Si las reuniones Iron Maiden y Kiss hicieron correr ríos de tinta y nos vimos arrastrados por aludes de aplausos y críticas, está claro que Judas Priest no podían ser menos.

Si las reuniones Iron Maiden y Kiss hicieron correr ríos de tinta y nos vimos arrastrados por aludes de aplausos y críticas, está claro que Judas Priest no podían ser menos. El sacerdote británico es y ha sido una de las bandas más grandes e innovadoras del género, guste o no guste, y toda alabanza es poca pues su reinado nunca ha sido tarea fácil debido, en gran parte a sus súbditos: críticos y peleones aunque fieles.

Antes de entrar en materia y debatirnos en lo acaecido en los shows de Barcelona y Valencia estaría bien indagar en la historia y refrescar a nuestros lectores los pasos de unos y otros tras la edición de Painkiller de 1990. Dicho disco es sin duda una de las piedras rosetas del heavy metal, imprescindible para entender lo que es el heavy metal e incluso una guía para entender el sonido de muchas de las bandas que aparecen ahora intentando copiar algo que ya hicieron Judas Priest cuando la década de los 90 empezaba a corretear en pañales.

VIDA DESPUÉS DE PAINKILLER

Tipton y Downing son los líderes absolutos de la nave y deciden despedir a Rob Halford de manera definitiva. La versión oficial nos habla de que no están de acuerdo en que el Dios se embarque en una carrera bajo el nombre de Fight. Halford acepta su salida a regañadientes y se lanza en solitario con un disco titulado War Of Words, un interesante CD que peca de irregular y precipitado, algo que probablemente vino motivado por intentar avanzar su edición aprovechando el filón que supone que una de las bandas punteras expulse a su buque insignia. Halford fuera de Judas significa: portadas, declaraciones, publicidad… ¿Qué mejor que sacar un disco en medio del maremágnum? War Of Words contiene grandes momentos y temas que han sobrevivido hasta hace poco en las giras realizadas por Halford en solitario. Un dato curioso que apenas se le ha dado importancia pero que no deja de ser sorprendente es que Scott Travis aparece en dicho disco, pero a él no se le expulsó de la banda. Incluso ha participado en varios discos de Racer X sin desatar las iras de Downing ni Tipton. Si Fight nos muestra un interesante trabajo más cercano al sonido de los punteros (en esas fechas) Pantera que a la vieja leyenda británica, su siguiente Small Deadly Space apenas merece una escucha; la desorientación que llevaba el Metal God era algo bochornoso pero lo peor… estaba por llegar. Mientras, la banda (entendemos a Downing y Tipton) seguía buscando un sustituto capaz de igualar la labor de Halford y la mítica imagen de su buque insignia… algo poco más que imposible.

MUCHA CHISPA Y POCA LLAMA

En 1997 aparece un trabajo en solitario de Glenn Tipton bajo el nombre de Baptizm Of Fire, grabado en 1993 pero víctima de la burocracia y el papeleo aplazó su bautismo hasta cuatro años más tarde. Baptizm Of Fire cuenta con un espectacular elenco de figuras del rock: los desaparecidos Cozy Powell y John Entwistle, y hasta Robert Trujillo, un reputadísimo bajista que muchos conocerán ahora como al chaval nuevo que toca con los Metallica. Curiosamente el disco agradó mucho a la prensa nacional e internacional pero poco a sus fans. Una orientación totalmente alejada de su banda madre y demostrando que como cantante no le quitaría el puesto a Halford ni que este se quedara mudo.

