Alerta máxima: ¿Pueden sobrevivir los festivales de rock y metal de España a 2025?
Se avecina un año complicado con tanto festival de rock y metal de junio coincidiendo en el mismo fin de semana en España. Pero ¿y si fuese positivo?
La noticia de la coincidencia, intencionada o no, de tres grandes festivales españoles de rock duro y heavy metal el próximo año en España ha disparado las alertas entre los fans del género. Rock Imperium, Barcelona Rock Fest y Resurrection Fest se batirán en un duelo nunca antes visto en el período que va del 26 al 29 de Junio de 2025 -día arriba, día abajo. Si los tres festivales luchaban por su espacio en fines de semana separados hasta hace un par de años, las vicisitudes de la contratación de artistas les han llevado a colisionar en un mismo periodo temporal para agrado de prácticamente nadie entre los asistentes y mayor tensión entre las empresas promotoras de dichos eventos.
Empecemos por el principio: históricamente, Barcelona Rock Fest y Resurrection Fest solían evitarse, aunque en alguna ocasión llegaron a compartir bandas separadas por una semana de diferencia, caso de Kiss en 2018, que tocaron en ambos festivales rellenando la semana con algunos conciertos en otras ciudades de la península ibérica. Rock Fest oscilaba entre principios y mitades de julio y el Resu hacía lo mismo. Pese a la competición lógica en la contratación, dos festivales que están a más de mil kilómetros de distancia -como el Hellfest respecto a Rock Fest, por ejemplo- no tenían demasiados alicientes para ponerse trabas. El público de Resurrection Fest está muy bien definido -pese a que existe ese cajón de sastre en el que se buscan nombres clásicos del heavy metal con los que atraer nuevo público. El del Rock Fest, sin duda, también: un público más clásico y fiel a viejos nombres que ahora comienza a actualizarse a medida que las leyendas de los 70 y 80 desaparecen y emerge un nuevo star system. La inclusión de Parkway Drive o Thy Art is Murder en la edición de 2024 seguía esa lógica.
¿Demasiados comensales?
El gran factor disruptivo llega, sin duda, cuando en 2019 aparece un nuevo festival llamado Rock The Coast, que se celebró en el Marenostrum de Fuengirola. Con Rainbow o Scorpions en el cartel, el festival era la apuesta de Madness Live por el público clásico en un enclave envidiable. Si bien el festival fue bien – el día de Rainbow había una asistencia considerable por ejemplo- pronto llegó un desacuerdo con los gestores de Marenostrum que sería insalvable. Madness decidió organizar otra cita llamada Rock The Night en Rivas Vaciamadrid, siguiendo la misma estela estilística y ampliando con nombres que estaban de gira en ese fatídico 2020. Pero, por suerte o por desgracia (más bien por suerte) llegó la pandemia y todo conato de planificación desapareció. También el Rock the Night, que no resistió las circunstancias y terminó cancelándose. Y digo suerte porque, pese al cartel de altura con bandas como Volbeat, Foreigner o Avantasia, la cosa no cuajó comercialmente y las ventas no acompañaron. Se recogieron velas y apenas dos semanas después de declararse el estado de alarma, el festival se canceló y nunca más se supo nada de Rivas como recinto de un festival de hard rock y heavy metal clásico.
Pero la apuesta de Madness seguía ahí, con especial ahínco en aprovechar el momento de flaqueza generado por la pandemia para copar un sector de público determinado centrado en los clásicos históricos del género. Se anunció Rock Imperium en Cartagena, con apoyo considerable de actores institucionales de la zona para potenciar el lugar como destinación turística de público festivalero. El cartel podía ser el de cualquier Barcelona Rock Fest del pasado pero en otro recinto y las comparaciones eran evidentes. Y mientras que en 2023 Barcelona Rock Fest no se pudo llevar a cabo en su emplazamiento habitual debido a unas obras en el parque de Can Zam, el Rock Imperium si que salió adelante en el parque El Batel de Cartagena. La falta de competencia por ese flanco permitió un cartel con bandas como Kiss, Deep Purple, Europe o Helloween que se saldó con éxito desigual. Pese a la alta calidad de la propuesta, Cartagena no es Madrid ni Barcelona en cuanto a movilización de público.
