Myrkur: Folkesange

Está claro que Amalie Bruun llegó al mundo de la música para sorprender con cada uno de sus nuevos trabajos, sin preocuparse lo más mínimo por el “¿qué dirán?”, fiel a sí misma y a su concepción personal del rock entendido como cruce de múltiples caminos.

Cuarto trabajo bajo el nombre de Myrkur, cuarto ejercicio de asombro. Tras las soberbias bofetadas de ‘Myrkur’, ‘M’ y ‘Mareridt’ (sin contar el directo ‘Mausoleum’) en las que entrelazó black con folk, cantos corales y sonidos tradicionales – e incluso arcanos- trae ahora ‘Folkesange’ un disco en apariencia alejado de toda esa maravillosa herencia. ¿Supone esto estar asistiendo a la traición de la Gran Esperanza del Black Metal?.

La evolución vence a la traición

Un giro tan radical en apariencia como es este nuevo trabajo, en comparación con los anteriores, puede sonar a traición al género, a repudiar los pilares en los que se basó una incipiente carrera, que parecía abocada a darle la vuelta al black metal inyectándole enormes dosis de valentía sonora y que abría brillantes puertas por las que se colaría una nueva oscuridad.

Pero hablar de “traición” sería simplificar el análisis, y toda simplificación corre el riesgo de caer en la superficialidad y el simplismo. En ‘Folkesange’ el black metal es el combustible que alimenta el motor del disco. No se puede encontrar en la superficie, sino que hay que bucear hasta las profundidades para dar con él y cuando se halla es imposible pronuncia la palabra “traición”.

Es más prudente hablar de “evolución”, pues es lo que trae este trabajo, plagado de paganismo, henchido de mitología, un salto al vacío de la debilidad humana. Movido por infinidad de ritmos de percusión, siempre obsesivos y muy a menudo repetitivos, complementados por una maraña de sonidos surgidos de  múltiples instrumentos de cuerda – casi todos ellos tradicionales de Dinamarca – que en ritmos cíclicos abrigan la voz de Amalie, desnuda, despojada de todo atisbo de furia o rabia.

Descartar no es una opción

Myrkur presenta un catálogo de joyas entre el que es casi imposible descartar alguna diciendo “esto es de relleno, se puede saltar al siguiente tema”. Para apreciarlo, hay que adentrarse en joyas como “Fager Som En Ros”, que desde sus primeros acordes nos traslada a un mundo más feliz, más despreocupado, una invitación a bailar sin parar.

“Ramund” y “Reiar” provocan la imparable sensación de sentarse, de relajarse y meditar, de hacer introspección, de encontrase a uno mismo, con todo lo que eso supone. La voz de Amalie se mece entre columpios de pianos y violines, de cuerdas y percusiones, mientras los coros la empujan para que no se detenga ni deje de emocionar a quien la escuche… y se complementan con el lamento de “Tor I Helheim” en un trío de composiciones que provoca el irrefrenable deseo de escucharlos en directo, en una pequeña, oscura y recogida sala.

Si hubiese que señalar con el dedo el tema emblemático de este disco sería sin duda “Vinter”, el broche final, parece creado para una banda sonora (casi se están viendo imágenes del mejor Tim Burton) y es el ideal para poder apreciar en su profundidad que ‘Folkesange’, ofrece la oportunidad de apreciar la cara más luminosa de Myrkur. Luminosidad que también brilla en “Leaves Of Yggdrasil” o “Harpens Kraft”, dos formas casi antagónicas de presentar la sensibilidad.

Para despejar cualquier atisbo de criticismo negativo, el reto es sentarse a escuchar “Svea” y no acabar tratando de emular a Amalie o a los coros, o “Gammelkäring” sin inventarse lo que está cantando para poder hacerlo a grito pelado en casa o en el coche. Tratar de caminar mientras “House Carpenter” suena en los auriculares y no terminar moviéndose al ritmo que marca es imposible. Destacar, por último, la voz de Amalie en dos temas soberbios: “Ella”, el que abre este mundo magnífico de ‘Folkesange’ y “Gudernes Vilje”… rendición incondicional.