PRIMAL FEAR

Mientras veía el concierto de PRIMAL FEAR en la Salamandra de Hospitalet comencé a intentar, con toda mi buena fue, recordar todas y cada una de las veces que he visto a esta banda en directo. Juro y perjuro que cuando iba por la décima ya era incapaz de mantener cualquier clase de orden lógico en mi cabeza y opté por lo más lógico: desconectar el contador y ver el concierto sin más.

De todas formas, ese intento de cálculo me llevó a reflexionar sobre esa extraña cualidad de los germanos, la que les hace no ser cansinos por más veces que los hayas visto en directo. Es un síndrome similar al que sufren SAXON, UDO o EDGUY, todas ellas bandas que pasan por nuestra geografía unas quinientas veintisiete veces cada año: presentando nuevo disco, tocando en festivales, tocando los viejos éxitos en una gira de trigésimo noveno aniversario o sencillamente pasaban por delante de la sala y les dio por tocar (que terminará pasando, no os despistéis!). Pero el empeño y las ganas de los de Mat Sinner en una noche de viernes por la noche con poco más de 300 personas en la sala era admirable. Parecía que estuvieran tocando en Wacken ante 70.000. Y es que lo de estos tipos es profesionalidad. La lástima es que, tras tantos años en la palestra, se encuentren estancados a nivel de poder de convocatoria y fama. Su música no es precisamente una mercancía fácil de vender más allá de los círculos metálicos underground. Difícilmente tu madre sabrá quien demonios son estos tipos, aunque si que le suena de lejos el nombre de IRON MAIDEN o METALLICA. Pese a los contras, igual que sucede con RAGE, cada dos años puedes estar seguro de que cuando pases por tu tienda de discos, habrá un nuevo trabajo de PRIMAL FEAR. Si eso es cansino para algunos, bravo. Al menos es una de las pocas bandas que se deben a sus labores y trabajan con un ritmo constante y encomiable.

Como siempre, apisonantes en su show en directo. Los alemanes arrancaron el show con “Under The Radar” y una hímnica “Batallions Of Hate”, uno de los temas de los que más les cuesta despegarse con el paso de los años. “Killbound” y “Nuclear Fire” terminaron de caldear a un público que, cuando llegó el turno de “16.6 – Six Times Dead”, el tema que da título a su nuevo disco, ya estaba vociferando en las primeras filas como si aquello fuera el último show de la historia de la banda. Con poco público pero fiel, la banda fue desgranando su set donde hubo espacio para todos los clichés esperables: agudos infinitos de Ralf Scheepers, poses de Mat Sinner, duelos de guitarra de Magnus Karlsson y Henny Wolter, solo de batería de Randy Black, fragmentos de duelo entre Scheepers y el público… No hubo espacio para la originalidad, pero es que nadie la quería. Es como ir a misa de 12 y que tu cura de turno se plante en el altar vestido con bermudas playeras y dando el sermón en árabe. La gracia de PRIMAL FEAR es, precisamente, su inmutabilidad pese al paso del tiempo.

No obstante, hay momentos en su show que hace diez años habrían sido impensables. El piano inicial de “Fighting The Darkness” habría provocado que los heavies echaran espuma por la boca en aquel viejo concierto de la Sala Garatge. Pero hoy PRIMAL FEAR usaban su baladón épico para rebajar un poco el ritmo del show y mostrar una faceta más melódica y menos chirriante. Y menudo baladón…a lo largo de los más de diez minutos que duró el tema, los pelos se me pusieron como escarpias varias veces. Y es que, a eso me refería, estos tipos no defraudan nunca. Nunca.

En la recta final del show, que estuvo coronado por un sonido potente y muy bien ecualizado para tratarse de una sala, la banda atacó con el himno “Metal Is Forever”, la descolocante acústica “Hands Of Time” (era necesaria?) y para terminar el asunto la ya clásica “Seven Seals” y un coreado “Chainbreaker” que terminó de llevar a los trescientos presentes al éxtasis metálico. Y si esta crónica está tan llena de clichés como un concierto de PRIMAL FEAR es porque no hay nada de malo en ellos. Los heavies somos luego los primeros que a la mínima que un grupo cambia un 1% su estilo ponemos el grito en el cielo.