Una sala cualquiera de España. Son las ocho de la tarde de un sábado y una cola de más de 400 personas -el aforo del local- da la vuelta a la esquina hasta llegar a la puerta. En el cartel no está ninguna nueva sensación de la música. Están una serie de músicos a los que nadie sabría nombrar y que se intercambian entre distintas formaciones para rendir tributos a tres grupos: AC/DC, Metallica y Guns N’ Roses. En la publicidad del evento se usa el logotipo de las bandas originales y debajo, en tipografía pequeña, el nombre del grupo tributo ad-hoc creado para este tour de tributos en concreto.

Hoy en día acudimos sin cuestionamientos previos a ver un concierto de una orquesta sinfónica interpretando piezas de Beethoven, Chopin, Bach o Mozart, los compositores que protagonizaron una época de la música. A nadie le extraña, a nadie le parece algo criticable. Pero, a la misma vez, estamos en unos tiempos en los que los que crearon el rock y el heavy metal clásico, tal y como lo conocemos, están prodigándose cada vez menos por los escenarios. La edad, la falta de motivación o la mayor cantidad de territorios que cubrir en un tour (antes todo se limitaba a Europa y América, ahora otros muchos territorios pujan por tener a las bandas en sus festivales y recintos) hacen que grupos como AC/DC, Metallica, Judas Priest o Kiss tan solo se puedan ver en un determinado país cada cuatro o cinco años en el mejor de los casos. En el entretiempo, aunque esos artistas siguen vivos, multitud de bandas tributo llenan el vacío interpretando con mas o menos fidelidad el repertorio clásico de aquellos pioneros que protagonizaron otra época de la música, aunque más reciente.

En el centro de todo está el eterno debate: ¿porqué las bandas tributo no paran de aparecer y porque se apuesta más por ellas que por grupos nuevos con cancionero propio?

La realidad es que es más fácil movilizar a la gente que tiene una conexión emocional con un artista o repertorio que a quien no la tiene. La música necesita de cierta repetición y cierta asociación con momentos clave de nuestra existencia para ganar peso en nuestro subconsciente. No lo dice este artículo: lo dicen estudios científicos que asocian la liberación de serotonina y oxitocina en el cerebro a escuchar aquellas canciones que nos acompañaron en nuestro desarrollo -especialmente la adolescencia, que es donde se forja nuestra identidad. Escuchar canciones que conocemos nos ayuda a viajar a momentos comfortables, agradables y que nos sitúan en el punto en el que todo era más excitante que en la vida adulta.

Los números no engañan

Una sala cualquiera de España. Son las ocho de la tarde de un sábado y una cola de más de 400 personas -el aforo del local- da la vuelta a la esquina hasta llegar a la puerta. En el cartel no está ninguna nueva sensación de la música. Están una serie de músicos a los que nadie sabría nombrar y que se intercambian entre distintas formaciones para rendir tributos a tres grupos: AC/DC, Metallica y Guns N’ Roses. En la publicidad del evento se usa el logotipo de las bandas originales y debajo, en tipografía pequeña, el nombre del grupo tributo ad-hoc creado para este tour de tributos en concreto. El precio de la entrada es de 15€. A grosso modo se facturarán 6000€ en taquilla (para el promotor, que debe ocuparse de pagar a las bandas y los costes logísticos del evento) más lo que la sala facture en barra (que suele ser íntegramente para la propia sala, a lo que hay que descontar el precio del género que se sirve).

Uno de los polémicos carteles de la gira «Masters of Rock», donde los logotipos de las bandas originales aparecen mucho más grandes de lo que deberían.

Cambiemos de tercio: concierto de una banda local, con cierto tirón entre los jovencitos del underground ansiosos de metal de tintes semi-clásicos. El tipo de banda que ya no es totalmente underground pero que tampoco ha dado el salto de liga completo. Están a punto. En la misma sala, pese a compartir cartel con tres bandas más, 140 personas de pago. El encargado de la sala ha hecho una barra ínfima. El alquiler que la banda paga por tocar en el local cubre justo el sueldo del técnico de sonido, camareros, seguridad y encargado de sala. El encargado de sala admite que «abrir la persiana para hacer esta barra prácticamente no sale a cuenta, por mucho alquiler que pague la banda».

En 2006, cuando el fenómeno de los tributos aún no había estallado al nivel actual, un concierto de una banda local con un par de teloneros del mismo tamaño congregaba alrededor de 70 o 100 personas en la mayoría de salas. Una presentación de disco, donde la banda se emplea a fondo y moviliza a todo su círculo de amistades, podía llegar a 200 o 250 personas. Una situación muy similar a la actual, de hecho. No por haber bandas tributo se ha empequeñecido la masa dispuesta a ver a bandas noveles. Susana y Paco, dos de los asistentes al concierto del concierto tributo lo tienen claro: «venimos a cantar las canciones que nos sabemos». Difícilmente Susana y Paco van a movilizarse por ver a una banda con la que no tienen ningún tipo de conexión emocional.