UN DIOS EN HORAS BAJAS

Siguen avanzando los años y mientras se especula que Ralph Scheepers (el entonces excantante de Gamma Ray, ahora vocalista de Primal Fear) será uno de los posibles sustitutos de Halford, el Metal God vuelve a saltar a escena dejando patente que su trono es “Despiste God”. Monta el numerito al convocar una rueda de prensa el mismo día que los Judas anuncian a su relevo. ¿El motivo? Dar a conocer de manera oficial un secreto a voces: es gay. Esta maniobra barriobajera y pueril contrasta con la ilusión de sus antiguos fans al ver que el sacerdote volverá a ejercer, esta vez con un tal Tim “Ripper” Owens ocupando el altar. Sangre nueva para comulgar, disco nuevo y peleas estériles entre fans. El que se lleva la peor parte es Ralph Scheepers al que sus delirios de grandeza le dejaron con una depresión antológica. No volvió a aparecer hasta 1997 colaborando en un tema con los desaparecidos (¿?) Scanner.

Mientras, Halford tocaba fondo. Si con Fight ya dio un susto, con su proyecto TWO provocó más de una angina de pecho a sus fieles. La colaboración con Trent Reznor dio un infumable pastiche de samplers y unos videoclips salpicados de erotismo ambiguo. Llegó a formar parte del cartel del Dr. Music del 97, ese mítico festival en el que desaparecieron decenas de bandas. Os aseguro que conocí a mucha gente que viajaba a los Pirineos con bolsas llenas de tomates no destinados a servirse para una ensalada.

Mientras Halford I parecía que abdicaba por voluntad propia, Ripper y los Priest lanzaban Jugulator y regalaban una gira de pabellones medianos por todo el mundo. El disco debía compararse con Painkiller (casi nada), pero las opiniones eran claras: el problema no era Ripper, Tipton y Downing habían cambiado el sonido de la banda. Jugulator es un gran disco pese a tener legiones enteras de detractores, pero las continuas giras con un mismo set-list, cambios de compañía, la multitud de directos y DVDs con más de lo mismo hicieron que los fans se hartaran de unos Judas a los que sepultó definitivamente su siguiente obra: Demolition. Hasta el título era premonitorio. Si a eso le sumamos la eterna sombra de Halford que entrevista tras entrevista coqueteaba con sus deseos de volver a su banda de toda la vida, mal lo pasaba el pobre Ripper.

RETORNO A LO GRANDE

Halford es gato viejo, y sabía como ganarse su retorno a lo grande. A las puertas del nuevo milenio firmó un disco bajo el nombre de Halford, hizo un Copiar-Pegar del Painkiller y apareció en portada lleno de cuero, tachas y a lomos de una Harley con actitud de: “Váis a tardar mucho para mandar a Ripper a Oklahoma o tengo que grabar otro Painkiller?”. En ese disco, el primer tema es una especie de biografía en la que nos cuenta su oscuro periodo desde que dejó a su banda de toda la vida hasta que renace autoproclamándose Dios del metal. Quizá muchos de los que divinizan su figura tras las gafas tintadas y el vestido de bola de discoteca deberían escucharse el disco de TWO, quizá su Dios no les parezca tan todopoderoso.

Mientras la mánager de los sacerdotes mentía más que Judas Iscariote asegurando que Ripper era el único cantante, Halford grabó un sensacional Crucible en el que se apartó del sonido de siempre y profundizó en crudez y potencia manteniendo sus características básicas. Muchos fans querían otro Painkiller pero apenas nadie se preguntaba si era un buen disco, la pregunta que tocaba era: ¿Todavía no está Halford con Judas?. En la última gira con Ripper las audiencias eran tan numerosas como las de Sigue Sigue Sputnik en estas fechas. Otra gira más y con suerte llenan los lavabos de Razzmatazz III.

Tipton y Downing dan volantazo, Ripper facturado a Oklahoma y Halford otra vez en la nave: portadas, entrevistas, pabellones llenos. Otra vez la misma película con final tan previsible como el de la película Rock Star, por cierto, basada en la vida de Ripper.

