As I Lay Dying, el Resurrection y el axioma de la reinserción
Nos gustaría empezar este artículo reiterando que The Metal Circus quiere pronunciarse vehementemente en contra de cualquier tipo de violencia, sea física o verbal, contra cualquier persona, especialmente si dicha violencia se ejerce en base a motivos de género, sexo, orientación, raza o clase.
Este pasado jueves 18 de Octubre, el Resurrection Fest confirmaba a As I Lay Dying como uno de los grupos que formarían parte de su rooster para esta edición de 2018. As I Lay Dying es una banda norteamericana de metalcore, formada en 2000 y que cuenta en su haber con discos como ‘An Ocean Between Us’ y ‘The Powerless Rise’.
A los pocos días, concretamente el domingo 21, tras quejas y protestas diarias, y hasta una petición de firmas en Change.org, el festival emitía un comunicado anunciando que, en respuesta a la reacción suscitada, As I Lay Dying se caía del cartel.
El motivo de tanto revuelo ha sido la sonada condena a la que Tim Lambesis, miembro fundador y vocalista, tuvo que hacer frente en 2013, tras confesarse culpable de haber contratado a un sicario para acabar con la vida de su mujer. El supuesto sicario era, en realidad, un policía encubierto, que recibió de parte de Lambesis la clave del sistema de seguridad para acceder dentro de la vivienda de la víctima, amén de 1.000 dólares por el encargo.
El crimen dejó a Lambesis con una pena de seis años en prisión, de los que acabó cumpliendo apenas la mitad por buena conducta según las leyes americanas. Poco después de su puesta en libertad, Lambesis publicaba en Facebook que se arrepentía profundamente del dolor que había llegado a causar y que, aunque contando rebajas había cumplido el total de la condena que le había sido impuesta, era consciente de que “ninguna cantidad de tiempo en prisión arreglará lo que he hecho mal. No me siento merecedor de una segunda oportunidad y no pido la confianza de nadie. Es lógico lo que mucha gente piensa sobre mi, y sólo el tiempo dirá si mis acciones futuras se alinean con mi remordimiento, algo por lo que rezo cada día.”
Apenas un año después, As I Lay Dying anunciaba que Lambesis retomaba sus labores como frontman del grupo. Aún y hacer frente a las dudas y recelos de aficionados y amigos por igual, los americanos se proponían iniciar su vuelta a las palestras con una gira por Estados Unidos y Europa que les llevaría por varias salas y festivales. Entre ellos, en principio, tenía que estar el Resurrection Fest como fecha única para España.
Separación entre arte y artista ¿es lícita?
El asunto por excelencia de la actualidad metalera española es complejo, y bastante peliagudo de comentar. Para empezar, uno de los puntos que me gustaría dejar completamente fuera de la ecuación es la calidad de la música de As I Lay Dying. Para eso ya existen las reseñas. Sin embargo, no muy lejos de este punto se encuentra una de las claves del debate: ¿es ético pedir la readmisión de As I Lay Dying en el cartel del Resurrection Fest 2018 usando como argumento la separación entre arte y artista?
Este es un tema al que los aficionados al metal nos tenemos que enfrentar a menudo. Creo que no hay que ser muy lumbreras para ser consciente de que nuestro género ha estado poblado, desde sus inicios hasta hoy mismo, por verdaderas letruchas que hacen perder la fe en la humanidad cada vez que te da por escucharlas concienzudamente. Sin embargo, en la mayoría de casos son simplemente eso, letruchas y, como dicen, “del dicho al hecho hay un trecho”. En ese sentido, me gusta pensar en la comunidad metalera como una comunidad generalmente madura y razonable: podemos estar berreando junto a Cannibal Corpse con toda la saña, pero tenemos la tranquilidad de saber que nadie se va a ir después a despellejar bebés. Esto es así porque somos conscientes de que, en la gran mayoría de casos, son formas más o menos escabrosas y contestatarias, pero inocentes al fin y al cabo, de liberar tensiones. Generalmente, creo que solemos estar al caso de que esas letras irrealmente viscerales, violentas y horripilantes son parte de la exageración intrínseca de la imaginería del género, parte del espectáculo y no de la realidad.
