Y si, Guns N’ Roses eran una banda de rock auténticamente peligrosa. Pero hoy en día son una corporación. Que Axl Rose y Slash se reúnan es el equivalente musical a que Tim Cook reclute en Apple a Steve Wozniak de nuevo para lanzar un producto nuevo. Puros movimientos empresariales. No es culpa de ellos que tu seas pobre y no puedas sentarte en las diez primeras filas bebiendo mojitos y tarareando “Sweet Child O’ Mine”.

Hace cuestión de unos días el gran magnificador que es internet reflejaba la indignación de muchos fans de Guns N’ Roses y del rock, en plena apoplejía después de que la banda de Axl Rose y Slash anunciase unos paquetes VIP para sus conciertos en Las Vegas del próximo mes de abril. Unos paquetes VIP que incluyen varios elementos exclusivos (y para nada necesarios en la vida diaria) entre los cuales no está la posibilidad de conocer a los miembros de la banda en persona. ¿El precio? Unos nada desdeñables 2500 dólares. Lo que viene siendo un montón de pasta para ti, para mi y para cualquier mortal que no se dedique al narcotráfico, tenga serios problemas maternos o se llame Axl. Entre las cosas que incluye el mencionado pack encontramos “un ticket en las diez primeras filas” (gracias), un poster firmado y numerado (esto ya vale 2000 de los 2500 dólares), una foto en el escenario antes del show (wow), un paseo por el backstage (mira, aún, a ver si con suerte puedes ver a Slash y Axl tirándose de los pelos) una cena (las sobras del catering) y unas bebidas y cócteles (para ahogar las penas).

El caso es que, pese a lo absurdo del precio y de lo que ofrece, en el momento en que un producto de estos se pone a la venta legitimándolo con el nombre de la banda de por medio es porque hay un mercado. Le pese a quien le pese hay un mercado para esto. Y no es su culpa que tu no puedas pagarlo.

Vamos a ver: tu te llamas Axl Rose, eres un señor muy cansado de la vida y te reúnes con un tío al que vienes odiando desde 1996. Tienes la opción de ganar 1.000.000 por show o 1.200.000 por show. Tu nivel de implicación y tu esfuerzo va a ser el mismo: subes, croas unos temitas que grabaste en 1987 y otros que grabaste en 2008 pero que a nadie le interesan, te bajas y vuelves a tu hotel a comerte una hamburguesa viendo Netflix mientras cincuenta tíos sudorosos hacen cola en la puerta de dicho hotel esperando conocerte para así decepcionarse el resto de su vida. Resumiendo: 1.000.000 o 1.200.000. El coste emocional para ti es el mismo. ¿Qué haces?

Os lo digo yo: montas unos paquetes VIP a un precio estúpidamente alto porque sabes que alguien, siempre, lo va a pagar. Porque en todas las ciudades del mundo hay diez megafans capaces de rehipotecar sus casas para pasearse por los mismos pasillos por los que tu has respirado o respirarás unas horas más tarde cuando llegues al recinto. Porque en todas las ciudades hay diez directivos financieros de alguna empresa que se compraron el “Appetite for Destruction” cuando tenian 19 años y “eran heavies” y ahora, con 49 años, quieren impresionar a su novia de 29 sacándola de paseo a un concierto de rock y sentarla en un sitio premium con servicio de bebidas en pos de terminar metiéndola en caliente esa noche.  Porque en todas las ciudades hay diez tios a los que les da igual la banda pero les sobra el dinero y lo quieren emplear en cosas que les sirvan para aparentar estar por encima de los demás. Y así podríamos seguir.

El caso es que existe un mercado y eso no es culpa de Axl Rose. Existe un mercado para los placeres exclusivos, caros y de duración breve o que se volatilizan rápidamente. La gente paga miles de euros por hoteles exclusivos, por cenas exclusivas que defecarán al día siguiente y olerán igual de mal, incluso por sexo y compañía. No es culpa de Axl Rose. La gente quiere experiencias para hacer que sus vidas merezcan la pena. Si el hecho de acudir a un concierto de Guns N’ Roses con ciertos beneficios exclusivos pueden conformar lo que para algunos es una “experiencia”, la banda sería tonta de no poner una etiqueta con precio a dicho producto.

Y si, Guns N’ Roses eran una banda de rock auténticamente peligrosa. Pero hoy en día son una corporación. Que Axl Rose y Slash se reúnan es el equivalente musical a que Tim Cook reclute en Apple a Steve Wozniak de nuevo para lanzar un producto nuevo. Puros movimientos empresariales. No es culpa de ellos que tu seas pobre y no puedas sentarte en las diez primeras filas bebiendo mojitos y tarareando “Sweet Child O’ Mine”.