Hace ya más de un cuarto de siglo que Thirty Seconds To Mars se convirtió en una banda de referencia dentro del enclave del rock alternativo. Veinticinco años más tarde, sus seguidores se han multiplicado por miles, siguiendo los rescoldos que quedan de aquella época y alabando lo que ahora se alza como el proyecto en solitario de los hermanos Leto.
Decía el escritor francés Anatole France que “todos los cambios, aun los más ansiados, llevan consigo cierta melancolía”. En el “hiperetiquetado” mundo del rock/metal en que nos movemos más que melancolía ciertos cambios traen consigo auténticas tormentas provocadas por legiones de haters escupiendo bilis a diestro y siniestro.
Para aquellos que dicen que el metal es un estilo de música que está un escalafón por debajo del mainstream… probablemente tengan razón, pero en ocasiones hay excepciones que consiguen colarse entre los más vendidos en las listas nacionales.
Solo faltaba el confeti y el humo como broche final a prácticamente dos horas de música, al que le eché de menos alguna canción más, algo menos de discurso, y un toque más eléctrico, incluso acústico, como nos tenían acostumbrados en sus anteriores visitas. No pudo ser, pero dudo que nada de esto impidiera que la gente disfrutara de lo lindo, a juzgar por sus comentarios, gestos y sonrisas, al despedirnos del show del dúo Leto. Amigos y amigas, esto es Thirty Seconds to Mars.
En el saturado mundo del rock y el heavy metal abundan las bandas que no deberían ser. Que molestan. Es más, que deberían desaparecer de la escena porque lo único que hacen es bulto, feo y, vaya, que no.
En cualquier caso, me dio la impresión que hiciese lo que hiciese, a su público le parecía todo bien, mientras que éramos pocos los que cuestionábamos ese tipo de decisiones.
La banda de Jared Leto hará dos conciertos en nuestro país a finales del próximo mes de Octubre.
