Hay grandes bandas, pero ni siquiera las más influyentes de las últimas dos décadas en sus respectivos nichos (Pantera, Dream Theater, Godflesh, At The Gates, Carcass, Neurosis, Stratovarius, Nightwish, etc) han sido capaces de atraer la atención de más que unos cuantos miles. En el pasado, la influencia se medía por millones: millones de discos vendidos, millones de entradas vendidas, millones de dólares generados. Ya no. Hoy en día todo el mundo es muy conocido en su casa, pero no en la de los demás.

Al hilo de la reciente visita de Iron Maiden a nuestro país, algunos profesionales, reunidos en petit comité antes del concierto de Barcelona, casi a pie de escenario, sacamos a relucir la pregunta. “¿No te parece como si ya hubieses vivido esto antes?”.

En efecto, Iron Maiden han tocado en España en múltiples ocasiones. En 1982,1983, 1984, 1986, 1988, 1990, 1992, 1993, 1995, 1996, 1998, 1999, 2000,2003,2005,2006,2007,2008,2010,2011,2013 y 2014.Como decía su tema “Dream of Mirrors”: “And I think I’ve seen your face, seen this room, been in this place”. Muchas veces les hemos visto en el Palau Sant Jordi, desde el año 2000, cuando tuvieron suficiente entidad como para volver a atreverse con recintos de ese tamaño. También les hemos visto en festivales gigantes como Sonisphere. También les hemos visto en plazas de Toros en Mijas, en su época más humilde. Y a medida que han ido pasando los años, cada vez más, nos ha quedado esa sensación de “esto se acaba”. Ver a Iron Maiden en Barcelona la pasada semana tenía un significado añadido: era, posiblemente, la última vez que viviríamos una visita tan grandilocuente de la banda rememorando sus shows de antaño en un recinto cerrado ante su propio público. Y eso nos llevó a la eterna pregunta, a la cuestión que amarga cualquier noche de metal: “y después de esto ¿qué?”

Los ciclos están para ser finalizados. El ciclo de los grandes del heavy metal está, se quiera o no, llegando a su fin. Del mismo modo que la abdicación del Rey Juan Carlos I ayer cogió a todo el mundo por sorpresa, un buen día nos levantaremos con la noticia de que Iron Maiden, Motley Crue, Scorpions, Kiss, Metallica o AC/DC lo dejan de verdad y para siempre. En algunos casos, por imposibilidad de seguir adelante con la energía por la que triunfaron dentro de sus respectivos géneros musicales. En otros casos, por desavenencias internas. En el peor de los casos, por la falta de alguno de sus miembros clave. Pero ese día llegará.

En los últimos años hemos despedido a Ronnie James Dio, a Pete Steele, a Gary Moore, a Rick Wright, a Paul  Gray, a Jon Lord, a Jeff Hannemann y a muchos otros… Muertes que en su mayoría han supuesto un aviso, un toque de atención. Las leyendas que veneramos no estarán aquí para siempre. Y aunque intelectualmente todos somos conscientes de ello, dudo mucho que estemos emocionalmente preparados para afrontar un mundo sin Dickinson, sin Hetfield o sin Stanley. ¿Y por qué? Porque es lo único que nos queda. De aquella época en la que los monolitos del género se colaban en la conciencia colectiva y sus bandas se convertían en marcas archifamosas, solo quedan unos pocos. Y la mayoría, de un modo u otro, han ido enviando señales de que, vaya, esto se está acabando.

En una reciente entrevista con Rolling Stone, Gene Simmons de KISS hizo una mención al hecho de que le quedan “dos o tres giras” como mucho, lo cual sitúa el final de los KISS que hoy conocemos en el 2018 o 2019 a lo sumo. Iron Maiden tienen a uno de los mejores cantantes de la historia del rock y, tan inteligentes como siempre, optaron por rebajar el ritmo de las giras ya en el 2003, lo que les ayuda a mantenerse frescos y prolongar un poco más su reinado en el heavy metal. Metallica no parecen demasiado preocupados con el debate sucesorio, pues siguen girando por todo el mundo cada año. Otros como AC/DC, otrora invencibles, han dado muestras de peligro en los últimos meses, cuando su líder de-facto, Malcolm Young, optó por retirarse de la banda debido –según los rumores- a una enfermedad degenerativa. Otros como Judas Priest ya han hecho su “gira de despedida de las giras”, por así decirlo, evidenciando que antes o después habrá que hacer un pensamiento. Muchos otros, como Guns N’ Roses, están en horas bajas y no se descarta el final.  E incluso el invencible Lemmy Kilmister de Motorhead parece estar comenzando a notar el paso del tiempo, por primera vez en toda su carrera.

¿Qué nos queda pues? En un mundo tan fragmentado y atomizado como el del heavy metal, no ha surgido ni un solo artista en los últimos veinte años capaz de aunar las pasiones de la mayoría de seguidores del género. Hay grandes bandas, pero ni siquiera las más influyentes de las últimas dos décadas en sus respectivos nichos (Pantera, Dream Theater, Godflesh, At The Gates, Carcass, Neurosis, Stratovarius, Nightwish, etc) han sido capaces de atraer la atención de más que unos cuantos miles. En el pasado, la influencia se medía por millones: millones de discos vendidos, millones de entradas vendidas, millones de dólares generados. Ya no. Hoy en día todo el mundo es muy conocido en su casa, pero no en la de los demás.

Del mismo modo que el Rey de España tuvo su momento, donde las circunstancias sociales y políticas hicieron de él una figura clave en el desarrollo del país, los gigantes del género tuvieron su momento y crecieron gracias a una suma de factores clave, desde las opciones de entretenimiento existentes en la época, el valor de la música en aquel entonces, las innovaciones que introdujeron y el arduo trabajo de posicionamiento que sus discográficas y managements llevaron a cabo en la época –y que en algunos casos siguen realizando en la actualidad. Pero todo aquello es ahora historia que se explica en los libros, o en la Wikipedia. La gran mayoría de gigantes tienen dificultades para mantenerse vigentes en un escenario donde el peso de sus propias leyendas oscurece todo lo bueno que puedan hacer en la actualidad. Y mientras que está por ver si Felipe VI conseguirá volver a darle importancia a la monarquía en un país de naturaleza anti-monárquica, lo que está claro es que en el heavy metal no hay ningún Felipe a día de hoy. Tan solo un montón de “Adolfo Suarez”, realizando innovadoras transiciones entre géneros para ser escupidos por el sistema cuatro años más tarde. Piezas necesarias en un engranaje, pero no verdaderos motores de cambio.

Sergi Ramos