Es evidente que cualquier aficionado al heavy metal, música tan minoritaria como desconocida para la mayoría, tendrá un mínimo de curiosidad de ver como dicho género es sometido tanto en televisión como en cine. Una película que lleve el título de Isi Disi evidentemente será analizada con lupa pues el protagonismo “metálico” en el cine español es tan raro como encontrar una balada en la vasta discografía de Angus y compañía.

Los últimos iconos aparecidos vía rayos catódicos o vía celuloide han sido personajes de la talla de Óscar de Lujuria, el tal Pupano con su impagable hit “Gangrena”, una extraña pareja que competía por ganar una casa en un concurso basura o el propio Santiago Segura en su aparición estelar del Día de la Bestia. A nivel internacional tenemos a los irreverentes e insufribles Beavis and Butthead y a un zombie legendario llamado Ozzy Osbourne montado en el dólar y vendiendo su intimidad a la MTV. Ante tan selecto elenco de star systems cualquier am@ de casa o ocasional televidente habrá podido crearse una idea aproximada de lo que significa el heavy metal: gritos, insultos, drogas, alcohol y sexo. Tan equivocados de la auténtica realidad están los que engullen dichos tópicos sentados en el sofá de casa como el defensor acérrimo que cree que los aficionados al metal son benevolencia, castidad y niega que tanto tópico trillado sea desfasado e/o inexistente.

Cuando uno entra en las penumbras de la sala, a la vez que la publicidad bombardea sin piedad nuestro cerebro, servidor sólo le pide a la película un único favor: que no sea predecible y que diste mínimamente de mis expectativas iniciales. Desgraciadamente la cosa no es así y el film termina siendo lo que justamente me esperaba, o dicho de forma más general: lo que todo el mundo espera. Dejando aparte el tratamiento que se hace del heavy metal a nivel sociológico, la película como tal es simplemente abominable. Una base argumental tan original como la evolución musical de AC/DC en los últimos diez años, nutrida de gags escatológicos caca-culo-teta-polla de los que reiría gustoso en plena pubertad. No hay ningún tipo de sorpresa y los actores protagonistas hacen el papel al que ya nos tienen acostumbrados. El rollo cameo y amigueteo salpica la pantalla una y otra vez al más puro estilo Torrente aunque (gracias a Dios o a Angus) sin recurrir al freak de moda. Beavis and Butthead son un recurrente al igual que mucho de lo ya visto en “El día de la bestia”. Lo que parecía en primera instancia una buena idea con medios, dinero, protagonistas y publicidad se ha quedado en una triste intentona insulsa.

Los amantes de la música y el género que busquen algún guiño destinado al fan acérrimo y fiel pueden olvidarse de riffs de guitarra de algún grupo histórico (sólo los predecibles), alguna camiseta mítica o alguna broma en la que sólo se rían los cuatro entendidos al más puro estilo Kevin Smith. Ya pueden destinar sus cinco euros de la entrada en el top manta de la esquina. El tratamiento que se hace de la cultura heavy es el mismo que se ha hecho siempre en este país y creo que con esto ya no hace falta añadir mucho más.

Es normal que siendo una comedia se busque el tópico fácil, que innegablemente es resultón y ya de por si gracioso. Hay que saber reírse de uno mismo incluso por lo que de uno siente devoción y no llegar a cargarse una película argumentando que el mundo del heavy metal no es así. La película ya cae por su propio peso, pero si bien es cierto que no hay que darle importancia excesiva al cómo ve la opinión general a un determinado grupo social, también resulta alarmante que uno tras otro, todos los personajes star system que salen en este país sean espantajos de semejante calibre. Este hecho nos lleva a la pregunta de: ¿Es que no hay nadie más? La respuesta es fácil, evidentemente que sí, pero televisivamente hablando ¿quién miraría un programa de TV con un metalhead ataviado con corbata, luciendo un afeitado apurado, un corte de pelo rasurado y armado con apuntes de segundo curso de arquitectura? Quizá tendría cabida sólo si chillase, fuera maleducado, vomitara o de cada dos palabras tres fueran un eructo.

El heavy metal es terreno vetado en medios de comunicación y sus escasas apariciones deben pagar el peaje de ser escándalos o muertes. De hecho si rebobinamos un poco podemos recordar imágenes y columnas de opinión de  (Metallica aparte) la catástrofe del incendio en el concierto de Great White o a la triste muerte de los madrileños Santuario en su local de ensayo. La noticia es esa, que 30000 personas llenen el Metalmania en Albacete sin incidentes destacables no vale la pena, para eso ya tenemos el Festival de Benicássim.

Yo de pequeño creía que las películas terminaban siempre con un beso entre un chico y una chica, que el amigo negro del poli blanco protagonista moriría el día antes de dejar el cuerpo de policía, que el mayordomo era siempre el asesino… pero con el tiempo he visto que muchos tópicos son falsos. Quizá haya un día en que el heavy de turno que aparezca por la tele o el cine no sea gordo, patoso, gracioso y violento, pero claro, la ciencia ficción sin efectos especiales no vende…