el grupo, es más, el hecho de que las cinco primeras canciones sean pertenecientes a tres discos como “Helloween” (1985), “Keeper of the seven keys part I” (1987) y “Keeper of the seven keys part II” (1988) puede ser tratado desde prismas tan dispares como las siguientes. Por una parte podríamos agradecer el detalle de interpretar canciones que buena parte del público quiere oír, al fin y al cabo la gente paga por ver lo mejor del grupo, no una presentación imperativa de un último disco de estudio. El lado más mal pensado podría aseverar, por otra parte, que HELLOWEEN no apuesta por su último álbum, el cual, dicho sea de paso, podría ser el peor de los once que poseen.

En fin, al poco rato el grupo volvió a la realidad con “Hey lord”, mostrándose menos artificial llegando a casi cautivar con la sensacional balada de “The time of the oath”, “Forever and one”. La primera concesión a “Rabbit´s don´t come easy” llegó cuando el ínclito Weikath ya se había fumado tres paquetes de cigarrillos en el escenario, la aceptada “Open your life” dio entrada al, probablemente, momento más laureado y eficaz de su actuación, “Dr. Stein”. “If I could fly”, “Back against the wall” y una cansina y extralarga (por culpa del tinerfeño) “Power” cerró, momentáneamente, el más que correcto concierto de los alemanes. En los bises se confirmó lo inesperado de no interpretar ningún tema perteneciente a su gran “Master of the rings”, el disco más logrado de la banda en el que canta el ex PINK CREAM ´69, y, así llegaron “Sun for the world” y “How many tears” confirmando esta última el gran respeto que todavía guarda Weikath por los discos que encumbraron a la banda en el pasado, una actitud, por qué no decirlo, altamente loable y muy poco en boga en nuestros días.

HELLOWEEN no consiguieron hacer de la noche algo memorable para el metalhead agradecido, quizás tampoco era su intención, aunque la gran dosis de profesionalismo y buen hacer de la banda debe ser también valorada en su justa medida. Al menos se pasó un buen rato.

Texto y Fotos: Manu Estrada

Datos:

Razzmatazz 1
Barcelona
Promotor: ROCK ´N ROCK
Publico: N.D.

Día:14/11/2003

Puntuación:7