Soen, devolvedle el corazón a Barcelona
Si algo tiene de bueno el rock progresivo es que cuando va más allá del virtuosismo y la exhibición, es capaz de crear magia. Y Soen tienen magia para regalar.
Desde luego el menú que se servía el 28 de marzo en Barcelona era de alta cocina. Progresivo multi-gama de la mano de tres grupos en estado de gracia. Cada uno con una personalidad propia y haciendo gala de una escena que sigue cristalizando al ritmo adecuado. Los tres grupos venían con nuevo trabajo bajo el brazo, pero sin duda el plato fuerte iba a ser descubrir el último “Lotus” de Soen en directo.
Llegados a la sala Salamandra nos encontramos con un gran telón de fondo con la imagen del último trabajo de Ghost Iris. Sin embargo, serían al final Wheel los encargados de abrir la noche. Al contrario de cómo estaba indicado en el cartel (pero si se anunció en los horarios del concierto vía redes sociales).
Wheel saben agridulces
Al primer impacto de la batería nos percatamos de que algo va mal. La música no llega de manera placentera a nuestros oídos. Y es que, más que a una sonorización deficiente, atribuiría el error del concierto de Wheel a un sonido exageradamente alto. Especialmente en la voz y la batería, que amén de devorar sin piedad el resto de instrumentos, perforaban los tímpanos de los asistentes en los momentos más intensos.
No tengo claro si es que aquello terminó normalizándose (algo) o que simplemente se acostumbramos nuestros oídos. Pero hacia la mitad del concierto la cosa empezaba a hacerse más tolerable. Sin embargo, no podía pesarnos más en el alma no haber podido disfrutar de dos de los cuatro temas que compondrían el set del grupo, que además era la primera vez que nos visitaban. La sala mostraba una entrada bastante pobre todavía. Y pese a un público tímido, se notaba que los que allí estaban habían venido expresamente a ver a los de Helsinki. La calidad de su último “Moving Backwards” y su propuesta de metal progresivo a la Tool les ha puesto en el punto de mira de muchos, que no quisieron perderse su debut en nuestras tierras.
Es una lástima que la ocasión se viera diezmada por las circunstancias. Que por cierto parecieron no solo hacer mella en el púbico sino también en un grupo que se mostró demasiado apático. Lo que sí que no nos quita nadie es haber podido disfrutar en directo (ya adaptado a un sonómetro estándar) de los diez minutazos de ese temazo que es “Wheel” (homónima al grupo), con la que cerraron su escasa media hora.
Ghost Iris han venido a demoler
Por mucho que encajen dentro de la propuesta progresiva, el metalcore, djent, progcore o como queráis llamarle, de Ghost Iris me parecía algo salvaje para el tono de los dos grupos a los que acompañaba. Sin embargo, como aficionado a todo aquello que incluya el sufijo “core” yo estaba encantado. Pero desde luego no esperaba un espectáculo de tamaña envergadura.
No solo con su telón, sino también con luminaria propia salieron a escena los cuatro integrantes encargados de llevar el término “grave” a una nueva dimensión. Desde la primera pincelada quedó claro que el tema del sonido se había solucionado, e incluso me atrevería a decir que gozaron de la mejor ecualización de la noche. Sonaron nítidos y bien nivelados. El volumen era correcto. Y ellos venían a jugárselo todo. El público se mostró absolutamente receptivo con ellos. Lo extremo de la propuesta no parecía ser un problema para aquellos que venían en busca del lado más rockero de Soen. Las cabezas se agitaban sin parar al ritmo de unos breakdowns herederos de un djent que no sonó nada binario. La propuesta de Ghost iris es totalmente orgánica y apela más a las entrañas que a la cabeza. Y eso es muy de agradecer en un momento en que este subgénero parece haberse estancado en un estilo absolutamente prefabricado.
Además, fue especialmente llamativo ver el cambio de actitud entre un grupo y otro. Todos los integrantes de este se encontraban al doscientos por cien. Efectivamente había mucha coreografía en los movimientos sincronizados de ambos músicos a las cuerdas. Pero eso no significa que no los disfrutasen. Y si no que se lo digan a su batería, que no paraba de hacer molinillos de melena mientras aporreaba las baquetas. Era un espectáculo verle tocar.
Soen trascienden la técnica
Absolutamente satisfechos, pero no saciados todavía, esperamos impacientes la aparición del supergrupo. Las expectativas son realmente altas, pero nadie parece preocupado. En el hilo musical suena el “awesome mix vol.2” de la secuela de guardianes de la Galaxia, lo cual nos pone a tono para algo realmente agradable. Se levanta el telón y allí se encuentran desafiantes Ekelöf y los suyos. Suenan las primeras notas de “Covenant”, de su nuevo disco y al primer guitarrazo aquello explota en un hervidero de emoción. El sonido vuelve a estar algo regulero. La batería suena especialmente aguda y se come al resto de instrumentos. De todos modos, ni mucho menos esta vez es algo que pueda poner en peligro el concierto.
