Voces rotas, caderas dislocadas, giras canceladas, legados destruidos... ¿Permite el negocio de la música envejecer a sus estrellas con un mínimo de dignidad? ¿Permite el público que los artistas sobrevivan a sus propias carreras? ¿Es lógico pretender que tipos de 60 años tengan las mismas cualidades que otros de 25?

Cada vez que acudo a un concierto de uno de esos grupos que podríamos llamar “clásicos” salgo más y más horrorizado ante lo cruel que es el mundo de la música con sus mayores. El mundo del cine, habitualmente, te permite envejecer con dignidad (por no hablar del de la literatura). A excepción de esa horrible versión de Rocky regurgitada desde lo más profundo del averno cinematográfico, con un Sylvester Stallone entrado en terrenos sexagenarios, el mundo del cine va adaptando los papeles a la edad de sus actores. No veremos a Macauly Culkin protagonizando un nuevo filme de comedia infantiloide como “Solo en Casa”, ni veremos a Daniel Radcliffe interpretando a Harry Potter con cuarenta y nueve años, de la misma manera que no veremos a Bruce Willis haciendo del pre-adolescente mago en breve o a Sharon Stone, pasada la cincuentena, interpretando a una niña adolescente con duros problemas sentimentales en su último año de college, al estilo “Sensación de Vivir”. Los héroes literarios lo tienen un poco mejor. Bukowski podía seguir siendo un canalla a los setenta y tantos años, poco antes de morir de la maldita leucemia. A nadie le importa tu aspecto cuando te dedicas a escribir. Tanto dan tus arrugas, tu incontinencia o tu perdida de tonalidad vocal. No sucede lo mismo con los músicos.

El mundo del rock (y el del pop, obviamente) tiene un continuo síndrome de Peter Pan que se ha hecho evidente en años recientes, cuando nuestras estrellas, las bandas que consiguieron su gran fama en los años 60, 70 y 80 han ido cumpliendo años y alcanzando edades tan poco jóvenes y dinámicas como los cincuenta o…peor aun…los sesenta años! ¿Y sabéis que es lo peor de todo? Que sea por su amor al dólar / euro, por respeto a su propio ego o por presiones de las agencias, managers y todos aquellos que comen de su arte, dichos artistas siguen ahí, en el candelero, comportándose y actuando como si aún fueran chavales de veinte años que acaban de sacar su primer disco.

El caso más reciente que me viene a la cabeza es el de Brian Johnson. El vocalista de AC/DC explicaba en una entrevista reciente que, durante la grabación de “Black Ice”, el último disco de estudio de la banda australiana, le dijo a sus compañeros de banda que no se sintieran mal por decirle si no estaba llegando a las tonalidades adecuadas o si ya no servía para el puesto. Que lo aceptaría dignamente. Obviamente, AC/DC a estas alturas no van a salir de gira con un nuevo vocalista, así que Brian Johnson se vio “condenado” (por unos módicos 25 millones de dólares iniciales, se rumorea) a pasarse una buena parte del 2008, 2009 y 2010 croando los viejos himnos de AC/DC. Quienes le hemos podido ver en interiores o en estadios cantando durante los últimos meses sabemos que la voz de Johnson está en las últimas. Es más, es un milagro que pueda seguir haciendo giras como las que hace sin tener que cancelar la mitad de los shows por afonía. Un itinerario muy cuidadoso con un show cada dos días es el principal responsable de que Johnson mantenga las cuerdas vocales en orden suficiente como para poder encarar conciertos ante 60.000 personas noche tras noche.

Paul Stanley es otro ejemplo muy actual. El líder de KISS sufrió una operación de cadera hace unos pocos años y, desde aquel momento, su físico ha comenzado a deteriorarse ligeramente. Donde antes había pectorales, ahora hay tetillas. Donde antes había pechos al descubierto, ahora hay disimulados cinturones de lentejuelas y chalecos de tachas que tapan lo tapable. La voz tampoco aguanta, evitando los tonos altos como un gato evitaría un aspirador encendido.  Sigue siendo un músico como la copa de un pino pero ¿por qué ha de verse obligado a seguir ante el público comportándose, cantando, vistiendo como si aún estuviéramos en 1976?

El caso de los ROLLING STONES va a parte. Una banda que, aparentemente, se regocija de su propia decadencia no debería tener demasiados remilgos a la hora de subir al escenario a mover el culito como una quinceañera, en el caso de Jagger o vagar como un alma en pena, en el caso de Richards. Pero uno sigue pensando ¿por qué siguen saliendo de gira, empañando cada vez más su leyenda con actuaciones cada vez más y más inferiores? ¿Por qué no recordar a los grandes Stones de la gira americana del 72, o si me apuráis, a los invencibles Stones de la gira “Voodoo Lounge” o “Steel Wheels”? Pues no, hay que verlos en directo hasta que ya no se aguanten en pie.

