Por esto te has quedado sin tu entrada de Guns N’ Roses
Al final, si no hubiese demanda, no habría oferta. Y como AC/DC, Guns N' Roses, Metallica o Iron Maiden solo hay uno y ellos tienen el monopolio absoluto de ser AC/DC, Guns N' Roses, Metallica o Iron Maiden, pueden pedir lo que quieran por aparecer sobre un escenario. Alguien lo pagará.
La promoción de conciertos es el último bastión de la industria musical. Las ventas de discos son irrisorias, por norma general, y los artistas cada vez son más caros y difíciles de mover. Hablamos, claro está, de los grandes artistas, las super-estrellas, aquellos que con un chasquear de dedos y un catálogo de canciones míticas pueden llenar arenas o estadios. Algo que está al alcance de muy pocos y cada vez menos. La cuestión es que los artistas, tradicionalmente, han sido el recipiente más humillado de toda la cadena de la industria de la música, especialmente en la vertiente discográfica. Así pues, grandes artistas que han vendido millones de copias de sus trabajos en todo el mundo han visto retornos que no se corresponden en absoluto con las cifras que esos trabajos han generado para discográficas y distribuidoras. En algunos casos, contratos de management leídos por encima han sido los causantes de que los creadores terminen recibiendo mucho menos de lo que les correspondería éticamente hablando. En los últimos quince años, no obstante, los artistas han ido progresivamente tomando las riendas de sus ingresos al depender estos cada vez más de las actuaciones en directo. Algo que, a día de hoy, aún no se puede piratear. Algo en lo que, por norma general, el artista tiene más control. A fin de cuentas, las discográficas no son más que bancos de crédito que toman tu disco como garantía «hipotecaria» para darte el dinero necesario para hacerlo realidad por adelantado, mediante una metodología no demasiado exacta de ensayo y error donde un lanzamiento exitoso cubre las pérdidas de muchos lanzamientos desastrosos, pero donde lo importante es tener producto en circulación de manera constante. La discográfica paga un royalty al artista una vez recupera su inversión más una serie de cantidades variables en conceptos de promoción, depósitos frente a posibles retornos de producto, etc. En resumidas cuentas: es como si el banco te presta 200.000 € para comprarte un piso que aún no se ha construido pero que no podrás alquilar a otros inquilinos hasta que el banco recupere, como mínimo 600.000 €. Entonces te dejará alquilarlo. A medias. Las giras son algo muy distinto: el artista super-estrella decide cuando sale de gira, cuanto tiempo y por cuanto importe está dispuesto a mover el trasero de su asiento. Su presencia es necesaria para que la maquinaria funcione y eso le ofrece la capacidad de decidir como se desarrollan las cosas. El artista, que lleva muchos años en activo, ha hecho muchas giras y ha cobrado muchos royalties, no tiene la necesidad inmediata de girar. Pero, diantres, ante una cantidad de dinero lo suficientemente jocosa, no puede decir que no.
Así pues, con cachés que rondan los tres millones de euros por concierto, es viable que Axl Rose decida moverse de su casa para llenar estadios cantando las canciones que le hicieron famoso hace treinta años junto a gente que no soportaba ver hace veinticinco. Pero para que los promotores recuperen 3 millones de euros más otro millón de euros adicional estimado en costes de producción por concierto, las entradas han de valer no menos de 100-110 € de media. Así, tan solo así, el tio que acaba de soltar 4 millones de euros puede recuperar 5 millones de euros en el caso de llenar un estadio de 50.000 personas. Porque, obviamente, no te metes a gastar cuatro millones para ganar cien mil de beneficio. Súmale, además, que las entradas valen 100€ de media sumando todas las configuraciones posibles pero que de ahí hay que deducir muchos porcentajes -tales como los de SGAE o IVA. Eso hace que la ecuación sea más complicada si cabe. Se dan casos en los que ni agotando entradas el promotor puede recuperar las millonarias inversiones. Es ahí donde los sufridos gastos de distribución que tanto molesta pagar le permiten ganar algo de dinero, generalmente a espaldas del artista. Promotores con el suficiente volumen de negocio y capacidad de negociación reciben una parte de estos gastos de distribución de mano de las plataformas de venta de entradas, sabedores de que sus eventos hacen ganar mucho dinero a dichas plataformas. También las subvenciones -como la de la Diputacion de Bizkaia en el concierto de Guns N’ Roses en Bilbao- contribuyen a que eventos de un coste desmedido puedan recalar en ciudades concretas e impactar positivamente a la economía local (hotelera, hostelera, servicios en general).
Sin entrar a valorar cuestiones tales como la reventa legal, lo cierto es que esas entradas que desaparecen del mercado en minutos y que se ofrecen en plataformas de venta secundaria al triple del precio original sirven para que se terminen de cuadrar las cuentas y maximizar el posible beneficio de dichas inversiones descomunales. Así pues, aunque todas las partes implicadas pecan de codicia, el artista suele ser visto como el más inocente cuando en realidad es el principal culpable de lo que sucede. Es el artista quien decide no moverse de su casa por menos de 200 millones de dólares por un tour de sesenta fechas. Los demás juegan al juego e intenta salir lo mejor parados posibles, permitiendo que en el 2017 podamos seguir cantando himnos imperecederos en un estadio de cualquier capital mundial mientras bebemos cerveza a 10€ el litro con nuestros colegas. Al final, si no hubiese demanda, no habría oferta. Y como AC/DC, Guns N’ Roses, Metallica o Iron Maiden solo hay uno y ellos tienen el monopolio absoluto de ser AC/DC, Guns N’ Roses, Metallica o Iron Maiden, pueden pedir lo que quieran por aparecer sobre un escenario. Alguien lo pagará.
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