JUDAS PRIEST AÑO 2004

Esta gira de reunión ha sido recibida por el fan post-Painkiller como una deuda histórica. El deseo de muchos de ver a su héroe comandando al sacerdote tras doce años era evidente y así se demostró. En Barcelona se llegó a las 10.000 personas y en Valencia otros 9.000. Sin ponernos a relatar todo lo acaecido en dichos shows, sí que hay que destacar el enorme montaje de rampas, plataformas y decorados interactivos aparte de vestuarios clásicos gustosos de tachas y cuero, y la inevitable moto. Judas ofrecieron lo que el público reclamaba desde tiempo ha. Pero el tiempo avanza para todos igual y está claro que si a alguien se le nota más que al resto en la familia Priest, este es Halford. Más se le nota al sr. Dave Holland, exbatería del grupo y recientemente condenado por un delito detestable, pero este tema tampoco viene al caso. Y si bien se comparó a Ripper con Halford en su día, ahora toca comparar a Halford con Ripper. El actual vocalista de Iced Earth era todo un nervio en el escenario, dando puñetazos al aire y moviéndose mucho y bien. El Dios no llega al nivel de estatismo de Ian Hill, ese hombre pegado con Loctite en un lateral de la escena, pero poco le falta. La coreografía de “Metal Gods” resultó irrisoria y todavía hay algún borracho asistente al evento que la imita para deleite de sus colegas. Aún siendo un problema secundario, el principal es el más evidente: el estado vocal de Halford. Rob no tiene la voz de antaño. Si bien en los tonos graves tiene esa fuerza que siempre le ha caracterizado y a la que Ripper, por muy bien que lo haga, nunca podrá imitar. Si Halford es una leyenda es por sus extraordinarios agudos y por ser alguien capaz de superar en directo su labor en estudio. En esta gira los tonos altos cayeron en cuentagotas y en los tres temas básicos dónde más podría/debería lucirse más quedó en evidencia: “Victim Of Changes”, “Diamonds & Rust” y como no: “Painkiller”.

Puestos a comparar sólo hay que escuchar esa espectacular “Diamonds & Rust” registrada en el Live Meltdown por parte de Ripper con la que nos obsequió Halford hace poco. Quedó en caricatura, pero dónde peor lo pasa es en Painkiller, en la que se dobla por completo intentando sacar de su estómago un sonido que no es más que un parche. Si alguien tiene alguna duda sobre mis palabras que compre el supuesto DVD y verá la posición de Halford en la escena. Se puede arreglar el sonido pero no el vídeo. Es loable que el Dios salga airoso pero es evidente que la canta diferente. Es verdad, la edad puede que le escude y hasta le justifique, pero Dio es mayor y sigue cantando como los ángeles. Quizá hay fans que no saben que este Dios tiene adicciones muy mortales, y es que el tabaco es fiel escudero del divo.

Otra crítica a achacar a los Judas es sin duda el set-list y su minutaje de show. Una banda de leyenda no puede cerrar un concierto con apenas hora y veinte minutos. Compañeros de fatigas con nombres de leyenda bordean e incluso sobrepasan las dos horas. En cuanto a la filosofía de la banda de directo hay un aspecto que les hace totalmente previsibles: El set-list es invariable. Cuando los Priest empiezan su tour en Edimburgo, ese set-list permanecerá intacto durante toda la gira, por mucho que los fans pidan al unísono alguna canción en particular. Otras bandas tienen un esquema mutable y si bien sabes más o menos lo que tocarán, siempre puedes encontrarte una sorpresa.

Judas nos ha brindado la oportunidad de ver un sueño hecho realidad. Para a algunos ese sueño continuará en forma de disco, DVD y repetidas giras a lo largo del globo. Para otros el pasado directo les hizo despertar de golpe pues sueño y realidad muchas veces chocan de frente. Debatirse entre quien es más divino, si el Halford de los 80 o el Ripper actual simplemente no lleva a nada. Lo que sí está claro es que en la siguiente gira los pabellones no serán tan grandes y los dioses serán unos años más mortales. Y mientras sigue el debate algunos nos seguiremos preguntando si algún día surgirá un relevo generacional en cuanto a bandas de metal capaces de llenar pabellones.

Comunidad devota y fiel busca dioses para adorar.

Jordi Tàrrega

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