Pero en 2024, Barcelona Rock Fest volvió a la palestra, con el logo de DEAG, un coloso mundial de la promoción de conciertos, en sus carteles. Al tratarse de un año con pocas bandas grande disponibles para contratación, todos lo pasaron un poco peor: en Cartagena, en Viveiro y en Barcelona. Los grandes como Rammstein, Pearl Jam, AC/DC o Metallica hicieron sus propias giras de estadio y los festivales, otrora los grandes pagadores, se tuvieron que conformar con carteles un poco menos «wow». Sumémosle que en España se llevan a cabo otros dos grandes festivales del género que, sin embargo, colisionan menos en fechas pero también compiten en bandas: el Z Live de Zamora y el Leyendas del Rock de Villena.
«El cabeza de cartel real es un festival anunciado con tiempo, con el cartel cerrado antes de navidades en un destino apetitoso con buenas infraestructuras y un clima no muy extremo».
Departamentos de contratación afilando cuchillos
Ahora, para 2025 se presenta un panorama en que los tres grandes festivales de junio afilan sus departamentos de contratación para ver quien se lleva el gato al agua. Hay una cuestión logística evidente: es más fácil que una banda toque en tres festivales españoles en cuatro o cinco días que traer a un grupo desde Alemania a tocar a Barcelona, Cartagena o Viveiro y que al día siguiente se tenga que ir a otro festival en Finlandia. Logísticamente es una pesadilla para los grupos aunque a nadie se le escapa que, para los agentes de contratación,es mucho más provechoso tener a las bandas tocando exclusivamente en un festival por país cobrando grandes cantidades de dinero por la competencia entre promotores aunque al día siguiente se tengan que ir a la otra punta de Europa.
Sin embargo, que los tres festivales coincidan quizá redunda en una menor competencia violenta entre las partes, en el caso de que las bandas toquen en dos o tres de las citas. Algo que también redunda en una mejor oferta para el público. El militante del Resu no va a dejar de ir a Viveiro porque su banda favorita toque en Barcelona. Ni el fan de un grupo de hard rock clásico va a dejar de ir a Cartagena si le apetece. Falta ver si los promotores de nuestro país, en lugar de intentar el enfrentamiento, están por la labor del entente. Mucho más racional teniendo en cuenta que las grandes bandas que atraen a 40.000 personas ya no tocan en festivales y se hacen sus propias giras. Lo importante ahora es la experiencia del festival en su globalidad. El cabeza de cartel es un festival anunciado con tiempo, con el cartel cerrado antes de navidades en un destino apetitoso con buenas infraestructuras y un clima no muy extremo.
Nadie llama a su hijo Anders Friden. Una vez eliminas el factor de los supergrupos clásicos del cartel de cualquier festival lo que queda es un cartel bien curado, con buenas infraestructuras y un precio razonable. Ese es el verdadero headliner.
El factor de los costes
Los costes logísticos de cualquier festival, disparados desde la pandemia y luego por la inflación, no son los de 2015. Todo vale el doble. Los precios de los abonos lo repercuten pero el público sigue pensando que por 200€ deberían tener a AC/DC, Metallica, Iron Maiden y Kiss. Error: cuando un concierto de sala roza los 50 o 60€ y un concierto de arena roza los 150€, que un festival cueste 200€ es prácticamente supervivencia económica.
La pregunta real es ¿pueden sobrevivir los festivales de heavy metal en España al contexto actual? La respuesta es que si, siempre y cuando comiencen a aunar esfuerzos en lugar de intentar tumbarse unos a otros. Coincidir en el mismo fin de semana no es necesariamente malo: es un paso en la dirección correcta. Hace años defendí desde estas líneas que España debería tener un gran festival de rock duro y heavy metal como Hellfest o Wacken. El clima, las infraestructuras y la densidad poblacional nos benefician, además del extra que supone ser un destino turístico de primera magnitud, juegan a favor. Pero para que todos los actores implicados trabajen en una misma dirección tiene que haber un cambio de paradigma. Un gran festival de 60.000 personas por día, con nombres de primera línea, es mucho mejor que varios festivales luchando por nombres menos grandes y cruzando los dedos para que el público responda.
Quizá ha llegado el momento de que, realmente, alguien medie y todo el mundo se siente a hablar. Probablemente no lo veremos a corto plazo pero, de entrada, no es un mal signo que todos coincidan. Quizá es una buena manera de terminar con la avaricia de muchos actores que rodean a los artistas y llevaban décadas aprovechandose de la inquina mutua que los promotores españoles han demostrado hasta la fecha. Y aunque en España se estila mucho el modelo Puerto Hurraco, a veces es más beneficioso un poco de ONU. Como se suele decir en estos tiempos belicistas, en una guerra nuclear no gana nadie.
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