Nos llama la atención lo especialmente a gusto que se mueven en su medio todos y cada uno de los integrantes. Hay muchos virtuosos en esto de la música, pero no solo se necesita técnica para impresionar a un público hambriento de sentir. Hace falta trascender la técnica para convertir el material en una emoción recíproca. Soen tienen esa capacidad, y nos quedó claro desde el minuto cero. Y es que todos y cada uno de los temas que tocaron esa noche fueron especiales para alguien. Por qué tienen el poder de transmitir la emoción de tú a tú a través del lenguaje musical más intuitivo. Apelan a la emoción.
Este primer tema además sirvió como introducción a su nuevo trabajo en directo, que fueron celebrados como si de clásicos se tratase. Las nuevas composiciones siguen contando con una fuerza espectacular en directo, y así se convenció a cualquiera que viniese dudoso de ello. Sin embargo, los clásicos son los clásicos, y la mera pronunciación del título “Opal” ya desataba la euforia entre una sala que ahora si se encontraba a un nivel de asistencia mucho más que aceptable. El tramo final de esta fue el encargado de dejarnos claro que cada vez que Cody Ford, a la guitarra, se quedase solo el concierto iba a subir exponencialmente de nivel. Y es que sus melodías más ambientales nos tenían a todos al borde del llanto.
Así fue también celebrado el único momento en el que el grupo decidió recordar su reconocido “Tellurian”. “Tabula Rasa” era uno de los puntos calientes de la noche y sonó tan elegante como el tema requiere. A ello ayudaba la actitud totalmente coordinada y detallista de los músicos. En especial de Ekelöf y Ford, que eran los conductores absolutos del show (pese a que había un sector del público que era especialmente fan de Martin Lopez a la batería, y así se lo harían saber en más de una ocasión) y unos gentleman a la altura de las circunstancias. El vocalista, vestido elegante para la ocasión, mantenía una relación romántica bastante apretada con el micrófono y el pie del mismo.
Mención especial al momento en que el vocalista se percató de la presencia de un niño disfrutando del concierto con su familia en primera fila, y no contento con conseguirle una silla para poder ver mejor lo que sucedía en el alto escenario de la Salamandra, le hizo entrega de una baqueta de Lopez. La imagen de aquella familia disfrutando juntos de la magia del concierto resumiría muy bien el concepto de lo que vivimos.
A partir de aquí todo sería una sucesión de temas que fluctuarían entre sus dos últimos trabajos: “Lotus” y “Lykaia”. “Lascivious”, “Jinn”,” Opponent” o la singular “Lucidity”, tema en el que siempre me cuesta entrar pero que finalmente termina por atraparse en los vaivenes de su relajante melodía. . Durante este tema más tranquilo cierto sector del público me hizo acordarme del reciente artículo del compañero Sergi Ramos sobre aquellos individuos que van a los conciertos a hacer networking o simplemente charlar sobre su día a día. Por favor, dirigiros al fondo de la sala, o directamente no entréis al concierto.
No obstante, si tengo que quedarme con un momento este sería la magia creada en el tramo intermedio de “Martyrs”, en que Ekelöf demostraba que además de un buen control, tiene capacidad para sostener sus agudos durante prolongados periodos de tiempo.
Ponía punto y final al set principal una mirada al pasado con la metalera “Slithering”, de su primer “Cognitive”, que sorprendía un público que posiblemente ya se había convencido de que no verían temas más antiguos que los ya entregados.
La traca final
Sin engañar a nadie, Soen abandonaban el escenario tan solo por el placer de escucharnos de nuevo corear su nombre. Apenas pasaban dos minutos antes de que les volviésemos a tener sobre el escenario para interpretarnos tres temas más. Y la cosa siguió en “Cognitive” y la celebrada “Savia”. Parecía que íbamos a terminar a base de temas cañeros, pues le siguió el riff por excelencia. “Sectarian”, como bien avanzaba a gritos un asistente de la sala, se encargaba de arrancar las ultimas fuerzas de un público aún entregadísimo que se dejó la voz en el poderoso estribillo de uno de los temas más emblemáticos del grupo.
Ahora sí, tocaba despedirse. Así nos lo hacían saber antes de entonar el tema homónimo de su último trabajo. Nunca he sido partidario de terminar un concierto con medios tempos o directamente baladas, pero creo que el tono que Soen consiguieron crear aquella noche bien les otorgaba la capacidad de permitirse la licencia. Y más tratándose de un tema tan absolutamente mágico como es este, que nos mandó a todos a casa con los pelos como escarpias. Si tuviese que contar las veces que se me erizó la piel a lo largo de la hora y media que el grupo estuvo tocando me faltarían manos para acompañarme. Creo que este es un buen medidor a la hora de plantearse contar una experiencia como es un concierto de estas características. Aquella noche lo tangible dejó de importar. Lo explicable careció de sentido y a música se tornó magia.
Texto: Titus Ferrer | Fotos: Víctor Gallego
Promotor:Eclipse Group
Día:2019-03-28
Hora:19:30
Sala:Salamandra
Ciudad:Hospitalet de Llobregat, Barcelona
Teloneros:Ghost Iris, Wheel
Puntuación:8
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