Ahora bien, en el caso de Lambesis, no estamos hablando simplemente de unas letras más o menos siniestras que puedan ser acusadas con más o menos acierto de incitar a cometer crímenes. Estamos hablando de que el señor en cuestión fue condenado y aceptó la pena de dichos crímenes; y, para tomar un par de ejemplos de situaciones parecidas, Vikernes y Watkins siguen condenados al ostracismo por el grueso de la comunidad metalera.
Otro de los puntos a tener en cuenta es el derecho a la reinserción, un derecho innegable tanto aquí como en Estados Unidos. Sin embargo, que este derecho exista sobre el papel no asegura que el sistema judicial y los órganos legislativos tomen las medidas necesarias para garantizarlo: de sobras es conocido que el sistema penitenciario de la nación de la libertad está más interesado en seguir creando criminales que en reintegrarlos en la sociedad, y este objetivo es fácil que se traduzca en penas inadecuadas o de longitud errónea.
Al interpretar la reprobación de buena parte de la comunidad a que As I Lay Dying toque en el Resurrection, es fácil caer en la falacia de que se está privando a Lambesis de su derecho a una segunda oportunidad. En mi opinión, creo que no hay nada más lejos de la realidad. Lambesis tiene la gran suerte de ser un personaje público y, como tal, tiene una plataforma desde la que puede comunicar todo lo que le plazca, amén de crear un discurso que le sea afín: así lo ha hecho en el momento de escribir una disculpa pública, o en el momento de anunciar que está estudiando un máster en Trabajo Social. No se encuentra en un lugar desaventajado en la sociedad que le dificulte de manera extra la reintegración: apedreadme, pero lo diré, “es hombre, blanco y rico”. Tiene un séquito de fans acérrimos que le defienden a capa y espada, y una mayoría de simpatizantes que, callando, otorgan. Y, a la vista está, tiene también un grueso de promotores y anunciantes a quienes ya les parece bien contar con él en sus giras. En ese sentido, poca lástima me da.
Una reacción adecuada pero evitable
Desconozco quiénes son las personas al frente de las contrataciones y las relaciones públicas en el Resurrection Fest pero, desde aquí, mi más sentido abrazo. Organizar un festival no es sencillo; organizar uno del calibre de lo que montan en Viveiro, aún menos. Estoy segura de que la propuesta de contar con As I Lay Dying dio vueltas y más vueltas por encima de las mesas hasta que, finalmente, se le dio luz verde.
Quizá tendría que haber dado un par más de vueltas y, quizá, haber dejado que el grupo diera un par de giras antes de recurrir a ellos.
Me cuesta entender que los profesionales que organizan el Resurrection no previeran que esta polémica podría ocurrir, especialmente teniendo en cuenta como está la actualidad del país en cuestiones de violencia de género (han sido asesinadas, por desgracia, 40 mujeres en lo que llevamos de año). Imagino que lo previeron, pero por algún otro motivo continuaron adelante con la idea. Sin embargo, este motivo pareció no ser suficientemente fuerte como para no acabar haciéndoles echar para atrás, consiguiendo que la opinión se dividiera aún más.
Aún así, la decisión final del Resurrection es un punto a favor para el evento, que siempre se ha posicionado de forma muy activa en pos de garantizar un espacio cómodo y seguro para todos sus visitantes. Especialmente, se trata de un gesto consecuente con sus políticas y actos, como el Punto Lila, y, definitivamente, sienta un interesante precedente en relación a la decisión que tomó el festival el año pasado cuando algo parecido ocurrió con Kiss.
Es de esperar que, poco a poco, los festivales españoles (que, se tiene que reconocer, siempre han sido harto acogedores y seguros hasta para chicas que van a disfrutar solas) empiecen a ser un poco más morados también en las decisiones que se toman detrás de bambalinas, con carteles más conscientes y, a poder ser, con más nombres de mujer.
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