¿Por qué Ian Gillan ha de seguir pasándolas canutas cantando “Highway Star” en cada show para disfrute de un público que cree que por pagar su entrada puede exigir a los músicos unos temas determinados? ¿Por qué Rob Halford ha de seguir cantando “Painkiller” hasta destrozarse la voz del todo y tener que retirarse? Hay otros casos peores, no obstante. David Coverdale ha cancelado recientemente su gira conjunta con JUDAS PRIEST por problemas de voz. Quienes hemos visto a WHITESNAKE desde que se reunieron en el 2003, sabemos que Coverdale cantaba poco, muy poco. Que lo que no cantaba su banda de apoyo, lo cantaba su público y que lo que el cantaba sonaba como una absoluta basura. ¿Por qué tipos como Coverdale, que ya han demostrado todo lo que tenían que demostrar y tienen abundantes ingresos, siguen saliendo al escenario para mostrar como su estrella se apaga progresivamente? El video de Coverdale diciéndole al público que “lo he intentado, pero no puedo hacerlo” durante el último concierto de la gira con PRIEST es realmente vergonzoso. ¿Avaricia? ¿Presión por parte de quienes manejan la organización de giras y festivales en el mundo? Nunca lo sabremos, pero el público lo demanda, comprando tickets y exigiendo la presencia de estas viejas glorias en los festivales y los recintos de conciertos. Para luego dejarlos a la altura del betún cuando comprueban que su querido Ozzy Osbourne canta como una almeja, en lugar de cantar como lo hacía en la gira del “Diary Of a Madman”.

Parece que queremos ver a ciertos artistas cueste lo que cueste, sea como sea. Lo cierto es que pocos, muy pocos, siguen estando en condiciones de salir de gira de manera extensa. Tan solo Bruce Springsteen me viene inmediatamente a la cabeza. Ardo en deseos de escuchar que tal lo hace Leonard Cohen cuando pase por Barcelona en unas semanas. ¿Pero que va a hacer David Coverdale cuando la agencia tal de contratación le pasea por los morros un cheque de varios cientos de miles de euros por hacer una gira de 15 o 20 conciertos en verano? La responsabilidad, hasta cierto punto, es del músico. Coverdale debería mirarse al espejo, pensar en la edad que tiene, y escuchar algunas grabaciones de sus shows en los últimos cuatro o cinco años. Acto seguido debería decir “no puedo hacerlo”, rechazar el cheque y vivir de su legado con toda la decencia posible. Dudo mucho que Coverdale salga de gira para darle la posibilidad a los jóvenes fans que nunca han visto en directo a WHITESNAKE. Si lo hace es por a)dinero, b)ego. No hay más.

Hace unos meses, un amigo me explicaba como había tenido que acompañar a Rob Halford a la furgoneta que le llevaba al hotel tras un concierto. “No veía tres en un burro y apenas se aguantaba” me contaba aludiendo a los cascado que se queda un tipo como Rob después de dos horas sobre el escenario con JUDAS PRIEST a la edad de cincuenta y ocho años. No veo nada de malo en que Rob salga de gira a revivir la leyenda de JUDAS una vez tras otra hasta caer en redondo. Cuando tu vocación es la música, no te importa llegar hasta las últimas consecuencias y si algo es Rob Halford, es un artista como la copa de un pino. Pero, seamos sinceros, no conserva su voz en las condiciones óptimas para cantar ciertos temas de la banda. ¿Que hay de malo en eliminar ciertos clásicos del set de la banda?

La cuestión que planteo es ¿ por qué no podemos permitir que los repertorios de directo de las bandas se adapten a las posibilidades de sus interpretes? ¿Por qué es necesario que toquen ciertos “clásicos” aunque estos queden deslucidos por trabajos vocales absolutamente horripilantes?

Pocas estrellas del rock envejecen dignamente. Quizá Paul McCartney, Robert Plant o Roger Waters me vienen a la cabeza. En ambos casos, son dos estrellas con tales ingresos y ventas que no están expuestos ya a los dictados del público y a las ofertas de las agencias de contratación. Tienen tanto dinero que no tienen por qué hacerlo. Otros como los mencionados más arriba en éste artículo pueden tener mucho dinero…pero parecen tener muy poco respeto por su propio trabajo.

¿Qué opináis vosotros?