Bandas tributo: dos visiones

Motorhits es una banda tributo a Motörhead que apareció en 2011. Con miembros procedentes de bandas como TrallaXXL o Dirty Lust, que se curtieron en el underground nacional en los ’90 y ’00, el grupo surgió más como respuesta a una necesidad propia de tocar temas de Motörhead que por ganar dinero.

“Decidimos hacernos un buen puñado de canciones de Motörhead para realizar un show fiel al grupo de Lemmy, cuidando la estética y la imagen, imitando el sonido crudo y rudo de la banda y repasando los mejores temas de la historia de la banda británica” explica Pepón Lleixá, el batería de la banda. Pepón trabaja en lo que el llama “el lado oscuro” del negocio de la música, lo que nadie ve. “Llevo la producción, regidoría de escenarios, management de bandas con temas propios…se podría decir que Motorhits es mi válvula de escape”. 

Aunque pueda parecer que las bandas tributo ganan un buen pellizco económico a costa de tocar temas ajenos y valerse de la publicidad engañosa para atraer gente a las salas, Pepón asegura que no es el caso de Motorhits en absoluto. “Aunque puede parecer que nos estamos forrando, la gente no se imagina los costes que tiene organizar un concierto: pago de sala, cartelería, promoción, furgoneta, desplazamientos, hoteles…”. Reconoce que antes ponían dinero de su bolsillo pero que ahora “cubrimos gastos” y en ocasiones “incluso nos llevamos algo al bolsillo”.

“Motorhits no es nuestro modus vivendi” enfatiza.

Motorhits, la banda de Pepón Lleixá.

“Llevamos muchos años inmersos en la música underground y tenemos contactos y amistad por todo el país con gente que en sus inicios programaban pequeños locales y pequeños festivales. Ahora muchos de ellos programan en las mejores salas y festivales del estado. Tenemos la suerte de que cuenten con nosotros para sus eventos” explica el batería. Según calcula, la actividad de Motorhits le supone “unos 20 conciertos al año”.

La reciente muerte de Lemmy Kilmister en diciembre de 2015 no ha supuesto un gran crecimiento en su actividad de directo, asegura. “Desde el mismo día de su muerte recibimos un montón de llamadas para conciertos homenaje, aunque la mayoría a coste cero” se resigna. “Nosotros llevamos homenajeando a Lemmy desde 2012, a él y a su música. Disfrutamos tocando y creo que la gente que viene a vernos también. La intención es seguir haciendo esto muchos años le pese a quien le pese”.

Motorhits serán los protagonistas de la carpa Motörtent, que rinde tributo a Lemmy, en el macrofestival Rock Fest Barcelona a finales de junio.

La Bon Scott Band, por su parte, se creó en 1997. El apoyo inicial de un enamorado de AC/DC como Jordi Tardà, que les tuvo tocando en la Fira del Disc de Barcelona en 1998, y posteriormente de diversos promotores como Rock N Rock, que les colocaron como teloneros de múltiples giras como las de Motörhead, sirvió para que el perfil de la banda creciese y se convirtiesen en una banda altamente solicitada en festivales y salas de todo el país. Hay que recordar que en aquel momento las bandas tributo no eran todavía una constante, como ahora.

“El movimiento de bandas de tributo hacia años que existía en USA y UK pero en España aun no era conocido” explica Jordi Vázquez, vocalista de la banda. “Nosotros, aunque no fuimos la primera, fuimos los encargados de dar a conocer este tipo de bandas en España. El recibimiento fue muy bueno en general ya que nunca se había visto algo así en nuestro país. No se trataba de versiones de temas de AC/DC sino de interpretaciones donde se plasmaba la fuerza y la intensidad de los temas intentando ser lo mas fieles posible a la interpretación original. Era indispensable que la gente te dijera aquello de “te das la vuelta y es como estar en un concierto de los mismísmos AC/DC”.

“Lo que hay ahora mismo en el panorama musical no me parece de recibo” incide. “Aunque si hay muchas bandas que respetan lo que significa una banda de tributo, otros se han apuntado al carro “ensuciando” el movimiento. No es posible que una banda de tributo tenga una cantante femenina cuando en el grupo original no existe o que la formación a la que tributan sean cuatro músicos y ellos son cinco. Si el cantante original toca el bajo mientras canta… tu has de tocar el bajo mientras cantas.”

The Bon Scott Band, con Jordi Vázquez al frente, durante un directo.

El uso de logotipos gigantes de AC/DC en sus carteles es algo que la Bon Scott Band nunca hizo para darse a conocer. El nombre era suficientemente explicativo. No obstante, Vázquez explica que “es necesario usarlos para publicitar tu espectáculo, pero con moderación. Nosotros siempre hemos usado el logo de AC/DC en pequeño debajo debajo del nuestro y nunca se nos ha acusado de publicidad engañosa. Es cuestión de hacer las cosas con tacto. Es obvio, de todos modos, que AC/DC nunca van a ir a tocar a la sala Bikini de Barcelona pero he visto casos en los que no sabías si venía a tocar el original o el tributo y eso me parece lamentable” asegura.

Vázquez concluye con un arrebato de sinceridad: “Mi banda es la Bon Scott y con ella me retiraré de la música. No se tocar ningún instrumento y apenas se componer nada que merezca la pena. No me considero músico y hay que tener cojones para decir lo contrario pero si que tengo una banda de puta madre y para colmo, canto en ella. A quien no le guste que se joda.”

La perspectiva de una sala

Al otro lado de las críticas están las salas de conciertos, a menudo vilipendiadas como si de únicos y exclusivos culpables se tratase en la dificultad de que las bandas de música original tengan un espacio en el que actuar. Los costes de mantener un local son altos y la rentabilidad es clave para que la actividad se pueda mantener en el tiempo, lo cual no siempre casa con el hecho de prestar el espacio a propuestas que no generan caja o que la generan de manera marginal.

La sala Bóveda de Barcelona recibe la visita de muchas bandas tributo y también es el escenario preferido por muchos grupos de rock y heavy metal para presentar sus nuevos trabajos o aliarse en carteles multibanda para alquilar la sala y tocar. Su encargado, Victor Fernández, tiene claro que por mucho que una banda pague un alquiler, no cubre los gastos generales de la sala.

“En Bóveda el alquiler cubre los salarios de los empleados que trabajan durante las horas en las que se celebra el show” explica. “Piensa que empezamos a trabajar muchas horas antes del concierto y que hay un mínimo de seis personas trabajando. Así mismo el personal se amplia en función de la previsión de gente que vaya a venir sin incrementar el precio del alquiler. Los beneficios de la sala se generan en las consumiciones de los asistentes. Ha habido conciertos en los que se ha perdido dinero, pero así es el negocio, a veces ganas, a veces cubres, a veces pierdes.”

“A título personal” prosigue Fernández “creo que la banda debe tener un mínimo de conciencia respecto a su tarea como organizador. La crisis ha hecho que muchas salas bajen sus precios de alquiler y por ello hay bandas que, como se lo pueden pagar, se presentan a tocar en salas cuyo aforo excede muy de largo a su capacidad de convocatoria. Esto no es bueno, ni para la sala ni para la banda porque acaba en un chasco”.

“La mayoría de bandas nacionales que a día de hoy llenan salas de medio o gran aforo son bandas que se han currado la carretera, que se han hartado a tocar en bares y salas pequeñas hasta que han conseguido hacerse con una legión de seguidores con los que consiguen dar ese salto a salas más grandes y no defraudar” elabora. “Hay muchísimas bandas amateurs que se saltan ese paso. Puedes hacer tu primer concierto y meter a trescientas personas porque te va a ir a ver hasta tu abuela, pero la carrera de un grupo es mucho más que eso. Conseguir tocar con aforos medios día tras día, es algo que hay que currarse. Tomemos como ejemplo a Toundra, Angelus Apatrida, Crisix o 77. ¿Queremos ser como ellos sin realizar el esfuerzo y la carretera que ellos han hecho? Pregúntales lo que se han tenido que tragar hasta llegar a donde están. Aprendamos a andar antes de querer correr”.

“Es por este tipo de actitudes que me consta que muchas salas a día de hoy están haciendo una criba muy seria a la hora de decidir a quien alquilan la sala” revela Víctor. “Esto se debe al hecho de que a nadie le interesa un concierto en el que no vas a ganar un mínimo de dinero. No olvidemos que una sala es un negocio, en la mayoría de los casos muy caro de mantener. Hay que realizar una gran inversión para poder celebrar música en directo.”

“Cuando hablamos de bandas y de música, podemos ponernos muy sentimentales, pero no conozco a nadie, absolutamente a nadie, que trabaje por amor al arte. Todo el mundo espera obtener un beneficio de su trabajo y una sala de conciertos no es menos.”

Así pues, los tributos suponen una propuesta menos arriesgada para salas como Bóveda. “Digamos que un tributo genera una asistencia media de 250 personas (aunque los hay que van de sold out en sold out, en función de lo mediática que sea la banda original). Una banda de material original, salvo que sea una banda conocida, genera de media entre 100-120 personas. La prueba la tienes en que cuando se programa un concierto tributo, generalmente tocan una o dos bandas. En cambio, las bandas «amateurs» suelen programar carteles de tres y hasta cuatro bandas con la esperanza de obtener el máximo número de asistentes. Si divides la asistencia de estos conciertos entre las bandas que han participado, en la mayoría de los casos no van ni 40 personas por grupo.”

Está claro que, pese a las críticas existentes, la gente acude a ver conciertos de bandas tributo. Situaciones como la descrita al inicio de este artículo son habituales en la sala donde trabaja Víctor.

“Es una buena manera de ver en directo los temas de tus bandas favoritas” responde. “Bandas que en el mejor de los casos, verás tres veces a lo largo de tu vida. Asistes al concierto, tomas unas cervezas y cantas aquellos himnos de tu generación. A esto súmale que puedes ver un tributo muy decente, digamos por ejemplo, a Guns N’ Roses por 12-15€, ¿Cuanto cuesta la entrada para ver a los originales? Claro que no es lo mismo pero si la banda es buena la fiesta está asegurada”.